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Carlitos, siempre Carlitos

A Tevez no hay con qué darle. De borrado a posible titular, todo con su sello.

Por Martín Mazur ·

29 de junio de 2011
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Protestó.

No era la primera vez. No será tampoco la última.

En un par de días, salió con cuanta radio hubiera disponible. Algunos aseguran que hasta lo escucharon en la FM trucha del barrio, esa que se escucha en una parte de la cocina y, quizás, en dos baldosones del comedor.

Tevez tenía ganas de hablar porque hablando podía lograr más de lo que estaba logrando en la cancha. Y esto último no era poco, ojo. Goleador de la Premier League, capitán y símbolo del Manchester City. Sí, the player of the people. In every f*** language.

Protestó. Dijo que no sabía por qué estaba borrado. Que obviamente (¿obviamente?) era capaz de ir al banco y de aguantar desde afuera. Que no restaba para el grupo. Que no dividía. Que no entendía cómo Batista no le había respondido los mensajes. Que no tenía idea de por qué no se habían dignado de ir a verlo en Manchester. Que por la camiseta argentina había hecho muchos esfuerzos. Qué cómo se iba a perder un partido contra Brasil ("justo con los brasileros"), por más que fuera, según él, en la mismísima loma del ojete. "Si me decís que era contra Nigeria..."

Protestó y ganó. El raid mediático de Tevez, y sus últimos dos goles -con gambeta, como el de Boca, para cerrar, precisamente, la boca de Batista- forzaron esa reunión en VIlla Urquiza. Tevez quería estar en la Copa América. Que el nueve fuera Messi no le interesaba. Que Batista primero hubiera dicho que era muy difícil para la Copa, pero quizás para las Eliminatorias, tampoco. Tevez quería estar. Y lo logró.

Batista, muy mesurado desde su asunción, quedó expuesto por primera vez. La no convocatoria de Tevez "por razones futbolísticas" primero fue desmentida por el propio Grondona, vocero de la idea del enojo del cuerpo técnico por no haber jugado aquel amistoso contra Brasil. Y después fue desmentida por los hechos, porque las razones futbolísticas no se arreglan charlando en campo neutral. Había que conciliar. Tevez jugó su partido y logró lo que quería. A Batista lo sacaron a la cancha de prepo, seguramente con consejo desde arriba. Era imposible pensar que Tevez no estuviera ni siquiera en la consideración para un plantel argentino, después de la temporada que hizo, si de razones futbolísticas se trataba.

Protestó y llegó. A ser suplente. Minga. Primero, había que estar en el grupo. El resto se irá dando naturalmente. Si no, pregúntenle a Maradona y a su 4-4-2 del que se había enamorado en los últimos dos partidos de Eliminatorias. El 4-4-2 que había probado en los amistosos previos al Mundial. El 4-4-2 que prácticamente había enumerado, de memoria, en aquella nota con Niembro un mes antes del debut en Sudáfrica. La misma nota que escuchó Tevez. "Me parece raro que se esté hablando de un equipo titular cuando todavía falta un mes", declaró Carlitos aquella vez, en una seguidilla mediática en la que pedía que Maradona "abriera la cabeza". Nadie se había animado a semejante cosa. Y nadie habría salido airoso. El resultado ya lo conocen: adiós al 4-4-2 y al demonio con todos los planes (buenos o malos) que eran motivo del autoelogio. Jonás de 4. Verón de 8. Un equipo desbalanceado. Pero con Carlitos adentro. Y después, chau Jonás, chau Verón, pero con Carlitos siempre adentro. En los entrenamientos era una fiera. Jugaba para los dos equipos a la vez y llegaba a las dos áreas. Se salió con la suya hablando, corriendo y entrenando. Hasta le pegó un pelotazo en el culo a Diego, en aquel pelotón contra los perdedores.

El otro día, contra Albania, el público -más familiero que en un zoológico un domingo a la tarde- le pidió a Batista -con el cantito ese de malos modos y de la péquetepá- que metiera a Tevez. Iban 30 del primer tiempo. Ahora, a dos días del debut ante Bolivia, Batista probó con Tevez entre los titulares. La sensación es que esta película ya la vimos. Y que Carlitos gana siempre.