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Palermo viejo

El goleador de Boca debió retirarse el año pasado. Da tristeza verlo tan perdido en la cancha.

Por Diego Borinsky ·

28 de marzo de 2011

Martín Palermo debió haberse retirado a la vuelta del Mundial de Sudáfrica. Es sólo una opinión futbolera, no se trata de arrogarse el derecho a decidir sobre cuestiones ajenas tan trascendentes, como el punto final de una carrera. Era la frutilla del postre, lo único que le quedaba por hacer a semejante modelo de conducta, perseverancia y autosuperación. Y encima con gol, ¿qué más pedir? Es cierto: faltó el título mundial, pero bueno, eso es demasiado difícil. Tampoco es cuestión de abusar con los pedidos.
 
Martín Palermo ya sumaba un par de temporadas a los tumbos en Boca. Que los dirigentes del club demoraran un par de meses antes de cada renovación de su contrato, la estiraran hasta límites finitos de paciencia, y que además la duración de esos contratos no fuera superior a un año, era un indicio claro de la desconfianza de quienes conducían hacia uno de sus máximos emblemas. No dudaban del profesionalismo supremo del goleador, sino de su presente futbolístico. Cada vez más lento, cada vez con menos reflejos, cada vez menos participativo de los circuitos de ataque, cada vez con más dificultades para definir. Así lució Palermo en los dos últimos años. Pero claro: de repente embocaba un gol de cabeza desde media cancha o le metía tres a Colón en un mismo partido, o le daba la clasificación al Mundial a Argentina saltando desde el banco de suplentes y los diarios, sitios web, revistas y afines comenzaban a titular con “una nueva proeza del Titán”. En algunos casos, con dañina exageración.
 
A los futbolistas les cuesta asumir el retiro. Es un momento traumático, en una edad en la que la mayoría de los profesionales de otros rubros andan por la mitad de sus carreras. Además, los futbolistas profesionales son dueños de una particular omnipotencia –alimentada por el circo que se mueve a su alrededor, incluidos los periodistas-, que les permite creer que ellos siempre podrán vencer ante la adversidad.
 
Martín Palermo todavía no metió ningún gol en los 7 partidos del Clausura que lleva disputados con Boca. No metió ninguno y ni siquiera estuvo cerca. O estuvo cerca muy poquitas veces. Y cuando estuvo cerca –valga el juego de palabras- quedó lejísimos de convertir. Este domingo, todos jugaron para él. Falcioni le armó la mesa para que el último bocado fuera siempre el suyo. En exclusividad, sin estorbos en la ofensiva. Nuevamente terminó en cero su cuenta personal. Y por primera vez, Falcioni no le dejó terminar los 90 minutos en cancha. Con apenas 20 minutos, Lucas Viatri arrimó muchísimo más peligro con acciones propias (un cabezazo, un tiro rastrero a colocar) y entrando en la circulación del balón con sus compañeros, que lo que había hecho Palermo en todo el campeonato.
 
Martín Palermo probablemente sea titular ante Estudiantes de La Plata. Si Falcioni no lo saca antes, es porque el DT confía en ese ángel que el goleador tiene para amargar al club de sus amores. Al Pincha le hizo goles de todos los colores, en todos los estadios y en todas las circunstancias. De a uno, de a dos y de a tres. Sólo lo salva, ante su ciudad, haberle convertido más goles aún a Gimnasia. Pero con Estudiantes, Palermo tiene algo especial. Suena a última chance. Si no la emboca, Viatri va de cabeza como titular en la siguiente. Y Martín deberá sentarse en el banco, como lo hace un monumento con 20 años de historia en el Manchester United, hablamos de Ryan Giggs, o como lo hizo hasta la temporada pasada el legendario Raúl en el Real Madrid.
 
Igual, es una pena que no se haya marchado cuando el reloj marcó la hora. Los grandes de verdad tienen esa virtud adicional.