Guillermo Vilas

El origen de la historia: la conquista de Guillermo Vilas en el Masters

Aquel triunfo significó un envión tremendo para la carrera de Willy, pero también marcó un antes y un después para el tenis argentino. Para muchos fue el torneo en que el zurdo, que este miércoles festeja sus 70 años, mostró el mayor nivel técnico de su extraordinaria campaña.

Por Redacción EG ·

17 de agosto de 2022


Imagen AL REGRESAR A Buenos AIres fue recibido como un héroe. Entre quienes lo levantan está nuestro colega Guillermo Salatino.
AL REGRESAR A Buenos AIres fue recibido como un héroe. Entre quienes lo levantan está nuestro colega Guillermo Salatino.
“El triunfo de Guillermo en el Masters de 1974 fue decisivo para el futuro del tenis en la Argentina”. Esta sentencia pertenece a Juan Carlos Belfonte, conocido en el mundo de la raqueta simplemente como “El Profe”, histórico preparador físico del equipo de Copa Davis y único acompañante de Vilas en aquella gesta histórica de Melbourne.

La temporada 1974 fue la de la gran explosión de Vilas en el circuito internacional, donde ganó siete torneos y se quedó con el Gran Prix, que era el listado de los jugadores que más puntos sumaban en el año.

El 18 de noviembre comenzó el ATP de Buenos Aires (por entonces llamado Campeonato de la República), donde a Guillermo le bastaban sumar tres puntos para asegurarse el liderazgo. Y los consiguió tras ganar la primera rueda de dobles junto a Manuel Orantes por sobre Roberto Carruthers y Oscar Escribano por 5-7, 6-1 y 6-2, ya que en ese momento se sumaban las unidades de singles y dobles para el mencionado Gran Prix, que otorgaba las plazas para el Masters de fin de año.

El domingo 24 de noviembre Willy se coronó en la cancha central del Buenos Aires Lawn Tennis al superar en la final a su compañero de dobles por 6-3, 0-6, 7-5 y 6-2, en el que fue el segundo título en el certamen de su país, que ganaría en forma consecutiva hasta 1977. Dos días más tarde, a las 10.30, despegó hacia Australia con Belfonte, Manuel Orantes y su esposa Virginia, según los precisos datos consignados en la excelente obra Historia del tenis en la Argentina, de Eduardo Puppo y Roberto Andersen.

La planificación de ese periplo la fueron haciendo sobre la marcha y sin muchos datos concretos, como lo recuerda El Profe, quien amablemente nos recibió en su casa, un pequeño museo del tenis argentino: “Viajé a pedido de Guillermo, tal como me lo comunicó Oscar Furlong, que en ese momento era quien tenía a cargo el tenis profesional de la Asociación Argentina de Tenis. El mismo fue quien hizo la gestión ante la Secretaría de Deportes para conseguir los pasajes. Verdaderamente fue como una aventura. Hay que situarse en lo que significaba tener que ir al otro lado del mundo hace más de 40 años. Era un viaje hermoso, pero en el que sabías que, prácticamente, perdías todo contacto con tu familia”.

El otro gran protagonista de esa temporada había sido un tenista generacional de Vilas y uno de sus clásicos rivales: Jimmy Connors, quien había ganado tres de los cuatro Grand Slams (Australia, Wimbledon y el Abierto de los Estados Unidos). Inesperadamente Jimbo se bajó del Masters por una enfermedad a pocos días del inicio del certamen. El Torneo de Maestros se dividió en dos zonas: el Grupo Azul conformado por Björn Borg (Suecia), Onny Parun (Nueva Zelanda), John Newcombe (Australia) y Guillermo Vilas, mientras que en el Rojo estuvieron Ilie Nastase (Rumania), Raúl Ramírez (México), Manuel Orantes (España) y Harold Solomon (Estados Unidos).

Imagen CONCENTRACION para la magnífica zurda del marplatense.
CONCENTRACION para la magnífica zurda del marplatense.
Los días previos fueron de gran ansiedad, como lo recuerda Belfonte: “Una de las escalas antes de arribar a Melbourne fue en Papeete, donde ellos tres disfrutaban de la playa y se reían de mí, porque caminaba sin parar por la arena, pensando en cómo diagramar el entrenamiento. Había muchos elementos para tener en cuenta que me tenían ansioso, como el hecho de estar en un lugar con el horario diametralmente cambiado. Suponía que no iba a ser fácil. Apenas llegamos le dije a Guillermo que íbamos a hacer tres sesiones de entrenamiento por día, para ayudarlo a liberar las tensiones que tenía, aprovechando que se podía ir adaptando, ya que llegamos con mucha antelación”.

“Su principal preocupación era el servicio, porque se iba a jugar sobre césped”, recuerda Belfonte, que continúa la evocación con una anécdota: “Yo era amigo de Neale Fraser, uno de los mejores jugadores australianos de todos los tiempos, gran capitán de Copa Davis y eximio conocedor de nuestro deporte. Fuimos a su casa, donde tenía instalada una cancha y tras verlo entrenarse a Vilas me dijo: 'Si saca así no va a tener problemas', a lo que le respondí entre risas: 'Ahora el tema es convencerlo de eso a él'”.

Había llegado la hora del debut y enfrente tendría nada menos que a John Newcombe, excelente jugador local, que en junio de ese año había alcanzado el número 1 del ránking mundial. La performance del argentino fue brillante, sorprendiendo a todos con un buen servicio y mejor devolución, para imponerse por 6-4 y 7-6 (2). Para Belfonte fue un éxito decisivo: “Guillermo no había llegado con tanta confianza y la fue tomando a medida que ganaba partidos, pero para que esa seguridad haya ido en aumento, fue muy importante la victoria ante Newcombe”.

Tan sólo 24 horas más tarde, y en una tórrida jornada, debió medirse con Onny Parun, otro especialista en césped. Fue una extensa batalla, donde el argentino ganó el primer set 7-5, perdió el segundo 6-3 y el tercero parecía interminable, ya que no había tie break. Con el marcador nivelado en 8, le hizo un gesto a Belfonte de querer largar por el cansancio. Juan Carlos recuerda perfectamente su respuesta: “Le dije claramente: 'Si abandonás te mato', o algo así (risas). Era muy importante sobreponerse a todo y llegar en ganador. Por suerte me hizo caso y venció”. Ese último parcial fue 11-9 y le permitió clasificarse para las semifinales, aunque todavía le restaba el match final del grupo ante quien sería su rival más difícil: Björn Borg. Vilas se impuso por 7-5 y 6-1, y avanzó invicto a la siguiente instancia.

Llegó el turno de la semifinal y ya había despertado cierta expectativa en la Argentina, reflejada en el hecho de aparecer en la tapa de los diarios más importantes. Allí tuvo enfrente a Raúl Ramírez, quien a lo largo de su carrera rara vez logró incomodar con su juego a Vilas, al punto que el historial entre ambos terminó 11-1 para el argentino.

Con mayor velocidad el mexicano lo sorprendió y se quedó con el primer set por 6-4, pero lentamente Guillermo fue encaminando el partido, haciendo su tarea con paciencia para imponerse por 6-3, 6-2 y 7-5 en los siguientes parciales, ya que las semifinales y la final se disputaban al mejor de cinco sets. Vilas estaba en el partido decisivo, para disputarlo con el genial y talentoso Ilie Nastase, quien había ganado las tres ediciones anteriores del certamen.

El día se presentó nublado, pero bastante caluroso en Melbourne. El primer set fue sumamente parejo y en casi una hora de duración, quedó del lado del argentino en tie break por 8-6. El segundo le fue aún más favorable (6-2) al sorprender al rumano con un permanente juego de ataque. La gloria estaba a un solo paso, pero estaba claro que Nastase no se iba a entregar con docilidad y comenzó con su clásico “show” de diálogos con el público, discusiones entre risas con los jueces, con el claro objetivo de desconcentrar a su rival. Y lo logró con esos elementos y con su tenis fantástico también, que lo ayudaron a quedarse con los dos parciales siguientes, ambos por 6-3.

Era la hora de la verdad en el definitivo quinto set. Allí Vilas retornó al juego del inicio, con una gran concentración, excelentes devoluciones y precisos ataques. Hubo quiebres de servicios alternados, pero Willy se colocó 5-4 y sacaba para intentar quedarse con el título. Disputó con serenidad cada punto y llegó al match point, donde sacó 40-15 sobre el drive de Nastase, cuya devolución se fue ancha sobre la paralela.

Guillermo tiró su raqueta y pegó un gran salto, como queriendo tocar el cielo con sus manos. Cruzó la red y se abrazó con su adversario, que lo felicitó al tiempo que desde las tribunas llegaba un emocionante “Ar-gen-tina, Ar-gen-tina”, de un puñado de compatriotas que se había juntado en las viejas gradas del estadio Koyoong, con un detalle curioso que recuerda Belfonte: “Apenas terminado el partido un muchacho bajó corriendo entre el público, ingresó al court y abrazó a Guillermo. Luego supimos que era un argentino de apellido Jaime, socio de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, que se había pagado el viaje para ver el torneo”.

Alzó el trofeo mientras una inmensa sonrisa le abarcaba todo el rostro. Al momento de dirigirse al público, inmortalizó una frase: “Hasta hace un par de meses pensaba que el pasto era para las vacas. Ahora pienso que es para la vacas… y para los tenistas también”. Una ovación acompañó sus palabras. La emoción que se vivía allí era la misma que sentían muchos argentinos en nuestro país, en un hito fundacional para el tenis nacional.

Aquella semana se vio un Vilas fantástico. Que ratifican las palabras de Juan Carlos Belfonte: “En mi percepción nunca volví a ver el tenis de Guillermo como en ese torneo: suelto, juvenil, para nada esquemático. A lo largo de su carrera, le he visto grandes partidos, pero lo que jugó en el Masters 74, nunca más”. Ya nada sería igual. Un deporte de elite comenzaba a convertirse en masivo gracias a ese zurdo de la vincha que, hace 47 años, sentaba a la Argentina a la mesa del tenis grande internacional.

Por Eduardo Bolaños