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Triangular y jugar: actualidad del club cautivado por el negocio

Un humilde club chileno fundado en 1956 "compró" figuras argentinas que nunca jugaron ahí. Hoy, sobrevive en la B y tiene a un presidente de 25 años que se encarga de continuar el negocio.

Por Redacción EG ·

26 de septiembre de 2014
Imagen Unión San Felipe durante su etapa en Primera, objetivo máximo para el cierre de 2014. Su clásico rival es Trasandino, actualmente en la tercera categoría.
Unión San Felipe durante su etapa en Primera, objetivo máximo para el cierre de 2014. Su clásico rival es Trasandino, actualmente en la tercera categoría.
Uní-Uní le dicen al equipo chileno que en Argentina quedó marcado por las triangulaciones. Unión San Felipe fue el epicentro de una investigación liderada por la AFIP en junio de 2013, con motivo de irregularidades en algunos pases de futbolistas. El modesto equipo del Valle de Aconcagua incorporó jugadores de primer nivel, aunque no los pudo disfrutar. Apenas se quedó con el 10% de cada transferencia y su rol en las negociaciones consistió en actuar como intermediario.

La historia comenzó en 2005 cuando Raúl Delgado compró al club amparado por la ley de Sociedades Anónimas Deportivas, que privatizó a la mayoría de los clubes de fútbol del país. Los antecedentes del empresario argentino no eran demasiado alentadores: había descendido dos categorías como gerente de Brown de Arrecifes y años antes había sido Secretario de Medios de Carlos Menem.

En la oficina de jugadores de AFA, Cristian Leiva, Bergessio, Matheu, Gentiletti, Gino Clara, Parra, Jonahan Bottinelli y los hermanos Civelli aparecieron inscriptos como jugadores procedentes de Unión San Felipe cuando en realidad ninguno vistió la camiseta rojiblanca. Como si fuera poco, la ANFP, asociación chilena de fútbol, anunció que el club tenía más de 70 jugadores inscriptos.

Unión San Felipe apeló al “hecha la ley, hecha la trampa” para violar la norma de la FIFA que prohíbe a las personas físicas ser dueñas de los derechos de un jugador. Por lo tanto, representantes y agentes con la complicidad de Delgado sellaron sus contratos en el humilde equipo chileno y cuando la transferencia real se hizo, el Uní-Uní cobró un porcentaje. Así fue como sucedió con Jonathan Bottinelli, el caso que destapó la olla a presión, ya que debería haber llegado a River en condición de jugador libre, pero en la AFA fue anotado procedente del equipo trasandino. Las arcas del club embolsaron 170 mil dólares aquella vez. Durante 2011, sólo en transferencias recaudó más de 800 mil dólares.

“Es una empresa con fútbol”, declaró Roberto Mariani, después de ganar la Copa Chile, en uno de los logros más importantes de la historia del club. La bronca del entrenador surgió a partir de la decisión dirigencial de no renovarle el contrato apenas tres días después de salir campeones. Aquel fue el clímax de tensión entre los hinchas y la sociedad anónima. Protestas frente a la sede, movilizaciones callejeras y la creación de un ídolo simbólico contra el sistema. La dirigencia amenazó a los hinchas con jugar de locales en otra ciudad, aunque finalmente no cumplió.

En medio de su accionar como club puente, Unión San Felipe intenta una vida normal. Raúl Delgado dejó la presidencia y se la cedió a sus dos hijos. Primero fue a Sebastián, y desde septiembre último a Pablo Delgado, de solo 25 años. Es uno de los dirigentes más jóvenes del fútbol chileno, aunque hace tiempo está en el negocio: junto a su hermano, a su padre y a la esposa de él, Raquel Guadalupe Ghirardi, tienen el 98% de Inversiones Deportivas Rojo y Blanco, la sociedad gerenciadora.

“La idea es seguir haciendo lo de los últimos años”, dijo el nuevo presidente en una entrevista para la web oficial. En el plano futbolístico, le costó mantenerse con regularidad y tuvo tantas buenas como malas. Además de la mencionada Copa Chile, jugó la Sudamericana 2010 pero descendió en 2013 tras perder increíblemente con Deportes Iquique en la última fecha.

Mariani se despide en la calle de los hinchas-vecinos y apunta al clan Delgado.
El primer entrenador de 2014 fue Sebastián Rambert. El paso de Pascualito fue malo y duró unos meses en los que cosechó aproximadamente apenas el 30% de los puntos. De todas maneras, la suerte cambió después del Mundial y la esperanza del ascenso se mantiene vigente. Finalizó tercero por detrás de San Luis y Santiago Morning en la primera ronda general del Apertura. Además, tuvo ingresos genuinos por la venta de un jugador verdaderamente del club: Ignacio Jeraldino, de 18 años al Parma.

Después de años de gestión, los disidentes políticos parecen haber perdido la batalla. Menos de diez mil hinchas se acercan al Estadio Municipal de San Felipe ante cada partido para mirar a un equipo humilde en busca del ascenso y sin las figuras que compra. Fernando Espinoza y los argentinos Diego Sevillano y el ex Platense, Miguel Angel González, son algunos de los más prestigiosos en el equipo de Miguel Ponce. En un fútbol con poca memoria, las únicas triangulaciones en las que piensan los hinchas de San Felipe, suceden adentro de la cancha.


Por Pedro Molina