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Hay vida después de Bianchi y Ramón

En una reedición del refrán "No hay mal que por bien no venga", Boca y River mejoraron después de reemplazar a sus entrenadores emblemáticos. Sánchez-Kranevitter-Rojas y Meli-Erbes-Gago, sociedades responsables.

Por Redacción EG ·

19 de septiembre de 2014
Imagen 9 PARTIDOS como titular jugó Kranevitter en el River campeón, pero en el equipo de Gallardo es una pieza inamovible.
9 PARTIDOS como titular jugó Kranevitter en el River campeón, pero en el equipo de Gallardo es una pieza inamovible.

El primer Superclásico de 2014 enfrentó a los entrenadores con más títulos de Boca y River. En un torneo de poco nivel, ganar en aquella fecha podía resultar determinante. Y así fue. Funes Mori metió un cabezazo para romper la racha de 10 años y luego River terminaría siendo campeón. Boca fue segundo, pero ni siquiera pudo experimentar el sabor de la ilusión porque cuando se acordó de ganar ya estaba lejos.

Diferente será el marco de la décima fecha que los cruzará en el Monumental. El cambio se explica en algunos nombres propios dentro de la cancha, aunque fundamentalmente desde el banco de suplentes. En pocas fechas, Gallardo confirmó lo que insinuó vs. Rosario Central: su equipo juega mejor que el campeón. Por el otro lado, Arruabarrena corrigió el rumbo de un Boca que comenzaba a regalar el semestre. Y también se floreó vs. Central. Más allá de que cada club tiene su propia coyuntura, comparten el éxito inicial en el reemplazo de sus dos entrenadores emblemáticos por dos hombres de la casa sub-40.

Cuando Ramón Díaz dio el portazo, el único nombre que se barajó fue el de Marcelo Gallardo. La apuesta por un nuevo entrenador tuvo efecto rápido y mostró un nivel que revolucionó al fútbol argentino. Un equipo que sabe imponer su superioridad, es efectivo y tiene una propuesta ambiciosa. Arruabarrena, también ex entrenador del Nacional uruguayo, en pocos partidos va por el mismo camino. Movió algunas piezas de lugar, cambió el esquema táctico y su Boca revirtió las pálidas actuaciones post-mundialistas. Si la brecha riverplatense por el certamen local ya es mucha, tendrá en la Copa Sudamericana una gran alternativa.

El análisis global de ambos en cuanto al juego se explica en el mediocampo. Muñeco y Vasco eligieron tres volantes secundados por una línea de cuatro. Las propuestas y la agresividad pasan por la función de ellos. No hay dobles-cinco ni enganches tradicionales, sino interiores al mejor estilo europeo y laterales que atacan por las bandas.

River tiene un sistema más aceitado porque comenzó antes. Sánchez-Kranevitter-Rojas sale –y juega- de memoria. El uruguayo volvió en una versión superior a la que se había ido y ahora hace casi todo bien. A su habitual despliegue le sumó gol e ingresó bien un nuevo esquema que exige presión constante. Ya no penetra desde afuera condicionado por la banda, sino más bien, su verticalidad es por adentro. Casos similares podrían ser los de Meli en Boca o Mancuello en Independiente.

Kranevitter juega con el temple de un consagrado y pocos recuerdan que comenzó el torneo de suplente. Su adaptación para controlar el círculo central y la simpleza para la entrega también genera la sensación de que es un equipo armado para él. Es el tiempista que mantiene al equipo corto y en estado de pressing ante la posesión rival. Cuándo cortar, cuándo hacer una cobertura y cuándo respaldar a otro, son algunos de los planteos que tal vez ni se los pregunta, pero siempre sabe responder en la práctica.

Sobre el margen izquierdo, Ariel Rojas no luce tanto como Sánchez y Kranevitter, pero sabe cerrarse generando el dos-uno para que Vangioni sorprenda por la raya. La sincronización lleva tiempo de trabajo porque data de la era Ramón Díaz. Por lo pronto, es el único de los volantes que se repite en relación al campeón. Si estuviera jugando en la NBA, su función sería fácilmente definida como la de ayuda-base.

En la vereda de enfrente, Arruabarrena apuesta por tres jugadores más posicionales y comete una trampa táctica: Carrizo es más delantero que volante, pero también colabora con el medio cuando la situación lo requiere. Si bien es muy temprano para hablar de tendencias, la tríada Meli-Erbes-Gago parece ser garantía de éxito. El despliegue del ex Colón fue como un flechazo para los hinchas, que en pocos minutos lo adoptaron como jugador fetiche. No es un virtuoso ni se destaca por su clase, aunque rompe líneas, mete y es incansable.

Imagen ERBES-GAGO ya venían siendo compañeros aunque ahora sumaron a César Meli a la sociedad del medio.
ERBES-GAGO ya venían siendo compañeros aunque ahora sumaron a César Meli a la sociedad del medio.
Erbes se cansó de ser la rueda de auxilio y el nuevo entrenador lo retornó a su puesto original. Es el volante más retrasado y por momentos hasta se mete entre Echeverría y Díaz para liberar a los laterales y clarificar con la primera pelota. Funciona como vértice entre los interiores y los centrales, quienes reciben la indicación de adelantar la última línea. Al no presionar como River, el Pichi podría quedar expuesto si no fuera por los otros dos volantes, próximos a su eje y despreciando las bandas.

El punto positivo más influyente para el equipo, también está en proceso y es la reinvención de Gago. Más próximo a su versión que cotizó millones en Europa, cedió el centro del campo para jugar de Xavi. Levemente hacia la izquierda, volvió a su función esencial de destacarse en las transiciones y en la fineza para dar el último pase. La asistencia a Fuenzalida para el tercer gol vs. Central por la Copa, la mejor muestra.

En un fútbol cortoplacista y efímero, el riesgo de apurarse y destacar sociedades que después fracasan, es alto. Por el momento, en pocos partidos los nuevos entrenadores de River y Boca encontraron la llave del círculo central y gozan de buena salud en relación a lo futbolístico. Continuarlo o no, será aquello que defina si consiguen algo grande como hicieron sus antecesores relegados: Bianchi y Ramón.


Por Pedro Molina