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Lugano: “el Rubio Jefe”

En Brasil llevará el brazalete por segundo Mundial consecutivo para igualar a un prócer como el Negro Obdulio, estandarte del Maracanazo. En una charla extensa y distendida reconoce que tuvo miedo de mirarlo por TV, revela a qué armas debió apelar para la remontada y se ilusiona: “Ponele unas fichitas a Uruguay”.

Por Diego Borinsky ·

01 de mayo de 2014
     Nota publicada en la edición de Abril de 2014 de El Gráfico

Imagen LA TOTA en acción: el caudillo de la Celeste, símbolo de estos años felices.
LA TOTA en acción: el caudillo de la Celeste, símbolo de estos años felices.
No tuvo contemplaciones.

“Antes de ir para Canelones, vamos a dar una vuelta por Montevideo para que veas lo que le hicieron a la gente”.

Así se la cantó Alfredo Lugano a su hijo Diego, sin anestesia: “Lo que le hicieron a la gente”.
El jueves 16 de noviembre 2005, Uruguay caía por penales ante Australia en Sydney y se quedaba afuera del Mundial de Alemania. Al día siguiente, papá Alfredo –ex zaguero central, recio capitán en el Club Libertad de su ciudad– fue a esperar a su hijo al aeropuerto y en lugar de consolarlo como haría todo padre con un hijo que viene de recibir un golpazo en su profesión, decidió ponerse el traje de uruguayo futbolero malherido y llevarlo a dar una vuelta por una ciudad arrasada por la desolación y la tristeza.

-Llegué a la mañana y mi viejo, que es bastante crudo, me dijo que antes de ir para casa me llevaba a dar una vuelta por Montevideo para que viera cómo estaba la gente. Yo recién empezaba en la Selección. Y no me olvido más de esas imágenes: no había un solo niño con su túnica blanca que no caminara con la cabeza gacha yendo al colegio; no había un empleado de camisa y corbata que no anduviera mirando al piso; los ómnibus circulaban con sus radios apagadas. Era un silencio absoluto, un sentimiento de funeral que no se puede vivir en ninguna otra parte del mundo que no sea en Uruguay. De hecho, lo primero que hice ese día fue quemarme la mano con el mate...

-Sentimiento de culpa se llama…
-Puede ser, el subconsciente, puede ser (risas). Me cebé la mano, increíble, y me quedó ampollada por un mes.

-Pero cinco años después te tocó vivir la contraria...
-Claro, a eso iba también. Al regreso de Sudáfrica estaba todo el país en la calle. Montevideo tiene 1.500.000 habitantes y ese día estaban 800 mil ahí afuera, no existe en ninguna otra parte. Veía a abuelos con nietos de la mano que no hablaban, sólo lloraban, y todo sin banderas políticas. Ese mes, en Uruguay subió el índice de natalidad, que en mi país es bajo, no te rías, es verdad lo que digo, hay estadísticas oficiales. Subió el consumo, y todo porque la gente estaba contenta. Eso no pasa en otro lado y tiene que ver con el tamaño del país y el lugar que ocupa el fútbol dentro de la sociedad. La cultura de fútbol que tiene el uruguayo es única, nuestra identidad como país empezó a solidificarse con los primeros triunfos en el fútbol a comienzos del siglo pasado.

-En la Argentina, el fútbol también se vive con intensidad y pasión...
-Sí, claro, y en Brasil lo mismo, pero son países mucho más grandes y diversificados, tienen otras cosas para identificarse o distraerse, llamalo como quieras. Cada vez que ando más por el mundo más me convenzo, por eso pienso que antes que nada, uno debe saber dónde está parado, partir de esa base; de repente, después, la pelota te puede pegar en un tobillo y te metés un gol en contra, pero eso ya es otra cosa.

Diego Alfredo Lugano Morena, uruguayo de Las Violetas, pueblo ubicado en los suburbios de Canelones, razona con claridad meridiana en la charla. Sabe de lo que habla. Ha leído. Se ha informado. Creció buscando entender. Siente la responsabilidad de líder que le compete y la ejerce con gusto y a conciencia. El capitán Celeste que a los 33 años lucirá en Brasil por segunda vez el brazalete en una Copa del Mundo para ubicarse a la par de próceres como José Nasazzi (capitán en los JJ.OO de 1924 y 28), Obdulio Varela (Mundiales 1950 y 54) y Horacio Troche (1962 y 66), sonríe con frecuencia y derrocha calidez en el trato. Desarma así al periodista que llegaba a la cita provisto de canilleras y protector bucal, aunque la entrevista fuera telefónica. Desde West Bromwich, centro de Inglaterra, mientras se termina de recuperar de un esguince de rodilla, el Rubio Jefe se entregará durante dos horas a la charla profunda con El Gráfico. Vale la pena leerlo: no se pone el casete.

Imagen ORDENANDO, una de sus cualidades.
ORDENANDO, una de sus cualidades.
-¿Te asustaste un poco con la lesión?
-Un poco, no; mucho me asusté. Cuando se aproxima un Mundial, uno no quiere ni pensar, pero cada día toma más precauciones para no lesionarse. En ese amistoso con Austria se me cayó encima el más grandote de la cancha, el 9 de ellos. La clásica palanca, muy parecido a lo que me pasó en el Mundial pasado y me impidió estar en la semifinal. Sentí que se torció la rodilla; salí y enseguida el doctor me dio tranquilidad.

-Voy para atrás y te pregunto por Uruguay: ¿pensaste que se quedaban sin Mundial?
-Sí, sí, ¿para qué te voy a mentir? Después del partido con Chile, la realidad decía que teníamos que ganar 4 de los 5 partidos restantes para ir al repechaje, algo prácticamente imposible. Pienso que sólo Uruguay es capaz de levantar una Eliminatoria así, ni el mejor Brasil ni la mejor Argentina ni la mejor España ni la mejor Alemania hubieran podido.

-Quedar afuera de Brasil habría sido un mazazo tremendo...
-Sin dudas: si para Uruguay es fundamental ir a los Mundiales, estar en Brasil era una obligación histórica. No clasificar hubiera sido un fracaso tremendo, el más grande de nuestras vidas. El partido clave fue contra Venezuela: ellos iban tres puntos arriba, jugaban el partido más importante de su historia, y en su casa. Nosotros veníamos golpeados, y cuando la mano viene mal, se crea un clima adverso en el entorno. En ese momento debimos apelar a todas las armas posibles para revertirlo y logramos transformar esa corriente negativa en motivación y desafíos, pudimos tocar el amor propio y salir adelante.

-¿Cuándo hablás de armas te referís al video motivacional que pusiste en el vestuario?
-Ese fue un detalle, hay muchas otras cosas que juegan en el día a día. Nosotros perdimos con Chile a fines de marzo y teníamos casi tres meses por delante para jugar con Venezuela. Aunque ese grupo había conseguido cosas importantes, tomamos absoluta conciencia de que si no ganábamos ese partido, seríamos recordados por el fracaso de no haber clasificado al Mundial de Brasil, y no por todo lo bueno que se había hecho en los 3 años anteriores.

-Vos decís que se iban a olvidar del 4° puesto en Sudáfrica, de la Copa América ganada en la Argentina…
-Tanto esfuerzo iba a quedar perdido, no tengo ninguna duda. Lo bueno es que ninguno miró al costado y que todo el mundo asumió sus propios errores y preparamos ese partido con Venezuela como una final de verdad. Creamos un grupo de chat y nos comunicábamos todos los días, alentándonos, cuidándonos por lo que pasaba en cada entrenamiento. Si uno salía lastimado en su club, enseguida estábamos chateando para saber qué había pasado, para que llegáramos cada uno al 100 por ciento a ese partido. Todo el mundo quiso estar en Venezuela, los lesionados se infiltraron... El empate nos dejaba afuera del Mundial y sabíamos muy bien que esa foto del comienzo podía quedar como símbolo de fracaso, y aún así no hubo uno solo que no quisiera salir en esa foto. Te lo digo hoy y se me infla el pecho de orgullo, se me eriza la piel, la muchachada se enfocó de una manera increíble cuando toda la presión popular estaba en contra.

Imagen EN SU club actual, West Bromwich, marcando a su compatriota Luis Suárez.
EN SU club actual, West Bromwich, marcando a su compatriota Luis Suárez.
-Me resulta extraño lo que me contás, pensé que con el Mundial 2010 y la Copa América, la reconciliación había sido definitiva...
-Como reza el dicho: pueblo chico, infierno grande. Uruguay es un país pequeño, pero con una historia muy grande en el fútbol. Estaba fea fea la cosa, si no ganábamos en Venezue estábamos afuera del Mundial, y ese día se terminaba el ciclo de Tabárez, y de muchos jugadores grandes, como en mi caso. Imaginate todo lo que pasó por nuestras cabezas en esos tres meses interminables.

-Cuando decidís poner un video motivacional, en este caso con el discurso de Al Pacino en Un domingo cualquiera, ¿le pedís permiso al entrenador o te mandás de una?
-Ya van casi 9 años que trabajamos juntos con Tabárez, y si bien él no es mucho de hablar con los jugadores y yo tampoco soy de hablar mucho con los técnicos, el Maestro confía en mí como capitán, en mi timing para moverme como corresponde. Sé manejar mi espacio dentro del grupo. De todos modos, como te dije: lo del video es un detalle lindo que simboliza el momento que vivíamos, pero detalle al fin. Para mí, lo más importante es cómo nos unimos y mentalizamos entre Chile y Venezuela. Los mensajes fueron cotidianos y no te hablo de los grandes, sino de los guachos de 18 años. Insisto: sólo Uruguay podía levantar esa Eliminatoria. He recorrido el mundo, y sinceramente no creo que haya otra raza de jugador que tenga ese compromiso. Después podrás jugar bien o espantoso, pero esa lealtad con la camiseta, con el compañero y con la gente es lo único que te puede salvar en momentos así.

-O sea que tuviste miedo de quedarte sin Mundial...
-Obvio que tuve miedo, si caminábamos al borde del abismo. Además... valiente es el que tiene miedo y sigue adelante.

-¿Cavani sigue sin tutearte?
-Edi es un chico respetuoso, muy educado, del interior del país, queridísimo por todo el grupo, uno de los grandes cracks del fútbol mundial y sin embargo, cuando hablás con él afuera, parece un hermano, es tranquilísimo. Eso sí, adentro de la cancha se transforma, es un tigre y te las pide todas. Ahí no me tutea, ahí me putea sin problemas (risas).

-¿La mayoría te trata de usted?
-Algunos sí, o por ahí me dicen “capitán”, sobre todos los más chicos cuando recién entran, pero a los 2 o 3 meses, cuando me conocen, el diálogo es como con uno más. La mayoría me llama por mi apodo, Tota, pero con todos hay una relación de mucha confianza y complicidad, porque hace años venimos juntos. Me hace sentir un poco incómodo el “usted”, puede parecer que uno es una figura distante o que quisiera estar en un estatus diferente por llevar el brazalete, y lejísimos de eso...

Si el líder nace o se hace, Lugano no lo tiene claro. Tampoco es él quien debería contestar por qué sus compañeros le han otorgado ese rol. Lo cierto es que desde muy joven ha llevado la cinta en los diferentes equipos que integró. Herencia paterna. Fue capitán de la Reserva de Nacional apenas llegó desde el interior, luego lo fue con 20 años en Plaza Colonia –donde se marchó a préstamo–, en San Pablo se ponía el brazalete cuando no estaba Rogerio Ceni, y en Fenerbahce fue el líder indiscutido desde el día que pisó Turquía hasta que se fue, llevado en andas al aeropuerto, por los hinchas.

Con la Celeste debutó en 2003 y en su décima presentación, en marzo de 2006, en una caída por 2-1 ante Inglaterra en Liverpool, fue capitán por primera vez, recogiendo el legado de Paolo Montero. Y así es hasta hoy. A Lugano lo marcó a fuego un hecho que lo tuvo como protagonista en noviembre de 2004, en su segundo partido en la Selección. Enfrentaba a Paraguay en el Centenario, en un clima muy hostil porque estaban en el fondo de la tabla. El primer tiempo finalizó 0-0, Lugano entró al vestuario, se sentó, se sacó la camiseta y la dejó en el piso. Paolo Montero y Darío Rodríguez, sentados a izquierda y derecha, le clavaron sus miradas como puñales. “No, no, no, la Celeste en el piso nunca, andá y colgala en el perchero”, fue el mensaje de ambos, y aún hoy, con el paso del tiempo, a Lugano la lección le genera un cosquilleo. El gesto es de un simbolismo atroz: bien o mal, en la cima o en el fondo del mar, la camiseta siempre arriba y respetada.

El compromiso de Lugano como capitán se desprende de una actitud inusual que tuvo en 2012: a pesar de que Tabárez no lo eligió como uno de los tres mayores de la Selección que volvió a un Juego Olímpico tras 84 años de ausencia, ya que no tenía continuidad en su club, pidió permiso al PSG para acompañar a la delegación. Cualquier otro, dolido por el despecho, se hubiera encerrado en su casa a maldecir la chance perdida. O a tirarse en una playa bajo el sol para olvidarse del asunto.

Imagen ALZANDO la Copa América en el Monumental (2011).
ALZANDO la Copa América en el Monumental (2011).
-¿Cuál fue el objetivo cuando fueron al Mundial pasado?
-El objetivo primordial era, como lo es ahora, pasar la primera fase. No me cambia nada que lleguemos como cabeza de serie o como campeones de América. Si nos comemos el cuento, empezamos a perder. A partir de ahí sabemos que Uruguay es un equipo muy competitivo que le puede ganar a España, Brasil o Argentina pero también que puede perder con Irán o con Honduras, con mucho respeto lo digo. El objetivo, hoy, es ganarle a Costa Rica el primer partido, nos va a costar un huevo, ya te lo digo, aparte ellos seguro no se olvidan del repechaje que perdieron en 2009. A partir de ahí hay que cimentar el pasaje a segunda fase. Nos tocó un grupo dificilísimo: tres campeones del mundo en una zona nunca había pasado, pero si es para hacer historia, Uruguay tenía que estar ahí (se percibe una sonrisa resignada).

-¿Todavía te dura la bronca por no haber jugado la semifinal con Holanda?
-Pahhh (risas), ¡cómo metés el dedo en la llaga, vos, eh!

-Tranquilo, pensé que por ahí ya estaba enterrado…
-Noooo, eso no lo enterrás más en tu vida, ¡qué lo vas a enterrar! Y yo era el menos importante que faltó. Ese día con Holanda no pudo jugar Luisito (Suárez) y tampoco Fucile, que venía haciendo un Mundial espectacular. Esa espina nos va a quedar, más allá del orgullo y la alegría por el cuarto puesto.

-¿Sienten presión por no bajar un escalón de lo muy bueno que hicieron en 2010?
-Tenemos una autoexigencia y un deseo muy grandes. Esa es la mayor presión, la que nosotros mismos nos imponemos, porque venimos de 4 o 5 años muy buenos, salvo el segundo semestre del 2012 que fue catastrófico y nos hundió en la Eliminatoria. Y más cuando el Mundial se hace en Brasil; ahí hay una historia y una mística que te empuja.

-¿Dónde viste el sorteo del Mundial?
-Estaba en casa con mi familia, en Inglaterra.

-¿Puteaste mucho?
-Y… más o menos. La primera impresión fue de calentura: ¡no puede ser, la puta madre! Eso fue lo primero que pensé. ¡Hacía 40 años que no éramos cabeza de serie y resulta que nos tocan dos campeones del mundo! No sólo eso, sino que somos el cabeza de serie que más viajará: Fortaleza, San Pablo y Natal. Pero bueno... unas horas después del sorteo, uno se va enfriando y piensa: mirá los tremendos partidos que tenemos la posibilidad de jugar y disfrutar en un Mundial. Es un desafío hermoso, espectacular. Así hay que tomarlo. Será durísimo, pero me tengo una fe enorme porque cuanto más difícil se nos pone, de repente mejor para nosotros. Y si pasamos la serie, somos candidatos de fierro.

-Los rivales le tienen otro respeto que hace 4 años...
-Sin duda. Una de las cosas que me gratificó al ver el sorteo por la televisión inglesa es que cuando iba a salir el europeo para nuestro grupo, los conductores decían “acá no, acá no”. Y después se lamentaron. A ex compañeros italianos tampoco les causó gracia estar con nosotros. Eso se ha conseguido, genera un gran orgullo pero hay que ratificarlo ahora con mucha humildad. No hay secretos: debemos prepararnos al máximo de nuestras posibilidades y no te podés creer más de lo que sos. Hay que volver al Uruguay compacto de Sudáfrica, donde estuvimos casi 4 partidos sin recibir un gol, y de ahí en más apostar a jugadores de calidad que te definen un partido. Volviendo a tu pregunta del objetivo: es imposible, siendo uruguayo, no aspirar a lo máximo. Esa aspiración la tenemos.

-¿Ves a alguna Selección por encima del resto para ganar el Mundial?
-Alemania y España colectivamente están un paso adelante, y Brasil, por la localía; los tres asoman como los grandes candidatos. Además, son ganadores y crecen en este tipo de competencia. Del Bosque nos dio una mano grande al sacarle a Brasil a Diego Costa; era la pieza que le faltaba para hacer perfecto el engranaje. Después, si Messi está en su nivel, Argentina también es gran candidato y Portugal con Cristiano, lo mismo. Y por detrás ponele una fichita a Uruguay también (risas).

-¿Vas a tener hinchada propia en Brasil, por tu gran paso por el San Pablo?
-No creo que haya mucho aliento, pero sí te puedo decir, por mi experiencia, que al uruguayo se lo respeta, se lo admira y se lo quiere en Brasil. En Jordania, por el repechaje, hubo 5 o 6 medios brasileños cubriendo y empujando para que consiguiéramos la clasificación.

-¿El Maracanazo puede pesarle a Brasil?
-Nunca más se va a repetir algo así. Por cómo viajó Uruguay, que llevaba dos años de paro del sindicato de jugadores, porque llegó casi sin técnico, porque el local era campeón con un empate, porque los dirigentes de Uruguay se fueron antes pensando que se comían una goleada. Es un contexto irrepetible.

-¿A ustedes les pesa?
-Noooo, por favor, al contrario. Es una mística que intento inculcar, que hay que disfrutarla y aprovecharla. Esa historia la tiene sólo Uruguay; no la tiene ni la poderosa Alemania, ni la poderosa España ni la poderosa Argentina, por eso siempre les digo a mis compañeros que nos puede empujar a ser un poquito más de lo que somos. Hay que mirarla de esa manera, no como una presión, sino como un privilegio brindado por los monstruos de antaño. Es un plus que no tiene nadie.

-¿Llegaste a conocer a Obdulio Varela?
-No, pero sí he leído mucho sobre él, por supuesto. Esa generación es un espejo para todos, no sólo por lo futbolístico, sino por un modo de conducta que caracterizaba al uruguayo de antaño y que hoy se ha perdido un poco. Está resumido en Obdulio, y en sus predecesores: Nasazzi, Lorenzo Fernández, te puedo nombrar mil, símbolos no sólo por personalidad dentro del campo, sino por su hombría afuera. Yo intento rescatar, humildemente, cosas de esa gente. Me gusta informarme, leer libros, ver videos, pero no es algo de ahora, sino desde que era muy gurí. Es demasiado grande la importancia del fútbol en nuestro país como signo de identidad, a partir de nuestra independencia, como te comentaba antes.

-No te gustó la publicidad que hizo Puma del fantasma del 50, ¿no?
-En mi forma de ver, es una publicidad divertida para verla de entrecasa, tiene buena onda y seguramente fue hecha sin maldad, por gente que no es del fútbol. En Brasil se nos quiere, entre otras cosas, porque somos competitivos, aguerridos, les comemos el hígado si es necesario. Les hemos ganado algunas veces, pero siempre hemos sido respetuosos. Sobre todo ese es el mensaje que nos han dejado nuestros campeones. Y resulta que en el repechaje éramos el último equipo en clasificar, con toda la prensa mundial y brasileña mirándonos y en el momento de mayor exhibición perdemos una gran oportunidad: en el propio tablero del estadio mandamos un mensaje irreverente, un tanto irrespetuoso, que no va con la forma de ser del uruguayo. Le estás metiendo el dedo en el traste al organizador del Mundial, ¡y pentacampeones del mundo! ¡Y por algo que pasó hace 64 años! Es como estar pidiendo que te pisen, que te peguen, y como dice el tango Las Cuarenta: “además corrés el riesgo que te bauticen Gil”.

-Con la nueva película del Maracanazo no hay problemas, ¿o sí?
-No, eso está lindo si lo tomamos como parte de nuestra historia e identidad. Si nos confundimos y creemos que tenemos el derecho divino a conseguirlo de nuevo porque somos uruguayos, estamos equivocados.

Ya el cuarto arbitro está por levantar el cartel con los minutos que se adicionarán. Es la hora del ping pong final, un salpicadito con contenido local. Lugano está casado con Karina Roncio y tiene tres hijos: Nicolás (14), que juega de defensor como el padre y el año que viene podría integrar la Sub 15 uruguaya, Thiago (7) y Bianca (5). El carisma y el respeto que irradia lo han erigido en un caso único merecedor de investigación policial: hasta los ladrones se han rendido a sus pies. Ocurrió hace un par de años.

-¿Cómo fue?
-No, no, la verdad que tuve suerte porque fue en un momento bueno de la Selección, un momento en que nos habíamos ganamos el respeto, si no…

-Contala...
-Nos juntamos con el grupo para una cena en Carrasco, antes de la Copa América. Yo dejé el auto en la calle, con el bolso adentro. Tenía documentos, algo de plata, computadora, un libro sobre Obdulio y la billetera. En un momento me avisaron que me habían robado el bolso pero como estaba la cena, dije “ta, voy a comer, y después hago la denuncia”. Se ve que un rato después los ladrones vieron que era mío y se comunicaron con un canal de televisión para avisar que habían dejado el bolso en tal lado. No faltaba nada: ni la plata, ni la compu, ni los lentes. Increíble.

-¿Por qué el apodo?
-Me dicen Tota por mi viejo. El se crió con seis hermanas y por eso le pusieron así y yo siempre fui Totita. Incluso ahora, cuando vuelvo al pueblo, muchos me siguen diciendo Totita. En Canelones no hay uno que me llame por mi nombre.

Imagen SOLIDARIOS. Abreu, Suárez, Fucile y Lugano, en una acción de apoyo a Unicef.
SOLIDARIOS. Abreu, Suárez, Fucile y Lugano, en una acción de apoyo a Unicef.
-¿Ser carnicero es un requisito obligatorio para usar la 2 de Uruguay?
-No, pará, ya fue eso (risas), ya fue... Dicen que hubo una época así, que el uruguayo era bastante más recio, que nosotros vendríamos a ser angelitos de pecho. Ahora, sí es cierto que al ser algo pesado de físico, al menos en mi caso, debo imponerme en el contacto, en velocidad me cuesta. La personalidad del defensor uruguayo no pasa por las patadas, sino por dar un plus más en la cancha, por ser leal a sus raíces, a su gente, a sus compañeros, eso uno lo fue mamando de los más grandes.

-¿Afuera de la cancha sos un duro también o no tanto?
-No, soy muy tranquilo.

-Muchas veces se te mencionó como posible refuerzo de un club argentino, ¿estuviste cerca alguna vez?
-No sé si cerca, pero sí hubo conversaciones, sobre todo en el último año y medio. Uno se va haciendo grande y las prioridades van cambiando. Tengo tres gurises pequeños y darles la posibilidad de una educación en Europa es para aprovechar, son oportunidades únicas.

-Francescoli contó que habló este año con vos…
-Sí, claro, con Enzo existe un diálogo más allá de su cargo en River. Es un símbolo para todo uruguayo, y más de nuestra generación, así que cuando puedo, hablo con él, por todo lo que significa.

-¿Es difícil decirle que no a Enzo?
-Enzo es un referente, pero antes que nada es padre de familia y ha pasado también por mi etapa. Yo estoy en los últimos momentos de mi carrera. Veremos. Va a depender mucho de cómo esté la familia, de cuánto me aguante, y del cansancio mental, fueron 12 o 13 años de rodar por el mundo y también pienso en la posibilidad de que mis hijos puedan formar sus raíces en Uruguay.

-¿Te interesa terminar en tu país?
-En Uruguay es muy difícil, llevo muchos años de identificación con la Selección, y no me gustaría que se pierda por jugar en uno de los grandes, entonces creo que no vale la pena.

-¿Venís para el fútbol argentino después del Mundial, entonces?
-No sé. Te digo la verdad: en mi cabeza no existe espacio para otra cosa que no sea el Mundial, por eso es todo relativo. Si somos campeones del mundo, ponele, cuelgo los botines ahí mismo en el Maracaná, y me voy a tomar mate a mi pueblo. ¿Qué otra cosa podría pedirle al fútbol?

Por: Diego Borinsky