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Diego Rodríguez: hecho en casa

Tras criarse en las inferiores de Independiente y ser parte de la rotación en Primera, se afianzó como arquero titular. El Ruso, figura silenciosa del Rojo en la B Nacional, repasa su historia, cuenta cómo superó las adversidades, y sentencia: “Ascender a la A sería acomodar el club desde el lugar que nos toca”.

Por Redacción EG ·

28 de marzo de 2014
   Nota publicada en la edición de marzo de 2014 de El Gráfico

Imagen "DE CHICO me inculcaron hacer las cosas fáciles, tirarse cuando corresponde, resolver la jugada en un paso".
"DE CHICO me inculcaron hacer las cosas fáciles, tirarse cuando corresponde, resolver la jugada en un paso".
“NO TE PREOCUPES: yo voy a ser jugador de fútbol”.

Uno de los tantos viajes de una hora en el colectivo 221, mientras atravesaban de un extremo a otro Mar del Plata para volverse del predio de Aldosivi al hogar, resultó el detonante de la declaración de Diego Rodríguez a su padre. José, entonces, atinó a abrazar al pequeño de siete años. “No sé qué me quiso decir con ese gesto”, bromea el Ruso, que nació el 25 de junio de 1989 en Capital Federal, pero que adoptó a La Feliz como su ciudad, por vivir allí desde los dos años.

Su madre, Mónica, lo había llevado a Once Unidos a los cuatro para que practicara algún deporte, y lo tiraron en una cancha de fútbol 5. “Menos jugar, hacía cualquier cosa. De un día para el otro, a mi viejo le ofrecieron ser el técnico de mi categoría, y se preguntó: ‘¿Cómo lo pongo?’. Entonces, me propuso atajar, y así arranqué a los cinco o seis años”, resume.

Por un problema en el club, jugó en Aldosivi durante un semestre, tiempo en el que se le encendió la llama futbolera. A partir de ahí, su amor por el fútbol se agrandó tanto que ya no lo podían frenar. “Si me lo sacaban, me volvía loco. Yo me empecé a dar cuenta de esto cuando se jugó el Mundial Sub 20 de Malasia 1997. Era chico y me levantaba para ver los partidos. ‘Quiero estar ahí’, le decía a mi viejo. El todavía pensaba que estaba loco”, señala.

A esa altura, había regresado a Once Unidos y avanzaba de etapas sin drama: de cancha de 5 a la de 9, y de ahí a la de 11. Diego, que se mantenía en el arco y que sólo se paró un año a la vez como número 3, no sólo jugaba. “Yo me miraba todo. En ese momento, me encantaba Franco Costanzo y me fijaba en todos sus movimientos. Es más: atajaba una pelota y quería hacerlo como él. Capaz que alguna vez grité ¡Costanzo! después de haber agarrado una”, cuenta en voz baja.

Más adelante, representó a Cadetes de San Martín y de ahí picó para Independiente en 2004, cuando tenía 14 años. “Me vieron en un amistoso entre Cadetes y el Rojo, en Mar del Plata. Como les gusté, me invitaron a Buenos Aires a competir en la Copa Nike y me dijeron que me podía instalar en la pensión del club, y yo acepté”, describe.

Imagen PRESENCIA dentro y fuera de la cancha.
PRESENCIA dentro y fuera de la cancha.
-Entonces, te iniciaste en Octava e hiciste todas las inferiores. Intuyo que tus ganas de mejorar y de analizar a los arqueros no se detuvieron…
-Miraba mucho. Ya en Independiente, observaba a Oscar Ustari, con quien me entrené, y al Mono Navarro Montoya, que era el titular en Primera. Hoy, me encantan Víctor Valdés, sobre todo por la personalidad que tuvo para revertir situaciones malas, y Neuer.

En 2007, Pedro Troglio, entrenador del Diablo por aquel año, lo subió a la Primera y al poquísimo tiempo lo citaron para la Selección Sub 20. “Eso me sirvió para pegar un salto de calidad”, agrega.

“INDEPENDIENTE PONDRA al arquerito de la Cuarta”.

El Ruso recuerda lo que se publicaba y se decía en los medios a 48 horas del duelo frente a Huracán, por la última fecha del Clausura 2011, y mira de manera cómplice. El tema fue que Huracán se jugaba el descenso ante el Rojo, que lo dirigía Antonio Mohamed (confeso hincha del Globo), e Hilario Navarro, el arquero titular de los de Avellaneda, se lesionó en la última práctica de fútbol.

“Como también estaban lesionados Gabba (Adrián Gabbarini) y Fabián (Assmann), iba a debutar en Primera -explica Rodríguez-. Esos dos días se me hicieron eternos. Primero, tenía ansiedad por jugar. Después, se hablaba de que íbamos a entregar el partido porque entraba el pibe, que era yo. Por suerte, me apoyaron mis compañeros, el Turco me sacó presión, ganamos 5-1, estuve a la altura de las circunstancias, y me demostré a mí mismo que valió la pena todo lo que había hecho hasta ahí. Si bien tenía poca edad porque estaba a una semana de cumplir 22 años, no me sentía tan joven porque hacía cuatro que me entrenaba con el plantel profesional”.

Luego de nueve meses de verla pasar en Primera, Christian Díaz agarró la manguera para apagar el incendio desde la línea de cal y le abrió las puertas. “Cuando tenga 60 años, todavía me voy a acordar de esa victoria histórica frente a Boca por 5-4, en la Bombonera. Ese partido me marcó, porque resultó mi primer partido grande en Primera. Entendí que tenés que estar preparado para jugar en cualquier momento. Venía de atajar el fin de semana anterior en Reserva contra Argentinos, era el cuarto arquero de la Primera, y de golpe pasé a ser el primero y a atajar en un clásico”, detalla.

Sin embargo, el sueño le duraría hasta la primera derrota del equipo. Díaz lo limpió tras la caída ante Colón por 3-0, en Santa Fe. Sólo habían pasado dos fechas desde aquella tarde en La Boca. “Así como fue llamativo que entrara a jugar porque había arqueros de más experiencia, también lo fue salir al poco tiempo. Significó un golpe duro, pero me sirvió para crecer y tranquilizarme en lo deportivo. En esos partidos, sentía que tenía que sacar una pelota espectacular para demostrar por qué me habían elegido, y después ya tuve otra tranquilidad, que quizá me la transmitieron otros cuerpos técnicos”, asevera.

-¿Cómo el de Américo Gallego?
-Sí, el Tolo apostó por mí y me dio continuidad. Jugué los dos partidos ante Liverpool de Uruguay y uno frente a la U Católica, por la Copa Sudamericana 2012, y después me dijo que sería el titular para el Torneo Final 2013 (atajó en 18 de los 19 partidos que desembocaron en el descenso de Independiente). A él le gustaba que intentara anticiparme a la jugada y que me dedicara a atajar sin hacer nada del otro mundo.

-Previo a la decisión de Gallego, durante ese proceso de inestabilidad en el arco de la Primera, ¿cuánto trabajaste lo técnico y cuánto lo mental?
-La cabeza la trabajé un montón, porque no me tenía que dejar llevar por lo que se decía. Era feo, porque se hablaba de que el arquerito no podía atajar, de que no estaba capacitado. Entonces, me refugié en mi familia, en mis amigos, seguí entrenándome y esperé la oportunidad. Incluso, lo charlábamos entre los arqueros del club, porque todos habíamos entrado y salido. Era una rueda que giraba y ninguno se asentaba. Por eso, mantenía la ilusión de volver.

-¿Por qué ninguno se afianzaba?
-La razón es que éramos cuatro arqueros con características totalmente distintas. Entonces, venía un entrenador y ponía a uno según el estilo que le gustaba, y después asumía otro técnico y hacía lo mismo. Entonces, no creo que haya sido por nuestras capacidades porque todos rendimos en algún momento.

-Te llevo al descenso en 2013. ¿Qué dirigencia tuvo más responsabilidad: la de Javier Cantero o la de Julio Comparada?
-No lo sé. Cuando hacés mal las cosas, las pagás. Un descenso no se concreta por un campeonato malo. Por eso, cada uno debe ser responsable y autocrítico desde su lugar. Lo importante es no volver a cometer los errores anteriores.

-¿Pudiste dar vuelta la página rápido?
-Sí, pero me costó, más que nada durante los primeros días. Después, arrancamos la pretemporada en Salta y nos enfocamos en volver. Por suerte, tuvimos el afecto de los hinchas de Independiente, que quizás fue mayor al que recibíamos en Primera.

NI MONTENEGRO, ni Pisano, ni Parra, ni ahora Insúa. El sostén y salvador de Independiente es el tipo que se pone los guantes. El Ruso, que sólo no atajó en los tres partidos iniciales de esta temporada de la B Nacional por decisión de Miguel Angel Brindisi (el titular era Assmann), saltó a la cancha ante Atlético Tucumán. Si bien fue derrota por 2-1 y el último encuentro de Brindisi al frente del Rojo, el 1 se mantuvo con Omar De Felippe como técnico y jamás salió gracias a sus excelentes producciones.
“No estoy de acuerdo con aquello porque las figuras son ellos, que nos hacen y nos van a hacer ganar los partidos –afirma serio–. Sólo intento que no nos conviertan. Es lógico que por ir a buscar, nos pueden agarrar mal parados en algún contragolpe, y yo debo responder. Seguramente no me van a pelotear tanto, me llegarán pocas veces, y ahí tendré que aparecer”.

-¿Qué significa haber mantenido la valla invicta durante 819 minutos, récord del Rojo en el profesionalismo?
-Se me adjudicó mucho a mí, pero no nos llegaron demasiado en esos partidos. El equipo anduvo muy bien y eso es lo importante. Si no nos meten goles, sumaremos y nos acercaremos a la punta del campeonato, que es lo que buscamos. Después, los números y los récords quedan para la estadística. Obviamente que los miro de reojo (sonríe).

Imagen SONRISA a flor de piel. A los 24 años es uno de los pilares del buen presente del diablo, que está en los puestos de ascenso.
SONRISA a flor de piel. A los 24 años es uno de los pilares del buen presente del diablo, que está en los puestos de ascenso.
-¿Te considerás un arquero como los de antes?
-No, no… ¿Por qué?

-Sos sobrio, hacés lo que pide la jugada, dominás bien la pelota con los pies…
-No me gusta exagerar. De chico, me inculcaron hacer las cosas fáciles: tirarse cuando corresponde, y si se puede resolver la jugada en un paso, mejor. Eso es importante porque le da confianza al equipo.

-¿Qué consejo que te dieron sobre el puesto resultó clave para que lograras tu muy buen rendimiento?
-Si tuviera la clave, no me harían más goles (risas). Todos los entrenadores de arquero que tuve me aportaron sus formas de ver el arco. Pero recuerdo que un técnico en inferiores me dijo: “A mí no me interesa si te tirás de pancita y sacás la pelota. A mí me importa que la atajes”. Eso me quedó, porque uno se entrena de una manera y tiene un estilo, pero en el partido hay que atajar con lo que sea.

-¿Cuál fue la pelota más trascendente que tapaste en lo que va del torneo?
-La que le saqué a Caruso, de Huracán. Era la sexta fecha, todavía no habíamos ganado, y el partido iba 0-0 en la cancha de ellos. Si entraba, se nos venía la noche. Por suerte la contuve, y después Cáceres clavó el gol de la victoria.

-Tras mucho tiempo, Independiente volvió a tener un arquero indiscutido. ¿Vos también lo pensás así?
-La realidad es que quiero atajar y no salir más. Yo peleo el puesto con tres grandes arqueros, como Fabián, Hilario y Facundo (Daffonchio), y hoy me toca a mí. La continuidad me llevó a ganar confianza.

-Además de colocarlos en puestos de ascenso, ¿qué les aportó De Felippe?
-Su llegada fue fundamental. Encontramos un orden, una base de juego y entendimos su mensaje, que se trata de salir a jugar en todas las canchas de la misma manera, de tener paciencia, de saber que los rivales se nos van a cerrar y que, de mitad de cancha en adelante, contamos con jugadores que pueden marcar la diferencia en cualquier momento. Entonces, debemos ser sólidos atrás para respaldar a los de arriba.

-¿La incorporación de Federico Insúa les dio un salto de calidad?
-Sí, sin dudas. La vuelta del Pocho es importante para todos. Sabemos lo que es como jugador, y además al grupo le vino bien porque es un tipo serio y humilde.

-¿Pagarías una entrada para ver a este equipo?
-Sí, ¿por qué no? Podremos jugar muy bien, bien o mal, pero nunca nos van a reprochar el hambre y el corazón que tenemos.

-¿Ascender a la A resultaría ordenar a Independiente?
-Sí, sería acomodar al club desde el lugar que nos toca, porque después otra gente es la que tiene que ordenar a la institución. No sé si es una obligación, un objetivo, un sueño, pero nosotros tenemos que ascender y pelear el campeonato.

-¿Para conseguir el ascenso en qué no deberían fallar?
-No hay que confiarse porque somos Independiente. Nosotros tenemos que demostrar en la cancha.

-Si bien tu contrato culmina en junio de 2015, sos comunitario. Si surgiera una oferta, ¿te interesaría emigrar o preferirías continuar en el club, tal vez ya en Primera?
-Tengo la cabeza puesta acá. Cuando no atajaba, tuve ofertas para irme a otros equipos y no las acepté. Desde que pisé el predio en Domínico, tuve el sueño de ser el arquero de Independiente. Por eso, mirá si me voy a ir hoy que me toca atajar.

La sabiduría de Santoro
AL RUSO aún le queda grabado aquel comentario de Pepé Santoro, emblema en el arco del Diablo que lo formó. “Ya me entrenaba con Primera, pero bajaba a Quinta para jugar. Entonces, nos enfrentamos a Instituto, ganamos 2-1 y anduve bien, más allá de que me resbalé en el gol de ellos. Pasó que metieron una pelota entre líneas y, cuando salí a cortar, me patiné y el delantero la empujó con el arco libre. Bueno, esa misma noche jugaba la Primera, y me di cuenta de que el cuerpo técnico había visto mi partido cuando llegué al estadio. Al saludar a cada uno de los integrantes, Pepé lo primero que me dijo fue: ‘Diego, para el lunes comprate botines con tapones altos. No te podés patinar’. Se dio vuelta y se fue. Eso me marcó, entendí que debía estar en los pequeños detalles”, asegura Rodríguez.

Por: Dario Gurevich/ Fotos: Hernan Pepe