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Goltz: marca la diferencia

Tras haber ganado su primer título, el zaguero de 28 años repasa las claves del Lanús campeón de la Copa Sudamericana, cuenta la influencia de Guillermo Barros Schelotto en el equipo, revela cómo forjó su carácter para liderar planteles desde 2008 y admite: “Dejé una huella en el fútbol argentino”.

Por Redacción EG ·

20 de enero de 2014
 Nota publicada en la edición de enero 2014 de El Gráfico

Imagen DESPUES de once años como profesional, está en su mejor momento. Es una de las figuras de Lanús, donde lo adoran.
DESPUES de once años como profesional, está en su mejor momento. Es una de las figuras de Lanús, donde lo adoran.
“NO NOS VAMOS a tirar de palomita hacia la copa; ahora nos vamos, nos metemos en el vestuario y listo”.

Estaba de fiesta, aunque era consciente. Paolo Goltz no se mareó al dar la primera vuelta olímpica de su carrera y en el medio de los festejos, sobre el campo de juego, le confesó a Emiliano Lasalvia, fotógrafo de El Gráfico, qué iba hacer el plantel del flamante campeón de la Copa Sudamericana.

La responsabilidad de guardar energías resultaba más fuerte que una acción tradicional que se produce después de haber obtenido un título, al menos en este lado del mundo. Si bien la celebración de la conquista continuó en la intimidad del vestuario, el equipo debía reciclarse en menos de cuatro días para ganarle a Newell’s e intentar forzar un desempate en su lucha por conseguir el Torneo Inicial. Más allá de que fue empate en Rosario –un 2-2 electrizante, donde Lanús superó a su rival en el juego–, al capitán quién le quita lo vivido. “Ser campeón representa un montón. Se me venía negando y lo tomo como un premio al esfuerzo. El semestre pasado fue soñado, porque ganamos la Sudamericana y peleamos hasta el final el campeonato local”, afirma.

Detrás del firme zaguero central que siente la marca como ninguno, que deja la piel en la cancha (terminó con la cara destrozada en el partido de vuelta de las semifinales ante Libertad, de Paraguay, en el que aseguró el triunfo por 2-1 y la clasificación a la final), aparece el defensor que sale jugando, que pasa al ataque, que se convierte en una amenaza en el área contraria por ir bien de arriba y de abajo.

De hecho, fue uno de los tres goleadores del equipo en la copa (los otros son delanteros: Santiago Silva y Lucas Melano), al anotar tres veces. La última, sin embargo, quedará para el archivo no sólo porque surgió en el partido de ida de la final ante Ponte Preta, que culminó 1-1 en Brasil. “Fue un golazo, el mejor que hice en mi carrera. Vi al arquero (Roberto Trigao) sobre su palo, le pegué al otro, por encima de la barrera, y la clavé. Encima, metí semejante remate en una final, que es un extra”, sintetiza.

Pero nada se concreta de casualidad en su vida. Es cierto que ya probaba de media distancia, aunque de una manera más rústica: toque y fierrazo. No obstante, se propuso mejorar casi sin darse cuenta. “Al principio del semestre, nos quedamos pateando al arco cuatro o cinco muchachos con Gustavo (Barros Schelotto, ladero de su mellizo Guillermo, entrenador del equipo). Y ese día estuve cerca de ganar el torneíto de tiros libres; a partir de ahí, me empecé a quedar siempre para trabajar la pegada. El tema es que acá nada está librado al azar, todo se practica”, explica.

-Además del trabajo, ¿cuál es la fórmula de Lanús para mantenerse y superarse?
-El grupo es fundamental, hay buena gente; y resulta muy importante que el plantel sea consciente del objetivo. También contamos con jugadores de experiencia que estaban y con otros que se sumaron, como Silva, Somoza, el Laucha Acosta, que aportan para el grupo y encima a veces te definen los partidos. Había muchas ganas de ganar… Guillermo nos dijo desde la primera fecha que somos un plantel de 30 jugadores en el que cualquiera puede jugar; y lo cumplió, porque cuando el cuerpo técnico pensó que cambiar los nombres era lo mejor, se rotó. Si bien el club es ordenado, el cuerpo técnico tiene mucho que ver en esto, nos exige siempre y eso es buenísimo para pelear campeonatos.

-¿Existe alguna anécdota puntual que los haya marcado como grupo?
-No recuerdo una. Pero cada vez que íbamos a reconocer un estadio, nos sacábamos una foto todos juntos; siempre nos agrupamos para tomar mate y jamás se dejó a alguien de lado. Esa buena onda también se traslada adentro de la cancha. Si a uno no le sale una jugada, por ejemplo, lo apoyamos para que le salga la próxima vez. Esos detalles marcan. Nuestro presente no es casual.

-Si tuvieras que elegir dos momentos durante la Sudamericana, ¿cuáles serían?
-La goleada ante Universidad de Chile por 4-0, como local, porque nos abrió la cabeza; y la victoria 3-1 ante River, como visitante. Como habíamos empatado 0-0 en la ida, el entorno dudaba. Pero ganamos muy bien; ese triunfo también nos marcó. Igual, lo que más rescato es que Lanús siempre sacó un extra en las instancias decisivas, en las que ese plus se necesita.

-Lanús juega bien al fútbol. ¿Coincidís?
-Sí, eso intentamos. Pero es imposible que un equipo juegue bien durante los 90 minutos, a veces necesitamos defendernos, pero buscamos jugar por abajo y de modo asociado.

-¿Cuáles son las claves en cuanto al juego?
-Varias: somos un equipo sólido defensivamente, no sólo por los defensores, sino porque el resto también da una mano grande. En el mediocampo, tenemos por delante de los dos centrales a Somoza, que releva muy bien; después, los otros dos volantes, que pueden ser Ortiz, Barrientos, Ayala, el Pulpo González, Pasquini, colaboran en la marca y juegan muy bien con la pelota. Arriba, está el Tanque (Silva). Todos lo conocemos porque es goleador, pero además aguanta la pelota, se tira atrás, mete buenos pases y es muy rápido mentalmente… Y los chicos que van por afuera son desequilibrantes, y también se sacrifican al retroceder. Por suerte, el grupo entendió a qué juega.

-¿El equipo dio un salto de calidad?
-No sé, creo que viene creciendo mucho. De mitad del torneo local en adelante, se encontró una manera de jugar y lo importante es la madurez que se alcanzó. Sabemos distinguir los momentos de los partidos. Cuando necesitamos no ser tan directos, tenemos la pelota; cuando necesitamos defender, los delanteros son los primeros en presionar; cuando necesitamos atacar, los defensores ayudamos.

-¿Ya alcanzaron el pico de rendimiento?
-No, se puede evolucionar todavía más. Hay que seguir puliendo pequeños detalles, que son los que te llevan a ganar o a perder partidos.

“TODO EL TIEMPO me sentí más maduro que la edad que tenía, y no sólo por haber sido papá a los 21 años, desde antes, porque ya convivía con mi señora desde los 19 y afrontaba otras responsabilidades”.

La declaración de Goltz quizás ayude a comprender cómo moldeó su carácter para liderar planteles desde 2008, cuando a los 23 años se puso la cinta de capitán por primera vez, en Huracán. Pero recorramos un poco más su pasado. Paolo comenzó a jugar de pibe en Hasenkamp, su pueblo natal, que está ubicado en Entre Ríos. A los 14 años se decidió: viajó a Buenos Aires para comenzar en las inferiores de Huracán, club en el que le daban pensión (también había quedado en Unión, aunque no le facilitaban la vivienda). El camino, por supuesto, sería espinoso.

“Nunca había salido de mi casa hasta ese momento. Los primeros seis meses fueron muy duros, porque no jugaba mucho y me volvía para el pueblo cada 15 días. Mi papá (Héctor) me decía que si no estaba bien, regresara; mi mamá (Inés) me decía que aguantara; y mi hermano, Iván, me aconsejó que hiciera el esfuerzo para que, pasara lo que pasara, durmiera tranquilo. El había ido a probar suerte a Rosario, se volvió antes y después se arrepintió. Eso, entonces, me quedó y me la banqué como pude. El apoyo de mi familia, de mis amigos del pueblo y de otros chicos que vivían conmigo en la pensión me ayudó mucho”, sentencia.

Casado hace tres años con Romina -su novia desde los 15, que también es de Hasenkamp-, padre de dos hijos (Maitena, de 7, y Simón, de 2), experimentó buenas y malas. “Debuté a los 17 años en Primera en Huracán (ante Gimnasia, en noviembre de 2002), pero el equipo descendió en esa temporada, la 2002/03 (sólo jugó tres partidos y lo bajaron a la Reserva a mitad de temporada). Me empecé a consolidar en la Primera con Omar Labruna como técnico, y agarré mucha más confianza con el Turco Mohamed. Con él, ascendimos a Primera en 2006/07. Ahí estaba bárbaro, parecía que volaba de la felicidad. Ese era un grupo maduro, porque había experimentados como Ubeda, Cristian Díaz, Cellay… Fue un paso significativo en mi carrera”, rememora.

Sin embargo, su recuerdo más oscuro no está ligado a lo futbolístico. Por más que haya perdido el campeonato local en la última fecha ante Vélez, con el Huracán que Angel Cappa supo construir en 2009, y que haya sido “un golpe duro”, lo peor no le ocurrió adentro de una cancha. “La situación más dolorosa se produjo cuando perdí a mi papá. Estaba en una pretemporada en Mar del Plata, en 2006, y me llamaron en el medio de la siesta para darme la mala noticia. Cellay, que estaba conmigo en la habitación, el Turco Mohamed y su cuerpo técnico me ayudaron muchísimo. Entonces, me tomé un avión para Buenos Aires y regresé al otro día para seguir con la pretemporada”, cuenta.

El resto de su historia se torna un tanto más conocida. Después de vestir la camiseta del Globo desde 2002 hasta mediados de 2010, pasó a Lanús, donde es el capitán del equipo por elección de los referentes del plantel, y donde se convirtió en un símbolo del club. La gente lo adora de tal modo que no deja de pedirlo para la Selección.

“TODOS TENEMOS la misma responsabilidad, todos influimos para llegar a este buen presente de Lanús, desde el entrenador, con el equipo que pone en la cancha o con un cambio que realiza, hasta los jugadores. Si cada uno hace las cosas bien, tendremos más chances de ganar que de perder”.

Paolo retoma el argumento base que sirvió para conquistar la Copa Sudamericana: la unidad del grupo. Sin embargo, y al margen de lo futbolístico, entiende que hay otro concepto, tan trascendente como el anterior. “Los procesos de trabajo se respetan en Lanús, y eso genera que el jugador llegue mejor armado a la Primera –afirma–. En vez de que los chicos jueguen tanto en la Reserva, se los presta a otros clubes (del ascenso) y luego vuelven mejor. Izquierdoz se había ido a Atlanta, hoy es titular y tiene un rendimiento muy bueno; Pasquini también se había ido a Atlanta y jugó mucho al regresar al club. Eso, entonces, habla muy bien de Lanús y es fundamental para que un chico pueda rendir después”.

Parece que ocurrió hace una eternidad, pero en realidad no. Guillermo Barros Schelotto comenzó su carrera como entrenador hace un año y medio en el Granate, y ya acredita una estadística tremenda: nunca sacó menos de 31 puntos en el torneo local (Inicial 2012: 4º con 34 unidades; Final 2013: 3º con 33; Inicial 2013: 2º con 31), y ganó su primer título, que además es internacional. “Guillermo y su cuerpo técnico son parte importante en todo esto. Es más, nos hizo sentir su experiencia, el hecho de haber ganado tantos títulos como jugador. El y Gustavo también nos dieron un plus”.

Imagen LIDER. En Lanús, los referentes del grupo lo eligieron como capitán del equipo.
LIDER. En Lanús, los referentes del grupo lo eligieron como capitán del equipo.
-¿Qué recordás de las primeras charlas que tuviste con Guillermo, en las que te contó su idea de juego?
-“Quiero hacer algo parecido a lo que Angel (Cappa) realizó en Huracán y en Gimnasia (donde había dirigido a Barros Schelotto), pero con algunos retoques”, me comentó. Y me encantó, porque se prioriza el ataque.

-¿No te molesta exponerte en defensa?
-Es cierto que atrás quedás mano a mano a veces, pero estoy acostumbrado a jugar así. Si bien no peleábamos todos los campeonatos en Huracán, al equipo se le exigía que fuera al frente y que juegue lo más lindo posible. Mientras que en Lanús siempre se pretende terminar en los primeros puestos.

-¿Cómo definirías a Guillermo en su etapa de entrenador?
-Como un técnico arriesgado, y por eso peleamos los torneos que disputamos.

-¿Qué charla técnica te voló la cabeza?
-No sabría decir una puntual. Tanto Guillermo como Gustavo se fijan mucho en los detalles de los rivales: cómo juegan, por dónde desequilibran, cuáles son sus puntos débiles. Eso es muy bueno, porque cambiaron los tiempos y los jugadores ya no miran tantos partidos. Entonces, ellos nos preguntan sobre los rivales, nos quieren sacar información para motivar a que nos interioricemos.

-¿Te pueden enganchar en offside en esa?
-No, no creo… Soy como los jugadores de antes, me tocó debutar muy joven en Primera, compartí planteles con experimentados que siempre puntualizaban cosas sobre los rivales, y aparte porque me gusta mirar mucho fútbol. No me caben dudas de que eso te da una ayudita adentro de la cancha.

-Conversemos sobre tu crecimiento. ¿Qué tipo de defensor eras y qué clase de defensor sos?
-Trato de evolucionar día tras día: mejoré la pegada, soy más tranquilo y más pensante, lo que me permite tomar decisiones personales y colectivas. Eso me lo dieron los años y la cinta de capitán.

-¿Sos defensor de equipo grande?
-No sé si lo soy o no, pero a mí me gusta jugar como lo hacen los equipos grandes, y Lanús también juega así porque arriesga siempre, con tres delanteros definidos, sea en la Argentina, Chile, Paraguay o Brasil; algo que hacen muy pocos.

-¿No te obsesiona experimentar en un equipo del exterior?
-Me gustaría, pero no me desespera.

-¿Dejaste una marca en el fútbol argentino?
-Sí, creo que dejé una huella en el fútbol argentino, no sé si es grande o chica… Pero ya llevo 11 años de carrera y sé que alguna huella dejé.

ESTE AÑO le deparará emociones fuertes, sea en Lanús o en Boca. Al cierre de esta edición, Paolo reconoció sentirse “orgulloso” por el interés xeneize, de que Carlos Bianchi –entrenador de Boca– haya puesto sus ojos sobre su humanidad, aunque también les trasmitió un mensaje pacificador a los corazones granates: “Tengo un año y medio más de contrato con Lanús. Si la oferta fuera concreta, la tendríamos que analizar con los dirigentes. Pero estoy bien acá; el club es ordenado, siempre pelea los campeonatos que juega y yo me siento cómodo”.

Por lo pronto, el Grana tiene un calendario anual agitado, compuesto de siete torneos, en los que ya está en la final de dos. Anoten: Torneo Inicial, Copa Argentina y Torneo Final, en el ámbito local; Copa Libertadores, Recopa Sudamericana (ante Atlético Mineiro), Suruga Bank (frente a Kashiwa Reysol) y Copa Sudamericana, en el plano internacional. En consecuencia, Lanús puede agrandar sus vitrinas (obtuvo tres títulos en el profesionalismo: Conmebol 1996, Apertura 2007 y Sudamericana 2013), y Goltz clavaría su energía ahí. Pero cuidado: se sabe que es un defensor valioso, de equipo grande.

-¿QUIEN ES tu referente en el puesto de zaguero?
-Roberto Ayala; él es entrerriano como yo. Lo crucé miles de veces pero nunca se lo dije.

-¿Quién es el central con el que mejor te entendiste?
-¡Uh! No hay uno sólo, me sentí muy bien con muchos: Cellay, Eduardo Domínguez, Ubeda, Izquierdoz, Braghieri, Vizcarrondo… Uno siempre se acomoda al compañero, y viceversa. Hasta hoy, conservo una excelente relación con ellos. Llevarte bien afuera de la cancha es clave para rendir en el campo de juego.

-¿Quién fue el jugador experimentado que mejor te guió?
-Ubeda me marcó, porque lo tuve como compañero en Huracán y luego, de un momento a otro, pasó a ser el entrenador del equipo. Además, fue el primero que me dio la cinta de capitán. El era un tipo maduro de 37 años y yo, un pibe de 20. Para las cosas diarias, me ayudó un montón.

-¿Qué le aconsejarías a un chico que viene a Buenos Aires para cumplir el sueño de ser futbolista?
-Que haga el esfuerzo, que sea serio y centrado, y que tenga presente siempre el objetivo.

-¿Qué son Huracán y Lanús en tu vida?
-Los dos tienen mucha importancia. Yo salí de Huracán, pasé muchos momentos en el club; me hice hombre ahí. Hoy, la gente me lo sigue reconociendo en la calle. Y en Lanús me trataron muy bien desde el primer día, más allá de la rivalidad que existe con Huracán. Eso fue fundamental para rendir como rendí.

Por Darío Gurevich/ FOTOS Emiliano Lasalvia