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España, la liga de los estrellados

El desequilibrado reparto de los derechos televisivos, las leyes concursales y el irrefrenable éxodo de futbolistas ponen en jaque el prestigio de la Liga española, un castillo de naipes que intenta esconder una realidad injusta y desesperante.

Por Redacción EG ·

05 de agosto de 2013
Imagen RICOS Y POBRES. El mapa futbolístico en España es claro, por un lado el Real Madrid y el Barcelona se reparten una riqueza que no les corresponde, y por el otro el resto de los equipos se desangra.
RICOS Y POBRES. El mapa futbolístico en España es claro, por un lado el Real Madrid y el Barcelona se reparten una riqueza que no les corresponde, y por el otro el resto de los equipos se desangra.
Francis Cagigao, ayudante español de Arsene Wenger en el Arsenal, aseguró que existen tres clases de clubes en la Liga: “La superior, compuesta por el Real Madrid y el Barcelona; la media, que está a años luz de distancia; y la pobre, que sólo recoge las sobras, como mendigo romano que se acerca a Julio César suplicando que le permita alimentarse de las migajas que caen de su mesa. Falta solidaridad y coherencia, a la larga los estadios estarán vacíos”.

La situación económica de los clubes en España es caótica. La suma de la deuda de todos los equipos hispanos es mayor que la de todas las instituciones de cualquier otro campeonato de Europa. En la incansable carrera galáctica, que lideran indiscutiblemente Real Madrid y Barcelona con transferencias astronómicas, cada club se enfrenta a una disyuntiva: invertir desproporcionadamente para no perder el tren deportivo, poniendo incluso en peligro la supervivencia futura, o cuidar la economía sin endeudarse hasta la desaparición, so riesgo de relegarse en el plano futbolístico.

El sistema es macabro, falaz y sobre todo tramposo, porque los equipos pertenecientes a la clase media y pobre a la que hace referencia Cagigao, por mucho que lo intenten, jamás podrán hacer frente a los poderosos y a sus inversiones, por el simple hecho de que estos se ven beneficiados por un desequilibrado reparto de los ingresos televisivos y a la vez tienen vía libre para hipotecarse sin consecuencias. Por consiguiente, todos los esfuerzos resultan estériles, y la brecha es cada vez más grande.

Los números hablan por si solos en este aspecto: la deuda de los clubes españoles con el gobierno supera los dos mil millones de euros, y la mitad corresponde únicamente al Real Madrid y al Barcelona. Coincidentemente, son estos dos equipos los que reciben también la mitad de la totalidad de los ingresos televisivos. Es decir, es un eterno círculo vicioso en el que los que más se endeudan son los que más perciben. Es imposible que el resto pueda competir con ellos, y así es lógico que la burbuja económica tenga como inexorable horizonte el colapso financiero, tal cual está sucediendo en la actualidad.

Para evitar la quiebra y la posterior liquidación de los activos, más de veinte clubes se sumaron ya a la figura de la Ley Concursal. Este vericueto administrativo surgió en 2004, para que los equipos asfixiados en su economía no desaparecieran sin tener una segunda oportunidad de poner al día sus deudas. De esta manera, de forma voluntaria, las entidades –devenidas en sociedades anónimas- podrían acercarse a la Justicia, que a través de un sencillo procedimiento les asignaría un síndico con potestades para conducir las riendas del club, convocar a los acreedores y elaborar una estrategia de pago a cinco años. Sin embargo el verdadero interés en las leyes concursales, por parte de los equipos que se atenían a ella, residía en que la misma norma impedía el descenso en los escritorios de las entidades en proceso de concurso. El remedio, entonces, se tornó contraproducente, porque los clubes malgastaban sin reparos y cuando se insolventaban, buscaban auxilio en el refugio legal.

El Congreso de Diputados de España aprobó en 2011 una reforma de la Ley Concursal, que ya no deroga las normas privadas de la Liga según las cuales todos aquellos clubes que, al 30 de junio de cada año, mantengan deudas con sus futbolistas, descenderán automáticamente a Segunda División B. La enmienda no fue retroactiva, sino que empezó a regir a partir de enero de 2012. Desde entonces el efecto dominó fue devastador, y aún se siguen contando víctimas. Los expedientes de los descensos administrativos se acumulan en la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y las desapariciones de los clubes son una triste costumbre.

Los casos tienen nombres propios. Algunos oscilan en el abismo, mientras que otros ya lamentan las consecuencias. El Mirandés, de la Segunda División, se salvó sobre la chicharra cuando los jugadores, los dirigentes, el cuerpo técnico y los hinchas evitaron el descenso poniendo plata de su bolsillo. Al Albacete lo rescató Andrés Iniesta, el crack del Barcelona, con una inversión millonaria. El Racing de Santander descendió en la cancha pero también en los escritorios, y aún no sabe si podrá presentar equipo en el tercer escalafón del fútbol español. Un histórico como el Salamanca desapareció, su estadio será rematado y con los fondos recolectados se contentará a los acreedores. Málaga y Rayo Vallecano, de aceptables campañas, perdieron la posibilidad de disputar competiciones europeas por las inhabilitaciones de la UEFA, que empezó a aplicar el ‘Fair Play financiero’ ideado por Michel Platini.

La lista sigue y puede acrecentarse en las próximas horas, porque el Guadalajara, de la división de plata de España, que había eludido el descenso en el transcurso de la temporada, perdió la categoría por las irregularidades en su conversión de Club de Fútbol (CF) a Sociedad Anónima Deportiva (SAD), la figura que le exige a los estatutos la Ley Concursal. De esta manera el Real Murcia, que sí había descendido deportivamente, podrá volver a la Segunda División. Eso sí, siempre y cuando logre hacer frente primero a una treintena de denuncias por sueldos impagos y se allane financieramente.

El histórico Deportivo La Coruña tampoco pudo escapar a la tendencia, y se salvó del descenso a la Segunda División B merced de un acuerdo de última hora, según el cual uno de los bancos acreedores aceptó hacerse cargo de la deuda con los futbolistas del plantel, que retiraron las denuncias y evitaron la liquidación de los activos. Sin embargo el salvataje no resultó gratuito, porque una de las condiciones impuestas por los acreedores fue la renuncia inmediata del presidente Augusto César Lendoiro, que se mantuvo al frente del club durante el último cuarto de siglo. “Nada de esto hubiese ocurrido si no hubiésemos querido ganar, nos endeudamos por ello”, fueron las palabras del mandamás, al anunciar el acuerdo. El mismo mensaje podrían pronunciar los dirigentes del Zaragoza, el Xerez, el Real Betis, el Girona, el Hércules o el Levante, todos clubes que atraviesan un proceso concursal. Todos clubes que alguna vez, al igual que los coruñeses, también quisieron ganar.

El desastre financiero y la inversión de los clubes por encima de sus posibilidades afectaron directamente la calidad futbolística de la Liga, ya que aquellos jugadores con posibilidades de trascender que no fueron tentados por el Real Madrid o el Barcelona comenzaron a buscar su destino fuera de España. “Los futbolistas piden a gritos jugar en la Premier League”, dice Cagigao, que logró arrastrar hasta el Arsenal a sus compatriotas Mikel Arteta, Santi Cazorla y Nacho Monreal. En el presente mercado de pases, hasta el momento, son trece los españoles que dejaron su país con Inglaterra como destino, entre los que se destacan Iago Aspas y el promisorio Luis Alberto, que se mudaron a Liverpool, y Roberto Soldado, por el que Tottenham abonó al Valencia 30 millones de euros.

Sin embargo el éxodo de los españoles no se limita a los horizontes del fútbol de elite que garantizan la Premier League, el Calcio o la Bundesliga, sino que muchos eligen destinos más exóticos, como Grecia, Chipre, Qatar o los Emiratos Árabes Unidos, o incluso Bolivia o Paraguay. Más que nunca los futbolistas buscan construir su futuro fuera de España, lo que torna cada vez más férreo el bipartidismo que encarna la cerrada competencia entre madridistas y catalanes, dueños de todos los títulos domésticos desde 2004.

Otro aspecto que mantiene en vilo al fútbol español es la creciente influencia de los empresarios y los fondos de inversión en la transferencia de jugadores. “Dicen los expertos que Argentina –asegura el diario madrileño El País- es uno de los mercados donde más inversores ajenos a los clubes controlan futbolistas”. En España estalló la polémica por la intervención de particulares en las decisiones de los equipos, una costumbre que en Sudamérica se instaló hace rato. El detonante fue el fichaje de Neymar, que el Barcelona dejó envuelto en dudas sin aclarar jamás el monto real de la operación. Aparentemente todo quedó en las sombras porque sólo una parte del pase del crack brasileño pertenecía al Santos, mientras que el resto del porcentaje de los derechos económicos del jugador se dividía entre varios empresarios. Sandro Rosell, el presidente blaugrana, cometió la torpeza de declarar en el inicio de la negociación que no haría transacciones de ningún tipo con particulares, una premisa a la que debió renunciar para quedarse con Neymar.

El fútbol español está desequilibrado en todos sus aspectos, y la admiración que despierta como Liga es proporcional al descalabro que arrojan sus balances económicos. La reconversión comenzó por los sectores más sensibles, como el arreglo de partidos o los controles antidopaje. La RFEF, a partir de la próxima temporada, estará atenta a los amaños utilizando un sistema similar al de la UEFA, que basa sus análisis en los informes de las casas de apuestas para determinar si un partido es o no sospechoso, y si amerita la apertura de un expediente disciplinario. Por el mismo camino intentará combatir el doping, instaurando controles sorpresivos fuera de competición y en todos los encuentros disputados en Primera y Segunda División. Sin embargo el reparto de los derechos televisivos, la regulación de la economía de los clubes y la búsqueda de la igualdad entre los competidores sigue siendo una cuenta pendiente que arrasa con todo a su paso.

La Liga naufraga hacia aguas oscuras. El Calcio ya sufrió el mismo destino hace unos años, por el escándalo de arreglo de partidos denominado ‘Moggigate’, que acabo, nada más y nada menos, que con el descenso de la Juventus a la Serie B. En ese momento disminuyó el promedio de público en los estadios, e Italia vivió en carne propia la fuga de talentos. Lo mismo está sucediendo en España. Ya lo advirtió en su momento el entonces presidente del Atlético de Madrid, el polémico Jesús Gil y Gil: “A los que administran bien les tocará el descenso, a los que administran mal la desaparición. Pero a todos nos espera el destierro. Alguna vez la Liga sólo se reducirá al Real Madrid y al Barcelona”. La profecía, parece, empezó a cumplirse.


Por Matías Rodríguez
@mmatiasr