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Tenis femenino: alegrías en extinción

El tenis femenino argentino nunca tuvo vitrinas repletas, pero hoy atraviesa el peor momento de su historia: desde 2012, y por primera vez, nos quedamos sin representantes entre las cien mejores. Las fotos de los festejos de Gaby Sabatini y Paola Suárez van quedando viejas, pero ex jugadoras y una interesante camada de juveniles les dan pelea a los problemas económicos, al bajo nivel en Sudamérica y al machismo.

Por Martín Estévez ·

11 de junio de 2013
 Nota publicada en la edición de junio de 2013 de El Gráfico

Imagen PAOLA SUAREZ y Patricia Tarabini, medallistas olímpicas.
PAOLA SUAREZ y Patricia Tarabini, medallistas olímpicas.
Sin repetir, sin soplar y sin mirar esta nota: ¡mencione cuatro tenistas argentinas de la actualidad! Tic, tac, tic, tac, tic, tac... ¡Tiempooo! Si no pudiste hacerlo, no te preocupes: estás dentro del 99% de la población nacional. No es casual que muchos conozcan a Del Potro, Nalbandian, Mónaco y Berlocq, que sepan quién fue Sabatini, que tal vez conozcan a Paola Suárez, pero no puedan mencionar a una (¡ni siquiera una!) jugadora actual. Lo que sucede, digámoslo sin anestesia, es que el tenis femenino atraviesa el peor momento de su historia. Pero... ¿de qué historia?

AQUELLOS AÑOS ¿FELICES?
El tenis comenzó a tener repercusión en la Argentina en la década de 1910, años en los que sólo jugaba la clase alta. Julieta de Ezcurra y Analía Obarrio fueron las primeras destacadas. Felisa Piédrola fue figura entre 1936 y 1950, pero pocas veces jugó fuera de Sudamérica. Sí pudo hacerlo Mary Terán de Weiss, que brilló entre 1941 y 1955: llegó a cuartos de final en Roland Garros 1948 y obtuvo cinco torneos en Europa. Luego se fue de la Argentina porque había apoyado al gobierno de Juan Domingo Perón y eso la transformó en enemiga de la dictadura militar que usurpó el poder entre 1955 y 1958. Poco después se destacó Nora Somoza, reina nacional entre 1959 y 1961.

Ante la inexistencia de rankings mundiales en esas décadas, es difícil determinar la trascendencia de las argentinas, aunque Terán de Weiss llegó a ser considerada una de las treinta mejores, y pocos dudan de que Norma Baylon (brilló entre 1962 y 1967) hubiera estado entre las diez primeras. La posta la recibió Raquel Giscafré, que se destacó entre 1970 y 1975 y fue semifinalista de Roland Garros 74.

En 1975 llegó el ranking. En el que, seamos sinceros, las argentinas nunca fueron potencia. Hubo muy buenas jugadoras (Viviana González fue 30ª en 1978; Ivanna Madruga, 17ª en 1983) pero hasta la irrupción de Gabriela Sabatini, el tenis femenino argentino era poco conocido. Lo de Gaby fue un fenómeno natural, una feliz excepción, una hermosa anomalía deportiva. Ni en los ochenta años anteriores, ni en los veinte siguientes, alguien se acercó a lo que ella consiguió entre 1985 y 1994. No sólo en resultados, sino a nivel popularidad, talento, estética para jugar, entusiasmo general. Gaby fue la cara visible de la mejor camada argentina de la historia. Bettina Fulco, Patricia Tarabini, Mariana Pérez Roldán, Mercedes Paz, Inés Gorrochategui y Florencia Labat se encolumnaron detrás de ella y pelearon contra los países poderosos. Argentina fue semifinalista de la Copa Federación en 1986 y 1993, y terminó 1991 con seis jugadoras en el top 100.

La siguiente generación sostuvo la bandera gracias al esfuerzo, sinónimo de Paola Suárez, 9ª en 2004 y Nº1 en dobles. Mariana Díaz Oliva, Clarisa Fernández y María Emilia Salerni intentaron no dejarla sola. A partir de 2006, la que quedó solitaria fue Gisela Dulko. Y su retiro en 2012 nos dejó inmersos en…

Imagen INES GORROCHATEGUI, que llegó a ser decimonona en el ranking mundial, en 1994.
INES GORROCHATEGUI, que llegó a ser decimonona en el ranking mundial, en 1994.
EL PEOR MOMENTO DE LA HISTORIA
En 2012, por primera vez, nos quedamos sin jugadoras entre las cien mejores y, qué mejor manera de demostrar la crisis, el 99% de la población no puede nombrar a cuatro tenistas argentinas. Las causas se acumulan: depresiones económicas, falta de sponsors, caída del nivel en Sudamérica y hegemonía patriarcal. ¿Qué cosa? El machismo, que sigue influyendo en todos los niveles sociales, incluido el tenis. ¿Acaso alguien imagina a una mujer como capitana del equipo de Copa Davis, como los hombres dirigieron al de la Fed?

Para realizar un análisis, necesitamos la opinión de referentes. ¿Vilas, Clerc, Nalbandian? De ninguna forma. Para no seguir fomentando el machismo, la palabra en esta nota la tienen las mujeres. “Es la peor crisis de la historia, sin dudas –le reconoce a El Gráfico Bettina Fulco, 23ª en 1988 y capitana del equipo de Copa Federación–. Los problemas económicos no son la única explicación, porque siempre estuvieron. En el 85, por ejemplo, pude viajar a Europa porque me consiguieron un pasaje de ida y tuve que pagar el de vuelta, así que me quedé seis meses allá. Gaby Sabatini me dio una mano, me colaba en el hotel de ella, o dormía en cuartos en los que tenías que poner monedas para que anduviera la calefacción. Cuando se acababan, me moría de frío. Tenía 16 años; hoy, por una cuestión cultural, la mayoría de las chicas no se bancaría el viaje”.

Inés Gorrochategui, 19ª en 1994 y entrenadora en su academia de tenis, agrega: “En Sudamérica había menos torneos que ahora. Lo que sí resultaba menos complicado era viajar, las mejores podíamos ir a Europa”. Suma su recuerdo Mariana Pérez Roldán, 51ª en 1988 y hoy a cargo de la Selección Sub 14: “Se creó un bache terrible, dejaron de surgir buenas jugadoras y cuesta creer que vuelvan a salir. Antes, la 1 y la 2 de cada categoría viajaban al exterior. Ahora, viajan las que pueden pagarlo. Eso hay que modificarlo”. “Inicialmente el tenis es para el pueblo –apoya Fulco–, pero cuando llegás a determinado nivel, es para los que tienen poder adquisitivo”. Una de las que lo sufre es Catalina Pella, bahiense de 20 años y una de las cuatro mejores argentinas en el ranking: en mayo alcanzó el puesto 318º. “Hay menos apoyo del que necesitamos –lamenta–. Acá se puede jugar poco y para crecer tenemos que ir a Estados Unidos o Europa. Pero no pasa sólo en Argentina, es un problema de toda la región”.

La falta de nivel en Sudamérica que nombra Pella es otro factor negativo. “Antes aparecían muchas jugadoras –explica Fulco–. Hoy la mejor es la brasileña Teliana Pereira, pero la nombro y las chicas no saben quién es”. “En cuanto a juveniles, la diferencia de nivel entre las argentinas y el resto de las sudamericanas es abismal”, remarca Pérez Roldán. “El tema es que cuando van a Europa las matan a pelotazos –apunta Fulco–. Yo entrené a Victoria Azarenka (de Belarús, Nº 3 del mundo) y ella, a los 15 años, viajaba en avión como yo me tomo un colectivo. A las sudamericanas les cuesta, lo sufren”.

Imagen PAULA ORMAECHEA se acerca al top 100 con su look moderno. Tiene apenas 20 años y mucha personalidad.
PAULA ORMAECHEA se acerca al top 100 con su look moderno. Tiene apenas 20 años y mucha personalidad.
El conflicto tenístico genera un problema social: la deserción escolar. “Conozco montones de chicas que ganan un torneo de grado 1 y largan el colegio –se enoja Pérez Roldán–. No estoy para nada de acuerdo”. Gorrochategui reconoce que la solución parece lejana: “En mi academia entrenamos seis jugadoras de 16 a 18 años, y no hay forma de que sigan estudiando en forma regular. Todas dan libre”. Y a las que siguen en la escuela se les aparece la tentación del hockey. “Las nenas empiezan a jugar al tenis, pero si no se destacan enseguida, las capta el hockey –cuenta Fulco–. Les resulta más fácil porque todo se hace en grupo y los costos son menores”. Así, la base de jugadoras se va achicando. “Muchas chicas que jugaban conmigo dejaron muy jóvenes –confirma Pella–. Influyen situaciones personales, económicas y también problemas físicos”.

Ultimo punto de análisis, y uno de los más importantes: el machismo. “Tenemos una sociedad machista, claro, y eso influye –denuncia Pérez Roldán–. La mayoría de los entrenadores no se comprometen con el tenis femenino de la misma forma que con el masculino. Eligen al jugador varón porque es más fácil. Y desde lo económico, las empresas prefieren al varón número 3 de la Argentina antes que a la mujer número 1”. Gorrochategui cuenta la experiencia en su academia: “Hacemos un trabajo diferenciado. En general, las mujeres son más emocionales, hay que mantenerlas estables. Y no es que falten entrenadoras, falta capacitación, tanto para hombres como para mujeres”. Y Fulco cuenta situaciones específicas: “YPF fue sponsor del equipo de Copa Davis, pero no de las mujeres, cuando la lógica era que apoyara a los dos. ¡Las mujeres también manejamos autos y compramos nafta! Hoy, todo el tenis en la Argentina pasa por los varones. ¿Quién apoya al tenis femenino? La televisión no, porque excepto los Grand Slams, partidos de mujeres casi no pasan. El machismo sigue muy presente en Sudamérica. A nivel internacional están luchando contra eso. Se consiguió que los premios en los Grand Slams sean iguales, y las federaciones contratan más entrenadoras mujeres”.

LAS ESPERANZAS
El panorama es desalentador, pero ahí están ellas, armadas con una raqueta para luchar. Por ejemplo, la santafesina Paula Ormaechea, de 20 años, que se acerca de a poco a las cien mejores. “Paula consiguió un sponsor y pudo viajar por Europa desde los 14, 15 años –festeja Fulco–, pero todavía juega para subsistir”. “Es muy buena y tiene mucho más para dar”, se entusiasma Gorrochategui. Mientras las más grandes, como María Irigoyen (25 años), Florencia Molinero y Mailén Auroux (24), acompañan su esfuerzo en la Fed Cup y en el circuito, Ormaechea lidera una camada de jóvenes que intenta cambiar la gris realidad. Una de ellas es Catalina Pella (20), quien nos acompañó durante este análisis. Otra, Victoria Bosio (18). Sin embargo, las mayores ilusiones están puestas en la sorprendente categoría 97: un grupo de chicas de 15 y 16 años que la está rompiendo. “La mejor es Nadia Podoroska –señala Fulco-. Pese a su edad, ya es una profesional: se cuida en las comidas, tiene la misma velocidad de pelota que las grandes, le juega de igual a igual a Ormaechea, no le molesta viajar”. Gorrochategui adhiere: “Nadia tiene un entrenador joven que le dedica mucho tiempo y es de las mejores”. “Hay dos que me gustan mucho porque tienen físico, tenis y mentalidad: Podoroska y Julieta Estable”, las banca Pérez Roldán. Ambas nacieron en 1997, igual que Ayelén Monzón y Luciene Benítez Boiero. “La categoría 97 surge por azar pero también por el seguimiento de la Asociación y de Tito Vázquez”, elogia Gorrochategui. “Y ojo con Stephanie Petit (categoría 96), que está un escalón arriba de su camada”, advierte Fulco.

Imagen MARIA IRIGOYEN grita de alivio durante un triunfo en la Copa Federación, donde es pieza clave.
MARIA IRIGOYEN grita de alivio durante un triunfo en la Copa Federación, donde es pieza clave.
Parece que quedan esperanzas. “Estamos tratando de sacar esto adelante –jura Pérez Roldán–. La Asociación reunió a las ex jugadoras para reflotar el tenis femenino y estamos en ese camino”. “Hay que reconocer que en los últimos años aumentó la cantidad de torneos –dice Pella–. Sería muy bueno que tuviéramos un par de giras al año por Sudamérica. Bajaría los costos económicos, estaríamos acompañadas y ayudaría a que muchas chicas mejoren su ranking y luego puedan ir a Europa”. “Los torneos llamados Haciendo Tenis están buenos, pero el 95% se juegan en Buenos Aires, si se distribuyen vamos a mejorar”, aporta Fulco.

Así está la situación, contada desde adentro. Mientras los varones son semifinalistas de la Copa Davis con una regularidad notable, ellas pelean por subsistir a los problemas económicos, a la debilidad sudamericana, al machismo. Y mientras lo sigan haciendo merecen la mayor admiración pese a los resultados. Después de todo, como dice una certera frase revolucionaria, mujer hermosa es la que lucha.


LAS MEJORES DE LA HISTORIA
El listado es un poco engorroso, pero los seguidores del tenis sabrán agradecerlo. Desde la creación del ranking mundial, estan son las 28 argentinas que han estado entre las 150 mejores jugadoras del mundo: Raquel Giscafré (53ª en 1975), Viviana González (30ª en 1978), Liliana Giussani (129ª en 1979), Ivanna Madruga (17ª en 1983), Andrea Tiezzi (38ª en 1983), Emilse Raponi (91ª en 1984), Claudia Casabianca (38ª en 1986), Bettina Fulco (23ª en 1988), Patricia Tarabini (29ª en 1988), Mariana Pérez Roldán (51ª en 1988), Adriana Villagrán (99ª en 1988), Gabriela Sabatini (3ª en 1989), Federica Haumuller (102ª en 1990), Mercedes Paz (28ª en 1991), Cristina Tessi (70ª en 1991), María José Gaidano (85ª en 1993), Inés Gorrochategui (foto, 19ª en 1994), Florencia Labat (26ª en 1994), Mariana Díaz Oliva (42ªen 2001), Clarisa Fernández (26ª en 2003), Paola Suárez (9ª en 2004), Natalia Gussoni (134ª en 2004), Gisela Dulko (26ª en 2005), María José Argeri (149ª en 2006), Jorgelina Cravero (106ª en 2007), María Emilia Salerni (65ª en 2008), Betina Jozami (132ª en 2009) y Paula Ormaechea (111ª en 2012). La única que ganó algún Grand Slam en singles fue Sabatini, campeona del US Open 1988. Por su parte, Paola Suárez y Gisela Dulko alcanzaron el puesto Nº1 en el ranking de dobles. Y además hubo medallas olímpicas: Sabatini ganó la de plata en Seúl 1988 y la dupla Suárez-Patricia Tarabini consiguió la de bronce en Beijing 2008.

Por Martín Estévez. Fotos: Archivo El Gráfico