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Ronaldinho, el reencuentro consigo mismo

Estrella del Atlético Mineiro, de lo mejor que se vio hasta aquí en la Copa Libertadores, Dinho se está amigando con su juego y su historia. Del triste final de su ciclo en Europa, hasta este fútbol y estas sonrisas que lo devolvieron a la selección.

Por Redacción EG ·

12 de abril de 2013
Imagen EN ATLETICO MINEIRO, Dinho se reencontró con su fútbol y su historia. Es la estrella y conductor del que hasta aquí se postula como el mejor equipo de la Libertadores.
EN ATLETICO MINEIRO, Dinho se reencontró con su fútbol y su historia. Es la estrella y conductor del que hasta aquí se postula como el mejor equipo de la Libertadores.
Ronaldinho se había abandonado a sí mismo. Y la prensa había abandonado también a ese Ronaldinho que antes veneraba. Dos causas, entre otras tantas que tiene que haber, podrían explicar ese principio de olvido: la primera, el mal nivel futbolístico del brasileño que, en comparación con lo que había mostrado en el Barcelona, decepcionaba; la segunda, Lionel Messi, y su indiscutido lugar como número uno. No fue hace mucho, el cambio puede situarse a partir de su regreso al fútbol de su país, a principios del 2011. Desde entonces, con algunos baches que amenazaron el despegue, el brasileño recuperó terreno en la selección  y de a poco fue amigándose con una versión más adecuada a su futbol y su historia. El presente- él nunca deja de hacerlo- le sonríe. Su equipo, Atlético Mineiro, es uno de los más fuertes candidatos para ganar la Copa Libertadores. Crónica de un reencuentro.

¿Cuán diferente sería la imagen de Ronaldinho, si el crack hubiera regresado a su país al momento en que Guardiola, cuando asumió en 2008, lo declaró prescindible en el Barcelona? Es cierto que las acusaciones por indisciplina – escapadas a boliches, pésima condición física- es una herencia que carga desde su última temporada en España. Una marca que el periodismo le estampó en aquellos días, que adquirió relieve en Milan, que rozó el ridículo y la parodia en Flamengo. Es evidente el espasmo anímico que determinó aquel pulgar hacia abajo de Pep. “No tengo ningún miedo. Planificamos la plantilla sin ellos”, dijo Guardiola en una de sus primeras conferencias como DT blaugrana, incluyendo en el ellos al portugués Deco y al camerunés Samuel Eto’o.

Ronaldinho le puso fin a su estadía en Europa en aquel 2008 desgraciado. Aunque enseguida Silvio Berlusconi lo sedujo y lo invitó a jugar para su equipo, al futbolista, a la clase de futbolista que representa Ronaldinho, le habían arrancado la alegría. Cuán diferente sería su imagen si hubiera escapado a tiempo de esa otra, fiestero remolón, que las crónicas periodísticas – algunas justas; la mayoría exacerbadas- le fueron enrostrando cuando su nivel futbolístico daba señas de decaimiento. Yapa simbólica, su salida del equipo catalán fue una de las claves que potenció a Lionel Messi y lo terminó consagrando como el mejor futbolista del planeta.

Imagen SCOLARI NO DUDA: tiene que estar Ronaldinho. El DT - juntos fueron campeones en 2002- lo incluyó en la primera lista de convocados de su segundo ciclo, que comenzó este año. Quiere jugar la Copa Confederaciones y el Mundial.
SCOLARI NO DUDA: tiene que estar Ronaldinho. El DT - juntos fueron campeones en 2002- lo incluyó en la primera lista de convocados de su segundo ciclo, que comenzó este año. Quiere jugar la Copa Confederaciones y el Mundial.
Olvidando por un rato las diferencias, sus trayectorias, sus conquistas personales y grupales, existen puntos de comparación entre Ronaldinho y Juan Román Riquelme. Fundamentalistas de Dinho, exégetas de Román: abstenerse. Se trata de un juego inofensivo, una propuesta vacía de rigor científico. Ronaldinho reemplazó a Riquelme en el Barcelona, se hizo dueño de la camiseta 10 que el argentino dejó vacante para la temporada 2003-2004. Coincidieron en la Liga durante tres años y medio, período durante el cual eran considerados, entre varios otros, como los mejores enganches del mundo. Dinho desde el Barcelona y Riquelme desde el Villarreal se convirtieron en las esperanzas de sus selecciones. Aspiraron a la consagración mayor en el Mundial de Alemania; el brasileño, como defensor del título. El argentino, cargando sobre el lomo todas las ansiedades de gloria de su patria. Ninguno consiguió el objetivo. Ninguno pudo, tampoco, mantenerse como referencia hasta el próximo evento mundialista, en Sudáfrica. Ninguno pudo disociar su figura futbolística de cuestiones periféricas.

Tal vez la diferencia con Riquelme sea que este regresó a tiempo a jugar a su país, a los 28 años, a pesar de que tenía ofertas para continuar en Europa. Dinho firmó con el Flamengo pasados los 30. Antes había sido la esperanza más débil de todas las que intentaban llevar con decoro una profunda transición en el Milan. Al equipo italiano llegó como el futuro reemplazo de Kaká, quien ya estaba en la mira del Real Madrid. Los achaques de siempre - su forma física, su apego a la vida nocturna- le pusieron letra a su salida de Italia, dos años y medio más tarde. Aunque en Flamengo tampoco terminó como un ídolo – el club llegó hasta el extremo de crear una línea telefónica para que los hinchas denunciaran cada vez que lo veían en un boliche nocturno- allí comenzó su levantada. El reencuentro consigo mismo.

Ronaldinho, venga otra vez el ejemplo Riquelme, se siente cómodo en su tierra y esa comodidad se revela en su juego. Días después de haber rescindido contrato con el Flamengo, club al que demandó judicialmente por una cifra astrológica, sorprendieron sus declaraciones: “Mi paso por el Flamengo fue mejor que el del Barcelona”. Según él, nunca antes había rendido tanto como en Río de Janeiro, donde fue el líder futbolístico de un equipo que se mantuvo invicto durante siete meses. Este presente en el Atlético Mineiro, que aspira a conquistar la primera Copa Libertadores de su historia, lo motiva: “Cuando llegué al Barça - explicó - el Madrid dominaba con los Galácticos, ahora me encontré que el 'Gallo' llevaba muchos años sin ir a la Libertadores, formar parte de esta etapa de superación me ha hecho recordar a lo que vi en Barcelona”.

Luiz Felipe Scolari sabía muy bien que al seleccionado brasileño le faltaba un guía. Una referencia de peso que encaminara a ese grupo de estrellas precoces que serán la base del equipo mundialista. En su primera citación, no dudó. Ese amistoso frente a Inglaterra disputado el 6 de febrero de este año, Dinho volvió a vestir los colores de su país después de once meses y veintidós días. La confianza que Scolari depositó en él y en otros veteranos como es el caso del arquero Julio César – borrado tras la eliminación en Sudáfrica 2010- modifica la perspectiva de un equipo obligado a levantar la copa del mundo el próximo año.

Los jugadores como Ronaldinho, en general, suelen ser una amenaza para los entrenadores. Especialmente para los entrenadores de las ligas top de Europa, mucho más exigentes que cualquiera de estos pagos sudamericanos. Sus reputaciones de indisciplinados postulan el futuro desafío de tener que tomar decisiones fuertes, a las que el periodismo les exprimirá el jugo mediático a más no poder, siendo esta situación un atentado contra la armonía de sus equipos. Pep Guardiola, Carlo Ancellotti, Leonardo y Massimiliano Allegri coincidieron en su diagnóstico y medida respecto al brasileño. Los hinchas, en su mayoría, no.

Las expresiones de fútbol que Ronaldinho exhibió en lo que va de este 2013 – su equipo por ahora clasifica a octavos de la Libertadores con puntaje perfecto, está segundo en el Mineirao y hace 13 partidos que no pierde puntos- son las huellas del reencuentro.