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Gigantes de la Liga

La meta del juego está por encima de las cabezas y eso obliga a tener jugadores altos. La búsqueda de estos es una obsesión para los entrenadores en todo el mundo. Este es el podio de los más lungos, por centímetros, en la historia de nuestra Liga Nacional. Reminiscencias de quienes nos hicieron ilusionar.

Por O.R.O. ·

19 de marzo de 2013
 Nota publicada en la edición de marzo de 2013 de El Gráfico

Imagen FERNANDO VARAS, el más alto preseleccionado para el Mundial Sub 22 de Melbourne 1997. No quedó en el plantel.
FERNANDO VARAS, el más alto preseleccionado para el Mundial Sub 22 de Melbourne 1997. No quedó en el plantel.
La mama de un jugador petiso persiguió a León Najnudel hasta tenerlo frente a frente. Corría 1985 y en Santiago del Estero se estaba realizando el Campeonato Argentino de Cadetes. La madre, la del juninense Gastón Zagrodny, cara a cara, se quejó: “León, usted le está quitando la ilusión de jugar a los más bajos”. El entrenador, fiel a su personalidad, contraatacó de inmediato, explicando con claridad: “No es así, señora. Yo simplemente enfatizo en la búsqueda de lo que más hace falta en el básquetbol argentino, de lo que no tenemos. Pero quédese tranquila que en este juego hay lugar para todos, hasta para los más bajitos. Sólo que están obligados a ser más artistas porque James Naismith, su inventor, puso el aro a 3 metros 5 centímetros del suelo. Eso es todo…”.

La anécdota sintetiza la esencia del juego. Por eso los lungos son buscados obsesivamente en todas partes del mundo. Los directores técnicos viajan y viajan sin escatimar kilómetros, preguntan, hacen consultas y escarban en las estadísticas buscando a ese jugador alto que los salve.

El primer jugador argentino de nuestra Selección Nacional que superó los dos metros de altura fue el santiagueño-tucumano Zoilo Víctor Domínguez, con 2,04 m, en el Campeonato Sudamericano organizado en Lima (Perú) en 1963.

El primer basquetbolista extranjero que nos visitó y nos conmovió por su altura fue Ian Krouminsh, que vino de gira en 1956 como integrante de la Unión Soviética. Medía 2,20 m y lo llamaban El leñador de Riga, porque era de la capital de Letonia.

El jugador más alto de la historia de la NBA fue el rumano Gheorghe Muresan, con 2,32 m. Entre 1993 y 2000 jugó en Washington Bullets y New Jersey Nets.

El más alto del mundo FIBA fue el turco Sultan Kösen, quien nació el 10 de diciembre de 1982. Su altura osciló entre 2,42 y 2,47 m. Tuvo un paso brevísimo por el Galatasaray, de Estambul. También debe ser considerado Suleiman Ali Nashnush (1943-1991), de Libia, con 2,45 m.

TIEMPOS DE LIGA NACIONAL
En 1985 comenzó la competencia que revolucionó nuestra organización: la Liga Nacional. Obviamente que esa búsqueda se hizo más frenética. En 29 temporadas disputadas, con 59 clubes que participaron en toda la historia en el máximo nivel, estos son los techos más altos que vimos en la competencia. Son tres argentinos.

Imagen EN ACCION. Jorge González toma el rebote en el Sudamericano de Guayaquil-Pasaje 1989. A su lado, Sebastián Uranga.
EN ACCION. Jorge González toma el rebote en el Sudamericano de Guayaquil-Pasaje 1989. A su lado, Sebastián Uranga.
JORGE GONZALEZ - 2,30 m
El legendario Gigante. Personaje. Nació el 31 de enero de de 1966 y se crió en El Colorado, provincia de Formosa, comarca de 5.000 habitantes en esa zona agrícola del departamento Pirané, sobre el río Bermejo.

Acostumbraba a ir al bar El Tufo para jugar al billar y hacer mandados. Era el “che pibe”. Así una vez cruzó enfrente, al almacén de Colacho Gómez a buscar cerveza, y lo vio –tan enorme que se quedó impresionado– un viajante de Resistencia vinculado al Hindú Club, Oscar Rozanovich. Ahí estalló su tuteo con el básquetbol. Corría septiembre de 1982.

Pero Jorge tenía un problema: calzaba 55 (exactamente 55 y 2/3) y hacía mucho tiempo que no podía encontrar zapatillas para sus pies. Una inquietud de Eduardo Cadillac y de la empresa Adidas, más el apoyo de esta revista, El Gráfico, logró que contara con su primer calzado para jugar. “Hasta ese momento la única posibilidad que tenía era moverme en la cancha con sandalias. Pero patinaba demasiado y tenía miedo de caerme”, recordó en su primera nota.

Pasó a Gimnasia y Esgrima La Plata y después León Najnudel lo llevó al Sport Club Cañarense, de Cañada de Gómez. El contador Eduardo Bazzi, actual presidente de la Asociación de Clubes, cuando era titular del club santafesino, estaba de vacaciones en Villa Gesell y recibió el presionante llamado telefónico de Najnudel: “Aprovechá y andá a La Plata a contratar al Gigante González”. Y se fue. En la histórica institución cañadense de la Liga Nacional jugó sus tres temporadas en nuestra elite entre 1987 y 1989. En total estuvo en 53 partidos y promedió 19,6 puntos convertidos. El Gigante fue creciendo en su juego y llegó a la Selección Nacional. Allí jugó tres competencias oficiales: los Campeonatos Sudamericanos de Medellín 1985 (convocado por Najnudel) y Guayaquil 1989, más el Preolímpico de Montevideo 1988 (en ambos citado por el profesor Alberto Finguer). El periodista Alejandro Pérez le tiene contabilizados estos números totales con la celeste y blanca: 3 competencias, 16 partidos jugados, con 10,9 tantos y 5,6 rebotes de promedio.

León explicó en El Gráfico cuando lo citó para Medellín: “Jorge González tiene una coordinación realmente sorprendente para alguien que supera los 2,20 m. Si él paga el precio que debe pagar para aprender, tiene todas las aptitudes para constituirse en un jugador ingobernable para cualquier rival”.

Tampoco pasó inadvertido para la NBA, nada menos. Atlanta Hawks lo eligió en el draft del 28 de junio de 1988 en el puesto número 54 (tercera vuelta), siendo el primer basquetbolista argentino en ser nominado en la historia. Esa vez tres lugares después también anotaron al bahiense Hernán Abel Montenegro. El hecho resultó para nosotros una conmoción impactante.

Los Hawks enviaron luego a la Argentina al entrenador Brendan Suhr para hacer contacto directo con el Gigante. El 16 de enero de 1989 el jugador viajó a Atlanta con el objetivo de ser evaluado con exámenes físicos y médicos. Volvió el 9 de febrero con el plan de retornar en julio. Nunca se concretó.

El martes 31 de octubre el vuelo EA 10 de Eastern lo llevó a Miami con otro propósito: comenzar a entrenarse con el japonés Hiro Matsuda para convertirse en luchador de la especialidad libre del World Championship Wrestling, perteneciente al holding de Ted Turner, la misma empresa de Atlanta Hawks.
“Eso de la NBA siempre lo vi lejos, por mi rodilla sobre todo. Tenía que estar al ciento por ciento y estaba lejos”, confesó. Jorge había sido operado en su rodilla izquierda (rotura del menisco interno y del ligamento cruzado anterior) en 1987 y en su rodilla derecha (menisco interno) en 1989. Permaneció hasta 1993 en el WCW y ese mismo año tuvo un breve paso por la World Wrestling Federation. Ahí se retiró.

Falleció, a los 44 años, el 24 de septiembre de 2010 en General San Martín (Chaco), víctima de acromegalia, diabetes e insuficiencia renal.

FERNANDO VARAS - 2,20 M
Fue protagonista de la génesis de nuestra gloriosa Generación Dorada. Se trata de uno de los doce convocados por el entrenador Guillermo Edgardo Vecchio para el 8º Campeonato Sudamericano de Cadetes, realizado en octubre de 1993 en Itanahém (Brasil), en la primera citación que hizo de este grupo. Allí también estuvieron Leonardo Martín Gutiérrez y Lucas Javier Victoriano, futuros subcampeones mundiales de Indianápolis 2002, primer lauro conmocionante que festejaron. En esa tierra brasileña Argentina se consagró campeón invicto en cinco partidos.

Fernando Sebastián Varas nació en Embarcación (Salta) el 21 de febrero de 1978. Su paso siguiente fue participar, con Luis Alberto Scola, Leo Gutiérrez y Hernán Emilio Jasen, en el 15º Campeonato Sudamericano Juvenil llevado a cabo en Loja (Ecuador). Nuevo título conseguido con carácter invicto, ahora en nueve encuentros.

¿Cómo apareció Fernando Varas? Este relato es textual de Enrique Elías Tolcachier, actual director deportivo de la Confederación Argentina: “En 1992 el periodista Adrián Paenza tenía un programa de la NBA en Canal 9. Recibió una carta de una madre salteña con datos que sorprendían: su hijo de 14 años medía 2,04 m, pero nunca había jugado al básquetbol. Era una familia muy humilde, con seis hijos y con muchas dificultades de mantener la comida. Adrián, amigo de León Najnudel, le pasó la carta.

En esa época estábamos en Gimnasia y Esgrima de Comodoro Rivadavia. Aprovechamos a traerlo a un campus que realizábamos dentro de un mes. Era muy flaco y tenía una personalidad muy introvertida, con muchos problemas de comunicación con la gente. Sentía mucha vergüenza por no saber jugar al básquetbol. Posteriormente, quedó en el club junto a otros tres reclutados de ese campamento. No sabía en ese momento si le gustaba lo que vino a hacer, pero entre la presión de su familia para quedarse y la seducción hacia el básquetbol de todos los que formábamos la organización, lo convencimos.

Así fue aprendiendo y haciéndose querer por todos y creciendo en la actividad, entrenando mucho tiempo individualmente en el playón de afuera del Socios Fundadores, donde pasaban los autos que entraban desde el Sur. Se sorprendían y algunas veces se bajaban para constatar lo que veían: la sorprendente altura de Fernando Varas”.

Del trío de gigantes que presentamos, Varas es quien jugó más temporadas en la Liqa Nacional: 5 entre 1994 y 2002. Las cuatro primeras fueron en Gimnasia y Esgrima de Comodoro Rivadavia y la restante en Estudiantes de Bahía Blanca. En total se lo vio en 62 partidos. Promedió 1,5 puntos y 1,3 rebotes por partido. Su presencia, de todas maneras, fue escasa: registró una media de apenas 6,6 minutos por encuentro.

Varas también tuvo dos incursiones en España. Entre 1998 y 2000 en la Liga EBA en la filial del Pamesa Valencia, que lo había fichado. Al terminar su ciclo argentino, volvió a España para jugar en la Liga LEB-2 con el Círculo Badajoz.

En notas periodísticas, el chico salteño fue sincero: “El básquetbol no me apasiona, sólo lo tomo como un simple empleo”. Debió retirarse joven por un riesgo cardíaco.

Imagen JORGE GONZALEZ y Fernando Borcel. Los juntó León Najnudel para el Campeonato Sudamericano de Medellín 1985. Fue nuestra selección nacional con el promedio de altura más alto.
JORGE GONZALEZ y Fernando Borcel. Los juntó León Najnudel para el Campeonato Sudamericano de Medellín 1985. Fue nuestra selección nacional con el promedio de altura más alto.
FERNANDO BORCEL – 2,18 M
León David Najnudel, revolucionario del básquetbol argentino, dirigió a la Selección Nacional en una sola competencia oficial: el 31º Campeonato Sudamericano realizado en Medellín (Colombia) en 1985. Solamente una, pero suficiente para desplegar su filosofía del básquetbol en su total plenitud. Convocó al plantel con el promedio de altura más alto de la historia: 2,01 m. Entre ellos: Jorge Gigante González (entonces medía 2,22 m) y Fernando Palito Borcel (registraba 2,15 m). “Son la posibilidad futura, los que pueden cambiar la historia de los equipos nacionales. No hay que esperar que estén hechos, hay que ayudarlos ahora y dentro de la Selección, por eso los he convocado. Tal vez hoy no puedan aportar mucho, pero para que así ocurra tenemos que empezar nosotros a colaborar con ellos”, puntualizó Najnudel en El Gráfico. Se terminó en el tercer puesto y se logró el objetivo de la clasificación para el Mundial de España 1986, detrás de Brasil y Uruguay.

“Borcel entiende bien el juego. Lo más importante es que tiene muy buenas manos. Inteligente. En su evolución puede llegar a ser un tremendo intimidador cerca del cesto, como ya lo está insinuando. Tiene determinación. Ama el rebote”, fue la descripción de León.

Integró el equipo de Ferrocarril Oeste que fue primer campeón de la Liga Nacional en 1985. Ingresó en 6 encuentros de los 37 de la campaña total del conjunto. Promedió 4 puntos y 4 rebotes por juego.
Más tarde fue mundialista con Argentina en la 10ª edición disputada en España, en 1986. Aquí Flor Meléndez lo hizo entrar en un solo partido de los 10 del total del equipo, contra Malasia, el 8 de julio, que se venció por 93-73 en Santa Cruz de Tenerife.

Jim Anderson, reclutador de Oregon State University, los Beavers de Corvallis (Oregon), lo observó en 1985 y lo reclutó, ofreciéndole una beca. Palito aceptó y, como paso previo, para preparase básicamente en el idioma y en los estudios, estuvo un año en la Oak Hill Academy, un “high school” privado de Mouth of Wilson (Virginia). En el Oregon State llegó a sacarse la foto oficial con el equipo. Después se encontró con la terrible noticia: le dieron los resultados de los estudios que determinaron que no podía seguir jugando al básquetbol por sufrir el síndrome de Marfan. Es un trastorno del tejido conectivo que afecta a distintas estructuras, incluyendo esqueleto, pulmones, ojos, corazón y vasos sanguíneos. Repercute en un aumento inusual de la longitud de los miembros.

Sin poder practicar su deporte, Borcel se dedicó de lleno a sus estudios en la misma universidad y se graduó de technical manager.

Pasaron 29 Ligas Nacionales, y el básquetbol sigue mirando hacia arriba. Por el mandato que viene desde su cuna.

Por O.R.O. Fotos: Archivo El Gráfico