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Miguel A. Russo: Gigante de Arroyito

Después de un año difícil en Racing y Estudiantes, se hizo cargo de un Rosario Central que ardía en la B y logró enderezarle el rumbo hasta volver a ilusionar con el ascenso al pueblo Canalla. En una charla muy futbolera, asegura que no dudó a la hora de evaluar la apuesta: “Arriesgué durante toda mi vida”.

Por Redacción EG ·

13 de febrero de 2013
Nota publicada en la edición de febrero de 2013 de El Gráfico

Imagen DE PIE. Russo y la serenidad que lo caracteriza. a los 56 años, afirma: "creo en mí".
DE PIE. Russo y la serenidad que lo caracteriza. a los 56 años, afirma: "creo en mí".
DOS GOLPAZOS, de frente y sin colchón protector, no resultaron destrucción total para Miguel Angel Russo. El entrenador gozó y padeció la locura con la que se vive el éxito y la decepción deportiva en la Argentina. Su humanidad se posó en la cumbre y también en el piso durante el período 2007-2011. Su buena consideración como trabajador, que arrastraba cuatro gritos sagrados (tres ascensos a Primera y el Clausura 2005 con Vélez), se agrandó en el amanecer del eje temporal mencionado. Salió campeón de América y subcampeón del mundo con Boca en 2007, resucitó a San Lorenzo y casi se consagra en el Apertura 2008 (perdió el triangular final), se posicionó como candidato firme para dirigir a la Selección, y reanimó a un Racing desahuciado (tomó un fierro caliente a partir de la fecha 5 del Clausura 2010 y sumó 26 puntos), para luego volver a picar en punta como uno de los candidatos para técnico de la Selección. Hasta ahí la mano venía barajada de muy buen modo.

Sin embargo, su capítulo 2011 le depararía un profundo dolor. Primero, la Academia no cumplió con las expectativas en el Clausura, al terminar en el puesto 15 con 23 puntos (7 triunfos, 2 empates y 10 derrotas) y los directivos no le renovaron el contrato. Después, volvió a Estudiantes –el club donde jugó toda su vida– y se le extendió la malaria. El Pincha, además de quedar eliminado rápido de la Copa Sudamericana, anduvo flojo en el Apertura (2 victorias, 4 empates y 8 caídas). Russo no solo se quedó sin trabajo, sino que por torneos locales, en ese año sufrió un total de 18 derrotas en 33 partidos.

Pese a los reproches más hirientes, no se desesperó. Se aferró a su familia, a sus amigos y a sus creencias. Al cabo de un semestre completo de descanso, inició su cuarto ciclo al mando de Rosario Central, que navega por la B Nacional. El arranque irregular en la temporada y el malestar generalizado tampoco lo voltearon. Cuando se veía venir su tercer tropezón en cadena, revirtió la situación y colocó al Canalla en posición de ascenso. “No me reinventé ni nada. Seguí siendo el mismo Miguel de siempre durante todo ese tiempo, y tengo la misma ilusión con la que arranqué como entrenador una mañana en Lanús en 1989. Nunca perdí el espíritu del juego. A lo largo de mi carrera, crecí, gané campeonatos importantes, cometí errores como todos, y aprendo de manera permanente. Vivo igual que antes, pero veo la vida con una mirada más serena y disfruto de las pequeñas cosas, como leer un libro, charlar con mis amigos y con mis hijos”, admite con un café sobre la mesa, distendido, en el predio de la AFA en Ezeiza, donde su equipo realizó la pretemporada.

-¿Qué te pasó en ese difícil 2011?
-A lo mejor, no estuve yo. Me tocó un año en el que se dieron otras circunstancias. Tal vez equivoqué los momentos y punto. Pero no dejé de ser ni mejor ni peor.

-¿Por qué decayeron tus equipos?
-Quizá no fue mi mejor momento. Reconozco lo que me pasó, aunque tampoco me pego con un palo en la cabeza. No fui el último del mundo.

-¿No te influyeron los contextos distintos de Racing y de Estudiantes?
-La figura del entrenador está por encima de un montón de cosas. A veces cuesta más, otras menos, y esto responde al momento de cada club, de los jugadores y hasta de uno mismo.

-Respecto a equivocar los momentos, ¿sentiste que le pifiaste cuando asumiste en Estudiantes?
-No quiero hablar de eso. Regla número uno por haber nacido en Estudiantes: lo que uno tiene que decir es adentro de Estudiantes y en su momento. Después, afuera, no sirve.

-De acuerdo con tu fina autocrítica, ¿en qué fallaste?
-Si analizo tanto mis errores, siempre voy a quedar protegido. Y acá los únicos que te protegen son los resultados. Yo, lejos de eso, arriesgué durante toda mi vida, porque me gusta el juego y busco cosas nuevas. Haber sido campeón con Boca de la Libertadores me llevó a un sitial distinto: entré en la historia del club, junto a Bianchi y a Lorenzo. Si me hubiese quedado con eso, quizá dirigiría a Boca o a la Selección, porque son los caminos normales. Nosotros, los técnicos, vivimos tomando riesgos. A veces le erramos al análisis y creemos que el riesgo es menor cuando en realidad es mayor. El que no entienda que el entrenador es un ser humano va camino a otra cosa. Por ahí yo no estaba bien y me di cuenta más tarde.

-“Iba a ir a la Selección y ahora parece que no puedo hacer ni un cambio”, afirmaste alguna vez rodeado de cuestionamientos. ¿Quién varía: el fútbol o la gente?
-El fútbol es cambiante, pero nos olvidamos rápido de las cosas. Por suerte, tengo memoria. Yo soy el mismo que saqué a Boca campeón de América con un fútbol brillante. No cambié, busco actualizarme y mejorar.

-A partir de esa conquista con Boca, ¿la vara se puso alta para con vos?
-Yo mismo me exijo. Sé cómo es este medio y no me preocupa. Soy un enamorado de mi trabajo. Lo que para otros es presión, para mí es disfrute. Algunos se ahogan ante las críticas en la adversidad, pero yo me aíslo rápido. Hoy esa es mi mayor virtud. Y no creo tener enemigos, sino gente con otro pensamiento.

Imagen RUSSO pisa el Gigante ante Sarmiento de Junín en el estreno de la temporada.
RUSSO pisa el Gigante ante Sarmiento de Junín en el estreno de la temporada.
SI PUDIERA conversar sobre fútbol hasta en la eternidad, lo realizaría gustoso. Apasionado como muchos y experto como pocos, se derrite por hablar de la esencia: “Lo más puro del fútbol pasa por la ética y el juego en sí mismo, pero hoy se distorsionó. El mundo vende su propia historia a través del fútbol, y no la historia del fútbol que es el juego. Mi familia me educó y el fútbol me formó como hombre a través de distintos personajes. Gracias a Dios, soy un hombre de fútbol. El fútbol tiene sus códigos, sus formas. Uno permanece durante tanto tiempo por cómo es y por lo que demuestra”, sostiene con el mismo café de por medio, que todavía se mantiene caliente.

-¿Cuál es tu criterio futbolístico?
-Priorizo a los que juegan bien. La intensidad y el trabajo táctico se pueden igualar o mejorar, pero este deporte es tan apasionante por el talento aplicado a una intensidad y a un orden.

-¿Cuesta hoy charlar sobre el juego?
-A lo mejor, sí: cuesta más que antes. Si tenía que esperar cinco horas a Griguol, Pastoriza o Bilardo, lo hacía porque quería hablar de fútbol, lo necesitaba. Y ellos eran referentes en aquel momento. Yo no perdía mi tiempo, sino que demoraba lo que había que esperarlos. Hoy, en cambio, cuesta más debido a que se cree que al otro le va a molestar. Y no es así.

-La vorágine y la ansiedad ya se devoraron al fútbol. ¿Coincidís?
-Sí. La sociedad se las traslada al fútbol, porque el fútbol es reflejo de la sociedad. Cuando Dios inventó el mundo, tiró una pelota en esta zona y después vino todo lo demás. Por eso, se lo vive así en nuestro país.

-¿Qué hacemos entonces? ¿Se lo adjudicamos a un tema social y cultural?
-Por supuesto, a nuestra forma de vida. Esto no surgió ahora. A mí me contaron que cuando llegó el plantel nacional después de perder la final del mundo de 1930, la gente fue a tirarle piedras al barco. A los argentinos nos cuesta mucho tolerar la frustración y entendemos que el que pierde es el peor, cuando tal vez no lo es. Quizá con el tiempo nos arrepentimos y lo miramos de otra manera. Por eso, los dirigentes de los clubes argentinos cambian por necesidades y obligaciones, y no por convicciones.

-Esto mismo casi te sucede en Central, cuando se rumoreaba que te despedían tras un comienzo difícil. Pero seguiste y pasaste de villano a héroe con seis triunfos al hilo.
-Si estoy convencido, soy duro y fuerte. Y si me quieren condicionar por un resultado, problema del otro. Mirá, yo aprendí con uno de los primeros consejos que me dieron: “Caminá siempre por el medio de la calle, ni en la vereda de los aplausos ni en la de los silbidos”. Jamás me olvidé de eso. El entrenador piensa en el próximo partido, siempre. Entonces, ¿cómo te vas a ir? El problema es que cuando asumís en un equipo te quieren hacer poner en juego toda tu carrera. Y no es así, porque lo que lograste ya no te lo quita nadie. Sólo se debe demostrar por qué estás ahí.

-¿Cuál es el rol del DT en este contexto?
-El entrenador es un gerente que, junto a su cuerpo técnico, se ocupa de que todo esté bien: las canchas, los vestuarios, la comida, los problemas que pueden tener los jugadores en sus vidas, además de que funcione el equipo. Igual, también es un docente que enseña de manera constante. Al entrenar a muchos chicos, el técnico se debe acomodar a los cambios de la sociedad para evolucionar.

-¿A qué apunta tu búsqueda como cabeza de grupo?
-Mi satisfacción se produce cuando los jugadores trasladan mi pensamiento futbolístico a la cancha. Quiero que el futbolista sienta el placer por el juego con las obligaciones que tiene. Uno se rompe el alma para ganar, pero no siempre se consigue. El problema es que no nos permitimos equivocarnos.

-¿Sos una referencia como técnico por tu extensa trayectoria?
-Sería demasiado. Sólo soy un agradecido por dedicarme a lo que me gusta y un buscador. El descanso me dura poco, porque no sirvo para descansar.

-La mayoría de los jugadores que dirigiste hablan de vos con cariño y respeto. ¿Cómo lo lograste en un ambiente tan complejo?
-Yo entiendo al futbolista y lo trato con honestidad, absoluta libertad de expresión y naturalidad. No hago un drama de esto, porque ni un día somos tan buenos ni otro tan malos. Debemos buscar siempre y aprovechar los tiempos y las formas. Para esto se necesita mucho temple.

Imagen SU SONRISA en la victoria ante Atlético de Tucumán.
SU SONRISA en la victoria ante Atlético de Tucumán.
ANTES DE ingresar en su perfil canalla, existen dos palabras que repiquetean en su mente: Selección Argentina. “Es una cuenta pendiente, no tengo dudas. Cuando creí que estaba todo listo para agarrar, le tocó a Diego (Maradona) y después a Batista. Pero todavía no pierdo la esperanza. Cada vez que me levanto pienso interiormente en ser el mejor. Y ser el técnico del seleccionado, significa ser el mejor en este país”, revela.

-Si el Mundial se jugara hoy…
-(Interrumpe)… Argentina es el campeón. Si bien falta un año y medio, más el mes de competencia, el equipo está muy bien y tiene al mejor jugador del mundo en un nivel altísimo, y entrando en su edad emocional privilegiada en lo futbolístico.

-Te saco del pincelazo de la Selección para centrarnos en tu presente. ¿Todavía sentís adrenalina al dirigir?
-Sí, obvio. Si soy un adicto a dirigir, bienvenido sea. Me agrada y lo disfruto. Mi espíritu se focaliza en las ganas de progresar.

-¿Cómo bajás esa adrenalina?
-Me resguardo en mis afectos y aprendí que mañana es otro día. Si hoy no lo puedo resolver es porque no tengo más motivos para el análisis. Y al siguiente probablemente tendré un criterio un poco más amplio y quizá podré solucionarlo. Por eso, un partido se ve distinto a las 24 o 48 horas. Por mi formación, a mí nunca me gustó perder. Tuve a Bilardo y a Manera como entrenadores y perder era perder, de verdad. Y no me quejo, porque yo maduré con eso y me hizo ver el enojo a través de la derrota, de una manera positiva que sirve para crecer.

-¿Cómo asimilás las caídas hoy?
-Siempre tuve serenidad para encarar la profesión. Cuando más tranquilo me pongo es en los momentos límite. Soy autocrítico y analista, pero creo mucho en mí. Si acá no creés en vos, estás complicado.

-Esta cuarta etapa en Central tuvo un comienzo desparejo. ¿Te costó más de la cuenta enderezar el rumbo?
-Vamos por partes. Trabajo en un club que quiero, que conozco, y en una ciudad que me gusta. En Rosario respiramos fútbol, pero a veces pasamos del folclore a la histeria y ahí me corro. El primero que sabía que el comienzo sería duro era yo, aunque también sabía que tenía armas para salir adelante. Ahora se nos viene otra etapa, la más difícil que es cristalizar. Deseo que Central crezca desde lo futbolístico hasta en infraestructura.

-¿Esa es la razón por la cual firmaste por dos años? No sólo se trata de devolverlo a la A.
-Hay un montón de cosas para hacer adentro del club. Mi cuerpo técnico y yo estamos metidos todo el tiempo porque Central te demanda eso. Es muy grande y nosotros pretendemos que el funcionamiento del fútbol catapulte al club hacia arriba. Sé que el momento es difícil debido a que la gente no quiere estar más en la B Nacional. Y está bien, el primero que lo entiende soy yo, pero hay que transitar el camino de la mejor manera.

-Más allá de la ansiedad lógica de los hinchas, experimentaste vivencias dispares en tu larga carrera. ¿Cómo se cruza la frontera del fango al éxito deportivo?
-“En el fútbol, de la risa al llanto no hay nada”, decía Bilardo. La vereda de los aplausos es tan mala como la de los silbidos. Entonces, trato de caminar por la mitad de la calle, porque te limpia de esas cosas.

MIGUELITO ESTAMPA SU FIRMA

MESSI: EL SUEÑO DE DIRIGIRLO
“¿Si me falta dirigir a Messi? Uno lo desea, pero de manera sana. Dios dirá, sabrá cómo y en qué momento. Es un jugador distinto que tiene habilidad en velocidad. Esa es la mayor expresión del fútbol moderno”.

RIQUELME: LA PERSONA, PRIMERO
“No me ilusioné con llevarlo a Central. Cuando se aprecia a alguien, hay que dejarlo funcionar. El tomó una decisión y se debe respetar. La mejor manera de demostrar una amistad es respetando al otro. Por eso, lo que él haga estará bien”.

CONSEJO PARA TECNICOS JOVENES
“Podés llegar rápido, pero más difícil es mantenerte. El nivel de relación que tengas con los jugadores y con los dirigentes es clave. Si hay un conflicto con algún futbolista, el técnico debe resolverlo a tiempo sin que salga a la luz”.

Imagen DIRIGIO A Boca, campeón de la Libertadores 2007.
DIRIGIO A Boca, campeón de la Libertadores 2007.
SUS MEJORES EQUIPOS
“El que más me gustó fue el Boca que salió campeón de la Libertadores en 2007. Tenía una fuerte identidad de juego y definió una final a lo grande. Después, ubico al Central de 2003, al Vélez de 2005 y a Racing con Gio y Teo”.

SE ENGANCHA EN LO TACTICO
“Si los futbolistas saben leer un partido, la estrategia te ubica y, si le agregás la impronta, le sacás un provecho bárbaro. Me gusta jugar con enganche y para que se luzca debe haber un buen número 5. Si no, es muy difícil”.

Por Darío Gurevich. Fotos: Hernán Pepe (apertura) y Héctor Río.