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Sebastián Crismanich: el oro y el barro

Cinco meses después de ser campeón olímpico convive entre las oportunidades que se le presentaron gracias a su histórica medalla y un reconocimiento menor al imaginable. La nula cultura olímpica en la Argentina, el deseo de expandir el taekwondo y su objetivo para 2013: subir al podio mundialista.

Por Redacción EG ·

22 de enero de 2013
 Nota publicada en la edición de enero de 2013 de El Gráfico

Imagen EL MOMENTO de gloria: cuando ganó el oro olímpico. La final fue vista por millones de argentinos.
EL MOMENTO de gloria: cuando ganó el oro olímpico. La final fue vista por millones de argentinos.
-¿TE ANIMAS a pasar?
-¿Qué? ¿A dónde?

-¿Te atrevés a subir a la pasarela? No es más difícil que lo que vos hacés.
-¿Me estás cargando? No tengo idea de cómo se desfila, nunca lo vi. Mirá que entro a lo chacarero y te voy a dejar mal parada a la marca.

-¡No! La gente sabe que venís del mundo del deporte y te va a respetar. Tomalo como un homenaje.
Tito Samelnik, uno de los dos dueños de Matices (prestigiosa firma de alta costura), había tentado a Sebastián Crismanich, campeón olímpico argentino en un deporte individual tras 64 años, en la previa de la cena anual que organiza Valeria Mazza a beneficio del Hospital Austral, mientras el taekwondista se probaba el smoking para la gala. El diálogo resultó una muestra contundente de lo alto que este correntino escaló en la sociedad a partir del lógico rebote mediático que generó la medalla dorada obtenida en los Juegos de Londres 2012. “Mi esencia no cambió. Si esta fue la fórmula del éxito, por qué modificarla. Me posicionan en un lugar privilegiado, distinguido. Hasta las miradas son diferentes, pero soy el mismo de siempre. Siento orgullo por el oro conseguido y alegría por el reconocimiento. Se me abrieron muchas puertas en ese sentido, como la del modelaje, aunque lo tomo con cautela –confiesa–. En esa oportunidad, miré la primera pasada de los chicos y salí a copiarlos. No sé si desfilé bien o no, pero hubo personas que pensaron que era un modelo más (risas). Fue una experiencia linda, divertida, que le hizo bien a mi imagen”.

-Entonces, si te llaman para trabajar en el espectáculo, ¿aceptarías?
-Me ofrecieron competir en Bailando por un sueño y me propusieron hacer la temporada de teatro, pero sólo puedo tomar esto como una actividad extra. No voy a descuidar mi carrera deportiva.

-Del 1 al 10, ¿qué puntaje te colocarías como atleta y como modelo?
-No sé, como modelo no sé. Como deportista, soy un excelente modelo a seguir. Llevo una vida de éxito en lo deportivo y en lo personal. El éxito lo asocio a la felicidad. No llamo éxito ni siquiera al logro olímpico. Me sentía exitoso antes de ganar el oro panamericano y olímpico. Si uno construye un camino correcto, se entrega al máximo y es feliz, ya está.

-Pero, ¿la medalla no te modificó la vida?
-No, me dio muchas posibilidades. Igual, cuando me premian, me preguntan si traigo la medalla. Y a todos les respondo lo mismo: es más importante que venga la medalla antes que yo. Entiendo que estoy acá por el oro, y no porque me valoran como persona o en función de los esfuerzos que realicé para ir a los Juegos Olímpicos y plantarme en un tatami.

-¿Eso te molesta?
-No, trato de canalizarlo de manera positiva, aunque me gustaría que me conozcan por mi pasado y por cómo soy en lo personal, y no por una medalla.

-¿La conquista olímpica cómo sacudió a tu familia? Se me vienen a la mente tu papá y tu hermano mayor, Mauro.
-Intentamos conversar sobre esto pocas veces, pero la charla nunca duró más de dos minutos. La emoción nos invadía y no podíamos hablar más. Todavía no sé cómo vivieron y explotaron en el momento que era campeón en los Juegos. Este fue un logro en familia, porque ellos me acompañaron desde mis inicios. Mi hermano consiguió su medalla del mundo y yo, la olímpica. Nuestra alegría es inimaginable.

Imagen FUE LA principal figura argentina en Londres 2012, pero siente que no tiene el reconocimiento que se merece.
FUE LA principal figura argentina en Londres 2012, pero siente que no tiene el reconocimiento que se merece.
SEBASTIAN QUEBRO estructuras al adjudicarse el oro olímpico. No solo cruzó la frontera del anonimato -con lo que representa para un deportista amateur-, sino que también rompió con una racha adversa, en la que un argentino no ganaba una medalla dorada en un deporte individual en los Juegos desde Londres –justamente– 1948, cuando Delfo Cabrera (maratón) y los boxeadores Rafael Iglesias (categoría pesado) y Pascual Pérez (categoría mosca) la alcanzaron. “Este éxito nunca me confundió –admite a los 26 años–. Me desenvolví muy bien para manejar diferentes situaciones y las relaciones. Intento trasladar a mi vida cotidiana la tranquilad que conseguí en el deporte”.

-No resulta sencillo convivir con los apodos de “El rey del taekwondo” y “El Maradona del taekwondo”. Porque vos no sos ese, sino el campeón olímpico en la categoría hasta 80 kilos. ¿El equilibrio cómo se logra?
-Es que no me la creo. Tomo desde lo deportivo el hecho de estar catalogado de esa manera, aunque no significa que ande en una limusina. Soy sencillo y me incomoda tanto lujo. Si no me dan el auto y me tengo que subir a los colectivos para moverme por Buenos Aires, qué problema hay. Al final, me sale más barato que ir de acá para allá en taxis. No soy rico. Y si lo fuera, lo aprovecharía para llevar adelante otro tipo de cosas que valen mucho más que andar en limusina.

-Te topaste en los últimos cinco meses con el periodismo especializado, el que apenas toca de oído y los paracaidistas de turno. ¿Qué te incomodó en una entrevista?
-¡Ufff! Había algunos que ni siquiera sabían cómo me llamo ni qué deporte practico. Me preguntaron: “¿Sos judoca o karateca?”. Y eso me jode porque la sociedad sigue sin darles el valor que se merecen a los atletas argentinos. Encima, esos periodistas no cumplen con su trabajo, que es otro tema. Yo me siento más cómodo en el anonimato, porque estoy acostumbrado a eso. Pero sí me molesta que varios periodistas no sepan que hubo una sola medalla dorada en los Juegos de Londres, que vino de la mano del taekwondo y que Sebastián Crismanich la ganó. Esto demuestra que no les importa nada y, entonces, no contribuyen como corresponde con la sociedad.

-¿Se desestima un poco al atleta olímpico en la Argentina?
-Y… Yo alcancé lo mejor de lo mejor y sería un héroe en otro país, como un soldado que volvió de la guerra. Los deportistas deben ser ejemplos positivos para el pueblo e invito a la gente a que se acerque al deporte, en especial al taekwondo. Pero nos podrían valorar más. Por ejemplo, no tengo una casa propia con lo que conseguí. Creo que sería más que merecida, aunque sea sencilla. Así no pasaría en el futuro lo que atravesé en el pasado. Este es un deporte amateur, en el que cuesta mucho ganar dinero.

-A decirlo sin vueltas: la Argentina no tiene cultura olímpica. Pasada la efervescencia por los Juegos, todo muere hasta dentro de cuatro años. ¿Coincidís?
-Por supuesto. Encima, hasta se critica sin conocimiento. “Sólo una medalla dorada se trajo”, se suele escuchar. Si bien se integró mucho más al olimpismo en los últimos años, todavía no hay cultura olímpica en el país. A los Juegos nunca se les dio real importancia en la Argentina. Los medios de comunicación deberían ayudar para que la sociedad empiece a adquirir esa cultura. Los medios, al igual que las entidades gubernamentales, son fundamentales para que la gente se interese.
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En consecuencia, la esperanza para que varíe la tendencia existe.
-Y sí. Yo, además, colaboro para que se produzca eso. Recorro provincias, ciudades y pueblos, también doy charlas empresariales, en las que trato de transmitir mi historia de vida a través del atractivo de la medalla dorada. Ahí cuento cuáles son los valores que me llevaron a consagrarme.

SU RUTINA de entrenamientos comienza a rozar lo habitual en el amanecer del año. Crismanich comprende que aún debe mejorar aspectos de su taekwondo, aunque parezca que no. “Quiero avanzar cada día. Nadie es perfecto, ni siquiera los campeones olímpicos. Tuve errores en los Juegos, pero igual me permitieron salir campeón. Si hilamos fino, debo ser más efectivo en los golpes en la pechera electrónica –argumenta–. Había tenido pocos entrenamientos con este sistema de protección. Creo que me faltó, incluso en la final, porque mis impactos no fueron tan efectivos como deberían haber sido”.

-El objetivo del año parece ser el Mundial de Puebla, que se disputará del 15 al 21 de julio, ¿no?
-Así es. Quiero lograr la única medalla que me falta: la mundialista. Si bien todavía no está toda la preparación definida, competiré en Estados Unidos en febrero, y luego en Europa. Aún no sé si realizaré la misma gira que todos y si me presentaré en los abiertos, porque me transformé en el taekwondista más estudiado; soy el referente en hasta 80 kilos en el mundo. Entonces, si doy la chance de que me vean en los abiertos, se me puede complicar el objetivo. La estrategia será mostrarme lo menos posible, más allá de entrenarme de manera intensa, como siempre.
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¿Y la meta en lo humano cuál es?
-Mucho más plural, y se sostiene en las actividades que vengo haciendo desde que gané en los Juegos. Quiero cultivar al taekwondo estilo WTF olímpico a lo largo y a lo ancho del país para poder sentarme en un sofá el día de mañana a disfrutar de las alegrías que traen los taekwondistas argentinos al país. Deseo dejar varias semillas sembradas.

-¿Ser el referente en tu categoría te beneficia o te perjudica frente a tus oponentes?
-Es bueno y malo. Hay algunos rivales que te entran con temor y dudas, y otros que te miden mucho más. Pero no pienso en el otro, sino en mí, que es lo más importante. Yo no miro la llave. Si me gano a mí mismo, puedo hacer cualquier cosa, hasta sorprenderme, como ocurrió en los Juegos de Londres.

-¿A qué le tenés miedo?
-Al fracaso, ese era mi mayor miedo de chico. Tal es así que, cuando entraba a pelear, no le tenía temor al rival, sino al fracaso, a perder, a no cumplir con mis expectativas. Y me pasa lo mismo en la vida. Eso me lleva a potenciar los esfuerzos y ser estratega al máximo para cumplir con mis sueños.

-Ya pisaste el techo. ¿Aspirar a repetir la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 no es un escalafón demasiado alto?
-No toqué el cielo con las manos, puse una bandera en la luna. Si puedo clavar otra bandera, mucho mejor. No es un objetivo menor repetir la hazaña en Brasil. Ni siendo campeón olímpico puedo ir a menos. Si considero que no estoy a la altura, ni me presento. No me gusta apostar al azar. Intuyo que estaré en el punto máximo de mi carrera (tendrá 29 años), aunque eso no me garantiza un oro olímpico. Siento que puedo seguir agrandando la historia. Quizá sería fácil retirarme hoy, porque me iría con la gloria. Pero continúo porque estoy comprometido.

Por Darío Gurevich. Fotos: Emiliano Lasalvia y AFP