(sin categoría)

Crucero del Norte: Subí que te llevo

Llegó a la B Nacional nueve años después de ser fundado. Hace cinco que mantiene el mismo DT, no sufre problemas económicos y tiene una cancha “a la brasileña”. El Colectivero no para de crecer e invita a soñar.

Por Redacción EG ·

16 de diciembre de 2012
 Nota publicada en la edición de diciembre de 2012 de El Gráfico

Imagen ADEMAS del respaldo de la empresa de micros, al equipo lo apuntalan la gobernación e importantes sponsors.
ADEMAS del respaldo de la empresa de micros, al equipo lo apuntalan la gobernación e importantes sponsors.
Será la “grama bahiana” tan promocionada. O los seis misioneros del plantel, curtidos para jugar al calor de Posadas. Serán las medidas de la cancha, larga y ancha como ninguna otra en el país. O los casi cinco años, y contando, que lleva Pedro Dechat como entrenador del equipo. Será una mezcla de cada uno de esos ingredientes. Quién sabe. Lo irrefutable es que Crucero del Norte alumbró desde Misiones el salto más grande del fútbol argentino actual: nueve años después de haberse fundado, debutó esta temporada en la B Nacional. Y, como si todo esto fuera poco –diría un vendedor ambulante–, lo hizo pisando firme, al punto de mezclarse entre los primeros en el arranque del campeonato.

Yendo de la sala al césped
Cualquiera que haya recorrido las rutas mesopotámicas se habrá cruzado alguna vez con un colectivo de Crucero del Norte. De esa empresa surgió, en 1989, la Asociación Mutual del Personal de Crucero del Norte. Y con ese nombre, un grupo de muchachos empezó a jugar al fútbol de salón en Posadas. Allí, ese deporte es tradición. Entre los jugadores se anotaba seguido Julio Koropeski. Y decir Koropeski, en Misiones, es decir Crucero del Norte: Demetrio, el papá de Julio, fue el fundador de la empresa, en 1949.
Pasaron los años, los viajes y el gusto de tirar paredes sobre piso de madera; hasta que llegar a la final de un sudamericano de fútbol de salón, en la propia Posadas, fue el paso previo a saltar a la cancha de 11. El 14 de octubre de 2003, por fin, el club Crucero del Norte nació como tal. Ese año debutó en la liga local, en una cancha alquilada. Se iniciaba un ascenso vertiginoso.

Al año siguiente, el equipo salió campeón por primera vez e ingresó en el Torneo del Interior. En mayo de 2005, iniciaría su romance con la Promoción: por esa vía dejaría atrás a Independiente de La Rioja para situarse en el Argentino B. Entonces, llegaría la inauguración de la primera parte del estadio Andrés Guacurarí “en la coqueta zona de Santa Inés”, tal como la publicita la web del club. Allí, a 15 kilómetros del centro de Posadas, transcurrieron cuatro temporadas hasta dar otro salto, al Argentino A, en 2009. También por ganar una Promoción; en ese caso a Alvarado de Mar del Plata, de visitante, ya con Dechat como técnico.

Tres años y cientos de viajes después (pero sin pagar el colectivo, obvio), Crucero del Norte volvió a tutearse con una Promoción, ahora para llegar a la B Nacional: sucedió el 30 de junio de este año, a 2306 kilómetros de Posadas: en Puerto Madryn, contra los pronósticos y el viento, le ganó 1-0 a Guillermo Brown el partido de vuelta (habían empatado 0-0 en Misiones) y pegó el grito. Un sólo hincha, llamado Oscar Sosa, puede dar fe de haber estado allí.
Empezaba una nueva historia.

Imagen EL ESTADIO Andrés Guacurarí tiene capacidad para 9.200 personas. Cada partido es una fiesta para el Colectivero.
EL ESTADIO Andrés Guacurarí tiene capacidad para 9.200 personas. Cada partido es una fiesta para el Colectivero.
La conexión local
“Cuando lo fundé, me propuse llegar a la B Nacional en diez años”, saca pecho Julio Koropeski, el presidente del club desde aquel momento. El uso de la primera persona no es un fallido: en el club, lo reconocen todos, la estructura es verticalista. Y él es quien toma las decisiones. El mismo que está al frente de la empresa familiar con Hugo, su hermano. Los que llegaron a tener una línea aérea en Paraguay, también. Y que levantan un hotel cuatro estrellas en Iguazú, al influjo de las cataratas más famosas del país.

Que el club tenga esa espalda para sostenerse empuja a algunos a mirarlo de costado. Como si se tratara de nuevos ricos. “El club no tiene problemas económicos, está claro”, apunta Mario Alcaraz, periodista del diario local Primera Edición, encargado de seguir a Crucero desde antes de su llegada al mundo de la pelota televisada. “Los Koropeski tienen un carácter fuerte: si algo les sale mal se encabronan y vuelven a intentarlo, hasta que logran lo que buscan. Eso explica por qué el club llegó tan arriba”, los describe.
“Que haya una cabeza visible a veces acorta los tiempos para tomar decisiones, y eso es bueno”, observa Dechat, el entrenador, un correntino que siempre trabajó en equipos de la zona y ahora pisa la B Nacional con Crucero. Una vez obtenido el ascenso, lo primero que se estableció fue mantener la base del plantel que había dado el salto. Y los seis misioneros estuvieron a la cabeza de las renovaciones de contratos: Julio Gaona (el arquero que jugó en Primera en Central, por ejemplo), los defensores Dardo Romero y Dante Bareyro y los volantes Franco Cabrera, Carlos Marczuk y Pedro Brítez. Incluso el 70% de la plantilla viene de la campaña anterior.

Otra de las apuestas es a las divisiones juveniles; diez de los 36 integrantes del plantel principal surgieron en el club. A esta altura, 800 chicos juegan con la camiseta de Crucero, coordinados por Carlos Alejandro Duré, encargado del fútbol de menores de la institución. El Loco, sí, el que salió de Boca, tuvo su momento de fama en el Extramadura español repleto de argentinos de la década del noventa y terminó su carrera en Crucero. “Le gustó, se afincó acá y empezó a trabajar con nosotros”, cuenta Koropeski. El de Duré es un caso testigo; con Derlis Soto (el ex Huracán, pesadilla de River) y José Luis Marzo pasó lo mismo en su momento: se convencieron de fichar por Crucero cuando fueron a conocer el lugar. En eso hay unanimidad. Los que tienen puesta la camiseta y también los que no, coinciden en las comodidades que otorga el club. Además de las cuatro canchas de entrenamiento, cuentan con una concentración propia, en el predio donde está el estadio. Se trata de cabañas, las mismas que utilizan los afiliados a la mutual de la empresa, por supuesto. Así que, patio de por medio, cualquier sábado a la noche previo a un partido de local pueden convivir los jugadores con un grupo de amigos que comen un asadito.

“Que no nos conozcan tiene un precio. A iguales condiciones, un jugador que esté dentro de nuestras posibilidades en general prefiere firmar con un equipo de Capital o cerca. Siempre tenemos que poner un poco más para contratarlo”, grafica Darío Guimaraez, coordinador del plantel y hombre de confianza de Koropeski en el apartado fútbol profesional. El calor puede ser otra contra. “Si venís a Misiones y te comprás una campera, perdés plata”, se ríe Dechat, simpático. Jugar con 40 grados es algo que suele darse en esta época del año.

Imagen LA ACTIVIDAD social es permanente en Crucero del Norte, gracias a los múltiples deportes para sus asociados.
LA ACTIVIDAD social es permanente en Crucero del Norte, gracias a los múltiples deportes para sus asociados.
A la brasileña
“La idea la saqué de Cerro Porteño. Ellos me dijeron que hacían diferencia de esa manera”. Koropeski se refiere a la “grama bahiana”, el tipo de césped que colocaron en el estadio cuando lo construyeron, en un espacio donde sólo había tierra. “Es pesado, como el de jardín. Pero no se rompe”, apuntala Dechat. A los jugadores que llegan les cuesta adaptarse: “Cuando viene uno nuevo yo le explico que el pase hay que darlo con un poquito más de fuerza de lo habitual”, narra.

A eso se le suman las medidas de la cancha, también nacidas de la cabeza de Koropeski: 110 metros de largo por 76 de ancho. Más que la de San Lorenzo (110 x 70) y que la de River (105 x 70), por citar dos de las más grandes. El último retoque lo dieron antes del debut en la B Nacional, porque hasta el torneo anterior medía “apenas” 105 x 73. El combo medidas + pasto + calor arma una cancha a la brasileña, esas que quitan piernas y aire, en las que el arco rival, cuando uno sale desde el propio, parece un punto lejano en el horizonte. Les asegura una localía fuerte, un punto clave para sostener el gran objetivo de mantenerse en la categoría. De hecho, los cuatro partidos que ganó en su estadio hasta la fecha 14 los definió en el segundo tiempo. “Es una ayuda, pero con la cancha nada más no le ganás a nadie”, baja los decibeles, lógica pura, Dechat. “Nosotros estamos acostumbrados a proponer, a salir a buscar, y en ese sentido nos afecta también”. ¿Y cuando juegan de visitante? “No hay problema, nos entrenamos en una cancha sin ‘grama bahiana’, que es la que usan todos los demás”, clarifica el hombre.

El arranque del torneo pudo hacer confundir a alguno. Meterse entre los primeros cinco de la tabla, pasadas las diez jornadas iniciales, llevó a que la ilusión por un nuevo ascenso, ahora a la máxima categoría, apareciera. “Ganamos los dos primeros partidos y pensaban que éramos el Milan. No tenemos que equivocarnos. Machaco todos los días con la misma idea: nuestro fin es asegurar la categoría, estamos para eso”, afirma el entrenador. “Nadie me cree, pero yo no aspiro a llegar a Primera. Ahí las diferencias son mucho más grandes. Nuestra meta es quedarnos muchos años en la B Nacional”, apuntala Koropeski. Lo dicen sobre la base de un presupuesto que está entre los más bajos de la categoría, en el que ningún sueldo llega a los 30 mil pesos; una cifra que en Rosario Central, por ejemplo, no le movería un pelo a nadie.

“Apostamos a tener un buen año, y que nos conozcan todos los que vengan a jugar acá por primera vez. Así, para ningún jugador será una experiencia exótica animarse a firmar con un club de Misiones”, traza la línea de objetivos Guimaraez.

BENDITO TU ERES
Pedro Britez anda bien de referentes, se nota: le gustan Aimar y Zidane. Nació en Montecarlo, una población de 20 mil habitantes bien lejana a su homónima francesa: queda en Misiones, a 180 kilómetros de Posadas. Allí vivió hasta los 18 años, cuando enfiló hacia la capital provincial para estudiar Educación Física. Había hecho las inferiores en Huracán de su ciudad, pero también jugaba al handball. “Ni se me pasaba por la cabeza ser futbolista”, confiesa, en el lobby de un hotel. Está a metros del Obelisco, con uniforme del club y esperando un partido de la B Nacional. Ahora tiene 28 años, y bien podría haber puesto “futbolista profesional” cuando le tomaron los datos para alojarse. Pedro, ojos inquietos, tímido y respetuoso, ostenta la medalla de ser el único jugador de Crucero del Norte que atravesó todas las categorías de ascenso con el equipo. Lo cuenta en voz baja, casi como si no quisiera que se note mucho. En 2003 empezó en el fútbol de salón de Crucero, de compañero con Julio Koropeski, el actual presidente. “Me servía porque me daban los pasajes gratis para irme los fines de semana a mi casa”, recuerda. Allá lo esperaban sus padres y sus diez hermanos. Al año siguiente, ya en el plantel de Crucero que empezaba a jugar en la Liga Posadeña, ganó el campeonato local, y sumó su primer ascenso, mientras vivía en una pensión estudiantil.

Ser profe quedó de lado, y la certeza de ser enganche (“ahora volante, para sobrevivir”, dirá) en un equipo semiprofesional se le hizo carne. Subió otro peldaño, hacia el Argentino B, y en 2009 vivió una doble experiencia: ganó la Promoción ante Alvarado, en Mar del Plata, para ascender al Argentino A y viajó en avión, todo en el mismo paquete. “Fue mi primer viaje. Estaba más asustado que en partido”, demuestra su buen humor. Ahora que es un profesional a tiempo completo, Pedro empezó por ayudar a su familia. “Mi papá es jubilado, trabajó toda la vida en una fábrica de madera y nos crió. Toca devolver algo”, planta sus argumentos. Y disfruta de todo, dice, en este mundo insospechado de jugar para la tele: “De cada práctica, de cada viaje, de cada partido. Es hermoso”. A River, su equipo, lo vio una sola vez: “En Paraguay, por una Libertadores. No lo podía creer”. Tal vez, un día le toque pisar el Monumental. Tal vez.

Por Andrés Eliceche. Fotos: Prensa Club Crucero del Norte.