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Sánchez Miño: "Soy un jugador más, no me sobra nada"

Demoró en llegar a Primera. Se bancó jugar poco el año pasado, hasta que consiguió continuidad durante 2012 y la rompió. El legado de Riquelme. El nivel de Boca. Su posición en la cancha. Radiografía de una gratificante aparición del fútbol argentino.

Por Redacción EG ·

07 de octubre de 2012
Nota publicada en la edición de octubre de 2012 de El Gráfico 
Imagen GRITO SAGRADO. El volante abre sus brazos para festejar su gol. Ya lleva seis meses en Primera.
GRITO SAGRADO. El volante abre sus brazos para festejar su gol. Ya lleva seis meses en Primera.
SU PERFIL BAJO en el caminar de su vida se contrapone con aquel crack que asoma en la Bombonera. Introvertido, sencillo, a años luz de tragarse la píldora del presente angelado, no parece ser la figura de uno de los equipos que mueve montañas en la Argentina. Se trata con él y queda la sensación de dialogar con un futbolista del montón. Macanudo, realista, no se guía por el qué dirán. Su termómetro resulta su círculo íntimo: los compañeros de confianza, la familia y los amigos íntimos. Gambeteador de micrófonos, les escapa a las entrevistas y a las producciones en los medios. No suele realizarlas, más allá de la excepción con El Gráfico. "Por favor, no hagamos las fotos. No me gusta posar. Soy futbolista. Por eso, pongan una mía, la que quieran, de algún partido", pidió con buena onda Juan Sánchez Miño. Más allá de los argumentos del cronista, no se corrió de su postura porque entiende que debe expresarse en la cancha y poco y nada afuera de ella.
“Cómo no voy a disfrutar de verme en una foto con la camiseta de Boca. Ese era mi sueño de chico: jugar en la Primera del club -adelanta el volante por izquierda, de 22 años-. Pero soy tímido. Quizás no con mi familia y mis amigos, aunque me cuesta mucho ante los desconocidos. Hace un año jugaba en Reserva y no estoy acostumbrado a que me reconozcan. En ese momento, nos entrenábamos y nos íbamos a casa tranquilos porque no nos conocía nadie. Si bien uno observaba el movimiento de los hinchas y de la prensa en el club, es diferente cuando te toca estar del otro lado”.
Familiero, de Saavedra para el mundo, explotó en solo un semestre, cuando comenzó a tener continuidad a partir de este año. Primero, figuró como la revelación y luego, como pieza clave en el once inicial, en especial cuando se plantó como volante por izquierda. Simula ser un avezado, pese a su juventud. Conserva la frescura de un novato y el aplomo de un experimentado. Zurdo interesante, goza de buen juego, despliegue, panorama y una pegada exquisita. “No me siento figura ni reconocido -baja decibeles-. La gente me demuestra su cariño y estoy agradecido. Trato de aportar desde mi lugar y dar mi máximo. Quiero jugar lo mejor que pueda y colaborar con mis compañeros. No me creo un veterano. Dejo todo en la cancha a partir de mi humildad”.
-¿Qué te genera cuando te tildan de crack?
-Lo tomo con tranquilidad, pero no me lo creo. No soy un fenómeno, ni el peor del mundo. Soy un jugador más. Se debe demostrar mucho para que le digan a uno esa palabra. Yo recién empiezo, soy joven y me falta mucho.
-¿Nunca te confundiste? Porque hay gente que te hace creer que sos alguien cuando en realidad no lo sos.
-No. Me preocupo por crecer. Tengo muchos ejemplos al lado mío de jugadores que salieron del club, como Riquelme, Viatri, Clemente Rodríguez y Ledesma. Ellos, junto a Rivero, me apoyaron y me aconsejaron, sobre todo en los momentos en que no jugaba. Ahí también me hicieron sentir parte del grupo y me permitieron disfrutar de todo lo que respecta al plantel profesional. Me ayudaron, además, a no sufrir en la Primera de Boca. Es difícil cuando uno empieza, porque se complica acostumbrarse al entorno periodístico. No lo veo como un enemigo, pero no me siento cómodo. De hecho, no miro programas de fútbol, solo partidos.
-¿El fútbol es un trabajo o un disfrute?
-Lo tomo de las dos maneras. Es un trabajo con la seriedad que implica, pero a la vez resulta un disfrute porque nací en el club y soy hincha de Boca. Entonces, es una alegría enorme jugar acá.
Imagen PELOTA AL PIE, cabeza levantada. Ya sabe cómo terminará la jugada.
PELOTA AL PIE, cabeza levantada. Ya sabe cómo terminará la jugada.
ARRANCO en el Club Juventud de Saavedra porque un amigo de su padre lo llevó a jugar al baby a los 5 años. Su idilio xeneize comenzó medio año antes de Pre-Novena, cuando otro amigo de su papá lo empujó para probarse. Juan superó el ojo clínico de Ramón Maddoni y fichó con el club de sus amores. Volante por izquierda por definición, rotó en diferentes puestos en Inferiores con el afán de aprender y de adaptarse a la necesidad del equipo. Allí se plantó de lateral zurdo, de zaguero y de volante central. Atravesó el sendero de Inferiores sin quemar etapas hasta llegar a Primera. Sin embargo, el camino resultó complejo. No jugó con regularidad hasta Séptima, pero jamás se le cruzó por la mente abandonar. El apoyo de su familia fue vital. Integró la Selección Sub 17 que salió tercera en el Sudamericano de 2007, pero eso lo dejó en offside en el colegio. “Me quedé libre y tuve que rendir todas las materias. Todavía adeudo Química, Lengua e Historia. Es una obligación terminar la secundaria, porque tengo un hijo y debo dar el ejemplo”, explica. Momento: ¿es papá? “Me enteré de que Lucila, mi mujer, quedó embarazada cuando estaba en Quinta -cuenta-. Tuvimos a Bautista, que nació hace tres años, y estamos felices. Esto me ayudó a madurar y me ordenó, me cambió el mapa. Crecí como persona y en cómo manejarme en la vida”.   
Sus 6 goles en Primera no se corresponden con los poquitos que clavó en Inferiores. Ahí, Sánchez Miño casi no tenía contacto con la red. “No era de convertir y me recalcaban que probara más al arco. Creo que metí 2 o 3 en todas las Inferiores”, recuerda.
Su ilusión de debutar en la Primera de Boca parecía desmoronarse. De hecho, estuvo cerca de irse a Unión en busca de oportunidades, pero el pase se trabó y no se concretó. Las lesiones de uno de sus amigos de Inferiores, Nicolás Colazo, le abrieron terreno y Juan, pese al dolor por la desgracia de un compañero, aprovechó sus chances. Debutó con una labor correcta ante Quilmes, en el triunfo por 1-0 en diciembre de 2010, mostró aptitudes cada vez que salió a escena y la rompió en cuanto consiguió regularidad, en el primer semestre de 2012. A partir de ahí, empezó a construir su imperio a base de fútbol de galera y bastón, y esto lo colocó como un número puesto para Julio Falcioni, el técnico.
Imagen "ESTAMOS ganando y nos acompaña la suerte. Debemos mejorar en el juego" afirma.
"ESTAMOS ganando y nos acompaña la suerte. Debemos mejorar en el juego" afirma.
“ROMAN ES UN ejemplo”. La declaración de Sánchez Miño posee un tinte de congoja. La influencia del último rey xeneize lo marcó. “Me transmitió valores adentro y afuera de la cancha, que me los guardo para mí. Me sirvió mucho para jugar en Primera, en especial en los malos momentos. Es mi ídolo y se lo dije porque no podía dejar de hacerlo -sostiene-. Me produce tristeza saber que no jugará más en Boca porque nosotros, los más chicos, lo necesitamos. Crecés cuando lo escuchás. Esto también es una mala noticia para el fútbol, porque todos queremos verlo jugar”.
-¿Qué fue lo más llamativo que te ocurrió al lado de Riquelme?
-El triunfo en semifinales de la Libertadores (ante Universidad de Chile por 2-0, en la Bombonera). Yo miraba a Boca en la Copa, cuando era pibe, y veía jugar a Román, a Clemente. Y me tocó estar en unas semifinales de la Copa, convertir un gol (el segundo) y jugar al lado de mi ídolo. Fue otro sueño cumplido.
-¿Román te aconsejaba para pulir tu pegada?
-Le preguntaba cosas y lo miraba para aprender, al igual que a Tito Pompei, a quien tuve como técnico en Reserva. Me fijaba cómo y dónde le pegaban. Pero no observaba tanto cómo impactar la pelota, sino a qué sector de la cancha o del arco iba.
-¿Sos volante por izquierda o lateral zurdo? Se te nota incómodo de 3.
-Quiero aportarle al equipo en el sector que pueda. Si se necesita que juegue de lateral, lo hago. Pero mi puesto natural es de volante por izquierda y quiero jugar ahí, porque me siento cómodo. Además, tengo la suerte de que Clemente esté de lateral por esa zona y me ayuda un montón al ordenarme, hablarme y pasar al ataque como opción de pase. Así se hace todo más fácil.
-¿A qué juega Boca?
-Intentamos aprovechar la capacidad de nuestros jugadores. Tenemos a Lucas (Viatri), que para mí es otro ejemplo, y trato de apoyarme en el juego con él y con Clemente, que vienen por mi sector. Ellos son muy importantes.
-¿Te gusta cómo juegan?
-Estamos ganando y nos acompaña la suerte. Debemos mejorar en el juego. Necesitamos tener más la pelota y ser protagonistas. Nos paramos bien, pero no hay que confiarse.
-¿Existe mucha diferencia entre ganar jugando mal o bien? Parece que no se repara en el cómo.
-Al jugar bien, tenés más chances de ganar. El que mejor juega se lleva el triunfo.
-¿Ya estás afianzado en la Primera de Boca?
-No, todavía no estoy asentado. Debo demostrar día a día por qué puedo jugar en Boca. No me sobra nada y tengo que agregarle más marca y un mejor manejo de mi pierna derecha a mi juego.
SU FICHA YA acredita dos títulos (Apertura 2011 -sólo jugó un ratito- y Copa Argentina 2012) y una final perdida (Libertadores 2012). Bostero de alma, alentaba desde la popular de socios cuando todavía anhelaba  convertirse en futbolista. “Mientras juego, escucho las canciones de la hinchada y te dan ganas de cantar, pero uno se concentra en el partido”, admite. Su ansiedad en lo cotidiano se ubica en la vereda opuesta a la serenidad que exhibe en la cancha. No se relame con los esquemas tácticos y planta la bandera de defenderse con la pelota. “Cuanto más la tenés, existen más chances de ganar el partido”, indica. Se deleita más con una asistencia que con un gol propio. Ya integró la Selección, Alejandro Sabella lo tiene presente, pero él no analiza su rendimiento personal, sino que focaliza cómo se brindó al servicio del grupo. Colaborar representa su ADN en función de equipo. Juan Sánchez Miño no utiliza su mueca de generosidad como acto de soberbia. Al contrario, es genuino. Piensa en conjunto y, como si fuera poco, asoma como crack.

Por Darío Gurevich. Fotos: APF, Photogamma y Alejandro del Bosco