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Balance Europeo 2011/2012: Pirlo, el pulso de la Juventus

Campeón invicto, la Vecchia Signora logró reinventarse después del escándalo de calciopoli y tuvo en el mediocampo a su gran estratega.

Por Redacción EG ·

03 de julio de 2012
Nota publicada en la edición de junio de 2012 de El Gráfico  

Imagen Andrea Pirlo, símbolo de la Juve 2012.
Andrea Pirlo, símbolo de la Juve 2012.
Cuando pocos lo esperaban, la Juventus ganó la Serie A invicta y confirmó el regreso del club a su estado natural, luego de los cinco años del Purgatorio. La Vecchia Signora volvió a ser la de siempre.

La dinastía tuvo nuevamente a un Agnelli como presidente, dos magos de calciomercato (Marotta y Paratici), un técnico carismático con ideas renovadoras (Conte) y, sobre todo, un estratega en el campo que digitó el ritmo de juego del equipo: Andrea Pirlo (foto).

El ex Milan, de 32 años, vivió una revancha personal. Su llegada a la Juventus implicaba el desafío de demostrar que aún tenía mucho para dar en un grande, luego de una temporada 2010/11 con apenas 16 partidos jugados, en un Milan que le abrió las puertas y lo dejó irse. Esa fue la decisión que en definitiva cambió el mapa de la Serie A. El Milan perdió a Pirlo y se debilitó; la Juve ganó a Pirlo y se solidificó.

Lo de Conte, responsable de la germinación del gen Lippi (en conceptos, motivación y condición física) también es para destacar: en sus planes no estaba Pirlo. El equipo que tenía en la cabeza al asumir requería extremos rápidos y juego volcado a las bandas. Pero le trajeron a Pirlo, llegó el chileno Vidal, y Conte reformuló la idea del 4-2-3-1 de vértigo al 4-3-3 o al 3-5-2 de control, siempre alrededor de un núcleo central que se transformó en el mejor mediocampo de Italia: Pirlo como titiritero, Vidal y Marchisio como laderos. Las características de los jugadores le impusieron el sistema, y no al revés.

Así, Pirlo ejerció de Pirlo, con el magnetismo de un planeta que alinea satélites a su paso. Fue el lubricante que hizo funcionar a todas las piezas del motor juventino. Con él en el campo, creció el nivel de todos sus compañeros y el juego asociado que permitió encontrar variantes de gol en casi todas las piezas. Solamente así se explica que la Juve haya logrado un título sin tener a un Ibra, un Milito o un Cavani. Su goleador fue Matri (10), pero todos, salvo Barzagli, llegaron al gol. Fueron 9 de Marchisio; 8 de Vucinic; 7 de Vidal; 6 de Pepe; 4 de Quagliarella; 3 de Pirlo y Bonucci; 2 de Borriello, Del Piero, Chiellini y Lichsteiner; 1 de Cáceres, Estigarribia, Padoin y De Ceglie.

Es parte del efecto Pirlo. Su magnetismo es astronómico: él se transforma en el planeta y los demás jugadores ofician de satélites. Digita sus movimientos, les marca el paso, los hace jugar con él y correr para él, los deja en posición de gol o perfilados para limpiar la jugada.

Con esa injusticia propia de la etiqueta, Marco Verratti tiene 19 años, juega en el Pescara y está visto como el nuevo Pirlo, que a su edad todavía era un enganche incomprendido. En el equipo que ascendió Zeman, Verratti ya juega como regista, el organizador de juego. Entre otros grandes, lo sigue la Juventus, que quizás, ya empiece a pensar en tener un Pirlo incluso cuando no lo tenga. He aquí la influencia del relojero que hizo redescubrir las ventajas del juego analógico, al compás de las agujas de su tic-tac a cuerda, cuando todos apostaban por la era digital y le planificaban su retiro.

Martín Mazur