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La eliminación con Spartak por la UEFA, el principio de la crisis que lo alejó del Napoli

Maradona no se entrenaba "porque no tenía ganas", su relación con el presidente Ferlaino era distante, y el técnico Bigon decidió llevarlo al banco ante el trascendente partido en Moscú, Rusia. Algo se había roto, Diego necesitaba un cambio. Mientras tanto, llegaban ofertas millonarias por el Diez.

Por Redacción EG ·

28 de octubre de 2010
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Cinco décadas, cinco momentos en la vida de Maradona retratados en las páginas de El Gráfico. Sus sueños, sus conflictos, sus reacciones, sus aliados y sus enemigos, entremezclados en este mosaico que se detiene en cinco estaciones -los 10, los 20, los 30, los 40 y los 50- de la vida del más grande futbolista de todos los tiempos.

(Producción: Ignacio Arias y Mauro Gurevich)

Nota publicada en la edición número 3710 de noviembre 1990 de la revista El Gráfico.




DIEGO A LOS 30
Imagen RODEADO por los periodistas italianos. Diego no la pasaba bien en Nápoles y la prensa lo acosaba en busca de sus siempre polémicas declaraciones.
RODEADO por los periodistas italianos. Diego no la pasaba bien en Nápoles y la prensa lo acosaba en busca de sus siempre polémicas declaraciones.
INVESTIGACIÓN ESPECIAL: CRUCIAL MOMENTO DE MARADONA
¿El club le iniciará juicio por varios millones de dólares? ¿Lo suspenderán por tiempo indeterminado? ¿Forzará la situación él mismo para aprovechar la suculenta oferta de Japón? ¿Su sueño es adelantar el regreso a Boca Juniors? ¿El Nápoli lo perdonará?
CUANDO DIEGO DIJO NO
Para el Napoli, el segundo partido de vuelta por el segundo turno de la Copa de Europa de Campeones que debía jugar contra el Spartak en Moscú, el miércoles 7, había adquirido una importancia crucial. No sólo por el empate 0-0 en el encuentro de ida y porque dicha Copa es una competición que hasta ahora le ha estado vedada, sino porque seguir en ella era la única manera de salvar una temporada que, hasta ahora, es altamente frustrante (en el campeonato, el Napoli, está a cinco puntos de líder Sampdoria, disputadas ocho fechas).

Es de imaginarse, entonces, con cuánta expectativa los napolitanos aguardaban la expedición a Moscú. La partida había sido programada para el lunes 5, a las 12.30 horas, en un DC 9 de la compañía italiana Alisarda, alquilado especialmente por el Napoli, con previa concentración en Soccavo y leve entrenamiento.

Todo el cronograma dispuesto por el técnico Albertino Bigon se había puesto en marcha, como los perfectos engranajes de un reloj suizo. Pero hacia los 10, los periodistas presentes que se aprestaban a seguir al Napoli a Moscú se dieron cuenta que uno de esos engranajes –el más importante- no funcionaba: Maradona no aparecía por ninguna parte. “Ustedes saben cómo es, seguramente irá directo al aeropuerto”, trató de explicar el inefable Carletto Juliano, jefe de prensa del club. Una mentirilla piadosa que se esfumó, como una pompa de jabón, durante el frugal almuerzo. De la casa de Maradona no llegaba la más mínima señal, ni siquiera la habitual y cómplice llamada de Fernando Signorini. Y los minutos pasaban raudos, inexorables…

Finalmente, el director deportivo Luciano Moggi –quien se encontraba en el centro de Nápoles, elaboró una estrategia: pidió por teléfono a los tres jugadores del plantel más allegados a Maradona, por prestigio y afinidad (o sea, los internacionales Fernando De Napoli, Ciro Ferrara y Massimo Crippa) que se organizasen en expedición y se trasladasen a Vía Scipione Capece 3 para convencer a Maradona de sumarse a la delegación en el aeropuerto de Capodichino. El, Moggi, se sumaría por su cuenta al grupo.

Debe haber sido una de las experiencias más envilecedoras vividas por los cuatro. Una hora, allí, en la calle, prendidos al timbre, sin que Maradona si dignase atenderlos: estaba durmiendo y había dado instrucciones de que nadie lo molestase. Finalmente, fue el nuevo manager del jugador, Marcos Franchi, quien refirió a Moggi que Maradona no viajaba “porque no tenía ganas”. Así informó el dirigente –quien parecía a punto de tragarse el habano por la rabia- a los periodistas que lo aguardaban en el aeropuerto: “A este punto, es hora de demostrar que Maradona es un empleado del Napoli y no viceversa; el club deberá penarlo severamente, por de pronto, quien no vuela a Moscú en este avión, no juega”.

Algunos minutos antes de las 15, casi con dos horas y media de retraso, el DC 9 de Alisarda despegaba de Capodichino, con rumbo hacia el nordeste. Y sin Maradona a bordo.

EL "PENTITO" MARADONA
La siguiente debe haber sido una noche nada fácil para Maradona. Probablemente, una vez despierto, habrá comprendido que esta vez la “aveva fatto grossa”, como se dice en italiano. Periodistas, fotógrafos y cameraman hacían guardia delante de su casa, como en otros tiempos. Especulaciones y conjeturas rodaban por Nápoles sobre las causas de la deserción. Naturalmente, todas encontraron espacio en los diarios (deportivos y no) de la mañana siguiente, que se ocuparon con títulos catástrofe y con adjetivos para hacer poner los pelos de punta de la actitud del jugador. ¿Algunos ejemplos? “Tuttospor” habló de una crisis debida a un desacuerdo con el presidente Corrado Ferlaino, a problemas vinculados a Cristina Sinagra (la mujer napolitana que aduce haber tenido un hijo con Maradona) y a cuestionadas relaciones con la camorra. Para “La Gazzetta dello Sport” era, sencillamente, una prueba de fuerza provocada por Maradona para arrancarle a Ferlaino una disminución de su contrato (que dura hasta 1993) y aceptar la multimillonaria oferta que le han hecho de Japón. En cambio, el “Corriere dello Sport” se mete con la vida privada del jugador: “Paga las consecuencias de una fiesta con amigos que duró hasta la mañana y de una vida desordenada que es, a menudo, consecuencia de sus males psicólogos”.

Poco después de la medianoche, un patrullero policial había estacionado frente al edificio: un llamado telefónico anónimo había anunciado la colocación de una bomba en el garaje donde Diego estaciona sus automóviles, y los agentes habían debido hacer una cuidadosa tarea de control. Sólo habían tenido acceso al departamento de Diego varios integrantes de los “Ultras de la Curva B”, la barra brava del Napoli que tiene una óptima relación con el jugador.

Todo parece indicar que esta conversación con los “tifosi” tuvo un peso decisivo en la marcha atrás que, poco después del mediodía del martes, dio Maradona: viajaría en un avión privado a Moscú.
A las 15.55, sobre una pista lateral de Capodichino, estacionaba un birreactor C550 de la compañía aérea privada Panair, a la que Diego recurre cada vez que se entrega a uno de sus raids aéreos por los cielos del hemisferio norte. ¿El precio? Una minucia: 33.560.00 liras. Que, al cambio actual, son alrededor de 30.000 dólares…

Maradona llegó en su auto Volkswagen Golf color blanco, acompañado por su esposa Claudia, Franchi y Signorini. Detrás, en el Espace Renault, iban las valijas bajo la custodia del chofer Gianni Aiello. Así describió la escena Rino Cesarano, del Corriere dello Sport, uno de los pocos periodistas que asistieron a la partida: “Maradona parecía cansado, los ojos hinchados, vestía un jean y un pullover (…), habría querido pasar por una puerta de servicio, pero la policía dijo que no, alguno lo saludó, algún otro lo escrutó con ojos indignados, era evidente que Nápoles se sentía traicionada”.

Pero antes de encabezar al grupo en el breve trecho hacia el birreactor que ya había encendido sus turbinas, Maradona tuvo todavía tiempo para hacer una breve declaración: “Que quede claro, voy a Moscú, pero sólo como un ¨tifoso¨, más, no como jugador, ¿o no han dicho que no juego?”. Y tenía razón: ¿no era lo que había declarado 24 horas antes el escandalizado Moggi, “alter ego” del presidente Ferlaino?

A las 17.10, el Cessna de la Panair era sólo un punto en el cielo, allá arriba, en dirección nordeste.

UN CLUB EN RIDÍCULO
Maradona atravesó el umbral del hotel Savoy de Moscú, donde alojaba el Napoli, a las 0.40 hora del miércoles. De inmediato subió a la habitación 506 del quinto piso para bajar pocos minutos antes de las 2 de la madrugada en compañía de Claudia Villafañe.

Desde 120 minutos antes, ambos estaban viviendo el primer aniversario de su matrimonio. Y Diego había decidido hacerle un regalo: un paseo noctámbulo por la cercana Plaza Roja, donde algunas horas después Mikhail Gorbachov presidiría un espectacular desfile militar, en conmemoración de un nuevo aniversario de la Revolución Roja. Y allá se fueron los dos solos, enfundados en sus tapados de visón, seguidos por un grupo de periodistas y fotógrafos y por su séquito habitual. La Plaza Roja estaba clausurada, bajo rigurosa vigilancia, porque se temía la preparación de un atentado contra Gorbachov. Pero estas medidas de seguridad fueron levantadas para Maradona: durante 20 minutos, él y su esposa pasearon por ella, hasta que un pullman del hotel Savoy los rescató, poniendo fin a la visita. A las tres de la madrugada, el grupo (incluidos Franchi, Signorini y algunos “tifosi” pertenecientes a la barra brava napolitana) ordenó café y jugos de fruta. Una hora después, Maradona se iba a dormir.

Un piso más abajo, las luces de la habitación del presidente Ferlaino se habían apagado poco antes. Con Moggi, el técnico Bigon y los dirigentes del Napoli llegados a Moscú había analizado cuidadosamente la difícil situación en que los había puesto Maradona, con su decisión de viajar y sumarse a la comitiva. ¿Qué hacer? Proceder con la mano dura anunciada por Moggi en el aeropuerto de Nápoles (“Quien no sube a este avión, no juega”) implicaba también el coraje de afrontar una posibilidad: la de que el Napoli perdiera y se echase la culpa a quienes se habían atrevido a excluir a su capitán y jugador más representativo.

Pero la opinión contraria –la de dar marcha atrás y hacer jugar a Maradona, como si nada hubiese pasado- era igualmente indigerible. Hubiese significado sumar definitivamente al Napoli en el ridículo. Una eventualidad que habría sido calificada, sin atenuantes, como una rotunda e ilevantable claudicación frente al desplante del jugador.

Atormentado por las dudas, jaqueado por la “movida” de Maradona, consciente de la situación difícil en que había quedado el presidente Ferlaino decidió lavarse las manos y transferir el problema al técnico Bigon. A este le correspondería definir si Maradona seguía en Moscú como ¨tifoso¨ o como jugador y, en ese caso, utilizarlo contra el Spartak.

¿Fue, como sostiene muchos, una actitud incalificable? Los allegados a Ferlaino sostienen que éste procedió así para cubrirse legalmente y no repetir el error del año pasado, cuando por indisciplina separó del plantel a Maradona, en ocasión del partido por la Copa de la UEFA contra el Wettingen. En aquella ocasión había dado a Bigon la orden punitiva POR ESCRITO. Y Guillermo Cóppola, ni lerdo ni perezoso, descubrió que se trataba de una medida antirreglamentaria, pues el convenio colectivo vigente entre clubes y jugadores inhibe a los primeros de excluir del plantel a un fichado, adjudicándose una facultad punitiva que es una incumbencia del Colegio Arbitral de la Liga. Es a este a quién debió dirigirse el Napoli, explicando los actos de indisciplina cometidos por Maradona y pidiendo su castigo.
Cóppola había decidido aferrarse a este abuso del Napoli para pedir la rescisión del contrato de Maradona, algo que después fue archivado porque las partes suavizaron sus contrastes y llegaron a un acuerdo que duró hasta hace algunas semanas.

Con la brasa ardiente entre las manos, al mediodía del miércoles y mientras Maradona todavía dormía, Bigon había confiado a algunos periodistas su decisión: excluiría a Maradona. Pero es evidente que, para el técnico del Napoli, se trataba de un paso crucial, que lo introducía un camino sin retorno. ¿Quién habría dado diez centavos por su cabeza, en caso de una eliminación del Napoli sin Maradona en el campo? Y a las 14.30 –tres horas antes del partido- Bigon daba marcha atrás y anunciaba que llevaría a Maradona para que se sentase en el banco de los suplentes, con la camiseta número 16.

Terminaba así lo que se había convertido en un verdadero sainete: en su afán de conciliar el ejercicio de un elemental principio de autoridad con el interés de no regalarle al Spartak la ausencia de un jugador clave como Maradona, el Napoli elegía una tercera vía, híbrida y descolorida, un compromiso poco feliz, hijo del mido, que toda la prensa italiana –sin excepciones- estigmatizaría con los más duros epítetos.

Transcribió una sola opinión, doblemente valiosa porque fue escrita por el periodista napolitano Pierpaolo Paoletti (íntimo amigo del mismo Maradona) en el diario “La Repubblica”: “El Napoli no tiene salida: ha armado la más difícil de las intrigas y hasta que el presidente Ferlaino no se decida a afrontar seriamente el problema Maradona, el club está irremediablemente condenado a vivir papelones como este”.

EL NAPOLI ELIMINADO
La historia es ya sabida: el Napoli, tras 120 minutos de juego en que se mantuvo el empate en cero gol, fue eliminado con los penales (5-3 para el Spartak). Maradona jugó a partir de los 63 minutos, cuando Bigon lo hizo entrar en reemplazo de Zola. Aún jugando discretamente, el aporte de Diego no fue desequilibrante. Y no lo podía ser porque está muy mal físicamente y porque su larga ausencia de los entrenamientos (LOS DESERTA PRACTICAMENTE DESDE AGOSTO) se hace sentir fuertemente.

En los vestuarios del estadio Lenin, un Maradona triste pero no arrepentido enfrentó a los periodistas: “Le pedí disculpas a Bigon, él sabe que todo lo ocurrido se debe a mis problemas personales y yo acepto que me haya castigado mandándome al banco”. Y después: “Yo necesito hablar con Ferlaino, ha llegado el momento de aclarar todos los problemas que tenemos, nos hemos puesto de acuerdo para encontrarnos el viernes, en Nápoles”. El Cessna aterrizaría en el aeropuerto de Nápoles, con Maradona y su comitiva a bordo, a las 5.30 horas, del jueves tras un vuelo perturbado: la escala en Budapest para reaprovisionarse de carburante duró más de lo previsto, debido a la niebla. Siete horas de viaje, durante las cuales –según el comandante Roberto Di Nicola, piloto del C550- Maradona habló poco, estuvo tranquilo y miró con Claudia Villafañe, románticamente, la hermosa luna llena que brillaba en el cielo boreal.

Ferlaino es un tipo muy especial: retraído, tímido, inaccesible, maneja el Napoli como un feudo medieval. Al revés de lo que hacen muchos de sus colegas del fútbol italiano, son rarísimos sus contactos con los jugadores del club. A Soccavo –donde entrena y concentra el Napoli-, por ejemplo, no iba desde hacía semanas. Pero el viernes estaba, aparentemente para el diálogo convenido con Maradona. Y allí se vivió otro episodio desconcertante de esta interminable historia: el que no se hizo presente fue Maradona, pese a que por la mañana Franchi había anunciado a Moggi su concurrencia a la práctica de la tarde. Un Ferlaino sombrío, irritado, con un semblante que mostraba a las claras su fastidio, tanto que al día siguiente un diario publicaría su foto con un título sarcástico (“Presidente, qué fea cara…”), fue el que, al caer la tarde, partió en su Mercedes metalizada, limitándose a decir que, en realidad, había venido a saludar al plantel y a felicitarlo por el papel hecho en Moscú.

Como siempre, fue Luciano Moggi el que afrontó a los periodistas. Y lo hizo sin ocultar su malhumor, ése que lo caracteriza desde hace bastante tiempo: “El Napoli castigará a Maradona, de esto no debe haber ninguna duda, bastará esperar algunos días y todos sabrán los pasos que hemos dado”. Y agregó: “Las excusas que Maradona presentó en Moscú no fueron suficientes para justificar su procedimiento, las hemos aceptado pero no bastan. Demostraremos a todos que somos un club serio y responsable”.

¿Cuáles serían las medidas que el Napoli tomará contra Maradona? En primer lugar, ese mismo viernes Moggi había comunicado a Franchi que el Napoli se había dirigido por carta al Colegio Arbitral de la Liga (que regula los conflictos entre jugadores y sus respectivos clubes) pidiendo la reducción del sueldo de Maradona en un 40 %, o sea en el porcentaje máximo previsto por la reglamentación.
Y como el contrato depositado en la Liga es sólo por 250.000 dólares anuales, pagaderos hasta 1993 en seis cuotas, Maradona sufriría por un mes la reducción de su sueldo en la irrisoria cifra de 8.000 dólares mensuales, algo insignificante para sus bien nutridas arcas.

DOS CAUSAS AL ACECHO
Los problemas para el jugador empezarían si el Napoli lleva adelante los otros dos pasos que Ferlaino podría dar. El primero consistiría en iniciarle a Maradona juicio legal (como hizo en agosto de 1989, en una causa que después retiró) por no respetar el contrato firmado el 8 de diciembre de 1987 por el que cedió al Napoli todos sus “derechos de imagen” por cuatro años, contra el pago de una cifra que oscilaría entre los 9 y los 11 millones de dólares hasta 1993.

El Napoli podría no sólo pedirle al jugador la restitución del dinero supuestamente adelantado (hace un año, se hablaba ya de 4 millones de dólares, cifra que debería haber sido incrementada en estos últimos doce meses) y el pago de los intereses correspondientes, sino también daños y perjuicios. Po ejemplo, allegados al Napoli sostiene que la eliminación de la Copa de Europa de Campeones y la no participación en los cuartos, semifinal y final significan para el club un daño material calculado en 9 millones de dólares.  A esto se debería agregar la reducción en las recaudaciones (no brillantes este año) en el campeonato italiano, debido a la pérdida de interés por el Napoli. Una eventualidad así podría poner en serias dificultades a Maradona. Piénsese que, el año pasado, el juicio que el Napoli le inició (y después retiró) era por una cifra escalofriante: UNOS 7 MILLONES DE DOLARES.

Pero hay otro aspecto que el Napoli podría hacer valer, comprometiendo su carrera futbolística: Ferlaino estaría dispuesto a pedirle a la Liga, si el jugador no modifica su actual actitud y no acepta las reglas del juego impuestas por el Napoli, no sólo la reducción de su sueldo, sino también su exclusión del plantel hasta el fin del campeonato actual, alegando (lo que debería probar) “serios actos de indisciplina”.

El Napoli también podría pedir su reemplazo –como excepción, pues los plazos para hacerlo ya están vencidos- con otro extranjero. Pero esta exclusión no significaría, para Maradona, libertad de acción. Al contrario: podría quedar inactivo hasta tanto el club decida levantarle el castigo. El Napoli tiene diez días de plazo (hasta el viernes de esta semana) para efectuar la presentación correspondiente ante la Liga.

¿QUÉ LE PASA A MARADONA?
Es la pregunta que todos se formulan, frente a tantas actitudes desconcertantes. ¿Son fruto de su temperamento sanguíneo y muchas veces irreflexivo? ¿O forman parte de una estrategia global destinada a poner anticipadamente punto final a la relación por dos años y medio al Napoli?
Hay, sí, algunos datos firmes, indiscutibles:

1- Su relación con Ferlaino (un personaje escurridizo y poco querible) parece estar en una crisis terminal donde se entrelazan los actuales conflictos con pasadas diferencias que Maradona -coherente con su forma de ser- jamás olvidó del todo.

2- El Napoli no se aviene a aceptar lo que Maradona, tácticamente, le pide, después de tantos triunfos que le regaló al club en estos cinco años: ser objeto de un tratamiento preferencial, distinto al que recibe cualquier jugador del club. ¿Qué significa esto? Sobre todo, entrenar a su manera (cuando tiene ganas) y manejar a su antojo horarios, concentraciones y demás obligaciones profesionales?

3- Maradona advierte que, después de tantos logros, se ha quedado sin estímulos. El último (la Copa de Campeones) se esfumó en el clima glacial de Moscú. Y ahora es un pájaro prisionero en una jaula de oro que no se abrirá hasta 1993, mientras siente crecer a su alrededor cierto cansancio y cierta indiferencia, incluso en muchos napolitanos. Por ahora, las únicas incondicionalidades que le quedan firmes son las de los “ultras de la Curva B” y de sus compañeros de equipo.

4- La nostalgia por Buenos Aires, por su familia lejana, por los amigos irremplazables, por una vida muy distinta a la que lleva en Nápoles se hace, día a día, más viva, más intensa. ¿Qué daría hoy Maradona por recobrar la libertad, aun al precio de una rotunda desventaja económica y adelantar en dos años y medio el sueño de concluir su carrera jugando en Boca Juniors? Quienes lo conocen afirman que este se ha vuelto so objetivo futbolístico y profesional más acariciado. Pero tropieza con un obstáculo hasta ahora ilevantable: el Napoli (o sea Ferlaino) parece dispuesto, a cualquier precio, a hacerle cumplir a Diego el contrato que lo tiene como virtual rehén hasta 1993. Y si se declara en rebeldía, sancionarlo y dejarlo sin jugar hasta la caducidad del mismo. Ferlaino es un tipo capaz de hacerlo.
TAMPOCO EN BARI
Sábado por la mañana. El Napoli tiene programada una práctica liviana en Soccavo, antes de partir para Bari (octava fecha del campeonato). Maradona llega puntualmente, enfundado en su equipo de entrenamiento. Bigon lo llama a un costado. Hablan durante un cuarto de hora. Después, Maradona abandona el campo de juego, se cambia  en el vestuario y, vestido de civil a bordo de su Mercedes gris metalizada, se va a su casa. Dos horas después, el Napoli viaja a Bari sin su capitán: el técnico lo ha excluido del plantel por 10 días. Lo reincorporará a el cuando se decida a entrenarse y a recobrar la perdida forma física.
Un grupo de periodistas se va hasta la casa de Maradona, en el barrio de Posillipo, y a las 14.30, una vez que el jugador terminó de almorzar, obtiene de él la siguiente declaración: “ Después de siete años en el Napoli y después de haber ganado casi todo, me encuentro en la situación de tener que justificar una ausencia de diez días. Estoy muy cansado de todo esto, cansado de justificarme, cuando debería ser absolutamente al revés: cuando pide determinadas cosas, el capitán de un equipo debería ser, por lo menos, escuchado y creído”. Y agrega con evidente amargura: “Dicen Maradona sin entrenarse no puede jugar; lo dice Ferlaino, lo dice Bigon, está bien, me entrenaré, es hora de que yo salga a jugar bien preparado, lo haré por quienes me quieren bien, esa a ellos a los que quiero decirles solo una cosa, muy importante: yo no soy un traidor, la única cosa que no soy es justamente esa”.

El diálogo terminó con la siguiente respuesta a la pregunta de un periodista que quería saber “cuando volvería a verse el gran Maradona”: “Creo que no lo volverán a ver nunca más; lo que verán será un Maradona entrenado”. Rió, Saludó y se volvió a su casa. A algunos kilómetros de allí, en Soccavo, antes de partir con el Nápoli hacia Bari, el técnico Bigon había declarado: “Diego me dijo que necesita una semana para recobrar la forma física y que está dispuesto a trabajar intensamente con ese objetivo; yo le contesté que estaba de acuerdo y le advertí que es totalmente imposible seguir adelante así”.
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Domingo. El Napoli no puede con el mediocre Bari (0-0). Una confirmación más, si hacía falta: sin Maradona, el Napoli no le gana a nadie.
Seguramente, Diego debe haber seguido el partido por radio, desde su departamento de Via Scipione Capece. En rigurosa soledad. Oscar Wilde sostenía que la virtud y la inteligencia trabajan mejor cuando están en soledad. Ojalá que esto funcione también para Maradona. Ojalá.
Porque, ahora, Diego está frente al desafío personal más grande desde que llegó a Nápoles, seis años y medio atrás.

Desde Italia: BRUNO PASSARELLI
Fotos: “GUERIN SPORTIVO”
Ilustración: ROBERTO FERNANDEZ