Memoria emotiva

Usain Bolt: el secreto de sus pies

Todos los adjetivos le quedan chicos cuando termina de correr. El jamaiquino que empezó a destrozar records mundiales en los Juegos OIímpicos de Beijing amenaza con seguir bajando marcas y dominar a voluntad las pruebas de velocidad por muchos años más.

Por Redacción EG ·

16 de marzo de 2010


Nota publicada en la edición febrero 2010 de la revista El Gráfico

Imagen BOLT tiene un físico que llama la atención: 1,95 de alto y 93 kilos para generar velocidades impensadas sobre las pistas de todo el mundo.
BOLT tiene un físico que llama la atención: 1,95 de alto y 93 kilos para generar velocidades impensadas sobre las pistas de todo el mundo.
El médico fue contundente: “No me traigan más a este chico, lo único que tiene es un exceso de energía en el cuerpo”. Wellesley Bolt se resignó y encaró el regreso a casa con el pequeño Usain, que por entonces tenía 9 años, convencido de que a su hijo sólo había que dejarlo todo el día corriendo, saltando, trepándose a los techos de las casas y soñando con llegar a ser una estrella del cricket. Las calles de tierra de Sherwood Content, el humilde pueblo en el que nació (el 21 de agosto de 1986) y creció el mejor atleta del mundo de la actualidad, se convirtieron en la pista de entrenamiento perfecta para el hombre que un día dejó de correr para lanzarse a volar. 
Hoy, los curiosos que buscan conocer el lugar del mundo desde el que salió Bolt, se encuentran con que las casi 12 mil personas que viven en Sherwood Content y su zona de influencia aseguran ser parientes –algunos más cercanos y otros más lejanos– del dueño de los récords mundiales de los 100 y los 200 metros. De todos modos, no es fácil llegar a encontrarse con ellos, porque el camino está mal mantenido y peor señalizado, el inglés de los jamaiquinos es complicado de descifrar cuando intentan guiar al visitante y el pueblo está escondido en un valle, rodeado de montañas, a 700 metros sobre el nivel del mar. El verde de la vegetación se impone por encima de las construccciones pintadas con diferentes colores, y los sembradíos de yam, una especie de batata muy dulce, sirven para cortar la espesura de los árboles.
En ese ambiente se crió el atleta más importante del momento y para su tía Lilian es uno de los secretos de su éxito: “Cuando tenés que recorrer largas distancias para llegar a la escuela o al mercado o para traer agua potable a tu casa y sos un niño, te acostumbrás a hacerlo corriendo”. Está claro que el pequeño Usain tenía la materia prima y que con las enseñanzas correctas se podía formar un gran campeón. Eso entendió Norman Peart, el manager de Bolt, quien lo descubrió a los quince años en una competencia escolar, cuando lo vio correr los 200 metros en 20 segundos y 25 centésimas (su récord es de 19 segundos y 19 centésimas) y no dudó en diagramar su carrera desde ese día con la vista fija en los Juegos Olímpicos de Beijing.
Peart consiguió el permiso del papá y de la mamá de Bolt para llevarlo a vivir a Kingston, la capital de Jamaica, donde lo puso en las manos de Glen Mills, un reconocido desarrollador de talentos. “Mills es como un padre para mí, siempre me hizo tomar las decisiones correctas”, destaca Bolt desde su página web. Lo que no cuenta el triple campeón olímpico es que él no se lo hizo fácil al entrenador.
Cuando Bolt llegó a Kingston quedó deslumbrado por el brillo de la ciudad, los boliches, los autos y los nuggets de pollo de las cadenas de comidas rápidas, que pasaron a ser su plato preferido a la hora de festejar sus triunfos. Acostumbrado a comer guisos espesos, atestados de batatas y pescado, y bananas y cocos recién bajados de los árboles que rodeaban su casa como postre, la comida chatarra fue una novedad irresistible para él.
Con la música le pasó algo parecido. Sin despreciar al reggae tradicional y a Bob Marley, el ícono artístico de la nación, quedó fascinado por el dancehall, un género nacido en las calles jamaiquinas en las últimas décadas, que tiene cierta similitud con el hip hop. Los temas hablan de la lucha por salir de la pobreza y del apoyo en la espiritualidad para lograrlo. El top 3 de sus canciones favoritas es: Real Friends, de Sasco, Chrismartin y D. Major; Nuh Linga, de Elephant Man, y Watch Yuh Friends, de Jah Vinci.  Cada vez que vuelve a su país, y mientras no se está entrenando, a Bolt hay que buscarlo en los boliches (su favorito es Quad, en New Kingston), porque además de bailar, le fascina ser el que impone el ritmo pasando la música, con una botellita de cerveza Guinness a mano.
Imagen LA MUSICA es una de las pasiones del velocista jamaiquino. Le gusta mucho bailar, pero lo que más disfruta es jugar a ser DJ en alguna disco.
LA MUSICA es una de las pasiones del velocista jamaiquino. Le gusta mucho bailar, pero lo que más disfruta es jugar a ser DJ en alguna disco.
Si bien ahora lo hace bastante controlado, en algún momento de la adolescencia su pasión danzarina le provocó muchas discusiones con su entrenador y su manager: como cuando su padre lo había llevado al médico, a Usain le seguía sobrando energía y necesitaba descargarla, pero las fiestas que lo atrapaban como un imán no asomaban compatibles con la vida del proyecto de gran deportista que era.
Otra de las pasiones de Bolt son los autos. Cuando se instaló en Kingston y descubrió que Asafa Powell –quien ya era una estrella del atletismo mundial– tenía una colección de Mercedez Benz y BMW sintió la necesidad de alcanzarlo: él también soñaba con tener un garage lleno de autos. Y no tardó demasiado en firmar su primer contrato, con lo que empezó a acercarse a su sueño.
La empresa Puma, que es sponsor de la federación de atletismo jamaiquina, no dudó ni un instante cuando recibió el dato y transformó a Bolt en el atleta más joven en firmar para la compañía, con 16 años. En realidad, no fue ni una apuesta arriesgada ni un exceso de lucidez, porque Usain ya había mostrado condiciones de sobra y sólo faltaba que el trabajo de pulido de Mills terminara de moldear la obra.
Parte de ese trabajo de mejoramiento tuvo que ver con enseñarle a ser un deportista profesional, más allá de los permitidos que tiene con las comidas. "Los principales rivales a batir –describe Mills– no son Asafa Powell ni los corredores estadounidenses, sino el dinero, las fiestas y los autos nuevos... los mismos dilemas que tuvo cuando llegó a Kingston".
Fanático del cricket, muchas veces Bolt desaparecía de los entrenamientos para ir a jugar con sus amigos, que querían convencerlo de que cambiara de deporte apoyados en la potencia de sus lanzamientos. En aquel momento, el que se preparaba para ser el hombre más rápido del mundo, ya tenía un físico que sobresalía, porque tenía casi la altura y el peso que exhibe hoy: 1,95 y 93 kilos. 
No eran solamente los amigos quienes lo “secuestraban”. Las chicas también lo invitaban seguido a correr lejos de las pistas de atletismo y Peart y Mills tenían que trabajar de detectives para rastrearlo por playas y bares. La fiesta lo tentaba y Usain se dejaba tentar. Esos fueron los últimos años de adolescencia, porque actualmente, el entrenador destaca a su pupilo como un deportista “apasionado, comprometido y dedicado”.
Bolt, por su parte, asegura que sus objetivos se renuevan cada día, porque más allá de los resultados, quiere seguir mejorando. Y, hasta ahora, cumple con esa premisa porque su curva de crecimiento deportivo no se detiene. Más allá de que su nombre ya había empezado a sonar en las competencias de elite como el hombre que se acercaba para destrozar todos los cronómetros, su explosión internacional se produjo en los Juegos Olímpicos de 2008. Aterrizó en Beijing con 21 años y muchas ilusiones y se despidió de China con 22 años, tres medallas doradas, tres récords mundiales y el reconocimiento universal. Fueron dos semanas de furia en las que se impuso en los 100 y los 200 y colaboró para que Jamaica ganara la posta 4x100. Lo notable es que en la prueba del hectómetro tenía muy poca experiencia en el primer nivel internacional, porque apenas la había corrido cuatro veces en competencias importantes antes de llegar a los Juegos.
Imagen TAREA cumplida y festejo dedicado a su país. Bolt genera un show en cada presentación y el público se lo reconoce.
TAREA cumplida y festejo dedicado a su país. Bolt genera un show en cada presentación y el público se lo reconoce.
Un par de zancadas le alcanzaron para atraer todas las miradas en las carreras preliminares. Cuando llegó el momento de correr la final de los 100 metros, la prueba más esperada, Bolt ya se había puesto a todo el mundo en el bolsillo y era el favorito del público. El planeta descubría al atleta sin límites y lo disfrutaba. Y para hacerle un aporte extra al show, el jamaiquino lo aderezó con un festejo que pasó a convertirse en uno de sus sellos: después de cruzar la línea de llegada, sus zapatillas en las manos son señal de victoria y un guiño para Puma, que se beneficia con la exposición que le brinda Usain luego de cada competencia. En los meses siguientes a los Juegos de 2008, la empresa vendió dos millones de pares de zapatillas del modelo que usó Bolt. Y en agosto de este año, en pleno desarrollo del Mundial de atletismo de Berlin el presidente de la empresa, Jochen Zeitz, reconoció que gracias a su atleta estrella la compañía logró apaciguar los efectos de la crisis financiera global. Las réplicas de las Yaam, el calzado creado especialmente para Usain, se agotaron en Alemania en pocos días. 
Si los festejos de Bolt ya están registrados y son esperados por el público, también es característica su mirada hacia los costados en los últimos metros de cada competencia. Sus rivales lo acusan de pedante desde la época de los torneos intercolegiales, y ahora siempre se lo compara con el atildado y formal Asafa Powell. En Jamaica, cuando los comparan, destacan que Powell es intachable y muy respetado, pero la gente adora a Bolt.
Al campeón olímpico y mundial, quien considera a Powell como un buen amigo, esas comparaciones no le preocupan ni lo distraen de su estrategia, que combina una precisa diagramación de los torneos en los que participa para ir bajando sus tiempos de manera escalonada.
En los últimos años, el crecimiento del negocio alrededor del atletismo fue acompañado por un incremento en las bolsas de premios para los deportistas y sobre todo en las recompensas para los atletas que consiguen batir las mejores marcas. Por ejemplo, la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) paga 100 mil dólares por un récord mundial.
Así, para los competidores resulta más beneficioso guardarse un resto para no quemar todos las marcas en poco tiempo y si tuvieran la exactitud para ir bajando de a una centésima, seguramente sería mucho más redituable de lo que es ahora. Es por eso que Bolt siempre da la sensación de estar escondiendo su potencial para aprovechar los años que le quedan (y deberían ser muchos, si no sucede nada extraño) como profesional. De hecho, su explosión se produjo más rápido que lo normal para los velocistas: recién cumplió 23 años, por lo que tiene más de una década por delante para seguir reinando en plenitud física.
En el mismo sentido, también es curioso verlo a Bolt en los minutos previos a una prueba decisiva. Da la sensación de estar tan tranquilo como si estuviera tomando un jugo de frutas en una playa. Interactúa con el público, saluda, sonríe, parece estar gozando cuando la mayoría de sus rivales permanecen encerrados en sus caparazones buscando la mayor concentración posible. “No me gusta meditar. Esto se trata de prepararse y correr lo más rápido que se pueda para llegar a la meta. Cuando paso los primeros sesenta metros miro a los otros corredores para asegurarme de que no me podrán alcanzar”, resume y simplifica Usain cuando se le resalta su tranquilidad. 
Para Bolt, encarar los 100 metros es sencillo: deberá dar 41 pasos gigantes corriendo a más de 37 kilómetros por hora, y se sacará las zapatillas para celebrar. En Berlín tardó 9 segundos y 58 centésimas para cubrir la distancia, pero su entrenador asegura que bajará otras nueve centésimas en poco tiempo más. Los 200 metros –la prueba que realmente apasiona al jamaiquino– le demandan 80 zancadas y le entregan la misma seguridad de triunfo, al menos por ahora.
Una de las preguntas que tiene que responder Bolt en forma recurrente es la que tiene que ver con las dudas que provocan sus performances y su posible relación con elementos químicos externos que puedan estar ayudándolo. "Nos controlan todo el tiempo, nos hacen análisis de orina y de sangre en forma permanente, y no tengo problemas con eso. Trabajamos duro y estamos limpios, así que nos pueden hacer todos los tests que quieran", ofrece sin dudar.
Y agrega: "Quiero ser una leyenda, pero sé que eso no se consigue en dos años". Tiene las ideas claras, los objetivos están presentes y no quiere que nada lo mueva de su eje. Está tan concentrado en su plan que no tuvo tiempo para detenerse a pensar que ya es una leyenda gigante del atletismo mundial. Pero es mejor no avisarle, para que siga corriendo.
Imagen MODELO de lujo para la nueva línea de calzado deportivo de Puma.
MODELO de lujo para la nueva línea de calzado deportivo de Puma.
El muro personal de Bolt

ADEMAS DE SER rapidísimo con los pies, Usain Bolt es una gacela manejando las relaciones públicas. A pesar de que no hacía falta, porque los alemanes ya lo habían adoptado como uno de sus favoritos en el Mundial que se disputó en agosto, el jamaiquino pidió que le hicieran una remera con la leyenda "Ich bin ein Berlino (Yo soy un berlinés)" para agradecer todo el apoyo que recibió. Al día siguiente, el alcalde de la ciudad, Klaus Wowereit le regaló a Bolt un fragmento original del Muro de Berlín, a veinte años de la caída del paredón que separó a la ciudad en dos mitades durante décadas.

La "piedrita" que le entregaron al campeón mundial tiene 3,60 metros de alto y 1,20 de ancho y pesa 2,7 toneladas, y fue pintada con la técnica del graffiti por un artista alemán, quien inmortalizó a Bolt corriendo por la pista azul del estadio olímpico de Berlín.

"Estoy muy agradecido a esta ciudad; el clima durante el Mundial fue casi jamaiquino dentro del estadio", definió el recordman . De todos modos, más allá de la simpática comparación de Bolt, es difícil creer que se puedan parecer las maneras de festejar en Berlín y en la plaza Mandela de Kingston, en donde la municipalidad colocó una serie de pantallas gigantes para que la gente pudiera seguir las carreras de la estrella jamaiquina. Pero como la comparación es parte de la estrategia de marketing de Usain, hay que respetarla.

Por Juan Manuel Durruty/ Fotos: Gentileza Puma.