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San Palermo: La vida del héroe

Patrono del futbolero. Esta la historia de un hombre que, entre sus últimas proezas, caminó sobre el agua para meter el gol del triunfo ante Perú e hizo otro de cabeza desde 40 metros. Aquí, sus milagros.

Por Redacción EG ·

11 de octubre de 2009
Imagen Palermo, inmortal abrió las aguas en el Monumental. (Foto AFP)
Palermo, inmortal abrió las aguas en el Monumental. (Foto AFP)
Él más que nadie supo renacer y volver de un reino de tinieblas. Su mundo alguna vez pareció derrumbarse como la valla de hormigón que se le cayó encima mientras festejaba un gol con los hinchas del Villarreal.

Hasta sus fieles perdieron la fe cuando Martín Palermo erró tres penales en un mismo partido, defendiendo los colores nacionales ante Colombia. Atravesó caminos con muchas piedras y soportó el dolor sin botines en sus pies. Como todo aquel que está llamado a hacer algo importante, siguió profesando su filosofía de caminar mirando hacia adelante.

Un momento de su vida estuvo signado por las lesiones que parecían amenazar su continuidad en el fútbol. Hasta que un día, con enormes dificultades para correr producto de una rotura de ligamentos cruzados que le había afectado durante varios meses, salió del banco de suplentes de La Bombonera, para pararse frente a River y convertir un gol inolvidable porque permitió el pase de ronda en la Copa Libertadores.

En abril de 2009, marcó su gol 200 a través de un doblete ante el Deportivo Táchira, también en el certamen continental. Uno de penal y, el otro, por medio de una hermosa chilena. Una pirueta impresionante para seguir escribiendo hojas de su biblia.

Levantó 15 copas. Tantos cáliz llenos de la sangre que derramó en el verde césped. Tantos gritos de placer y a veces de dolor. Desde la B Nacional llegó con Estudiantes de La Plata, su tierra natal. Comenzó un recorrido de hazañas y proezas. En el presente, no es profeta en su ciudad, que le recrimina que vista los colores azul y oro.

"Como la pelota no bajaba más, la desesperación me llevó a colgarme del travesaño", decía el Loco luego de convertirle de manera extraña al clásico rival de Boca durante un torneo veraniego en 2008.

Su gol de cabeza desde casi 40 metros a Vélez fue tan curioso como el gol a Independiente en el Cilindro de Avellaneda, dede atrás de mitad de cancha.

Volvió a la Selección con 35 años, citado por su Dios, para entrar con Paraguay, en Asunción. Desde la cabeza de San Palermo surgió la mejor oportunidad de gol que no pudo concretar el discípulo Schiavi.

Una noche, abrió las aguas de un vendaval que azotaba Buenos Aires para hacer un gol que nadie imaginó. Hasta la camiseta que estaba en frente tenía una similitud que le traía buenos recuerdos. Una multitud en el estadio Monumental, que supo odiarlo y demonizarlo, lo ovacionó porque fueron testigos de otro milagro. Confiaron en él y corearon su nombre antes de que comience el encuentro. Como preanunciando lo que sucedería después. Le dio vida a un país que tiene un deseo ferviente: peregrinar a Sudáfrica.

Por Gabriel Carrizo Koren