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Rubén Magnano: Toque de distinción

Es el entrenador más laureado del país ya que logró lo que nadie: con Atenas suma 4 Ligas Nacionales; con la Selección Argentina tocó el cielo con el oro olímpico y el subcampeonato del mundo. Su fórmula es la seriedad.

Por O.R.O. ·

14 de agosto de 2009
Nota publicada en la edición julio 2009 de la revista El Gráfico

AHORA SE QUEDO solo en lo más alto del podio de la historia. Rubén Pablo Magnano es el único entrenador que suma cuatro títulos de campeón en nuestra Liga Nacional, dejando atrás a los tres lauros de Walter Garrone, Sergio Hernández y Julio Lamas. Pese a haber ganado tanto, valoró su reciente conquista con Atenas de Córdoba coronada por 4-2 sobre Peñarol de Mar del Plata, tras una serie final excitante y multitudinaria, como uno de sus logros más importantes: “Es que fue un desafío muy grande. Yo elegí completo al plantel, tuve el armado del equipo a mi total disposición… Por eso, ser campeón me dio un alto grado de satisfacción”.
Imagen PINTADA ALUSIVA. Magnano en el barrio San Martín de Córdoba.
PINTADA ALUSIVA. Magnano en el barrio San Martín de Córdoba.


El torneo de los Juegos Olímpicos es la máxima competencia del básquetbol. A diferencia del fútbol, su status se considera por encima del Campeonato Mundial. Solamente 16 entrenadores en todo el mundo pudieron ganar la medalla de oro. Uno de ellos fue este cordobés de la Argentina. Aquel sábado 28 de agosto de 2004, en Atenas de Grecia, con Argentina 84 – Italia 69 alcanzó esa consagración que únicamente ese puñado ostenta. Dos momentos gloriosos, distantes y distintos, con muchas imágenes que se le abalanzaron como un torrente hasta emerger esta anécdota de cómo se hizo director técnico.

PIEDRA FUNDAMENTAL
Imagen HISTóRICO. Segundo triunfo sobre el dream team norteamericano (89-81 en la semifinal de Atenas 2004).
HISTóRICO. Segundo triunfo sobre el dream team norteamericano (89-81 en la semifinal de Atenas 2004).

La cuenta su comprovinciano, el periodista-historiador Gustavo Marcelo Farías: “Talleres jugaba un áspero partido de la Asociación Cordobesa. Rubén, cuyas habilidades de jugador eran muchas menos que las que luce hoy como entrenador, claramente tenía el papel de jugador número 12 del plantel. Aquel día, con los jueces con silbato fácil, varios de sus compañeros comenzaron a salir por faltas. Los jugadores con menos posibilidades de entrar siempre se ubicaban en el banco en el sector más lejano al entrenador. Esa noche, Rubén vio incrementadas como nunca sus chances de actuar. Cada vez que un jugador de la “T” dejaba la cancha por personales, se iba aproximando al lado de Luis Rissi, El Macho, su director técnico. Como el desfile de jugadores por cinco se hizo incesante, llegó el momento en que Magnano quedó pegado al DT. Instantes después se produjo lo que Rubén esperaba: otro jugador salió por cinco personales y en el banco sólo quedaba él como única opción y ansioso por jugar.

Magnano, que aguardaba la orden del técnico para ingresar en el campo de juego, miró a Rissi esperando alguna indicación, pero para su sorpresa sólo escuchó: ‘¡Otro más que se nos va por cinco, Rubén! ¿Y ahora, a quién pongo?’. Dice Magnano que en aquel instante comprendió que para seguir ligado al básquetbol debía ser entrenador…”.

Nacido en Villa María el 9 de octubre de 1954, deambuló sin rumbo definido como un futbolista amateur sin proyección intentando de mediocampista, incursionó como basquetbolista siendo un entusiasta base en Unión de Oncativo y Talleres de Córdoba entre los 17 y los 21 años y fue un estudiante inconcluso de Ingeniería Agronómica, hasta que se recibió de profesor de Educación Física en 1980. En el IPEF impresionó su dominio del tema, a tal punto que un compañero -Roberto Dall’ Amore-,  le hizo una sugerencia que empujó su vocación: “Vos tenés que ser técnico de básquetbol”. Hoy recuerda: “Rubén era nuestro referente en este deporte, un líder natural talentoso y creíble…”. Fue premonitorio. Los ladrillos para acrecentar esa vena innata, entre 1981 y 1987, los fue poniendo pacientemente en el Instituto José Peña, de Córdoba (competencia intercolegial y minibásquetbol), Unión de Oncativo (primer club confederado en dirigir), Empalme de Córdoba (Segunda de Ascenso) e Hindú de Córdoba.
Imagen Su primer título con Atenas en 1992.
Su primer título con Atenas en 1992.
                                                                          
El año 1988 fue una bisagra en su carrera: Walter Garrone lo convocó para ser su asistente técnico en la Selección de Córdoba en el Campeonato Argentino organizado en Jujuy (fueron campeones) y en Atenas en la Liga Nacional (lograron el título). “Lo conocí personalmente –memora Garrone- en uno de los Cursos para Entrenadores de Acoteba: él era alumno; y yo, profesor. En Hindú sobresalía por su excelente trabajo, especialmente en las categorías formativas. Se destacaba por su responsabilidad, dedicación y deseos de aprender. Al jugador lo gana entrenando… Siempre fue un apasionado del básquetbol y en Rubén tuve un asistente de lujo”.

¡BENDITA EPOPEYA ARGENTINA!
El estallido eufórico de Magnano, dando una vuelta olímpica a la cancha del pabellón Helleniko para celebrar el doble triunfal de Manu Ginóbili que modificó el resultado contra Serbia y Montenegro cuando no faltaba nada, fue un presagio de la medalla de oro. El confiesa que se trató de un estallido eufórico inconsciente, pero desde entonces acuñó conceptos sobre semejante proeza:
*“Lo que distingue al jugador argentino de la Generación Dorada es su apetito por ganar. Las ganas de lograr cosas, el corazón, el espíritu de lucha. Casi todos llegaron con esa característica y probablemente, incluso, tuvieron ciertas deficiencias tácticas, pero su sacrificio y capacidad de batalla las taparon. Por eso en la Selección existió un gran sentido de pertenencia, la vivieron como parte de ellos. La adversidad acentuó ese deseo de estar en el equipo”.
Imagen VITRINA ÚNICA. El aporte de Magnano es de 4 Ligas Nacionales y 5 títulos internacionales.
VITRINA ÚNICA. El aporte de Magnano es de 4 Ligas Nacionales y 5 títulos internacionales.

* “Hay un estilo en nuestro básquetbol que se ha respetado. Una forma colectiva y solidaria de jugar. Mucho altruismo, colaboración. Son elementos que a la hora de jugar valen fortunas”.
* ”El subcampeonato del mundo y la conquista olímpica fue producto de haber tenido una Liga Nacional estable desde 1985. Aunque no dispusimos del poderío económico de Europa, se hizo un trabajo coherente”.
* “Otro hecho que se unió fue contar con grandes entrenadores. Sólo con jugadores y estructura, no es suficiente”.
* “Cuando se dio continuidad al trabajo de los entrenadores en la Selección Nacional, desde Vecchio en adelante, llegaron los resultados muy buenos”.
* “En este proceso del básquetbol argentino, Vecchio fue importante. Sobre todo tuvo que ver en el tema de ‘creer que se puede’. Para mí fue un aprendizaje y se lo dije personalmente a él”.
* “Me emocionó mucho lo de Beijing. Se ha conformado realmente un equipo en la Selección, porque un gran equipo es el que se mantiene con logros sostenidos en el tiempo. Los jugadores dieron muestras de eso”.

EUROPA Y LA VUELTA A CASA
Cuando el año pasado regresó al país, había amasado su experiencia de cuatro temporadas en Europa. Pero… “mis hijos Sofía y Francisco ya estaban  en Córdoba y a mí me agarraron ataques de nostalgia”, y se volvió. En Italia, en el histórico Varese, cumplió con el objetivo buscado. “Es una ciudad basquetbolísticamente muy brava, pero me respetaron mucho. En los cinco años anteriores a mi llegada habían pasado 13 entrenadores por el club. Mucho mejor no me podría haber ido en un equipo con presupuesto de media tabla para abajo. ¿Cuánto más se pudo haber avanzado? Una posición, dos… no más”, admitió. Terminó en el quinto lugar en 2006/07, su mejor ubicación alcanzada allá. En España, en el Sevilla, el balance de los resultados fue negativo. “No había forma de hacer andar al equipo –explicó– y para colmo no lo pude tener bien a Elmer Bennet (fue campeón con el TAU Cerámica y el Real Madrid)”.
Imagen Con Wálter Garrone, a quien califica como padre basquetbolístico.
Con Wálter Garrone, a quien califica como padre basquetbolístico.

“Quería volver”, remarcó. Rubén entiende lo que es ser entrenador y sabe que hay que tener la valija lista para ir a cualquier lugar, pero el nombre de Atenas, su Atenas, estuvo asociado a su regreso desde un primer momento. “Reconozco que el desafío de Atenas era grande y me agradó el tema de que  quiso estar otra vez en la conversación importante”, confesó. La posibilidad se potenciaba por un hecho contundente: el otrora multicampeón cordobés, terminando noveno, venía de cumplir la peor campaña de su historia y se quería revertir la situación. Había vuelto el ejecutivo doctor Felipe Lábaque a la presidencia. El retorno de Leo Gutiérrez, el jugador más desequilibrante de nuestra competencia, era un estandarte. Por todo eso, el lunes 28 de julio de 2008 el plantel verde comenzó a prepararse con Rubén Magnano al frente. “A este Atenas le dio lo mismo que a nosotros: profesionalismo y trabajo duro”, comentó esa leyenda que es Marcelo Milanesio.

VOLVER A VIVIR
“¿Adónde vamos a llegar? No sé, pero que apuntamos alto, apuntamos alto…”, había deslizado en aquel comienzo de esperanza. El estilo Magnano no tardó en reaparecer donde había cosechado tantos éxitos. De inmediato surgieron los valores aplicados como consigna: seriedad, contracción, actitud, exigencia, constancia, agresividad, concentración e intensidad, sobre todo intensidad. Asombró la rapidez con que los jugadores recibieron el mensaje y se mentalizaron. En el cuadrangular final de la Copa Argentina que ganaron en Bahía Blanca, previo a la Liga Nacional, esas cualidades cimentaron la virtud que distinguiría a Atenas a lo largo de la temporada y lo haría fuerte: su defensa. Ver a jugadores del equipo tirarse al piso para recuperar una pelota fue la mejor señal…

Un notable mérito suyo fue haber recuperado el nivel en jugadores como Bruno Lábaque, Diego Osella, Juan Pablo Figueroa y Cristian Romero. Así marcó el compás desde la primera fecha. Encaramado, produjo la mejor campaña del club (13 victorias y 1 derrota) en la fase inicial desde que en 2001 se implantó el formato de las zonas Norte y Sur. En la misma línea igualó el récord de 17 triunfos sucesivos que Peñarol estableció entre 1993 y 1994.
Imagen MOMENTO. El abrazo campeón con su asistente Alejandro Lotterio.
MOMENTO. El abrazo campeón con su asistente Alejandro Lotterio.

Las turbulencias que también sufrió, por ejemplo perder 4 veces en 6 salidas continuas como visitante, reafirmaron que la competencia no es fácil y derivaron en un cabeza a cabeza apasionante hasta el final con los Milrayitas marplatenses. Fue tanta la paridad que Atenas logró el Nº 1 recién en el último partido ganándole angustiosamente 88-87 en tiempo suplementario a Boca Juniors en La Bombonerita, apenas a 13 segundos del epílogo. ¡Y ni hablar de la tensión por demás equilibrada de la serie final! La diferencia se sacaba en un milímetro o en un segundo. Rubén Magnano le puso la rúbrica a su último capítulo triunfal: “Cuando en el sexto juego fuimos mucho más pacientes y estuvimos más concentrados, afloró la calidad del equipo para inspirarnos, superar la tensión y poder ganar”.

Por O.R.O. / Fotos: Viviana Toranzo