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Daniel Arcucci

El Secretario de Redacción de La Nación charla sobre su vocación de periodista, sobre su vínculo fuerte con Diego Maradona y sobre el fútbol, un campo de visión cotidiano.

Por Redacción EG ·

08 de junio de 2009
Junio 2009

Periodismo, una vocación

-¿Por qué decidiste ser periodista? ¿O por quién? ¿Vocación? ¿Casualidad?
-Creo haber encontrado la vocación en una cancha de fútbol. Por aquellos tiempos, hablo de finales de los ´70 y principios de los ´80, venía seguido de mi pueblo, Puan, a Buenos Aires para visitar parientes y, de paso, ver partidos. Cualquiera, el que cayera. Recuerdo haber ido a la Bombonera a ver un Boca-Instituto. Jugaba un Ruggeri muy joven en la defensa, el partido fue bastante malo pero hubo bastante espectáculo en el ambiente. Muchas vivencias que, pensé, no quería quedarme sólo para mí. Pensé que, al volver a mi pueblo, debía escribir, contar lo que había vivido. ¿Y qué era eso sino hacer periodismo? Justo estaba decidiendo qué estudiar y empecé a atar cabos: contar, eso quería que fuera lo mío. Después aprendería que no todo, o no solo, era contar. Y empecé a disfrutar, y también a sufrir, todos los matices que tiene esta profesión que, si tuviera la oportunidad, volvería a elegir, sin dudas.

-¿Quiénes fueron tus referentes, los tipos que vos leías cuando eras chico?
-Leía mucho. En el colegio, impulsado por una gran profesora de literatura, Delia D’André, y en mi casa. Diarios, revistas, cualquier cosa. Recuerdo ir los lunes a la noche a esperar el colectivo. ¿Llegaba El Gráfico? No, para eso había que esperar hasta el miércoles. A esa hora a Puan recién llegaban los diarios, y yo iba en busca de los suplementos deportivos.
De chico, me encantaba (Osvaldo) Ardizzone, a quien tuve el gusto de disfrutar en sus últimos y mis primeros tiempos, justamente en Tiempo Argentino. Cuando llegué a Buenos Aires, en el 82, me explotó la cabeza. Era un año muy especial, de apertura: descubrí a Osvaldo Soriano y desde ese entonces digo que es un extraordinario cronista, deportivo.

-¿Qué recuerdos perduran de tus años en El Gráfico, si se pueden resumir en una respuesta?
-Una maravillosa escuela de periodismo, de Nuevo Periodismo. Un lugar donde valía contar una gran historia y mostrarla con las mejores fotos y el mejor diseño, integral. Eso me enseñó El Gráfico, a contar y a mostrar. Y a organizar, también. Con el riesgo de la injusticia, lo resumo en un nombre: Osvaldo Ricardo Orcasitas. Para mí, un maestro. Allí aprendí que una buena nota no es sólo cómo se escribe, sino también cómo se produce, cómo se fotografía, como se diseña. El Gráfico no sólo me permitió viajar por el mundo, sino que me permitió contar esos viajes.

-¿Por qué La Nación Deportiva es considerada hoy uno de los mejores suplementos de deportes?
-Tal vez porque siempre pensamos que no lo somos, que nos falta mucho. Me llama poderosamente la atención que en general son colegas los que nos dicen eso.
Diría que tenemos un mérito que no es absolutamente nuestro, sino que nos da el contexto: la independencia. En La Nación Deportiva no hay condicionamientos de opinión.
Después, creo que entendimos la evolución que ha tenido la comunicación en periodismo deportivo: le llamamos “La vuelta de tuerca”. Ir más allá, con el convencimiento de que hoy estamos viviendo lo que las revistas vivieron hace una década.
Hay un equipo que tiene la camiseta de La Nación puesta, y hoy son básicamente los que conducen el suplemento, y se complementan con colaboradores internos y externos que entienden el juego del mismo modo. Entre los externos, para mí es un orgullo saber que cuento en el plantel con Juan Pablo Varsky y Ezequiel Fernández Moores, que están, seguro, entre los cinco mejores periodistas deportivos de la Argentina.

-¿Cuáles son los objetivos principales a la hora de sentarse y planificar la cobertura de un gran evento deportivo, como por ejemplo un Mundial?
-Anticipación, innovación, diferenciación. Esas características deben reunir la operatividad y, sobre todo, el enfoque y el contenido. Las grandes coberturas han sido, en estos 13 años que llevo en La Nación, a partir de Francia 98, los hitos sobre los cuáles se asienta el fortalecimiento y la renovación de La Nación Deportiva.

-¿La TV era un desafío pendiente para vos (trabaja en 90 minutos de fútbol, por Fox Sports)? ¿Te sentís a gusto? ¿No crees que se busca demasiado, a veces, el show y la frivolidad?
-Era un desafío, sí, y lo estoy disfrutando como un aprendizaje. Estoy derribando prejuiciosos mitos propios de los periodistas gráficos (“qué fácil la hacen los de la tele”), incorporando conocimientos (cuando se enciende la cámara y tenés que hablar, no hay tiempo de ir a chequear al archivo) y agradeciendo reconocimiento (cualquier tontería que uno diga recibe el elogio “porque se nota que venís de la gráfica”). A veces, creo, el show es necesario. El punto es saber dónde están los límites.

Maradona, una identificación

-¿Cuándo charlaste por primera vez con Maradona? ¿Te enviaron a cubrir una Navidad con Diego para El Gráfico? ¿Cómo fue la anécdota?
-Historia largamente contada, espero no aburrir. Navidad de 1985. Tardecita del 23 de diciembre, Redacción de El Gráfico en el 3° piso de Azopardo 579, apuro el cierre de una nota para irme hasta Retiro a tomarme el ómnibus hacia Puan. Se abre la puerta de la oficina del director. Cherquis Bialo me llama. Voy. Adentro, con él, están José Luis Barrio, Aldo Proietto, Osvaldo Orcasitas, la plana mayor de la Revista. “Me echan”, pienso. Pero no. Un Cherquis auténtico me dice: “Arcucci, necesitamos que haga una nota que usted y solo usted puede hacer”. "¿Qué será?", pienso. "Queremos que pase la noche de Navidad con Maradona, en la casa de Maradona". Rápidamente cae la ficha: soy el único pichi capaz de aceptar un pedido así. Llamo a mis viejos, les cuento, viajo, no viajo. “¿Y vos que sentís?”, me preguntan ellos. “Que quiero hacerla”, respondo. Y me quedo. Al día siguiente me voy a Ezeiza, a las 8 de la mañana, a esperar el clásico vuelo en el que Maradona llegaba desde Nápoles. No había tantos periodistas como uno podría imaginarse ahora. Lo espero. Lo encaro en el hall: “Diego, soy de El Gráfico, tengo que hacerte una nota”. Todo bien. Hasta que le doy los detalles: “¿En mi casa? ¿La noche de Navidad? Ni en pedo". Insisto. Me da el teléfono, para que lo llame más tarde. Confío. Y empiezo a llamar después del mediodía. No había celulares: era desde un público a la casa. Y Diego no está, no está, no está, nunca estaba. Hasta las 10 de la noche. Último llamado: ante otro no está en voz femenina respondo con un golpe bajo. “Mirá, soy de un pueblo que está a 600 kilómetros de acá. Me quedé por la nota. Ahora no tengo nota ni Navidad”. La voz femenina (era Claudia), me dice que espere. Entonces la voz de Maradona inunda el teléfono con insultos: “Yo se que me querés ablandar, pero no, no hay nota. No hay nota hoy. Vení mañana, a mi casa, te voy a dar la nota más importante. A las 11”. A las 8 de la mañana estoy parado en la puerta de la casa, en el Citroen del fotógrafo, Julio Giustozzi. A las 11 toco el timbre. Me abren, entro y no salgo hasta las 11 de la noche. Fue la primera de casi 200.

-¿Cuántas cosas es Maradona al mismo tiempo?
-Las mismas que Argentina es la Argentina. Nos encierra a todos.

-¿Qué sentiste cuando el propio Diego dijo que vos eras el periodista que más sabías de él?
-Orgullo, para que negarlo. Y enorme responsabilidad. Estoy seguro que hay admiradores de Maradona que saben de él infinitamente más que yo. Pero tengo el privilegio de haber compartido muchísimos momentos de esas incomparables vida y carrera.

-¿Desde qué ángulo opinás, informás y observás a Maradona después una pila de situaciones compartidas en la vida?
-Trato de entenderlo, nunca de juzgarlo. Es dificilísimo, porque Diego despierta odios y amores. En función de entenderlo fue que escribí, desde el corazón, que al asumir como DT de la Selección, Diego estaba arriesgando el mito Maradona. Por eso no quería que asumiera.

-Una vez señalaste sobre Diego sus ciclos buenos y malos, “de muertes y resurrecciones”. Primero, ¿considerás que ahora vive una buena etapa? Si es así, ¿la sucederá una mala?
-Es así, basta ir al archivo para darse cuenta que la vida de Maradona está hecha de muertes y resurrecciones, simbólicas y reales. Está en una buena etapa que se pone a prueba, una vez más.

-¿Repusiste la foto de Diego que siempre llevabas en la agenda y que se la tuviste que dar a un taxista en pleno desierto de Arabia para salvar tu vida?
-Sí, me la volvió a regalar Claudia.

Fútbol, una vida

-¿Qué simboliza Marcelo Bielsa como entrenador? ¿En qué excede lo meramente deportivo?
-En la honestidad a toda prueba. Y para los tontos que preguntan qué tiene que ver la honestidad con el juego, yo respondo que el juego que propone Bielsa también es honesto. Su mayor defecto, quizás, nace de una de sus mayores virtudes: él quiere tener todo sistematizado en el fútbol porque considera que es su responsabilidad darle respuestas a los jugadores.

-¿Cómo se explica el presente de Huracán, un club con innumerables pedidos de quiebra que, sin embargo, regala un juego de los más agradables?
-No lo dije yo, lo dijo mi amigo Varsky: “Coincidieron un DT con espíritu docente con un plantel que quiere aprender”. Y la energía le llega de la historia. El día que vi a una mujer llorando de emoción en la tribuna, en uno de los primeros triunfos en este torneo, me dije: “Acá hay algo fuerte”.

-¿El Barcelona de Pep Guardiola ya está entre los grandes equipos de fútbol de la historia? Y digo equipos por su concepción de conjunto.
-Absolutamente. Ese es el gran mérito de Barcelona: son figuras que juegan en equipo.

-Si el Barça no ganaba la triple corona, ¿el sentido común dominante en el fútbol, el exitismo, lo elogiaría como lo elogia hoy?
-Absolutamente. Me hubiera encantado defender la idea de Barcelona como subcampeón. Aunque, cuidado: si perdía con Manchester no era la definición de una antinomia. El inglés también es un extraordinario equipo, fiel a sí mismo y con un gran sentido del espectáculo.

-En general, ¿cómo ves a la Selección Argentina, qué te despierta?
-Inquietud. Sigo preguntándome por qué, con el técnico que sea, la Selección tiene un juego tan sufrido. Da la sensación de que todo cuesta, de que todo es difícil. Y es totalmente contradictorio con los nombres con los que cuenta.


Roberto Parrottino