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El imperio de Adriano

Un impasse del ahora futbolista de Flamengo despertó numerosas interpretaciones. En Italia no era feliz, en Vila Cruzeiro, una favela sufrida de Brasil, sí. Cómo influyó el vértigo de una vida con muchos altibajos.

Por Redacción EG ·

29 de abril de 2009
Imagen Adriano, 27 años, rescindió el contrato con el Inter de Italia.
Adriano, 27 años, rescindió el contrato con el Inter de Italia.
Vila Cruzeiro es una de las favelas más pobres y violentas de Brasil, donde el narcotráfico tiene el poder y los servicios básicos, como el gas, no llegan. Sus residentes no consiguen empleo cuando les preguntan dónde viven. “Son todos criminales”, es la respuesta común. Unas semanas atrás, sin embargo, la favela ubicada al norte de Río de Janeiro se coló entre las primeras noticias del mundo deportivo. Esta vez, no se registró un asesinato, un enfrentamiento entre bandas y policías, ni un ingreso del Batallón de Operaciones Policiales Especiales (BOPE), el escuadrón que utiliza torturas y que primero dispara y después pregunta, llevado al cine en la polémica Tropa de elite. Adriano Leite Ribeiro, un hijo de Vila Cruzeiro, anunciaba su alejamiento del fútbol profesional porque ya no se sentía feliz y se instalaba en el lugar donde nació y creció hasta sus 17 años.

Adriano, que cuando era niño e iba a entrenar se ponía un guardapolvo de escuela pública para no pagar el boleto de colectivo, contó que soportaba presiones desde chico y que era hora de un cambio. Por Almir, su padre, Adriano había conocido las entrañas de Vila Cruzeiro. Almir, hasta el último día de su vida, mantuvo en el cráneo una bala perdida recibida en una de las tantas batallas de "la Franja de Gaza" brasileña. Pero también por Almir, que murió de un infarto días después de la Copa América de 2004 ganada por Brasil, Adriano se decidió por el fútbol. Un día, su padre, su primer entrenador, lo buscó en su habitación e incluyó en el Hang Futebol Clube, un equipo de los campeonatos de la favela. Y el tiempo empezó a correr.

“Nace otro Ronaldo en el Bernabéu”, fue el título del diario español El País al día siguiente de su debut con el Inter, luego de clavar un tiro libre impactante ante el Real Madrid. Al tiempo, ya era el Emperador. Pero, de ahí en más, no halló su imperio. Todo lo contrario. El Adriano frustrado solucionó sus problemas personales con alcohol, escándalos sexuales, buscó salidas en tratamientos psicológicos, padeció sobrepeso y llegó a brindar una entrevista al canal Sky, el mismo que poco antes había comprado sus imágenes en una discoteca de Milán. “Éramos más felices cuando no teníamos nada”, dijo. Su rodilla fue tazada en 15 millones de euros por un grupo de aseguradoras. Era la parte del cuerpo más cara del deporte. Pero ya no era Pipoca, el joven grande de las colinas de Vila Cruzeiro que se destacaba por dos cosas: su pierna izquierda y su timidez. Era el Emperador, y tenía que demostrarlo en cada sitio y a cada momento.

Los psicólogos brasileños, ahora, esgrimen teorías sobre Adriano. Uno planteó que sufre un shock cultural y emocional tras pasar de vivir en el barrio de Penha a una mansión a orillas del lago de Como. La fama, es cierto, lo asedió. Del chico de 18 años recién llegado a Italia que cada vez que le decían "ciao" se desconcertaba, pasó a no poder visitar con su madre la catedral Duomo di Milano, acosado por un grupo de hinchas. Nike, la misma patrocinadora de Ronaldo, también lo presionó. Su madre, Rosilda, contó en una entrevista a la emisora Bandeirantes que su hijo sufrió depresión y que estuvo cerca de suicidarse después de la muerte de su padre, "mi hincha número 1", como mencionó el propio jugador.

Imagen Un grupo de jóvenes en un potrero de la favela Vila Cruzeiro.
Un grupo de jóvenes en un potrero de la favela Vila Cruzeiro.
A Adriano, también hace unas semanas atrás, los medios lo dieron por muerto. Otros, más cautelosos, por desaparecido. También deslizaron que estaba preso y que había tenido un contacto íntimo con el narcotráfico. Pero más se habló luego de su decisión de retirarse y no regresar al poderoso Inter. “¿Qué sociedad es esta -se preguntó el filósofo brasileño Emir Sader en una nota en la agencia Adital- que, cuando alguien dice que no era feliz en medio de tanto entrenamiento, tanta presión y plata, tanto viajar, alguien prefiere regresar a la favela donde nació y creció, comprar cerveza y hamburguesas para todo el mundo y volar comenta, se considera que está psicológicamente enfermo y debe buscar un psiquiatra? ¿Estará demente él o quienes se deslumbran con el dinero, las mujeres, las drogas, la publicidad, los titulares y la venta de imagen? ¿Quién necesita más ayuda psiquiátrica: Adriano o Ronaldinho Gaúcho?". Y completó: "Se considera desequilibrado mental a quien rechaza un contrato millonario para vivir con bermuda, camiseta y sandalia hawaiana”. En la entrevista donde anunció su impasse, un periodista le preguntó si volvería a los consultorios de psicólogos. Adriano, ligeramente sorprendido, le respondió que él no está enfermo y que sólo necesita estar con sus amigos y familia en su casa, porque en su vida todo sucedió muy rápido.

Hoy, Adriano sonríe. En la favela le agradecen por el gesto, pero reclaman una salida urgente para los pibes. Una ayuda, como el mural pintado a la sombra de una canchita por un grupo de niños junto a los holandeses Dre Urhahn y Jeroen Koolhaas, integrantes del proyecto Favela Painting de la Fundação Firmeza, que se impone dentro de tanto gris. Y donde un chico, entre miles, expresó: “Mi sueño es ser un jugador de fútbol, para tener un buen futuro”. Adriano, consiente de que la patria es la infancia, podrá aconsejarlo. Y, como indicó en una charla a torso desnudo en los pasillos de Vila Cruzeiro, contemplar todos los días esa “pintura maravilhosa”.


Roberto Parrottino