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"Maravilla" Martínez: hecho una fiera

El fenómeno que reactivó la pasión por el boxeo en la Argentina se prepara para una velada histórica en la cancha de Vélez. La estrategia de pelea ante Martin Murray. El presagio de victoria en el octavo round. Su perfil solidario. La relación con la popularidad. Los delirios de grandeza. Y un anhelo que escapa del molde: “Me gustaría que dentro de 80 años me recordaran como un hombre que escribía bien”.

Por Redacción EG ·

26 de abril de 2013
 Nota publicada en la edición de abril de 2013 de El Gráfico

Imagen AGRESIVIDAD: eso demostrará en sus golpes frente al inglés el 27 de abril, en la cancha de Vélez, que estará colmada por 40 mil personas.
AGRESIVIDAD: eso demostrará en sus golpes frente al inglés el 27 de abril, en la cancha de Vélez, que estará colmada por 40 mil personas.
SU LATIDO comienza a agitarse en penumbras. Mientras el mundo duerme, Sergio Martínez no descansa. Su cabeza empieza a girar a partir de las 4 de la mañana, cuando se le dibuja el 2 de oro en sus ojos. Si aún no se hizo la hora, escribe. De lo contrario, inicia su entrenamiento como si no tuviera 38 años, como si no fuese el campeón de los medianos del Consejo Mundial de Boxeo, como si no hubiese torcido su destino al ganar en Las Vegas y en el emblemático Madison Square Garden, como si no hubiese ingresado en la conversación para convertirse en el mejor libra por libra del planeta, como si no se tratara de un boxeador de fuste que se transformó en celebridad.

Maravilla, entonces, se aleja de las luces y no escatima en su rigurosa preparación. Aquí y ahora, a ínfimos veinte días y monedas de exponer su corona y su prestigio ante Martin Murray en el estadio de Vélez, describe cómo enfrenta la recta final de cara a la exigente velada. “Me toca trabajar con mi sparring durante seis sesiones distribuidas en dos semanas, quizás las más duras de mi vida, porque se hacen cada vez más pesadas en lo físico al agregarle algo nuevo en cada entrenamiento”, advierte.

El combate frente al inglés contiene la lógica seducción de retener el título en la primera defensa y arrastra una innegable carga sentimental, debido a que el pugilista nacido en Avellaneda y criado en Quilmes y en Claypole volverá a subirse a un ring en la Argentina después de once años. Su última función en el país fue el 2 de febrero de 2002, en la victoria contra Francisco Mora por puntos, en la Federación Argentina.
Sin embargo, Sergio ya no es aquel, sino este que llega barnizado por los éxitos, capaz de reactivar la pasión por el boxeo en el público argentino para luego llenar una cancha de fútbol. “No estoy emocionado ni ansioso todavía. Sólo pienso qué debo hacer a diario. Necesito ajustar más detalles aún. De todas maneras, tener a 40 mil personas alentándome el 27 de abril es algo que todavía no cruza por mi cabeza, porque emocionalmente me puede alterar mucho –afirma–. Por eso, no creo que sea positivo engancharme hoy con eso”.

-Te falta consagrarte delante de tu gente. Por ende, ¿qué representa este duelo para vos y para el boxeo argentino?
-Ojalá que para el país signifique lo mismo que para mí. Será el combate más grande de mi vida. No sé cuánto tiempo atrás habrá que retroceder para ver un estadio de fútbol lleno, y con una repercusión tan grande, por un espectáculo de boxeo. Yo espero que toda la Argentina note que esta será una de las veladas más importantes que se puedan dar.

-¿Arriesgar tu título no te genera temor?
-No, no. Disfruto mucho con la competencia y no me produce ningún tipo de miedo. Es una adrenalina que necesito. Sin competencia deportiva no podría vivir, sabes. Mi vida sería muy aburrida. Este es un lindo desafío, porque me enfrento a un boxeador que tiene todo para ganar y nada para perder.

-Recién mencionaste la palabra “adrenalina”. ¿El punto cumbre de la curva ascendente lo alcanzás arriba del ring?
-Sí, pero no en todos los tramos del combate, porque hay muchos pasajes. Supongamos en uno a 12 asaltos: el nivel de adrenalina no se vive al máximo en todos los rounds, ni tampoco te dura los tres minutos de uno cuando estás en ese pico. Quizás te dure 5, 10 o 15 segundos, no más. El resto se basa en el manejo mental y emocional para que eso no te supere.

-Siempre destacás que incorporás conceptos constantemente. ¿Qué aprendiste en este último tiempo a nivel boxístico?
-Al mirar mi enfrentamiento ante Chávez Jr., observo muchos errores de un hombre de 37 años, casi 38 en ese momento. Y no debería haber cometido algunas fallas. Por eso, trabajé para corregirlas. Tengo que mejorar, pero no sé cómo decirte sin que Murray se entere.

-Contalo en español porque él no entiende el idioma (risas).
-Bueno, creo que debo mejorar la precisión a la hora de la definición, el ataque cuando sea el momento exacto. Encuentro perfectamente el tiempo y la distancia, pero debo enganchar la definición justa.

-¿Murray de qué se tiene que cuidar de vos y viceversa?
-No debería morder el anzuelo, porque se lo colocaré para que entre en mi juego. Si lo hace, estará perdido. Y si yo no encuentro el norte y me salgo de mi estrategia, también puedo estar perdido o le regalaría demasiadas chances a un tipo que quizás no tenga ni una posibilidad si hago las cosas bien.

-¿Subestimarlo resultaría tu error más grosero? Vos también fuiste un retador hambriento en diferentes ciclos de tu carrera.
-Exacto, esas etapas las pasamos la mayoría de los campeones. Como escribí en un artículo para la revista Ring Side que titulé “Enemigo íntimo”, en la previa a mi pelea ante Darren Barker, mi enemigo más grande era interno. Ahora lo sigue siendo y se transforma en el oponente más peligroso que tengo, porque habita en mi propio ser, en el exceso de confianza.

-La motivación de Murray es salvar a su familia en lo económico, sumado a la tentación de bajar al campeón. ¿Cuál es la tuya?
-No caer de la posición en la que me encuentro y seguir luchando para ser el mejor libra por libra del mundo. Eso es difícil, pero no imposible.

-¿En qué asalto comienza a imponerse la experiencia?
-La experiencia juega su buena parte desde el sonido inicial de la campana.

-“La termino en el octavo round”, anunciaste en la presentación del combate en diciembre. ¿Fue sólo para fogonear o realmente será así?
-Me lo preguntaron unas diez veces en aquel momento y respondí que lucharé para ganar en el octavo asalto y ya. Y ahora te lo digo igual: voy a luchar para quedarme con la victoria en el octavo.

-¿Cómo y en qué partes lo vas a desgastar?
-Mi trabajo será el de siempre. Intento ganar tiempo y distancia, y provocar, en base a eso, un desgaste psicológico para que luego sólo me encargue del aspecto físico, o como quien dice: “Un pedazo de carne arriba del ring”.

-¿Qué foto intuís que sacarán al término de la velada?
-Me veo con los brazos en alto, al igual que 40 mil personas más.

Imagen GANADOR. Los hombre se deleitan por cómo pelea y las mujeres se derriten por su pinta.
GANADOR. Los hombre se deleitan por cómo pelea y las mujeres se derriten por su pinta.
SERGIO, A SECAS
Abajo del ring y sin vendas ni guantes puestos, se aparta de la fiereza que demuestra en su trabajo. Tampoco le interesa continuar en la cresta de la ola mediática. Las entrevistas y las producciones sólo integran la agenda de sus tareas laborales, y punto. Pese a que suene a cuento y al contraste que genera, habita un hombre sensible detrás de las luminarias del pugilista. Ahí, Sergio no es Maravilla, sino un deportista profesional que atraviesa por los mismos estadíos que una persona común y corriente.
Si uno lo escuchara expresarse, notaría rápido el latigillo “sabes” con tono madrileño. Y enseguida aparecería el comentario descalificador, típico de los argentinos: “Este se viene a hacer el refinado, el lindo, si es de Quilmes y de Claypole...”. Bueno, error al prejuzgar debido a que Sergio no cancherea. Le fluye naturalmente, porque vive en California y en Madrid hace un buen rato. Atención: es cierto que le interesa modificar la imagen del boxeador argentino en la sociedad –que no tiene buena prensa–, aunque no se inmola para lograrlo. Su faceta más humana, tal vez un tanto solapada, se liga al compromiso social.

-Donaste 250 mil pesos al grupo de oncología Luna Nueva, del Hospital Penna, en diciembre, y te acercaste a mujeres que padecieron la violencia de género. ¿Te surge por una cuestión de imagen o desde el corazón?
-Me siento un poco más íntegro en la sociedad. Siempre que puedo lo hago en los Estados Unidos, como así también en algunos países de Latinoamérica. Simplemente, me hace bien. Yo sigo viviendo de la misma forma y, como se dice en Madrid, no pierdo mi eje. O sea, no porque ahora tenga bastante más dinero me desconecto del mundo. Al final, todos terminamos volviendo. El dinero es dinero y nada más. Hay mucha gente que necesita ayuda y me hace sentir muy bien si puedo aportar algo positivo.

-¿Lloraste muchas veces?
-La verdad es que sí. Lo hice cuando tenía que hacerlo. Lo que más me puede movilizar es el amor por una mujer. No sé si lo había dicho Dolina o yo, pero no hay nada en el mundo que me pueda motivar más que una mujer.

-¿Cuáles son las pequeñas cosas que le dan sentido a tu vida?
-Varias. Por ejemplo, me crucé con dos personas en la Argentina que me vinieron a presentar a sus hijos recién nacidos, a quienes les pusieron mis nombres: a uno le tocó Sergio y al otro, Gabriel. Los conocí con una semana de diferencia. Primero, me pareció una locura. Después, un error porque podrían haber buscado mejores nombres (risas), y finalmente me convencí: la iniciativa fue muy bonita. Y esta es una de las pequeñas cosas que generan que esto valga la pena.

-Antes de tener el bolsillo abultado, pasaste por momentos en los que te faltaba. ¿Cómo y de qué modo valorás todo lo material que te rodea?
-Le doy el valor que merece y que corresponde. Un mejor pasar sólo es dinero, un tema económico. Tiene más importancia el reconocimiento por lo que conseguí tan solo por mi esfuerzo, que es grande, aunque no me guste hablar sobre lo que sufrí para llegar hasta acá. Fue el esfuerzo que tuve que hacer porque yo me lo propuse y lo acepté de esa manera. Y esto me gratifica más que un buen plato de comida en el mejor restaurante del mundo o la mejor ropa de la mejor marca del mundo.

-¿Qué extrañás de aquella época en la que eras un boxeador anónimo que pretendía pegar el salto?
-El anonimato, justamente. Yo podía ir a Quilmes tranquilamente, entrar y salir las veces que deseaba de la casa de mi madre. Sólo me saludaban unos pocos vecinos que me daban ese reconocimiento, sólo algunos. ¡Pero, vamos! No voy a quejarme de esto, porque tengo palabras de agradecimiento para el público, sabes. Aunque, a veces, se extraña un poquito el anonimato, que sí tengo en Madrid.

-Los hombres provocan transformaciones. ¿Cuáles originaste?
-Creo que antes y después del combate contra Chávez Jr., por lo que me contaron y por lo que vi luego, hubo una movilización masiva de gente hacia los gimnasios de boxeo en la Argentina. Y no es una moda, porque entiendo que se puede mantener en vigencia durante bastante tiempo. Esta es una transformación que pude haber provocado.

-¿Qué añorarás del boxeo cuando te retires?
-Ojalá que lo que más extrañe sea el ritmo de entrenamiento y el hecho de madrugar para rendir mejor al otro día. Espero no extrañar los aplausos, las luces y el grito de “dale campeón, dale campeón”, porque sería muy triste. Si me llegara a pasar eso, estaría en un problema, sabes.

-Qué tema, no. Porque vos no podés vivir sin competencia deportiva.
-Claro, pero creo que puedo buscar alternativas en ese sentido.

-Y quizá sea ese proyecto de trabajo que nos comentaste en diciembre, aquel que ya empezaste a darle forma. ¿Nos podés adelantar de qué se trata?
-No, no. Todavía no quiero decir nada, pero lo anunciaré en dos o dos años y medio.

Imagen PREPARADO. Ya está listo para salir a escena en la Argentina donde no pelea hace once años.
PREPARADO. Ya está listo para salir a escena en la Argentina donde no pelea hace once años.
EFERVESCENCIA POR MARAVILLA
Sergio no comenzó a meterse en el corazón de los argentinos a través de sus combates. Paradójico. La realidad es que la primera piña bien puesta en lo mediático la conectó en la noche del 1º de mayo, cuando reveló su historia por televisión, en el programa Animales sueltos. Ahí sacudió el avispero popular, porque conmovió. De hecho, la primera parte de la entrevista –que dura 48 minutos, 35 segundos– tiene 188.486 reproducciones en YouTube. Mientras se lucía en “Bailando por un sueño” y con sus monólogos de stand up, se terminó de instalar en los medios, sobre todo en aquellos donde figuraba como un desconocido, pese a que ya acumulaba cinturones varios. Sin exagerar, había gente que lo registraba más que al propio genio del fútbol mundial: Lionel Messi.

Su triunfo ante Julio César Chávez Jr. expandió aún más el efecto Maravilla. Hubo efervescencia previa y posterior a la magnifica victoria, si bien nadie dio la vuelta olímpica alrededor del Obelisco. Incluso, ese volcán de emociones se sostiene hasta la actualidad. Si no, ¿cómo se explica que un boxeador intente aglutinar a 40 mil espectadores en un estadio de fútbol? La respuesta inmediata nace como si fuese un reflejo: Martínez no es un boxeador, sino el boxeador argentino del momento.

Más allá de sentarse en la mesa de los elegidos, aún no completó su faena. Entiende que le falta dar un golpe profundo en el país para ser conquistador en su tierra. En consecuencia, la velada del sábado 27 de abril, en Vélez, se torna una oportunidad de colección. Sin embargo, no se carga de presiones ni dramatiza más de la cuenta. Disfruta del proceso y de su rol protagónico.

La conversación se reinicia con un pincelazo atemporal, en el que cuenta qué le aportó el boxeo y qué le regala él a la disciplina: “El boxeo me dio la vida entera, la confianza que antes no tenía, elevó mi autoestima a un nivel superlativo, y creo que yo le puedo estar dando un poquito de integridad”.

-Y un salto de calidad, ¿no?
-No, no, sólo integridad. Lo de la calidad pasa por los ojos de quienes lo vean de esa manera.

-¿Te podrías explayar en el concepto de “integridad”?
-Por supuesto. Por ejemplo, cuando la gente habla conmigo en la Argentina, no me hablan casi del boxeador, no me dicen “¿qué tal, campeón?”. ¿Me explico? No se refieren al prototipo del boxeador, a ese hombre de agresividad, fuerza, de físico importante, sino al tipo común y corriente que logró los sueños que se propuso. En ese sentido, le fui dando esa integridad. Pues bien, acá hay un tipo que es soñador, que se dedicó al boxeo, y que lo logró, o que de hecho lo está logrando.

-¿Te aburren las peleas fáciles?
-Me aburren los desafíos que son fáciles en un principio. Pero si se trata de una pelea, no será para nada fácil porque el rival tiene dos brazos, dos puños, diez dedos, dos codos, y ya hay mucho peligro, sabes. Pero sí, me aburre y no me motiva que el desafío sea fácil.

-Ese era el punto, porque fuiste claro en el pedido para tu primera defensa: tráiganme al mejor. Y ahí está Murray.
-Claro. Al sacar a Floyd Mayweather Jr., cercano a mi categoría en el peso, y a Andre Ward, que está muy por encima de mi peso, no queda mucha gente para medirse. Además, el Canelo Alvarez trabaja para una cadena de televisión y yo para otra, por lo que no hay combate; Cotto no peleará ni ahora ni nunca conmigo, Pacquiao es pequeño, Mayweather Jr. juega su propia liga, y por eso cuesta encontrar rivales. Entonces, empezás a mirar a los campeones y me ofrecieron a Martin Murray, un boxeador inglés para enfrentarse con un argentino. Me pareció genial. El acaba de ganar un título (campeón mundial interino mediano de la WBA), viene con la autoestima en alza, con bastante fortaleza física también. Lo analicé y es un boxeador joven. ¡Ja! Al lado mío, todos son jóvenes… Y, como te decía en algún momento de la entrevista, es un tipo que tiene muchísimo para ganar y nada para perder.

-¿Qué no te perdonarías al culminar la pelea?
-Salirme de mi verdadero yo, cambiar algo. Tuve mucha oposición durante mis comienzos por mi estilo para boxear. Pero gran parte de la crítica fue cediendo con el tiempo, porque los resultados me acompañaron. Entonces, no me perdonaría jamás abandonarme a mí mismo, dejar de ser yo, Sergio Martínez, el de Quilmes, el de Claypole, el de siempre.

-Sin entrar en comparaciones, ¿te considerás entre los mejores deportistas de la historia argentina?
-No sé si entre los mejores deportistas, pero sí entre los mejores cinco o seis boxeadores. Ahí me puedo encontrar tranquilamente.

-¿Sos un boxeador atemporal, que hubiese encajado bien en diversas épocas?
-Creo que sí. Al tener un estilo heterodoxo en algunos pasajes, mi boxeo es un poco atemporal y podría encajar en cualquier época. Si miráramos el boxeo argentino, se sigue boxeando como hace 100 años. Creo que mi manera de hacerlo funcionará dentro de algunos años más, sabes.

-¿Se acordarán de vos dentro de 80 años?
-Ojalá que sí, sería una locura.

-¿Y cómo te gustaría que te recordaran?
-Como un tipo que trabajó mucho para conseguir lo que tanto soñó... Y como un hombre que escribía bien, que escribía buenos libros. Me gustaría que me reconocieran de esa manera.

-¿Qué increíble, no? Jamás respondés que te encantaría que te mencionaran como un formidable boxeador.
-Ah… Es que eso no lo soy, lo reconozco: no soy un formidable boxeador. Y no es falsa modestia. Sólo aplico algunas cositas en el momento justo y saco la ventaja. Sé que hay boxeadores que son mucho mejores que yo. La diferencia es que algunos no saben ganar y yo sí sé ganar. Pero eso no significa que sepa boxear mejor que ellos.

Imagen EL FINAL. La producción exclusiva con El Gráfico se acaba. Martínez se entregó al máximo, como si estuviera en el ring.
EL FINAL. La producción exclusiva con El Gráfico se acaba. Martínez se entregó al máximo, como si estuviera en el ring.
-Si rodáramos la película de tu carrera, ¿cuáles serían la primera y la última escena?
-¿A mi elección? Madre mía… Me imagino sentado en una silla con mi entrenador al lado, en el vestuario, tiempo antes de subir al ring. Así estuve en mi primera pelea y ojalá se repita en la última. Por eso, si se propusieran hacer mi película, esa debe ser la primera y la última imagen.

-¿Dónde ubicamos el momento cumbre? ¿O creés que todavía no llegó?
-¡Nooo! Todavía no llegó, me falta terminar.

-Siempre te referís a tus delirios de grandeza, aquellas cuestiones que anhelás alcanzar por más que se tornen imposibles en un principio. Ahora, y con todo lo conseguido, ¿todavía tenés esos delirios de grandeza?
-Sí, por supuesto. Llenar un estadio de fútbol para 40 mil personas sigue siendo un delirio de grandeza y eso me llena de vida, sabes. De hecho, esos delirios de grandeza me dieron la vida, la vitalidad, la energía, sobre todo cuando era más chico. Y esos mismos delirios son los que me mantienen aquí hoy.

-Tras copar el estadio de Vélez y, como desea todo el país, defender de manera exitosa la corona, ¿quedarán más delirios de grandeza o ya no?
-Y… Habrán muy poquitos, que serán contados. Pero no me gustaría adelantarme. Primero debo hacer bien mi trabajo: pelear y ganar. Por eso, creo que el 28 de abril te podré responder esta pregunta.

MUNDO MARAVILLA
- Cumplió 38 años el 21 de febrero.
- Récord en un total de 54 combates: 50 triunfos –28 por la vía del nocaut–, 2 derrotas y 2 empates. 

- “No hice ninguna pelea perfecta. Lo más cercano al ideal lo realicé frente a Sergiy Dzinziruk, Julio César Chávez Jr. y Kelly Pavlik”, confiesa.

- La prensa especializada lo considera como el mejor boxeador del mundo dentro de los medianos y uno de los tres mejores libra por libra.

Por Darío Gurevich. Fotos: Hernán Pepe