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Barça muere por este pibe
Es argentino y la rompe en las inferiores. Saltó de Newell´s al Barcelon a los 13 años, luego de deslumbrar a Carles Rexach. Con 16 recién cumplidos, ya lo imaginan en la Primera Blaugrana y lo comparan con Maradona. Messi es puro potrero: zurdo, habilidoso y goleador.
Nota publicada en la edición agosto 2003 de la Revista El Gráfico
SEGURAMENTE SINTIO un cosquilleo que le erizó la piel y lo regresó dos décadas en el tiempo. Probablemente experimentó en el pecho aquella sensación que creía olvidada, esa que el más gran de de todos le había provocado enfundado en la diez blaugrana. Carles Rexach, figura emblemática del Barcelona y conocedor del paladar culé, supo de movida que ese chavalito de 13 años al que probaba traía consigo la marca del elegido. “Sólo me hizo falta verlo andar por el campo y tocar un par de balones y en medio minuto lo había fichado. La primera impresión fue definitiva. En mis 40 años en el fútbol no había visto a un chico con tantas condiciones”. Fue tal la conmoción, que el ex secretario técnico del Barça sintió la necesidad de asegurarse en ese mismo instante semejante talento. “El primer contrato se lo firmé, simbólicamente, en una servilleta. Después arreglamos todo”, recuerda.
Quién sabe cuántos actos de su fútbol de fina estampa habrá podido poner en escena Lionel Messi en sólo 30 segundos. Lo concreto es que Rexach aplaudió de pie al instante. Zurdo, volante ofensivo, veloz, vertical, un sombrero por aquí, habilidoso, un caño por allá, talentoso, argentino... No hacía falta ver más. Ese rosarino menudito tenía que jugar en el Barcelona.
Pasaron poco más de dos años de aquel amor a primera vista y el tiempo no ha hecho más que agigantar el sentimiento del catalán. Con 16 años recién cumplidos, Leo Messi es la gran esperanza
de la cantera del Barcelona y por el momento nadie se anima a aventurar su techo. “Tengo unas expectativas enormes con este jugador. Salvando las distancias y sin la intención de meterle presión, es comparable con Maradona. Tiene una calidad especial, es diferente a los demás”, analiza
Rexach y resulta difícil no dejarse llevar, no fantasear de nuevo con otra zurda varita que hechice defensores y conjure golazos. “Es un enganche con mucho gol. De cinco situaciones, convierte
cuatro. En todo momento sabe cuándo hay que hacer la jugada individual y cuándo pasar el balón. Es muy habilidoso... es especial”, le afirma Rexach a El Gráfico desde España.
Lionel no nació en una villa, pero al igual que el Diego, su único juguete fue una pelota. “Empecé a jugar en el club Grandoli a los cuatro o cinco años. Era baby fútbol, y el técnico era mi viejo. A
los siete, a instancias de mi hermano Rodrigo me fui a Newell’s y estuve ahí hasta los trece”, cuenta el pequeño crack.
Sin ser biólogo ni científico, papá Jorge demuestra que el talento para el fútbol su hijo lo lleva en los genes. “A los cuatro años notamos que era distinto. Hacía jueguitos y dormía la pelota en la
punta del botín, no lo podíamos creer. Un poquito más grande, jugaba con los hermanos, que le llevan siete y cinco años, y los bailaba. Es un don, es algo que nació con él.”
Enrique Domínguez, ex técnico de las inferiores leprosas y padre de Sebastián, volante del equipo del Bambino Veira, confirma que la base está desde que Leo era un chico y que nunca le faltó
belleza a su juego. “Lo dirigí en 1999, pero lo conocía desde la escuelita de fútbol, cuando él tenía siete u ocho años. Y con la pelota el pibe hacía cosas en contra de la física. Al único que le vi
realizar jugadas así fue al Diego. Yo no tenía que gritarle nada porque él sabía todo. Si siguiera en Newell’s ya estaría en Primera, como Gustavo Rodas, que tiene diecisiete.”
Al repasar la infancia del “Pibito de Oro”, como lo apodan en España, donde también lo bautizaron “Leonel”, las anécdotas de sus hazañas se suceden sin cesar. “Me acuerdo de que un día amagó a patear, le tocaron la pelota, ésta le rebotó en el cuerpo y le quedó atrás. Entonces, se dio vuelta, se dejó caer, le pegó de chilena y la clavó en el ángulo.
Tenía once o doce años. Sobre la marcha corregía e inventaba otra cosa, igual que hacía Maradona. Tenía un sentido colectivo que, para mí, está el Diego y después él. Leo está para cosas serias. Era diminuto físicamente, pero gigante como persona. Te llenaba la vista y el corazón”. Vaya paradoja del destino, Lionel fue siempre más bajito que los demás. Y como si supiera que el talento del más grande llegó en frasco chico, su cuerpo se negaba a pegar el estirón. “A los once años se le detectó un problema con las hormonas de crecimiento: tenía pocas y por eso estaba retrasado su desarrollo óseo. Y el tratamiento era carísimo, costaba 1800 dólares cada dos meses. Por un año y medio, la obra social y la Fundación Acindar, empresa en la que yo trabajaba, nos ayudaron, sin embargo después el panorama se complicó. Podríamos haberlo dejado, pero me dijeron que no era muy conveniente”, relata Jorge.
Poderoso el chiquitín, Lionel recuerda que “por dos años me tuve que poner inyecciones todas las noches. Estaba un poco más chico que los demás, pero adentro de la cancha no se notaba”.
Como en todo lo malo hay algo bueno, a partir de allí la historia de quien podría ser el próximo emperador de la pelota y la de su familia comenzó a conectarse con España. “Nosotros somos de clase media, y en Acindar siempre estuve bien. Sin embargo, yo veía que el panorama que venía era negro. Entonces hablé con los primos de mi mamá que viven en Lérida, una comunidad cercana a
Barcelona, y al tiempo pedí licencia en el laburo y viajé para probar suerte”, hace memoria el padre.
Antes de decidirse a cruzar el Atlántico, Jorge intentó hacerse Millonario para costear el tratamiento. “Como Newell’s no me ayudaba, llevé a Leo a probar a River y aunque quedó nos volvimos porque querían que nosotros peleáramos para conseguir los papeles. Me llamaban todos los días, pero yo no quería saber nada. Así que lo dejé en Rosario. Cuando se enteraron de que lo querían en Núñez, en Newell’s me dijeron que ellos iban a pagar
las inyecciones, pero como tuve que ir como 40 veces para que me dieran 200 pesos, me cansé.”
–¿Y cómo surge el interés del Barcelona, Jorge?
–Ya lo conocían, lo venía siguiendo un ojeador. Un amigo me contó que había un interés del Barça por Leo y coincidió con el momento en que decidí cambiar de trabajo. Al saber esto tuve un aliciente más para viajar. Así que lo llevé al club y cuando lo probaron la rompió, a pesar de jugar con chicos dos años más grandes. Quedaron impactados, y Rexach dijo “ni pensarlo”. Y como yo ya tenía todo armado para trabajar en España y en el club se hacían cargo del tratamiento, les dije “no hay problema”.
Como si estuviera acelerado por la emoción, Rexach lanza una palabra tras otra a un ritmo complicado de seguir y continúa con la historia. “Supe de Messi por intermedio de Horacio, un amigo argentino. El me dijo que había un jugador de muy buenas cualidades al cual tenía que ver. Yo le dije que sí, y el chaval vino al club”.
Si bien el Pibito se encontró de pronto rodeado con la magnificencia del club catalán, la aclimatación no fue fácil. “Cuando me fui lloré mucho. Dejar a mis parientes y amigos en la Argentina fue duro. Pero yo sabía que era para mejor. Por suerte, como estaba con mi familia el período de adaptación pasó bastante rápido”, admite Lionel. Claro que esa etapa de asimilación a una nueva vida habría sido más placentera si la Lepra no le hubiera “cortado las piernas”.
“Nos radicamos en España en marzo de 2001. Ahíel club pidió el transfer a través de la Federación y Newell’s no lo mandó, por lo que mi hijo estuvo un tiempo sin poder jugar. A partir de ahí medió la FIFA, que al poco tiempo lo habilitó. La decisión se basó en que un chico de catorce años tenía que estar con el padre. Y yo me fui a vivir a España”, rememora Jorge.
Una vez dentro del campo, las pañoladas culés se hicieron habituales. Obviamente, no para reprobar al Pibito, sino para secarse las lágrimas de emoción ante su calidad. En su primer año sufrió fisura de peroné izquierdo, por lo que su gran explosión se produjo durante la última campaña. Su técnico durante la pasada temporada, Alex García, un ex jugador del Barça que formó parte del Dream Team de Johan Cruyff, accede al diálogo gustoso y hace un análisis del argentino. “Esta temporada metió 32 o 33 goles (N. de R.: Según Jorge, fueron 37) en 30 partidos. Es un jugador fantástico que coge el balón y dribblea muchos rivales sin problemas. En la final del Campeonato de Catalunya hizo dos goles en diez minutos, a pesar de jugar con una fractura en el pómulo derecho. Pienso que podría ser un nuevo Maradona, pero hay que ir con cuidado. Al comienzo de la Liga se habló mucho de él. La gente comenzó a ir a verlo y se metió mucha presión, por eso hay que hablar con mucha cautela”.
Comprometido con su equipo para poder estar en aquella final, Leo salió a la cancha con la misma máscara que Carles Puyol lució en la Liga a raíz de una fractura doble en el pómulo derecho. Y a pesar del dolor, a Messi le duró sólo cinco minutos, debido a que la transpiración le molestaba bastante y el accesorio le quedaba grande. Aquel préstamo de Tarzán demuestra que el enganche, que tiene como referente a Pablo Aimar, ya está en contacto con el plantel superior. “Tengo buena relación con Thiago Motta y Fabio Rochemback. Con Román fuimos a comer un asado y Saviola me regaló una camiseta”, afirma Messi, que hoy mide 1,69 metro y ya no recibe inyecciones. Su padre aclara que “en Barcelona continuó con el tratamiento el año que le faltaba y tuvo un desarrollo que no se puede creer. Ahora está haciendo un trabajo ESPE cífico y ya está más armadito”.
Tan bien pinta Lionel que, según sostiene su papá, “un ayudante de Arsene Wenger, el técnico del Arsenal, me dijo ‘el día que sufras problemas tené en cuenta que nuestro club lo quiere’. Igual, es muy difícil tomar una decisión así. Por eso, nosotros nos quedamos en el Barça”. La gran producción del equipo del rosarino –superó ampliamente la barrera de los 100 goles a favor, se consagró campeón de la División de Honor, y es apodado como el nuevo Dream Team– provocó que hasta el parco Louis van Gaal acudiera a verlo. “El holandés dijo que si el Real Madrid tiene a Portillo, Barcelona tiene a Messi”, cuenta Jorge. En cuanto al futuro inmediato de Lionel, Alex García sostiene que “ahora podría pasar al Juvenil A, que está compuesto por chicos de 18 años”. A lo
que Rexach agrega que “dentro de una temporada deberá comenzar a jugar amistosos con el plantel superior”. El nuevo Pibito, por su parte, confía en pegar el salto pronto. “Antes de las elecciones se hablaba de que tendría que pasar por el Barcelona B (la filial), y después entrenarse con la Primera”. En tanto, el padre confiesa que su hijo “se marca metas. Su idea es llegar cuanto antes a Primera. El quiere entrar en el Camp Nou y escuchar el himno del club. Y también se muere por estar en la Selección Argentina”.
Si de ser elegido entre los mejores se trata, en España ya le echaron el ojo. “Hace poco estábamos en la definición de un torneo, y yo no podía jugar porque era sólo para españoles. Ahí un técnico que no recuerdo cómo se llama me preguntó si me gustaría jugar para España y le contesté que prefería esperar un llamado de mi país, aunque me puso muy contento”, recuerda Messi, quien está tramitando la nacionalidad italiana y española.
Ginés Menéndez, el entrenador del Sub-16 de España, asume haber sido quien habló con el rosarino. “Messi nos hubiera venido bien, es un jugador fantástico. Igualmente, no le planteamos la posibilidad de que pueda jugar con nosotros. Yo sólo le dije: ‘Ojalá fueras español para poder convocarte’. Fue una palabra cariñosa, porque su equipo acababa de consagrarse campeón y él había
tenido que verlo desde afuera por la reglamentación. Indudablemente, si fuera español estaría en la selección como muchos de sus compañeros.
Creo que compararlo con Maradona es una aventura arriesgada para un chico. Leo tiene cosas muy buenas, francamente excepcionales, para sus 16 años. De su edad, es de lo mejor que he visto en mi vida”.
Con la llegada a la dirección técnica del primer equipo del holandés Frank Rijkaard, producto genuino de la academia del Ajax, todo parece indicar que la cantera tomará protagonismo. “Máximo, máximo, en dos años Leo ya estará en la Primera y será una súper estrella mundial. Tiene algo que se lleva dentro. Estoy seguro de que estará un par de años dando espectáculo en el Barcelona”, afirma, confiado, Rexach.
Será cuestión, entonces, de armarse de paciencia y esperar ansiosos el día en que la zurda del elegido ponga de pie al Camp Nou y vuelva a dibujar sonrisas en los culés y en los hinchas de la
celeste y blanca, como alguna vez hizo un muchacho de Villa Fiorito
Por Marcelo Orlandini / Fotos: Marcelo Boeri
EL ROSARINO Messi copó Barcelona. Tacos, sombreros, caños, asistencias y golazos fueron su carta de presentación.
Quién sabe cuántos actos de su fútbol de fina estampa habrá podido poner en escena Lionel Messi en sólo 30 segundos. Lo concreto es que Rexach aplaudió de pie al instante. Zurdo, volante ofensivo, veloz, vertical, un sombrero por aquí, habilidoso, un caño por allá, talentoso, argentino... No hacía falta ver más. Ese rosarino menudito tenía que jugar en el Barcelona.
Pasaron poco más de dos años de aquel amor a primera vista y el tiempo no ha hecho más que agigantar el sentimiento del catalán. Con 16 años recién cumplidos, Leo Messi es la gran esperanza
de la cantera del Barcelona y por el momento nadie se anima a aventurar su techo. “Tengo unas expectativas enormes con este jugador. Salvando las distancias y sin la intención de meterle presión, es comparable con Maradona. Tiene una calidad especial, es diferente a los demás”, analiza
Rexach y resulta difícil no dejarse llevar, no fantasear de nuevo con otra zurda varita que hechice defensores y conjure golazos. “Es un enganche con mucho gol. De cinco situaciones, convierte
cuatro. En todo momento sabe cuándo hay que hacer la jugada individual y cuándo pasar el balón. Es muy habilidoso... es especial”, le afirma Rexach a El Gráfico desde España.
Lionel no nació en una villa, pero al igual que el Diego, su único juguete fue una pelota. “Empecé a jugar en el club Grandoli a los cuatro o cinco años. Era baby fútbol, y el técnico era mi viejo. A
los siete, a instancias de mi hermano Rodrigo me fui a Newell’s y estuve ahí hasta los trece”, cuenta el pequeño crack.
Sin ser biólogo ni científico, papá Jorge demuestra que el talento para el fútbol su hijo lo lleva en los genes. “A los cuatro años notamos que era distinto. Hacía jueguitos y dormía la pelota en la
punta del botín, no lo podíamos creer. Un poquito más grande, jugaba con los hermanos, que le llevan siete y cinco años, y los bailaba. Es un don, es algo que nació con él.”
Enrique Domínguez, ex técnico de las inferiores leprosas y padre de Sebastián, volante del equipo del Bambino Veira, confirma que la base está desde que Leo era un chico y que nunca le faltó
belleza a su juego. “Lo dirigí en 1999, pero lo conocía desde la escuelita de fútbol, cuando él tenía siete u ocho años. Y con la pelota el pibe hacía cosas en contra de la física. Al único que le vi
realizar jugadas así fue al Diego. Yo no tenía que gritarle nada porque él sabía todo. Si siguiera en Newell’s ya estaría en Primera, como Gustavo Rodas, que tiene diecisiete.”
Al repasar la infancia del “Pibito de Oro”, como lo apodan en España, donde también lo bautizaron “Leonel”, las anécdotas de sus hazañas se suceden sin cesar. “Me acuerdo de que un día amagó a patear, le tocaron la pelota, ésta le rebotó en el cuerpo y le quedó atrás. Entonces, se dio vuelta, se dejó caer, le pegó de chilena y la clavó en el ángulo.
Tenía once o doce años. Sobre la marcha corregía e inventaba otra cosa, igual que hacía Maradona. Tenía un sentido colectivo que, para mí, está el Diego y después él. Leo está para cosas serias. Era diminuto físicamente, pero gigante como persona. Te llenaba la vista y el corazón”. Vaya paradoja del destino, Lionel fue siempre más bajito que los demás. Y como si supiera que el talento del más grande llegó en frasco chico, su cuerpo se negaba a pegar el estirón. “A los once años se le detectó un problema con las hormonas de crecimiento: tenía pocas y por eso estaba retrasado su desarrollo óseo. Y el tratamiento era carísimo, costaba 1800 dólares cada dos meses. Por un año y medio, la obra social y la Fundación Acindar, empresa en la que yo trabajaba, nos ayudaron, sin embargo después el panorama se complicó. Podríamos haberlo dejado, pero me dijeron que no era muy conveniente”, relata Jorge.
Poderoso el chiquitín, Lionel recuerda que “por dos años me tuve que poner inyecciones todas las noches. Estaba un poco más chico que los demás, pero adentro de la cancha no se notaba”.
Como en todo lo malo hay algo bueno, a partir de allí la historia de quien podría ser el próximo emperador de la pelota y la de su familia comenzó a conectarse con España. “Nosotros somos de clase media, y en Acindar siempre estuve bien. Sin embargo, yo veía que el panorama que venía era negro. Entonces hablé con los primos de mi mamá que viven en Lérida, una comunidad cercana a
Barcelona, y al tiempo pedí licencia en el laburo y viajé para probar suerte”, hace memoria el padre.
Antes de decidirse a cruzar el Atlántico, Jorge intentó hacerse Millonario para costear el tratamiento. “Como Newell’s no me ayudaba, llevé a Leo a probar a River y aunque quedó nos volvimos porque querían que nosotros peleáramos para conseguir los papeles. Me llamaban todos los días, pero yo no quería saber nada. Así que lo dejé en Rosario. Cuando se enteraron de que lo querían en Núñez, en Newell’s me dijeron que ellos iban a pagar
las inyecciones, pero como tuve que ir como 40 veces para que me dieran 200 pesos, me cansé.”
–¿Y cómo surge el interés del Barcelona, Jorge?
–Ya lo conocían, lo venía siguiendo un ojeador. Un amigo me contó que había un interés del Barça por Leo y coincidió con el momento en que decidí cambiar de trabajo. Al saber esto tuve un aliciente más para viajar. Así que lo llevé al club y cuando lo probaron la rompió, a pesar de jugar con chicos dos años más grandes. Quedaron impactados, y Rexach dijo “ni pensarlo”. Y como yo ya tenía todo armado para trabajar en España y en el club se hacían cargo del tratamiento, les dije “no hay problema”.
Como si estuviera acelerado por la emoción, Rexach lanza una palabra tras otra a un ritmo complicado de seguir y continúa con la historia. “Supe de Messi por intermedio de Horacio, un amigo argentino. El me dijo que había un jugador de muy buenas cualidades al cual tenía que ver. Yo le dije que sí, y el chaval vino al club”.
Si bien el Pibito se encontró de pronto rodeado con la magnificencia del club catalán, la aclimatación no fue fácil. “Cuando me fui lloré mucho. Dejar a mis parientes y amigos en la Argentina fue duro. Pero yo sabía que era para mejor. Por suerte, como estaba con mi familia el período de adaptación pasó bastante rápido”, admite Lionel. Claro que esa etapa de asimilación a una nueva vida habría sido más placentera si la Lepra no le hubiera “cortado las piernas”.
“Nos radicamos en España en marzo de 2001. Ahíel club pidió el transfer a través de la Federación y Newell’s no lo mandó, por lo que mi hijo estuvo un tiempo sin poder jugar. A partir de ahí medió la FIFA, que al poco tiempo lo habilitó. La decisión se basó en que un chico de catorce años tenía que estar con el padre. Y yo me fui a vivir a España”, rememora Jorge.
Una vez dentro del campo, las pañoladas culés se hicieron habituales. Obviamente, no para reprobar al Pibito, sino para secarse las lágrimas de emoción ante su calidad. En su primer año sufrió fisura de peroné izquierdo, por lo que su gran explosión se produjo durante la última campaña. Su técnico durante la pasada temporada, Alex García, un ex jugador del Barça que formó parte del Dream Team de Johan Cruyff, accede al diálogo gustoso y hace un análisis del argentino. “Esta temporada metió 32 o 33 goles (N. de R.: Según Jorge, fueron 37) en 30 partidos. Es un jugador fantástico que coge el balón y dribblea muchos rivales sin problemas. En la final del Campeonato de Catalunya hizo dos goles en diez minutos, a pesar de jugar con una fractura en el pómulo derecho. Pienso que podría ser un nuevo Maradona, pero hay que ir con cuidado. Al comienzo de la Liga se habló mucho de él. La gente comenzó a ir a verlo y se metió mucha presión, por eso hay que hablar con mucha cautela”.
Comprometido con su equipo para poder estar en aquella final, Leo salió a la cancha con la misma máscara que Carles Puyol lució en la Liga a raíz de una fractura doble en el pómulo derecho. Y a pesar del dolor, a Messi le duró sólo cinco minutos, debido a que la transpiración le molestaba bastante y el accesorio le quedaba grande. Aquel préstamo de Tarzán demuestra que el enganche, que tiene como referente a Pablo Aimar, ya está en contacto con el plantel superior. “Tengo buena relación con Thiago Motta y Fabio Rochemback. Con Román fuimos a comer un asado y Saviola me regaló una camiseta”, afirma Messi, que hoy mide 1,69 metro y ya no recibe inyecciones. Su padre aclara que “en Barcelona continuó con el tratamiento el año que le faltaba y tuvo un desarrollo que no se puede creer. Ahora está haciendo un trabajo ESPE cífico y ya está más armadito”.
Tan bien pinta Lionel que, según sostiene su papá, “un ayudante de Arsene Wenger, el técnico del Arsenal, me dijo ‘el día que sufras problemas tené en cuenta que nuestro club lo quiere’. Igual, es muy difícil tomar una decisión así. Por eso, nosotros nos quedamos en el Barça”. La gran producción del equipo del rosarino –superó ampliamente la barrera de los 100 goles a favor, se consagró campeón de la División de Honor, y es apodado como el nuevo Dream Team– provocó que hasta el parco Louis van Gaal acudiera a verlo. “El holandés dijo que si el Real Madrid tiene a Portillo, Barcelona tiene a Messi”, cuenta Jorge. En cuanto al futuro inmediato de Lionel, Alex García sostiene que “ahora podría pasar al Juvenil A, que está compuesto por chicos de 18 años”. A lo
que Rexach agrega que “dentro de una temporada deberá comenzar a jugar amistosos con el plantel superior”. El nuevo Pibito, por su parte, confía en pegar el salto pronto. “Antes de las elecciones se hablaba de que tendría que pasar por el Barcelona B (la filial), y después entrenarse con la Primera”. En tanto, el padre confiesa que su hijo “se marca metas. Su idea es llegar cuanto antes a Primera. El quiere entrar en el Camp Nou y escuchar el himno del club. Y también se muere por estar en la Selección Argentina”.
Si de ser elegido entre los mejores se trata, en España ya le echaron el ojo. “Hace poco estábamos en la definición de un torneo, y yo no podía jugar porque era sólo para españoles. Ahí un técnico que no recuerdo cómo se llama me preguntó si me gustaría jugar para España y le contesté que prefería esperar un llamado de mi país, aunque me puso muy contento”, recuerda Messi, quien está tramitando la nacionalidad italiana y española.
Ginés Menéndez, el entrenador del Sub-16 de España, asume haber sido quien habló con el rosarino. “Messi nos hubiera venido bien, es un jugador fantástico. Igualmente, no le planteamos la posibilidad de que pueda jugar con nosotros. Yo sólo le dije: ‘Ojalá fueras español para poder convocarte’. Fue una palabra cariñosa, porque su equipo acababa de consagrarse campeón y él había
tenido que verlo desde afuera por la reglamentación. Indudablemente, si fuera español estaría en la selección como muchos de sus compañeros.
Creo que compararlo con Maradona es una aventura arriesgada para un chico. Leo tiene cosas muy buenas, francamente excepcionales, para sus 16 años. De su edad, es de lo mejor que he visto en mi vida”.
Con la llegada a la dirección técnica del primer equipo del holandés Frank Rijkaard, producto genuino de la academia del Ajax, todo parece indicar que la cantera tomará protagonismo. “Máximo, máximo, en dos años Leo ya estará en la Primera y será una súper estrella mundial. Tiene algo que se lleva dentro. Estoy seguro de que estará un par de años dando espectáculo en el Barcelona”, afirma, confiado, Rexach.
Será cuestión, entonces, de armarse de paciencia y esperar ansiosos el día en que la zurda del elegido ponga de pie al Camp Nou y vuelva a dibujar sonrisas en los culés y en los hinchas de la
celeste y blanca, como alguna vez hizo un muchacho de Villa Fiorito
Por Marcelo Orlandini / Fotos: Marcelo Boeri