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El imperio de Adriano
Un impasse del ahora futbolista de Flamengo despertó numerosas interpretaciones. En Italia no era feliz, en Vila Cruzeiro, una favela sufrida de Brasil, sí. Cómo influyó el vértigo de una vida con muchos altibajos.
Adriano, 27 años, rescindió el contrato con el Inter de Italia.
Adriano, que cuando era niño e iba a entrenar se ponía un guardapolvo de escuela pública para no pagar el boleto de colectivo, contó que soportaba presiones desde chico y que era hora de un cambio. Por Almir, su padre, Adriano había conocido las entrañas de Vila Cruzeiro. Almir, hasta el último día de su vida, mantuvo en el cráneo una bala perdida recibida en una de las tantas batallas de "la Franja de Gaza" brasileña. Pero también por Almir, que murió de un infarto días después de la Copa América de 2004 ganada por Brasil, Adriano se decidió por el fútbol. Un día, su padre, su primer entrenador, lo buscó en su habitación e incluyó en el Hang Futebol Clube, un equipo de los campeonatos de la favela. Y el tiempo empezó a correr.
“Nace otro Ronaldo en el Bernabéu”, fue el título del diario español El País al día siguiente de su debut con el Inter, luego de clavar un tiro libre impactante ante el Real Madrid. Al tiempo, ya era el Emperador. Pero, de ahí en más, no halló su imperio. Todo lo contrario. El Adriano frustrado solucionó sus problemas personales con alcohol, escándalos sexuales, buscó salidas en tratamientos psicológicos, padeció sobrepeso y llegó a brindar una entrevista al canal Sky, el mismo que poco antes había comprado sus imágenes en una discoteca de Milán. “Éramos más felices cuando no teníamos nada”, dijo. Su rodilla fue tazada en 15 millones de euros por un grupo de aseguradoras. Era la parte del cuerpo más cara del deporte. Pero ya no era Pipoca, el joven grande de las colinas de Vila Cruzeiro que se destacaba por dos cosas: su pierna izquierda y su timidez. Era el Emperador, y tenía que demostrarlo en cada sitio y a cada momento.
Los psicólogos brasileños, ahora, esgrimen teorías sobre Adriano. Uno planteó que sufre un shock cultural y emocional tras pasar de vivir en el barrio de Penha a una mansión a orillas del lago de Como. La fama, es cierto, lo asedió. Del chico de 18 años recién llegado a Italia que cada vez que le decían "ciao" se desconcertaba, pasó a no poder visitar con su madre la catedral Duomo di Milano, acosado por un grupo de hinchas. Nike, la misma patrocinadora de Ronaldo, también lo presionó. Su madre, Rosilda, contó en una entrevista a la emisora Bandeirantes que su hijo sufrió depresión y que estuvo cerca de suicidarse después de la muerte de su padre, "mi hincha número 1", como mencionó el propio jugador.
Un grupo de jóvenes en un potrero de la favela Vila Cruzeiro.
Hoy, Adriano sonríe. En la favela le agradecen por el gesto, pero reclaman una salida urgente para los pibes. Una ayuda, como el mural pintado a la sombra de una canchita por un grupo de niños junto a los holandeses Dre Urhahn y Jeroen Koolhaas, integrantes del proyecto Favela Painting de la Fundação Firmeza, que se impone dentro de tanto gris. Y donde un chico, entre miles, expresó: “Mi sueño es ser un jugador de fútbol, para tener un buen futuro”. Adriano, consiente de que la patria es la infancia, podrá aconsejarlo. Y, como indicó en una charla a torso desnudo en los pasillos de Vila Cruzeiro, contemplar todos los días esa “pintura maravilhosa”.
Roberto Parrottino