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Gaby Milito: "Mi Mundial era volver a jugar"

Aunque le hubiera gustado ir a Sudáfrica, su desafío era estar otra vez en un campo de juego. Los increíbles gestos de Guardiola, los secretos del Barcelona, su charla en el Mundial de clubes y Messi de cerca.

Por Redacción EG ·

10 de agosto de 2010
Imagen PENSATIVO, durante la entrevista que dio en la casa familiar, antes de las vacaciones.
PENSATIVO, durante la entrevista que dio en la casa familiar, antes de las vacaciones.
Nota publicada en la edición julio 2010 de la revista El Gráfico

LA CARTA, difundida por el sitio oficial del FC Barcelona el 19 de julio de 2009, no tenía pretensiones amarillistas. Ni intención de exagerar. “Día tras día lucho de manera constante con gran ilusión para dejar atrás esta complicada situación que me toca vivir y que sin duda me ha depositado en el peor momento de mi carrera y de mi vida (...). Pero que no quede ninguna duda: no voy a bajar los brazos y seguiré luchando con todas mis fuerzas y mis medios hasta recuperarme”.
El peor momento de su carrera y de su vida. Sumergido en ese pozo profundo desde el que no podía ver ni un haz de luz, Gabriel Alejandro Milito abría su corazón y al mismo tiempo enviaba un mensaje esperanzador. La rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha, producida un año y tres meses antes, en la semifinal de la Champions frente al Manchester, con pronóstico de recuperación de entre 6 y 9 meses, no sólo ya estaba duplicando dicho período, sino que abría un interrogante gigante en relación a su futuro.

Pasó. Hoy es viernes 4 de junio de 2010. En la vieja y querida casa familiar de Bernal, mamá Mirta lanza el aviso por handy: “Papi, ya están los chicos de El Gráfico”. Gabriel está en Quilmes, a unas cuadras nomás, y arribará en unos minutos, mientras Diego acuna su sueño mundialista en Sudáfrica, el mismo que Gaby cobijó hace cuatro años en Alemania.

Es curioso el caso de los hermanos Milito, cómo se han ido siguiendo los pasos de manera alternada, como un Juego de la Oca futbolero: Diego nació primero (1979 vs. 1980), pero Gabriel tiró el dado más alto y debutó dos años antes en primera (97 vs. 99); Diego volvió a pasarlo al ganar su primer título en la Argentina en 2001 (¡y encima con Racing, 35 años después del último, flor de hazaña!) y Gaby lo siguió al año siguiente, al dar la vuelta con Independiente (otra proeza, único torneo local en 16 años); los dos arrancaron su carrera en Europa en equipos medianos casi al mismo tiempo (Zaragoza y Genoa), Gaby consiguió aterrizar primero en un club grande (Barcelona), también sacó ventaja al ganar su primera Copa del Rey con los maños, y luego Liga y Champions League con el Barça, pero Diego lo empardó este año con el triplete y otra vez están iguales. Si en las vitrinas del cálido hogar de Bernal estuvieran de gira los trofeos de mayor reputación de Europa, la deseada Orejona llevaría dos años aquí, clavada, como en otra repisa lucirían los trofeos vigentes de dos de los campeonatos más fuertes del mundo (España e Italia). Los padres no se pueden quejar: el apellido ha sido bien defendido.

Son las once de la mañana y Gaby llega con el andar firme, la pisada segura y la cabeza bien alta, reflejos incorporados del capitán que siempre ha sido desde las selecciones juveniles. Jean, zapatillas, buzo informal, los clásicos rulos algo recortados y aplacados por un baño reciente, saluda y acepta el café que le ofrece mamá que sin duda aún lo mima. En dos días, Gabriel se irá de vacaciones a buscar calor y playa al Caribe, junto a su mujer y a sus dos hijos, Santiago “Rulos de papá” y Luca. Uno imaginaba ver a un Milito triste y decepcionado, enojado tal vez. Pero, no.

-¿Cómo estás?
-Muy bien, ahora mucho más tranquilo. El año pasado, para esta fecha, estaba con muchas dudas y tuvieron que hacerme otra artroscopía, pero por suerte eso quedó atrás, y ahora disfruto las vacaciones como quería y no podía. Y con la tranquilidad de haber vuelto a jugar, claro.

-¿Tenías dudas porque no sabías qué iba a ser de tu vida?
-Dudas acerca de si iba a jugar, no tenía; pero no entendía por qué me dolía la rodilla si estaba todo bien. Los médicos me explicaban que era un caso muy raro.

-¿Vas a ver los partidos del Mundial o no querés saber nada?
-Más vale que los voy a ver. Siempre miro fútbol y un Mundial no es para perdérselo. Además, tengo muchos amigos en la Selección y está mi hermano.

-¿Te imaginabas que podías llegar a estar dentro de los treinta jugadores de la primera lista o ni siquiera eso?
-No me imaginaba nada. Nunca me hice muchas ilusiones, porque no conocía lo que Maradona pensaba de mí y porque también soy consciente de que estuve mucho tiempo sin jugar, por la lesión. No sé qué habría pasado si no me hubiera lesionado; quizás tampoco iba, porque cada técnico tiene sus gustos y es respetable.

-¿Ni un poquito te ilusionaste?
-Me hubiera encantado estar en el Mundial; pero el gran reto para mí, lo más importante, es haber vuelto a jugar. Mi Mundial era volver a jugar, y poder hacerlo en un club como el Barcelona, participar en un momento histórico del equipo; con un técnico que estuvo siempre a mi lado desde que me lesioné y que me respaldó poniéndome en partidos muy difíciles, cuando por ahí yo esperaba ir más lento.

–¿Vos te sentías en nivel como para estar en el plantel que viajó al Mundial?
–Sí, podría haber estado sin problemas.

EL CAFE LE PIDE una primera tregua a la charla. Llega Natalia, la hermana, y va a darles de comer a los perros. Allí, en ese mismo patio del fondo, con papá Jorge y el abuelo Antonio como cómplices, se gestaron los primeros duelos futboleros familiares, que encontrarían su pico de rating el 9 de marzo de 2003; en aquel recordado clásico de Avellaneda en la cancha de Lanús, con botoneadas e insultos a la madre incluidos. “Gabriel siempre fue el más calentón. Diego era muy hábil y lo volvía loco y Gaby terminaba corriéndolo por toda la casa, siempre fue un chico de mucha personalidad”, contó Jorge hace unos años.

La casa de Bernal mantiene inalterable la cordialidad, el afecto y la sencillez de origen, auque la familia haya tenido que sucumbir a la diáspora del fútbol profesional. Hace ocho años, El Gráfico llegó a esta misma casa para entrevistar a Gabriel, capitán del equipo del Tolo Gallego que se encaminaba a la conquista del título, y todo está como entonces, salvo por la repisa de aquel rincón, desde la que sonríen los cuatro nietos. Y por los plasmas de turno, que hace apenas un mes generaron la locura de Gabriel, Jorge, Mirta, Natalia y la banda de amigos y familiares que gritaron los goles de Diego en la final de la Champions, como realmente se merecían. E imaginemos el alarido de la dueña de casa, cuando vio al nieto de dos añitos bailando con su padre en el campo de juego. Mamá Mirta es la gran esperanza de los hinchas de Independiente y Racing, la que les calienta la oreja una y otra vez a sus hijos, como quien no quiere la cosa, “lo lindo que sería que volvieran al país para estar juntos otra vez”.
Vuelve Gaby en el túnel del tiempo.

-¿Qué te pasó, entonces? ¿Por qué estuviste más de un año y medio sin jugar?
-Fue dificilísimo para mí, que soy un apasionado del fútbol. Querer y no poder es lo peor. Yo me rompí los cruzados, me operé, hice la rehabilitación, estaba todo bien, pero quería entrenarme y no podía, sentía un dolor insoportable por afuera de la rodilla. Cumplía todos los deberes, era el más fuerte del equipo en las cargas de peso, pero no podía trotar. Me hicieron un millón de estudios, vinieron médicos de distintos lugares, y veían que el ligamento estaba perfecto, hasta que descubrieron que tenía un nervio atrapado.

-¿Qué es lo más difícil en estas lesiones?
-El fútbol es un deporte de equipo y siempre vas con el grupo; pero cuando te lesionás estás solo: tus compañeros salen a entrenarse al campo y vos te quedás en el consultorio. Lo mismo en los partidos: cuando salían a la cancha me tenía que ir al palco. Es muy feo.

-¿Se te cruzó largar?
-No. No por mi voluntad y por la contención de mi familia, de los profesionales que trabajaron para ayudarme: de Luis García, el kinesiólogo de la Selección, un sostén impresionante; de Guardiola, de mis compañeros, y del club en general. No es fácil que te tengan la paciencia que todos tuvieron conmigo. Hubo momentos en que ellos estaba más confiados que yo mismo en que iba a volver.

-¿En qué notaste la paciencia?
-En el mensaje: “No te apuramos, Gaby, tranquilidad, tomate el tiempo que sea necesario, no te presiones, que estamos aquí respaldándote”. Esas cosas suceden poco en el fútbol. En general, vos estás sin jugar y te proponen rescindir el contrato. Acá fue todo lo contrario. Encima, me quedaba un año más y antes de venir me renovaron por otros dos. Me sirvió para confirmar lo que pienso del club, porque las palabras, de última son palabras; lo importante son los hechos. Y ellos, con hechos, me demostraron lo que sienten por mí.

Imagen EN BARCELONA es querido y respetado. Le quedaba un año de contrato y le renovaron por dos más, hasta 2013.
EN BARCELONA es querido y respetado. Le quedaba un año de contrato y le renovaron por dos más, hasta 2013.
-¿Y en lo futbolístico? ¿Cuál es la receta del Barcelona para jugar tan bien?
-Dos cosas fundamentales: muy buenos jugadores y un muy buen entrenador.

-Pero todos los grandes clubes, como Real Madrid, Inter, Manchester, Chelsea, tienen excelentes jugadores; sin embargo, ninguno juega como el Barcelona.
-El Barcelona tiene una escuela, sin importar el entrenador, sobre todo desde Cruyff para acá. Para mí no hay un solo equipo en el mundo que juegue como el Barcelona. La idea es salir jugando siempre. Los centrales bien abiertos para recibir la pelota del arquero y salir. Nosotros tenemos entrenamientos en los que sólo practicamos la salida, con diferentes variantes. Otras líneas que baja Pep son jugar con tres delanteros, abrir bien la cancha, que los tres del medio jueguen por el interior del campo. Es muy raro que a Xavi o a Iniesta los veas sobre la línea, no son el clásico 8 argentino. Hay que jugar por abajo y no saltearse nunca el medio: del central al mediocampista y del mediocampista al delantero. En el Barcelona, el juego directo no existe. Y el resultado es un conjunto superofensivo, pero con un detalle en el que pocos reparan: fuimos el equipo menos goleado. Y por una sencilla razón, el sistema defensivo es impresionante.

-Porque tienen siempre la pelota.
-Sí, pero cuando no la tenemos, al rival le dura muy poco. La presión es permanente, pero no corremos porque sí. Todo el terreno que podamos ganarle al contrario, lo tenemos que ganar. Eso nos pide Pep. Hay muchísimo trabajo detrás del equipo, con videos, estudio del rival, todo. Y ves las inferiores del Barcelona ¡y juegan exactamente igual!

-En el último clásico saliste besándote el escudo, ¿había un mensaje de revancha?
-No, salí normal, con un calambre en el  gemelo y estaba contento porque íbamos ganando un partido decisivo para llevarnos el campeonato.

-Dale...
-Lo que me pasó con el Madrid fue hace siete años, y si jamás hice una declaración en contra, menos la voy a hacer ahora. Aparte estoy en el Barcelona, ¡qué más puedo pedir!

-Después de ese clásico, te cruzaste feo con Valdano, ¿no?
-Son cosas que a mí no me gusta manifestar.

-¿Tu calentura con él no fue tanto porque bochara el pase sino porque supuestamente dijo: “El tiempo me dio la razón con Milito”?
-Si hay un club que tiene que hacer una inversión y no está seguro de la salud del jugador, me parece bien que no la haga. Por eso no puedo criticar la decisión. Después, tuve la oportunidad de ir al Zaragoza, y mi desafío fue demostrar que estaban equivocados. Y lo logré, porque desde que se cayó el pase hasta que me volví a lesionar pasaron 5 años, uno de ellos en el Barcelona, en los que jugué absolutamente todo (ver recuadro), y con partidos de Selección en el medio. Digamos que no había demasiados argumentos para que después, una vez que volví a estar lesionado y viendo que me estaba costando tanto volver, Valdano dijera eso, pero la libertad de expresión no se la podés cortar a nadie.

-¿A vos te consta que Valdano haya dicho eso? ¿No intentaste hablar con él?
-No. Mi desafío pasó a ser otra vez demostrar que estaba bien y que volvería a jugar.

VOLVIO, SI. En enero de este año, en un partido de Copa del Rey ante Sevilla. Salió ovacionado, aunque el equipo perdió. Gabriel jugó poco con la blaugrana, pero es de los más queridos, porque ven un líder. Como lo vio Guardiola, que lo invitó a hablar frente al grupo antes de la final del Mundial de Clubes con Estudiantes. Como lo vio Gerard Piqué, que lo eligió junto a Puyol para que le prologaran su libro. Como lo vio el presidente, que le renovó por dos años más. Suena el celular, Gaby no se distrae, no atiende. ¿Y si fuera Guardiola?

-¿Cómo tomaste que Messi dijera que tenías que ir al Mundial?
-Muy bien. Con Leo somos amigos, nos llevamos superbién, y él veía cómo estaba jugando. Igual le pedí que no dijera nada más; si no, hubiera parecido que lo estaba mandando yo.

-Se ve que te admira, también se refirió a vos cuando festejaron los títulos el año pasado.
-Nos habían preparado la ropa de cada uno en el vestuario, para salir al campo a festejar. Yo no había jugado en todo el año, ni siquiera me había entrenado con el equipo; entonces cinco minutos antes de entrar al campo, decidí irme sin que nadie se diera cuenta. Pero justo me vio Leo, que está en todas. “¿Adónde vas?”, me dijo. Y me fui. Con la doble sensación. Por un lado contento, por el equipo campeón, y por el otro, con la amargura y la angustia por lo que me pasaba. Llegué a mi casa, prendí la tele y ahí vi a Leo. Agarró el micrófono y dijo que yo había estado siempre con ellos y que me había ido porque era un “boludo”.

-¿Messi es consciente de lo que hace?
-Es consciente de todo y lo lleva muy bien. Leo es tan tan tan humilde, que no se la cree para nada. Siempre quiere más. Nosotros ganamos 6 títulos en 2008/09 y cuando perdimos la Copa del Rey era el que peor estaba de todos. Leo es así; también porque está acompañado por una familia espectacular. Tiene las cosas muy claras. Se toma todo con naturalidad.

-Guardiola también hizo fuerza para que fueras al Mundial.
-Cuando empecé a entrenarme con el equipo, me dijo: “Uno de mis objetivos de este año es que vayas al Mundial, y te voy a ayudar en todo lo que pueda”. Lo hizo poniéndome en muchos partidos. Guardiola mostró un afecto especial por mí desde el comienzo. Yo me lesioné unas semanas antes de que agarrara el equipo, me operaron y al día siguiente vino a verme al hospital. No es un gesto frecuente. Desde ese momento me transmitió confianza y estuvo siempre cerca, con gestos increíbles.

-Por ejemplo.
-Estaba en la Argentina haciendo la rehabilitación y sonó el celular. Yo no atiendo casi nunca, y menos si dice “Desconocido”; pero atendí por una de esas casualidades. Esa tarde, el Barcelona jugaba la previa de la Champions contra el Wisla Cracovia. Era Guardiola. Estaba a dos horas de su debut oficial. “Hola Gaby, soy Pep. Te llamo para decirte que en este momento en que iniciamos la temporada me estoy acordando mucho de vos, y que vas a ser muy importante para nosotros”. Son esas cosas que no esperás nunca, detalles que te marcan. Como técnico ya se vio lo que puede dar; humanamente también es distinto. Yo lo viví pero lo hace con todos, intenta darle una mano a cualquiera que tenga un problema.

-¿Por qué te hizo hablar en Dubai, antes del partido con Estudiantes?
-El día anterior al partido nos levantamos de la siesta, merendamos, y antes de ir a hacer la última práctica, fuimos a la charla. Pep suele dividirlas en dos partes, con imágenes, muy completas. Estaba sentado adelante, con una silla vacía al lado, y de golpe dice: “Gaby, por favor, pasá”.

-¿Sabías que te iba a llamar?
-Para nada, incluso estaba medio dormido todavía. Me pidió: “Quiero que les cuentes a tus compañeros qué significa para un equipo argentino un partido como el que vamos a jugar mañana, qué están sintiendo los jugadores de Estudiantes hoy”. Y les conté el valor que le damos los sudamericanos a la final del mundo, mucho mayor que el que le dan los europeos. Les hablé de la historia de Estudiantes, y características de sus jugadores, a los que había visto por la tele en las finales con Cruzeiro.

-Cambio: ¿qué se dijeron con Diego antes de la semifinal de la Champions?
-Nos deseamos suerte, nada de apuestas. Nos conocemos mucho ya.

-Un papelón como el de la cancha de Lanús, no iban a hacer, ¿no?
-No (risas), eso quedó en el ámbito doméstico, te imaginás si uno pide la expulsión del otro y nos mandamos a la p... madre en la Champions... Lo ven en el mundo entero, un papelonazo. Además, los errores se cometen una vez.

-¿Cómo terminó la historia aquella vez?
-Nada: hice un foul pero no a él, Elizondo me sacó amarilla, él pidió que me echara y yo lo mandé a cualquier lado. Esa misma noche comimos acá juntos, vimos Fútbol de Primera y ya más fríos, nos reímos. No recuerdo nunca haberme peleado con Diego de grande. Además de hermanos, somos amigos.

-Vuelvo al partido con el Inter: ¿por qué Valdés quiso acogotar a Mourinho?
-Un malentendido, pensó que estaba cargando a la gente, porque Mourinho no es bien recibido, cuando puede habla contra el Barcelona.

-Fue preparando el terreno para su desembarco en el Real Madrid...
-Sí, sí, muy inteligente en ese sentido, juega su propio partido.

-Se van a poner lindos los clásicos.
-Siempre son importantísimos, ahora tendrán un condimento más, se potenciará todo.

Imagen EN LA PIEZA-museo. Donde antes dormían con Diego, hoy hay colección de camisetas y fotos. Para estar horas.
EN LA PIEZA-museo. Donde antes dormían con Diego, hoy hay colección de camisetas y fotos. Para estar horas.
-Si tu hermano va al Madrid, ¿lo perdonás?
-No creo que vaya. Y si él quiere ir porque siente que es lo mejor, que vaya, porque con el Madrid en sí no tengo ningún rencor.

-¿Seguiste la campaña de Independiente?
-Veía los partidos en la compu. Pensé que era nuestro momento, que nos íbamos a quedar con el título, porque el Tolo es un tipo ganador, y además se cumplían 8 años del último título, el mismo tiempo que había pasado del anterior al que ganamos nosotros. Nos tocaba. Además, veía bien al equipo. Una pena. Ahora agarró Dany Garnero, que fue compañero mío y un referente para mí. En mis inicios hubo dos personas a las que miré mucho, no sólo por lo futbolístico sino por cómo trataban a los compañeros, cómo resolvían situaciones difíciles, cómo se acercaban a los jóvenes, cómo mantenían la tranquilidad. Ellos eran Garnero y Fabián Carrizo.

-¿Hablaste con Garnero?
-Sí, y estaba muy contento. Me pareció muy bien que Independiente apostara por un técnico de la casa. Sé que el compromiso de Dany por Independiente es total y confío en sus posibilidades como técnico.

-¿Para cuándo imaginás la vuelta al país? ¿Lo hablan con Diego, planean el regreso?
(Mamá Mirta detiene su paso hacia la cocina, vuelve la cabeza y mira como diciendo “ya”). –Pienso jugar algunos años más en Europa, las tres temporadas que me quedan de contrato en el Barcelona, y después volver, con 32 años para 33... está bien. Ya me pasa por la cabeza.

-¿El hincha de Independiente se puede ilusionar con tu regreso o lo decís por decir?
-Yo lo tengo en mis planes, que no te quepan dudas. Si mi cuerpo me lo permite, uno de mis sueños es retirarme en Independiente, pero no llegar de grande para no poder moverme, me gustaría estar para poder aportarle cosas al equipo. No sería bueno para mí ni para nadie venir a jugar 4 partidos para decir que lo hice y nada más. Además, está mi abuelo Antonio, vitalicio y fanático del Rojo, que no me lo permitiría.

LO QUE NUNCA se permitirá Gabriel Milito es aflojar en las difíciles. El fútbol lo puso a prueba un par de veces, y el muchacho de rulitos, el más calentón del patio del fondo, salió jugando con la pelota al pie, la pisada firme, la cabeza levantada y la determinación intacta en el andar. Como llegó hace dos horas. Como se va ahora mismo, a disfrutar de las merecidas vacaciones. Enterito y jugando.

Por Diego Borinsky / Fotos: Emiliano Lasalvia