¡Habla memoria!

Letra redonda: Osvaldo Ardizzone

PRESCINDIBLE es un cuento de Ardizzone publicado en El Gráfico en 1972, donde se plasma la realidad laboral de los jugadores de fútbol y el presente de muchos trabajadores del país.

Por Redacción EG ·

26 de diciembre de 2019

Nació el mismo año que la revista, un 10 de noviembre. Y muy cerca de ella, en La Boca. Osvaldo Bramante trabajaba como empleado administrativo en Editorial Atlántida. Conversando con Dante Panzeri, director de El Gráfico, nació una amistad que se plasmó en el papel cuando, adoptando el apellido materno, Osvaldo Ardizzone empezó su vida periodística en la revista, en 1961. Durante tres lustros su estilo sobrepasó los límites de lo que exigía una revista deportiva, a tal punto que El Gráfico publicó varios de sus cuentos,. Ardizzone se dedicó también a la poesía, las letras de tangos, la charla (muchos recuerdan su espacio en “La vida y el canto” por Radio Rivadavia, con Antonio Carrizo) y hasta los libretos de un espectáculo de café concert que montó en compañía de Alejandro del Prado.

 

Imagen Osvaldo Ardizzone (1909 - 1987)
Osvaldo Ardizzone (1909 - 1987)
 

 

Prescindible

La noticia estaba allí. Allí, sobre la mesa. En ese diario de la noche. Allí estaba la palabra, la que dolorosamente le había cambiado la vida en un solo segundo... Porque existen los vocablos huecos, los que apenas expresan lo  que importa su ligero significado. Los que están asociados a lo superfluo, las que se utilizan como mero y trivial adorno de la frase... Después están las otras palabras... Las sólidas, las que parecen corporizarse, adquirir formas materiales, como si tuviesen las tres dimensiones de as medidas cúbicas. Por ejemplo, d-e-l-i-n-c-u-e-n-t-e... Pronunciada así, con un deletreo deliberadamente intencionado, para fue suene más agresiva. Con la fonética bien impostada, como os cantantes de ópera. O, por ejemplo, d-e-l-a-t-o-r... O dicho más directamente, a-l-c-a-g-ü-e-t-e. Sin la fineza de la h muda y con la crueldad insultante de esa g bien gutural, bien cargada de amígdalas... Son como salivazos. Encierran el restallar de in latigazo. Encienden la mejilla como una bofetada a mano bien abierta. Y entonces caben la devolución del insulto y la réplica varonil de un puñetazo... En cambio esa palabra, esa que estaba allí en ese diario de la noche, no participaba de ninguno de esos matices. Inclinado sobre la plana del periódico la releyó por sexta o séptima vez deletreándola mentalmente: P-R-E-S-l-N-D-l-B-L-E. No, no era ni hueca ni sólida. No tenía la hueca sonoridad del adorno, pero tampoco importaba un insulto. Volvió a leer... "Inesperadamente, Roberto Arrazmendi fue declarado prescindible." No era erudito en esas palabras formales, pero recordó que una vez, hacía ya algunos años, se la había escuchado al viejo... Fue en aquel atardecer de invierno, cuando toda la familia estaba reunida en la cocina de antes... Evocó la figura del viejo, detenido en el vano de la puerta. La cara demudada. Los brazos colgando al costado del cuerpo, contemplando a todos con los ojos sin mirada... Y las primeras palabras pronunciadas las balbuceó trabajosamente... "Me llamaron... de la oficina del jefe... Esta tarde. No sé, pero me dijeron que era pre... scin... di... ble... Sí, algo así... Después me explicaron... Quiere decir que no les hago más falta, que estaba de más, que no les sirvo más... Eso es... Miró, ahí está escrito", y se dirigió a la vieja mostrándole un papel que sacó con torpeza del bolsillo de la chaqueta, como si intentara disculparse de esa palabra que en su ignorancia lo hacía sentir culpable... Y también recordó que no se produjo ninguna reacción brusca. El, sus hermanos, sus cinco hermanos y la vieja permanecieron en la misma actitud silenciosa... La palabra quedó flotando pesadamente en la intimidad de la cocina, con un sentido doloroso, como cuando el médico participa a los familiares del diagnóstico inexorable para el enfermo de la casa...Ahora, al cabo de veinte años, la palabra volvía... Estaba allí, sobre la mesa, en la noticia del diario de la noche, al pie de la foto... Pero de una foto de antes, cuando resplandecía la sonrisa ganadora, cuando la actitud y el gesto transmitían la satisfacción íntima del triunfador... Cuando la gran época de los elogios, de los halagos, de los aplausos, de los sonoros bautismos periodísticos, de todas esas frases que le habían acariciado la vanidad y el orgullo. Se preguntó, sonriendo, cuánto tiempo había pasado desde todo aquello... ¿Cuánto? Si al cabo recién alcanzaba los veintisiete. Si todo eso que ahora evocaba lo podía tocar con las manos, lo podía sentir en la piel, si todo eso resonaba todavía en los oídos, lo tenía al alcance de los ojos..  Sin embargo, allí al pie de la foto estaba la palabra... Esa misma que le habían dicho al viejo, esa que casi balbuceando explicó el pobre viejo aquella tarde... "Quiere decir como que ya no les hago más falta, que estoy de más, que ya no les sirvo más..." Y volvió a admitir que no era un insulto, que no llevaba la ofensa de un salivazo ni encendía la mejilla como una bofetada... Era humillante, rebajaba, lastimaba por eso, porque disminuía, porque lo hacía sentir a uno insignificante, inútil, nada... Eso es menos que nada... Volvió a mirar la foto con una sonrisa... Allí, en el cajón del mueble del living, había muchas de ésas... Tal vez centenares... Siempre fueron la preocupación de Graciela, su mujer... Se levantó de la silla procurando no hacer ruido. En puntas de pie se dirigió al comedor... Allí, en ese cajón estaba el tesoro de Graciela... Que la pobre siguiese durmiendo. Total..., ¿para qué despertarla? Mañana, mañana lo sabría todo, pensó, mientras regresaba con los álbumes y los depositaba sobre la mesa... ¡Qué extraño! Allí en todos esos papeles, en todas esas fotos, estaba su vida imprescindible... Nada más que ese im tan breve, tan simple, para cambiarlo todo... Lentamente fue sacando las fotos... Ahí estaba su cara de antes, aquella tarde en que por primera vez vistió la casaca del club... Casi ocho años atrás... Y se detuvo inconscientemente en el recuerdo... Tenía entonces catorce años... Y apenas pasó por las inferiores... Después esa tarde de aquel domingo había sido la más feliz de su vida de purrete reo... ¡Prescindible!... Siguió pasando las fotos... Siguió revisando los recortes... Sentía el placer de volver a juntarse otra vez con todo aquello... Llenar la mesa con todos esos recortas con todas esas poses, con todos esos elogios. Allí estaba toda su gran historia... ¡Prescindible!... Siguió vaciando los álbumes.. Todas las fotos allí, allí sobre la mesa... Aquel partido... Aquel gol... La radio... La televisión... La gente... El presidente... El secretario... El técnico... El viaje... La Copa...

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Esa mañana cuando su mujer se levantó se sorprendió a encontrarlo profundamente dormido. Y mucho más al verlo en esa actitud, con la cabeza echada sobre la mesa, en medio de esa disparatada profusión de fotos y recortes... El sol ya se insinuaba débilmente en la habitación, pero el sueño del Bato seguía imperturbable... Tenía la sonrisa infantil, la misma expresión candorosa de aquel que ella había conocido ocho o nueve añas atrás... Como en un prodigioso milagro, los rasgos se habían rejuvenecido hasta adquirir la misma frescura de aquel primer domingo, cuando aquel primer gran triunfo... Tal como aparecía en esa foto con que se iniciaba su historia, esa que más contaba en sus afectos... Después descubrió el diario de la noche. Y allí leyó la noticia. Allí advirtió la palabra... Y entonces lo comprendió todo. Hasta imagino la escena. Y sintió el reproche íntimo de haber estado ausente, de no haber compartido con él esa angustiosa y solitaria velada... Pensó en dejarlo así, en la placidez del sueño, sumergido en la embriaguez de todos esos recuerdos... Pero no pudo controlar el impulso de despertarlo, de mostrarse entera a su lado, de ponerle el hombro a esa decepción, de compartir esa lágrima que ya le estaba temblando en los ojos... ¡Pobre Beto...! Alargó la mano con timidez hasta la nuca indefensa... El Beto se desperezó lentamente... "¿Qué pasa...? ¿Qué hora es? ¿Me quedé dormido aquí? ¿Sabés que ni me di cuenta? ¿Y todo esto? ¡Ah!, sí, ahora me acuerdo... Sentí ganas de mirar las fotos, de volver a leer algunos recortes viejos... Por nada... Parque se me ocurrió no más... ¿Acaso vos no lo hacés a veces? Pero, decime una cosa...¿vos estás llorando? ¿Por qué? ¿Porque viste todo esto? ¿Por eso que leíste en el diario? ¿Sabés qué es todo este montón de fotos, esta pila de recortes? Nada. Sólo un montón de basura... Sí, de basura... ¿Qué vas a llorar por todo esto? Mirá como yo me río... Si, a carcajadas... ¡Y vas que te tomaste el trabajo de encuadernadas, de coleccionarlos, de ponerles la fecha...! Mirá lo que yo hago con todo esto... Lo tiro por el aire, como si fueran papeles viejos... Señores, aquí está la vida imprescindible del gran Beto Arrazmendi... ¡Y vos lloras! Mirá cómo me río... A carcajadas... Bien a carcajadas... Señores, he pasado a ser prescindible... Ahí está la noticia en el diario.. , No sirvo más... No sirvo para nada... ¿Y qué hago can todo esto? ¿Qué hago con mi celebridad, con mi fama, con los elogios, con los halagos? ¿Qué hago, vieja, con todo esto que vos coleccionaste? Ya sé lo que voy a hacer... Lo tengo decidido... Vení, vamos a la cocina... Vamos a encender el fuego... ¡Llorar por esto! Pero, ¿no te das cuenta que una sola lágrima tuya no vale ni un cachito de toda esta mentira...? Eso es, ya está el fuego... ¡Vas a llorar porque a un tipo se le ocurre decir que yo soy imprescindible... Eso es... Andá alcanzándome toda esa basura... Eso, eso es... Mirá lo que dice al píe de la foto... «La nueva estrella del fútbol»... Muy bueno. Más que muy bueno... Un gran periodista. Una gran foto. Un gran jugador... El mejor... ¡Al fuego! El fuego purifica, como decía la vieja... Ahora te toca a vos... Agarrá ésa, esa donde me llevan en andas... Mirame la cara... Al fuego, al fuego con todo... ¡Miré con quién estoy ahí! Con el presidente... Gran abrazo. Sí, fue la tarde en que marqué los tres goles... Al fuego. ¡Viva el fuego! Una llamarada y todo se acaba... Pero, ¿seguís llorando? Vamos, dame la mano... Vamos a bailar la danza de los indios, como en las películas... Esa, dame ésa, cuando me felicita el señor embajador... Señor embajador, señor embajador... Ahora soy prescindible... ¿No lo sabía? Sí, aquí está el diario... Soy prescindible.... Soy p-r-e-s-c-i-n-d-i-b-l-e, señor embajador de las Antillas o de Las Canarias..., ¿de dónde era, vieja? Ah, ésa tenés que quemarla vos... Mirá, los dos en la escalerilla del avión, Obsequio especial del club para el gran crack del equipo y su señora esposa... Ahora el técnico dice que no entro en sus planes, que no estoy en la tónica... Ahora el presidente dice que no le sirvo... Y el tesorero dice que soy muy caro... Al fuego... ¡Viva el fuego! La llamita. Como dicen los poetas, el crepitar de la llamita y todo se esfuma.. , Pero..., ¿vas a seguir llorando, vieja? Entonces andate... Mejor que me dejes a mí solo... Que éstas son cosas mías... Mirá, ésta es la nota que andaba buscando. «El hombre que no tiene precio» Gran título... Miré lo que dice el presidente... Imprescindible, intransferible, insustituible... Patrimonio del club... ¡Qué sé yo!... Ya falta poco, vieja... Señores, ocho años de fama que van a transformarse en humo... En papeles chamuscados... ¡No llores...! Vamos..., vamos a seguir bailando la danza de los indios... ¡Viva el fuego! ¿Porque a un tipo se le ocurrió decir que soy prescindible? ¿Por eso vas a seguir llorando? Mirá cómo me río... Me importa un pito.. , Miré cómo me río... A carcajadas... Bien a carcajadas... Y ya sabés, si vas a seguir llorando mejor que te vayas... Mejor que me dejes solo... La gambeta que deslumbró América... El chanfle con pierna cambiada... La cabeza milagrosa... ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! El desborde imparable... El vértigo de la raya... El azote de la red.. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Y vos lloras— Lloras porque sos una gran otaria... Porque creés que una palabra nos puede cambiar la vida... Me río, me río, me río cien veces... Mil veces... Un millón de veces... Todas las veces que se me da la gana... Señores... Les anuncio que faltan apenas cinco fotos para que el famoso Beto Arrazmendi deje de existir definitivamente... Señora Graciela, dentro de unos minutos su famoso marido dejará de vivir... Será polvo, se transformará en humo... Aquí va una... Eso es, mi estimada llamita ahora es tu trabajo.. Eso es.. Ahí va la segunda... Siga... Pero, ¿te diste cuenta qué pronto se va todo? Ahora la tercera... Pero ésta es más chica... Vamos a ponerla junto con la cuarta... Ahí está... Señores, ahora les anuncio que falta la última... El último aliento del famoso Beto Arrazmendi... Vení, vieja... Esto necesita una ceremonia especial... ¿Sabés qué foto es? La que yo quería más... La de ese primer domingo... Mirá la cara que tengo... "El día en que aparece una estrella". ¡Qué domingo ése! Pero, decime... ¿Vos creés que de veras soy prescindible, vieja?... Andá, andá a terminar de vestirte que en cuanto termine con esto salimos... ¿Querés guardarla?.. ¿Para qué? Mejor terminemos con toda esta basura... El fuego nunca defrauda... Mirá, miró cómo se termina enseguida... Listo... Todo concluido... Señores, el Beto Arrazmendi ha dejado de existir.. Recién acaba de quemar su último gran recuerdo... Vamos, vieja... Dame la mano. , . No, así no más... Con esa misma ropa... Pero espera.. Me olvidaba de una cosa. Falta quemar el diario... Pero, ¿cómo pude olvidarlo?... Ahora sí. Ahora sí ya dejé de ser prescindible. . Ya no existo... Vamos, dame la mano... Ahora sí, vamos... ¡Qué mañana!... No, sin auto. Así, caminando... ¿Sabes cómo me siento? Como si empezara a vivir de nuevo... Sí, de nuevo... Completamente de nuevo... 

 

Osvaldo Ardizzone (1972)