Las Entrevistas de El Gráfico

2002. Ignacio Corleto: “Argentina es mi cable a tierra”

El fullback de Los Pumas se había consolidado con claridad como uno de los referentes del equipo. En un momento convulsionado del país, el deportista no descartaba volver en el corto plazo.

Por Redacción EG ·

15 de enero de 2019
Rápido y contundente en la cancha. Rápido y contundente su ascenso en Los Pumas. Su paso por el Seven de Mar del Plata terminó por confirmar que Ignacio Corleto, aquel adolescente de 15 años al que sólo le interesaba jugar al rugby para divertirse con sus amigos, ya no es más el mismo. No en cuanto a su esencia. Sí en relación a lo que puede despertar su sola imagen en la gente.

No hubo un solo rincón del estadio mundialista del que no brotara un nene, una chica o un padre de familia que lo palmeara, le pidiera un autógrafo, un beso, una caricia, una remera... Su naturalidad, su eterna sonrisa, su figura de puma y su cordialidad son los argumentos que lo catapultaron en poco más de dos años (y a los 23) a convertirse en uno de los pocos divos de este seleccionado argentino.

Con serenidad, pudo absorberlo. Tal vez sin darse cuenta. Tal vez logró encontrar la comodidad que muy pocos cobijan en la fama, y encima sabe divertirse. Esa es la palabra. Corleto se divierte en cada pequeño y constante contacto con los hinchas, como en la cancha. Como aquel pibe de 15 años.

"Lo disfruto mucho. Hasta puedo llegar a extrañarlo. Argentina es mi cable a tierra constante. Lo necesito. Por eso cuando tengo la chance de venir, lo hago. Estar con mi familia y sentir el cariño de la gente es muy importante."

Imagen Entre partido y partido, Ignacio descansó, recibió masajes y paseó por el estadio Mundialista firmando cientos de autógrafos.
Entre partido y partido, Ignacio descansó, recibió masajes y paseó por el estadio Mundialista firmando cientos de autógrafos.


-¿Por eso no dudaste en resolver enseguida que tu club te dejara venir?

-Fijate lo que es esto. Mirá el cariño que nos brinda la gente. ¡Cómo no iba a estar! Por ellos, por la chance de jugar un Seven, por salir del invierno europeo y estar en Mar del Plata, por representar a mi país, por tratar de hacer olvidar el mal paso que estamos pasando.

 

Faltó la cereza

En gran medida se consiguió. El Seven permite un constante contacto con los jugadores durante las dos jornadas que dura el torneo y esa posibilidad los hinchas la exprimieron hasta la última gota. Sin embargo, faltó la moneda para el peso. Los Pumas tuvieron una primera jornada muy sólida, aunque el saldo significó un desgaste importante que acarreó lesiones (como la de Agustín Pichot, quien no jugó el sábado) y un recambio que con la exigencia física terminó perjudicando la producción de un equipo que apuntaba a llegar, por lo menos, a la final.

"No tenerlo a Agustín y que después se lesionaran Núñez Piossek y Contepomi afectó la estructura, porque veníamos practicando los movimientos con ellos y tuvimos que cambiar el esquema de juego. Aparte, estábamos muy cansados. Nos desgastamos mucho durante el torneo y Sudáfrica lo aprovechó y nos eliminó.

-¿Con qué sensación te vas?

-Con mucha bronca porque nuestra idea era llegar a la final y ganarla, y porque sigo sin poder ganar un seven, mi única cuenta pendiente. Pero creo que respondimos. Estuvimos muy cerca de superar a Nueva Zelanda y le ganamos a Australia. Con Sudáfrica perdimos bien.

Imagen La velocidad de Nani en el Seven. Quena ganar la Copa de Oro, pero se quedó con las ganas.
La velocidad de Nani en el Seven. Quena ganar la Copa de Oro, pero se quedó con las ganas.


Placeres y sufrimientos

Corleto está nuevamente metido en la rutina que eligió hace casi dos temporadas. Narbonne fue su elección luego de desechar una oferta del Bristol inglés. Allí vive solo y comparte su tiempo entre entrenamientos y consolidar su segunda familia compuesta por los otros argentinos que están jugando con él: Gonzalo Quesada, Mario Ledesma, Gonzalo Longo y Martín Scelzo.

Son fijas las cenas de los domingos en casa de algunos de ellos, con pizza de por medio y el rugby, Argentina, el fútbol y Francia como país son los ternas excluyentes. Ya son clásicas las discusiones con Quesada por quedarse con el trono de mejor golfista (lo practica hace tres años). Aunque nadie puede sacarle un premio: es el que más levante tiene con las mujeres.

Hijo de padres uruguayos. Nani vive y respira aire profesional, aunque con ciertos límites. El rugby es su vida, aunque con un sentido muy distinto al de la mayoría. No es el fin, sino el vínculo para desarrollar sus inquietudes y sus deseos.

"Quería jugar para divertirme con mis amigos. Nada más que eso. Por eso a los 17 años dejé porque el grupo íntimo que formábamos con seis chicos se fue desmembrando. Las ganas volvieron porque mi hermano Federico (le lleva 11 años) me preguntó si quería ir a un torneo en Mar del Plata y acepté porque él iba junto a sus amigos. Gusté y al poco tiempo debuté en Primera. Era algo que buscaba pero no era mi sueño. Si hasta estuve a punto de ir a probarme a Excursionistas por la insistencia de un amigo de un amigo mío. Eso luego quedó en la nada.

-¿El ser ahora profesional no te hizo meter más en la obsesión de vivir para este deporte?

-Muy poco. De alguna manera soy fanático, pero no como los demás. No conozco un nombre, no miro un partido. Cuando nos juntamos a ver a los rivales me aburro. Casi que me duermo. Me gustan mucho más otras cosas como jugar al golf o ir a la playa.

-¿No pudieron cambiarte?

-Pará, no soy un irresponsable. Sí me interno para verme y tratar de mejorar. En Argentina ya me grababa los partidos de CUBA y me veía para mejorar. Pero siempre jugué para divertirme, estar con amigos, comer juntos. Esa era mi idea. Ahora ya no puedo hacerlo mucho, pero mantengo la misma filosofía. Trabajo con seriedad pero no con fanatismo. Me acuerdo de una nota que le hicieron a Batistuta en la que decía algo que me identificó. Al tipo no le enloquecía el fútbol y sí los campos, como a mí.

Imagen Me identifico mucho con Batistuta, que no le enloquece el fútbol y sí el campo. A mí me pasa lo mismo con el rugby.
Me identifico mucho con Batistuta, que no le enloquece el fútbol y sí el campo. A mí me pasa lo mismo con el rugby.


-Es raro.

-Pero cierto. No me veía jugando en Los Pumas. A los 15 años quería otras cosas, no como la mayoría. Todo se me dio aunque no lo pensé. Lo único que quería era llevar una vida normal y trabajar en el campo (tiene uno en pleno arrendamiento). No quiere decir que no sea serio sino que trato de tomarme todo lo que me pasó con otra mentalidad, con otra cabeza.

-Entonces, ¿por qué te fuiste a Europa?

-Porque quería mejorar como jugador. Busqué progresar y encontré un cambio, no fundamental pero sí importante para seguir creciendo. Dudé mucho porque no sabía si era el momento, hasta que me la jugué. Aunque eso no quiere decir que quiera vivir del rugby. Hasta junio estoy en el Narbonne, pero después se verá. Capaz que decido volver y retomaré los estudios y el trabajo.

-¿Tu vida allá es muy aburrida?

-No. Si la querés hacer alocada podés. Te vas el miércoles a Barcelona y el viernes al mediodía volvés. Toulouse está a una hora y media, Montpellier a media hora. Pero no me va. Por ahí lo hago una vez cada mes. Me gusta estar en casa, una vida tranquila.

-¿Qué cosas destacás de Francia?

-Que la vida está para disfrutarla, no para sufrirla como nos pasa a los argentinos hace años. Siempre estamos en la lucha. Hay una máxima: el que estudia, se recibe y sabe otro idioma, llega y es millonario. Y el que quiere vivir tranquilo se pone un kiosco o trabaja en la municipalidad y tiene auto y buenas vacaciones. Lo que no comprendo es el alto grado de libertinaje. Los chicos de 15 años se van a vivir con sus novias a esa edad. Eso me choca.

-Te enteraste de los saqueos y los problemas políticos. ¿Cómo reaccionaste?

-Eso pasó un miércoles. Estaba concentrado y lo vi por televisión. Llamé como 10 veces a mi casa para ver si estaban bien. Sentí miedo. Me di cuenta de que realmente todo está jodido. El sábado de esa misma semana tenía que volver a la Argentina y no sabía si podía viajar porque quería saber si había piqueteros en Ezeiza.

-¿Te sorprendió?

-Si bien la mano viene difícil hace tiempo, nunca imaginé que se llegaría a eso. Siempre estuvo jodido todo pero ahora pasamos a un costado mucho peor, que es el de la agresión. Eso es mucho más peligroso y me da miedo.

-¿Qué te decían los franceses?

-Esta fue su frase: "¿Estás seguro de que querés ir ahí?" Lo vieron como algo muy raro. No nos identifican más como sudacas, pero sí como un país subdesarrollado.

-¿Te da bronca o entendés su pensamiento?

-Ves por televisión eso y qué otra cosa pueden decirte. Si veo lo mismo, lo pienso.

-¿Ese miedo hace cambiar tu perspectiva de tu futuro?

-Para nada. Vuelvo porque amo Argentina, como lo hice esta vez. Lo necesito y si de paso puedo ayudar, mejor. Es mi país y sé que voy a volver, que me casaré con una argentina. Quiero vivir acá pese a todo.