¡Habla memoria!

El destino, la pelota y yo - Capítulo XV

Por José Manuel Moreno. Luego de los títulos y la gloria en 1941 y 1942, Moreno es suspendido por segunda vez en 1944 y entonces, el mejor insider del mundo parte a México.

Por Redacción EG ·

23 de abril de 2020

¡MEXICO!

Desde el año 1937, como llevo dicho, River había venido perdiendo el torneo profesional. Al iniciarse la temporada del 41, grandes eran las esperanzas cifradas en el equipo, pero se tornaron en desaliento al promediar la primera rueda, en la que fuimos derrotados por San Lorenzo, N. O. Boys, Racing, Huracán y Boca Juniors. Como que llegamos al séptimo puesto, mientras San Lorenzo se colocaba a la cabeza.

Al iniciarse la segunda rueda se produjo el repunte espectacular de River, a raíz de un severo ajuste practicado en la formación del cuadro, en el que participamos: Yácono, Cadilla, Ramos, Vaghi, Rodolfi, Barrios, Muñoz, yo, Pedernera, Peucelle y Labruna.

Un crítico de esa época comentando la reacción que entonces se produjo, dijo así:

"...Tembló el Monumental ante la vibración colectiva por ese estupendo triunfo alcanzado por el bizarro conjunto de la banda roja".

Bien; el club retornó al lugar descollante de los mejores tiempos. Y nosotros, los repudiados de poco tiempo atrás, recuperamos la categoría de ídolos. La afición es algo así como "la más hermosa" que, según el famoso verso de Darío, "sonríe al más fiero de los vencedores". La Comisión del Club, al compás del entusiasmo delirante, adjudicó a los titulares del equipo un premio especial de 1.500 pesos... (Gracias, señores.)

 

Imagen Ustedes deben encontrar aquí muchas caras conocidas: Waldemar do Brito, el puntero izquierdo Arregui, Antonio De Mare, Raimundo Orsi, Cadilla, Deambrosi y con la guitarra, en primer término, Adolfo Pedernera. Corresponde a algo que olvidara contarles: nuestra actuación como artistas de radio en una obra de Botta y Bronenberg titulada "Romance con oro y sangre", que se transmitió por Radio Mitre.
Ustedes deben encontrar aquí muchas caras conocidas: Waldemar do Brito, el puntero izquierdo Arregui, Antonio De Mare, Raimundo Orsi, Cadilla, Deambrosi y con la guitarra, en primer término, Adolfo Pedernera. Corresponde a algo que olvidara contarles: nuestra actuación como artistas de radio en una obra de Botta y Bronenberg titulada "Romance con oro y sangre", que se transmitió por Radio Mitre.
 

El año 42 se repitió la hazaña: River campeón. En las distintas etapas del torneo formamos en la delantera: Muñoz, Gallo, Pedernera, Labruna, Loustau, Deambrosi, D'Alesandro y yo.

Íbamos bien, pero... el año 43 perdimos por un punto. River, según se comentó, "dejó sobre la gramilla y sobre el recuerdo su excelente campaña". Bien, lindas palabras; pero nosotros habíamos perdido... y no se puede perder. Estábamos en falta... El partido que define un campeonato —a veces por un solo gol—, cuando se enfrentan los cuadros más poderosos, depende, con frecuencia, de la suerte o la fatalidad. Pero cuando se pierde, lo común es que todo el club, del presidente al socio y al hincha, se encrespen; y eso es lo tremendo para el jugador, que dio de sí, en el cuadrado, todo cuanto podía.

Nosotros pasamos del altar de los ídolos a la picota de los réprobos. ¡A cuidarse en adelante, pues al más mínimo desliz caería sobre nosotros el chicote de los "mandamais"!

Soy un convencido de que en fútbol (y en muchas otras cosas) raramente se sabe perder con dignidad. No sé si "dejamos sobre la gramilla" ese brillo de que habló el cronista. De lo que sí me acuerdo es de que ese año dejé sobre ella muchas lágrimas.

 

UNA PLATEA

Era la de mi padre. Yo se la había regalado y quedaba junto a la salida del túnel. Desde allí, cada vez que entrábamos en la cancha mi padre me gritaba:

—¡Tranquilo, pibe!

Una tarde del año 43, esa platea estaba vacía. Y mi viejito, tal vez, en lo que ya dije que ha de ser "el paraíso del buen vigilante".

No fue una vez, sino muchas: yo, al salir al campo miraba esa platea con la ilusión, ahora frustrada, de ver la silueta y oír el grito de estímulo. Y empezaba a jugar con un nudo en la garganta, que a poco se desvanecía con el furor de la contienda. Pero me achicaba al principio, y lo cierto es que a veces, en el primer minuto, por sorpresa, se puede marcar el primer gol...

Una tarde, al salir, miré como siempre hacia la platea vacía. Y de pronto sentí un golpecito en el hombro y una voz amiga, cariñosa, la de José Ramos, que me dijo:

—Bueno..., Josecito..., ¡olvidate ahora! ¿Qué le vas a hacer? ¿Qué le vas a hacer, pibe? Tenés que jugar. Mirá las tribunas...

Me hizo bien la palabra de aliento. Creo que siempre hace bien. Y esa tarde, con todo lo que me daba el cuerpo y el alma que le debía... jugué por su memoria.

 

Imagen Dispuesto a irme a México, todos mis compañeros de River y un sinfín de amigos me despidieron con una cena de la que conservo este recuerdo, que ya empieza a tomar color amarillo, color de recuerdo...
Dispuesto a irme a México, todos mis compañeros de River y un sinfín de amigos me despidieron con una cena de la que conservo este recuerdo, que ya empieza a tomar color amarillo, color de recuerdo...
 

OTRA VEZ CASTIGADO

Esto pasó el año 44, en el que le tocó a nuestro club el papel de "escolta". Promediaba el campeonato cuando los periodistas que se ocupan de las cosas nuestras dieron una noticia que causó estupor: se me había castigado por segunda vez. "El Mundo" del 17 de julio dijo:

"Los intereses creados del fútbol profesional, afirmados en determinadas reglamentaciones y en un sistema contractual de jugadores que materializa la "ley del embudo", han sido aceptados a regañadientes porque... no hay otro remedio. Con las posibilidades del éxodo a México se ha abierto una puerta, cuyo marco no es correcto, pero ampara actitudes como la que ha planteado ahora el jugador José M. Moreno, quien siempre vistió la casaca de River Plate, en cuyas filas actúa desde hace quince años, y al que la Comisión Directiva, anoche, multó en la suma de $ 100 por no presentarse en el match de reserva con Lanús, con la prevención de que, de repetirse ello, se le rescindiría el contrato. El jugador al tener conocimiento de esta resolución envió su renuncia indeclinable en tal carácter..."

Era cierto. Y en esa ocasión había de por medio una cuestión de intereses..., que también son respetables, puesto que primo vívere..., etcétera.

Con sumo dolor de mi alma me despojaba de la casaca listada en rojo que me había cubierto el pecho a lo largo de tres lustros, exaltando mi corazón cuando escuchaba el griterío:

—¡River, River sólo! ...

¿Qué le íbamos a hacer? Hay cosas que duelen más que el fracaso del amor, por ejemplo, y una de ellas es el sacrificio de la dignidad. La cosa era tremenda: más o menos como el exilio, el destierro voluntario... "El Mundo", al día siguiente, dijo:

"Moreno aceptó la oferta de México. Como decimos, el lunes emprenderá viaje en avión hacia la capital azteca, y así nuestro fútbol perderá un gran jugador, puesto que, de acuerdo con las disposiciones vigentes, ese futbolista nunca más podrá actuar en ningún país sudamericano con filiación internacional".

Y así era, y ya lo comentaremos más adelante:

México, para el jugador castigado era algo así como Suiza para los perseguidos del mundo. Y para allá me fui —para México—, con mi orgullo, tal vez equivocado, fundado quizá, pero irreductible. Me contrataba el club España en condiciones ventajosas; se presentaba ante mis ojos un dilatado escenario de aventuras; sentía un instintivo amor hacia la tierra de Hernán Cortés —creo que lo mismo nos sucede a todos los argentinos porque ésa es vanguardia en el centro como nosotros en el sur—; dejaba a mi madre bien instalada y protegida..., y me largué hacia el país de los charros, donde sabía que me esperaban brazos fraternos. ¡Y si los tuve, mí Dios! Ya lo verán... Algo grande para mí ocurrió antes de mi alejamiento, y fue el banquete con que me obsequiaron los titulares del primer equipo "millonario". Y perdóneseme otra vez la inmodestia indispensable para estas memorias. Al comentar el ágape, dijo el cronista de "El Mundo":

"...No estuvo allí ningún dirigente... Parece que a la comisión de River Plate no le interesa la ida de Moreno, el mejor insider del mundo entero, pues de otra forma no se admite esa ausencia injustificada de los que orientan y dirigen los destinos de la institución..."

¡Y bueno! Es posible que alguna vez esté solamente, exclusivamente, a cargo de técnicos experimentados, y a cubierto de señoritos, burócratas y pésimas legislaciones, el destino de los jugadores: los que dan renombre a los clubs consagrándoles, a veces, toda una vida... Me fui, dejando en River con harto sentimiento, una carta que terminaba así:

"Me he visto obligado a asumir tal actitud, no sólo en defensa de mis legítimos intereses, sino también en salvaguardia de mi dignidad personal y de mi moral deportiva, quedándome la íntima satisfacción y el orgullo de poder decir a las autoridades de mi club, que nunca defraudé las esperanzas puestas en mi humilde condición de jugador, y que en la medida de mis fuerzas contribuí a mantener la jerarquía que anteriores jugadores le brindaron a esa institución..."

Y me fui. Me fui dejándolo todo menos la esperanza, con la tristeza que imaginará el lector. ¡Quince años con la banda roja cruzándome el pecho! ... Aliciente para mi "exilio" fue el estímulo de muchos periodistas amigos. En la revista "Campeón", Enrique Torrado me despidió con estas y otras palabras:

"Caro Moreno: acaso era tu destino el de alejarte de tu tierra, de tu casa, de la ciudad que te encumbró futbolísticamente, cuando todavía está muy distante la declinación de tu capacidad. Te vas con tus magníficas condiciones intactas. México, pues, recibirá a un triunfador y no a un vencido. De cuantos han marchado hacia el país del norte, vos sos, Moreno, el más grande de todos. Es indudable que nuestro fútbol pierde, con tu alejamiento, un valor de excepción, una de las figuras de más relieve de los últimos años, un verdadero crack. Pero así como surgiste vos, como surgió Pedernera, como surgió Labruna, continuarán surgiendo astros de la misma categoría con el correr del tiempo, que es renovación constante de todas las esquinas porteñas..."

¡Gracias, Torrado! Sí, tuviste razón. En todas las esquinas porteñas se juntaban de mucho atrás, y seguirán juntándose, las bandadas de purretes, como los gorriones en los adoquines de la calle. Y eso es grande, porque seguirán juntándose para soñar cosas heroicas, hazañas estupendas, que a veces, con el correr de los años se realizan y se cumplen, pero no tan fácilmente como sueñan los pibes, sino sufriendo bastante. Sí, amigo Torrado: de cada esquina escapará la bandada en busca de un potrero-palenque de sus hazañas, con la pelota de Borocotó y las alpargatas bigotudas... Y algunos llegarán a ser los "grandes del deporte", los cracks, los ídolos...

 

Imagen En la misma puerta del hotel de México, al que llegara procedente de Buenos Aires, ya me aguardaban la inmensa cordialidad y la fraternal amistad de aquellos hombres macanudos, representados aquí por dos periodistas.
En la misma puerta del hotel de México, al que llegara procedente de Buenos Aires, ya me aguardaban la inmensa cordialidad y la fraternal amistad de aquellos hombres macanudos, representados aquí por dos periodistas.
 

Pero un malhadado día, gorrión, te aprisiona el cazagañote, te cortan las alas del ensueño, que nunca declina porque naciste gorrión y lo serás hasta la muerte...

Bueno..., y basta. Que acabo de narrar en pocas palabras esa historia mía de gorrión porteño. Pero me cortaron las alas...

Y me fui para la tierra del quetzal.

 

(Continuará)

En el próximo número "En la patria de los charros".

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