¡Habla memoria!

Los secretos del fútbol: el wing

Un especialista, Oscar Ortiz, nos transmite sus conocimientos sobre los wines. “Aparentan ser jugadores informales. Pero son aquellos que, a la hora de la verdad, muestran cómo están integrados al equipo”.

Por Redacción EG ·

13 de abril de 2020

¿Qué es un wing? Yo tengo una visión muy particular del puesto. No es aquel jugador que, simplemente, usa la camiseta con el número 7 o el 11 en la espalda, y que ocupa uno de los costados de la cancha. No. Para ser un verdadero wing hay que sentir el fútbol de una manera diferente. Lo que no quiere decir ni mejor ni peor que un volante, un delantero central o un defensor. Los punteros conforman una raza especial dentro del fútbol. Saben que su misión es crear situaciones que otros compañeros aprovecharán para convertirse en goleadores. Y saben muy bien que en el campo, aparte de su marcador específico, siempre deberán luchar contra dos rayas —lateral y fondo de cancha— que todavía serán más implacables para limitar sus movimientos. Los wines tienen apariencia de jugadores informales. Pero son aquellos que, a la hora de la verdad, muestran cómo están integrados al equipo. Wines fueron Garrincha, Bernao y el yugoslavo Dzajic. A quienes nombro para ejemplificar estos conceptos iniciales y para rendirles el homenaje de mi admiración.

Hasta aquí, lo que yo pienso y siento sobre los wines, y por lo tanto, sobre el desborde. Pero así como no soy el dueño de la verdad, tampoco debo darle la espalda a la realidad. Y ésta me dice otras cosas.
 

Imagen Variante de la diagonal: puntero que se interna llevando la pelota. Pedro González la hace bien. Con él, Clide Díaz (Huracán).
Variante de la diagonal: puntero que se interna llevando la pelota. Pedro González la hace bien. Con él, Clide Díaz (Huracán).
 
 

TODOS LOS WINES NO SON IGUALES


Los jugadores que recién nombré fueron wines que llegaban al desborde sumando sorpresa y manejo de pelota. Yo —no pretendo insinuar que estoy a la altura de ellos— también me incluyo en ese estilo. Que no es el único. Hay otra clase de wines. Son aquellos que desbordan con pelota lanzada —caso Santiago Santamaría— y que en base a velocidad son capaces de llegar hasta el fondo de la cancha. Es una jugada mucho más simple pero no por ello menos efectiva. Después tenemos otra clase de wines. Yo los llamo punteros con gol. Y aquí pienso que dos buenos ejemplos son Oscar Más y Ernesto Mastrángelo. Ninguno de los dos son típicos exponentes del desborde.

Pero vale mencionarlos por su estirpe goleadora que nace en los laterales. Oscar, desde la izquierda, dándole a la pelota como los dioses. Y Ernesto, siempre acechando desde la derecha, para entrar en diagonal con un oportunismo formidable.

Creo que hemos llegado a las primeras conclusiones. Que se podrían resumir así:

 1) Los wines que desboran casi nunca son goleadores.

 2) Para tener desborde hay que jugar con punteros-punteros. No basta con cubrir los laterales de la cancha.

 3) Lo ideal de un equipo es jugar con wines de distintas características, para tener variantes de ataque. Uno, al estilo de Garrincha, Bernao o Dzajic. El otro puede ser veloz como Santamaría. O bien realizar un juego similar al de Pedro González. Pedro, cuando se queda sobre su lateral, sin llegar a desbordar, es un gran lanzador de centros. No son ollazos, sino colocados. Eso lo hace tan peligroso como el wing que llega hasta el fondo y manda la pelota hacia atrás.

4) Creo que mi opinión es clara. Los wines tienen que desbordar. Pero me conformaría con uno, si el otro tiene las características goleadoras de Más o Mastrángelo. En este punto también quiero mencionar a Daniel Bertoni y Enzo Ferrero. Acaso sin el olfato goleador de aquéllos, pero con una cuota mayor de desborde.

Imagen En el Mundial, Daniel Bertoni mostró toda su potencia. Un puntero con gol y que también sabe desbordar. Final contra Holanda. Haan se fue al piso. Poortvliet sale a enfrentarlo.
En el Mundial, Daniel Bertoni mostró toda su potencia. Un puntero con gol y que también sabe desbordar. Final contra Holanda. Haan se fue al piso. Poortvliet sale a enfrentarlo.



DONDE LA QUIERE EL WING


Primero hablemos de una jugada clásica. Ubiquemos la acción en el campo rival, en los tres cuartos de cancha. ¿Cuándo la recibe el wing? Por lo general cuando están cerrados los caminos por el centro. Bueno, en ese caso yo quiero el pase cuando estoy mirando hacia el arco contrario, y con mi marcador enfrente. Es el momento de iniciar el desborde y mis compañeros TIENEN QUE CREER en mi capacidad de creación yendo a buscar posiciones en el área para definir. Esta es la maniobra clásica del wing, que seguiré desarrollando más adelante. Pero no es la única. En un partido se producen muchas variantes. A veces hay que ir a buscar juego sobre la media cancha, con el marcador pegado a nuestros talones. Aquí lo conveniente es tocar de primera. En la Selección que ganó el Mundial de 1978 hacíamos una jugada muy interesante con Ardiles, Kempes o Valencia. Uno de ellos, el que arrancaba en esa acción por el sector izquierdo, me tiraba una pared y yo tocaba enseguida por la misma línea. El que me había dado el pase pasaba por detrás de la pelota (entre la raya y mi posición) e iba a buscarla unos metros más adelante. Entre los dos habíamos superado a mi marcador. Por supuesto yo no me quedaba parado. Mi compañero sabía que si encontraba otro defensor en su camino, podía hacer una pequeña pausa para esperar mi llegada y repetir la jugada: esta vez era yo el que pasaba por detrás de la pelota. Otra alternativa es engañar al marcador. Hay dos maneras que también son clásicas para un wing. Aparentar que uno va a buscarla cortita sobre la posición del compañero que viene jugando, y en cambio picar en búsqueda del pase largo. O al contrario: hacerle creer al marcador que vamos a picar en profundidad y en su lugar volver a recibirla al pie. Jairzinho y Edu, dos grandes wines que tuvo el fútbol brasileño, hacían muy bien esta última "engañifa". Arrancaban a cien por hora, a los cinco metros clavaban el freno y volvían sobre la posición de salida; el marcador quedaba totalmente desairado. En su nota "Las pequeñas sociedades hacen el gran equipo", de esta misma serie, César Luis Menotti sintetizó estas dos jugadas así: "Cuando voy vengo; cuando vengo voy".
Imagen Garrincha en cancha de River. Un partido Botalogo-Barcelona. Y para enloquecer más a su marcador, un desborde por adentro.
Garrincha en cancha de River. Un partido Botalogo-Barcelona. Y para enloquecer más a su marcador, un desborde por adentro.


SORPRENDER AL MARCADOR


No me quiero remontar a otras épocas. Pero sin ir muy lejos, recuerdo que hace ocho o diez años el wing tenía más facilidades para jugar que hoy en día. Entonces se trataba de un mano a mano entre él y su marcador. Ahora es muy distinto: los esquemas son superdefensivos y se agudizan cuando los contrarios saben que enfrente hay un wing que desborda. Supongamos que se trata del 11. Su marcador natural es el 4. Pero no es el único. El 8 rival estará vigilando que el 11 no se vaya por adentro. Y el 2 se acercará a las espaldas del 4 listo para entrar en juego apenas vea que su compañero fue superado. Como vemos, una encerrona. Se trata de obligar o invitar al wing para que se mande por su lateral. Si el 4, con la ayuda de la raya, no consigue quitar o rechazar la pelota, ahí estará el cruce del 2 para terminar la cuestión, ante un 11 que ya viene forzado porque tuvo que superar a su primer marcador (el 4).

¿Qué debe hacer el wing? Encarar. Crear. Conseguir el desborde. No cabe otra. Para ello tiene en su mente la carta ganadora: la sorpresa. No olviden esto los jóvenes. Porque es el concepto fundamental del fútbol. El que lleva la pelota tiene en su favor la iniciativa del juego. El 4 está invitando al 11 para que se vaya por afuera. Perfecto. Lo que nunca sabe el 4 es el momento exacto en que saldrá el wing. Así les ganaba Garrincha a sus marcadores. Así lo hacían Bernao y Dzajic. Así, lo digo sin vanidad, juega Oscar Ortiz. Todo ocurre en pocos segundos. Primero se estudian las piernas del defensor. Se le amaga. Cuando se movió, hay que tomarlo a contrapierna. Ya le sacamos ventaja. El wing arrancó antes. Si el marcador se recupera, la ventaja todavía vale. Porque el 11 sabe cuándo va a frenar. Su rival frenará después. Ya vimos el primer secreto. No es el único. Porque la jugada continúa...
Imagen Oscar Más. Un wing con gol. Pinino le da a la pelota como los dioses.
Oscar Más. Un wing con gol. Pinino le da a la pelota como los dioses.

 

La Gambeta

El wing acaba de superar a su marcador (el 4). Por supuesto, con una gambeta. ¿Fue corta o larga esa gambeta? Siempre depende de la situación que él mismo analizó y definió. Para ello un wing necesita estar absolutamente concentrado. No sólo en su jugada. También debe tener un panorama claro de lo que ocurre en las inmediaciones. Cuando sale únicamente el 4, lo conveniente es la gambeta corta y seguir avanzando sobre el terreno rival. Pero ya dije que nadie regala nada y que para enfrentar a un wing que desborda, el equipo contrario pone sobre alerta a uno de sus marcadores centrales. El 2 en apoyo del 4 o el 6 haciendo lo propio con el 3 si se trata del otro sector. En estos casos hay que tirar una gambeta larga para superar en la misma acción a los dos defensores. Es-tamos desarrollando una jugada con el 11. Y tenemos anulados al 2 y al 4. No fue sencillo. Pero el wing que desborda tiene armas suficientes para realizar con éxito su misión. Esas armas son: sorpresa, manejo y pique. El pique se transforma en velocidad. Otro concepto que el wing debe tener muy en cuenta.

Imagen Otro fenómeno de la punta derecha, Raúl Emilio Bernao.
Otro fenómeno de la punta derecha, Raúl Emilio Bernao.

 

LA DIAGONAL

Creo que el tema merece tratarse por separado. Es una variante del juego de un wing y resulta muy eficaz para jugar de contraataque. Sobre todo cuando el puntero arranca vacío para cortar la cancha en línea oblicua, desde su lateral hacia los palos rivales, para encontrarse con un pelotazo que alguien le ha lanzado en profundidad. El fútbol es algo tan cambiante que no siempre el juego se presenta para desbordar por los laterales. Además, no debe olvidarse que las características de los jugadores hacen en definitiva el estilo del equipo. Y cuando un cuadro tiene un wing como Ernesto Mastrángelo, cuenta con el hombre ideal para habilitarlo con pelotazos largos para explotar lo bien que hace la diagonal desde afuera hacia el centro. El secreto del Heber es lo que en inglés se llama TIMING. Sentido del tiempo. Justeza para arrancar en el instante preciso. Ni una décima de segundo antes (para no irse al offside) ni una décima de segundo después (para que el defensor no trabe su arranque). Para eso, Mastrángelo tiene un olfato especial. Vive concentrado en el partido, observando al compañero que trae la pelota y a los defensores rivales, cuidando su colocación, siempre bien perfilado para picar y "robarle" al adversario el lado de adentro. Además, sus movimientos son exactos y simples. Así, sorprende siempre, aunque todo el equipo contrario sepa que va a cruzarse en diagonal para encontrarse con el pelotazo que viene desde atrás y generalmente desde la izquierda. Arranca, pasa por delante de las narices de su marcador -digamos el 3-, y le gana las espaldas al 6 en el momento justo en que llega la pelota. Lo demás es frialdad y convicción para definir. Hay otra diagonal: la del puntero que se interna llevando la pelota. Esta es una variante de desborde por adentro, muy positiva cuando el jugador domina la pierna opuesta al lateral de partida. Por ejemplo yo, cuando me tiro a recibir sobre la derecha y giro para entrar en diagonal, o Pedro González cuando arranca desde la izquierda. En este caso, el puntero que hace la diagonal va protegiendo la pelota de los defensores, llevándola con la cara externa del pie izquierdo (desde la derecha) o derecho (desde la izquierda). Daniel Bertoni sabe hacerla muy bien, con su facilidad para jugar sobre los dos perfiles y su potencia para terminarla en remate al gol.

Imagen Un partido con Vélez. Mi marcador, Malaquin, quedó atrás. Es el momento de acelerar el desborde, mientras levanto la cabeza y miro a mis compañeros.
Un partido con Vélez. Mi marcador, Malaquin, quedó atrás. Es el momento de acelerar el desborde, mientras levanto la cabeza y miro a mis compañeros.

 

ACELERACIÓN

 
El fútbol de hoy no admite pérdidas de tiempo. El 11 —en esta jugada imaginaria que nos permite desarrollar la nota— ya dejó atrás al 4 con gambeta corta o bien superó al 2 y al 4 juntos con una larga. El desborde va llegando a sus momentos culminantes. Sus compañeros están buscando los mejores lugares para definir. Los rivales, por el contrario, tratan de rearmarse para impedir que el 11 termine su jugada. El wing ataca profundamente. Y en ese momento, su pique tiene que alcanzar el máximo de aceleración. Para ganar terreno, llegar hasta el fondo de la cancha si es posible, y por fin lanzar el centro antes que otro defensor pueda cruzarse en su camino. Este es uno de los momentos más importantes del desborde. Para sacar el centro hay que frenar. Rebajar como dicen los tuercas— de 100 a 20. El motivo es muy sencillo. Un centro a la carrera puede ir a cualquier lado. En cambio, frenando, vamos a conseguir precisión. Porque aquí no se trata de meter un "ollazo". Si tanto hemos peleado para ganar el desborde, lo lógico es que el wing termine con un centro que sea un pase-gol.

 

LAS VARIANTES DEL CENTRO


Los puntos de referencia son vitales para el que tira el centro. Y los compañeros del wing deben ocuparlos estratégicamente para aprovechar esa gran ventaja que nos da una defensa descolocada, a contrapierna. Los rivales, incluido el arquero, están mirando hacia el lateral desbordado por el 11. Los atacantes, en cambio, de frente al arco. Las referencias, para el que tira el centro, pueden ser varias. El 9 en el primer palo. El 7 cerca del segundo. Y en el punto del penal, un volante que varía según el frente de ataque y el perfil favorable de quien va a rematar. Por ejemplo, en River, un centro de Pedro González desde la derecha, es ideal para la zurda de Alonso; uno mío, desde la izquierda, es para el derechazo de J. J. López. Estos movimientos hay que mecanizarlos trabajando en la semana. El receptor siempre será un solo jugador —como veremos enseguida—, mientras que los demás distraen a los defensores con su simple presencia.

¿Cómo elige un wing el destino del centro? Mi experiencia en el puesto me indica que, básicamente, hay tres variantes:

1) Si el desborde llegó hasta unos tres metros del primer palo, hay que tirar el centro hacia atrás, en forma oblicua. No hay otra.

2) A diez metros del primer palo, lo mejor es mandarla por arriba, buscando el cabezazo o el remate del que viene entrando por el otro sector.

3) Desde fuera del área, lo ideal es un centro-shot al primer palo. Una jugada que hacen muy bien Pedro González con Luque, quien va a buscarla a ese lugar ingresando en diagonal de izquierda a derecha. En todos los casos, para aclarar aún más estos tres ejemplos, estamos hablando del wing que llegó con su desborde hasta el fondo de la cancha (uno o dos metros antes de la línea del gol).

Imagen La diagonal de Mastrángelo ganándole la espalda al defensor.
La diagonal de Mastrángelo ganándole la espalda al defensor.

 

CUANDO DESBORDA OTRO WING

Hasta el momento hemos analizado —en una jugada imaginaria— un desborde del wing izquierdo. De más está decir, que valen los mismos conceptos para el puntero derecho. Y en este último caso, ¿cuál es la posición correcta del otro wing? Para ser más claros: ¿Qué hace el 7 si el desborde lo efectuó el 11 o viceversa? Yo, por ejemplo, espero unos metros más allá del segundo palo (ver las variantes del centro). Si la pelota pasa, lo conveniente es definir enseguida. Así, aprovechando que el arquero está tomando nueva ubicación, lo puedo sorprender a contrapierna con un remate cruzado. Pero no siempre se puede rematar. Porque la pelota, por ahí, viene muy afta o porque hay muchos jugadores adelante obstaculizando el ángulo del disparo. Entonces es preferible parar la pelota y reiniciar rápidamente la jugada. Intentar un nuevo desborde, esta vez por la izquierda, con varios elementos a favor. El 4 me descuidó porque en la acción anterior cerró sobre su arco. Y de esa manera se abren dos nuevas posibilidades para mi equipo:

1) Como dije, intentar un nuevo desborde: llegar hasta el fondo de la cancha y lanzar un peligroso centro hacia atrás.

2) Como me acerqué mucho al arco, puedo engañar al arquero amagando tirar el centro, para sacar en cambio un remate directo. Ustedes habrán visto muchas veces como, desde esa posición, un zurdazo pasa entre el primer palo y el guardavalla que, aparentemente, lo estaba cubriendo.

Imagen Santamaría, un wing que desborda en base a velocidad. Y todavía más importante: juega sobre los dos laterales. En el reciente partido con Polonia superó muchas veces a Dziuba (a sus pies).
Santamaría, un wing que desborda en base a velocidad. Y todavía más importante: juega sobre los dos laterales. En el reciente partido con Polonia superó muchas veces a Dziuba (a sus pies).

 

LOS WINES NO SE INVENTAN

Llegamos al final. Y por eso quiero recalcar un concepto que para mí es fundamental: no hay desborde sin wines. Mi idea está avalada por la historia del fútbol. Los grandes equipos de todos los tiempos jugaron con punteros-punteros. Más habilidosos unos, más veloces otros. Pero wines al fin. Acepto que, por una carencia circunstancial —los jugadores todavía no se fabrican en Hong Kong— un técnico deba apelar a otros métodos para abrir la cancha y conseguir el desborde. Como ser defensores laterales que suben o delanteros que rotan por todo el frente de ataque. Pero es una solución de emergencia, no definitiva. El wing, el que sabe amagar, picar, frenar, meterle una gambeta a su marcador, no se inventa: ese wing nace. Por último, dos palabras a los pibes que usan la camiseta 11 o 7 en las divisiones inferiores. Por ahora hagan en la cancha lo que sientan. Y si alguna vez llegan a ser profesionales, recuerden que el fútbol es un trabajo sólo los días de entrenamiento. Los domingos hay que jugar. Porque es la única fórmula que existe para ganar.

 

OSCAR ORTIZ (1980)