¡Habla memoria!

2012. Mora a primera vista

Un par de movimientos bastaron para que empiece un romance entre el hincha de River y el uruguayo, que ha dejado un huella importante en la historia grande del club.

Por Redacción EG ·

08 de enero de 2019
El primer marcador desairado fue papá Waldemar.

Cada vez que lo veía dando vueltas sin hacer nada, se lo llevaba para la obra. Y cada vez que lo llevaba para la obra, le pasaba lo mismo.

-Mi papá era albañil y me pedía que lo ayudara a hacer la mezcla, que le alcanzara los ladrillos, que revocara, o sea varias cosas, y de repente se daba vuelta un segundo y yo me perdía de vista y ya estaba en el campito, fugado. “¿Dónde estás, Pulga, dónde te metiste?”, me gritaba.

-Y cuando volvías…

-Ahhhh, ahí sí que era fea cuando volvía, me relajaba (uruguayismo N° 1), me decía que lo tenía que ayudar porque eso era para que tuviéramos un plato de comida, que el fútbol no me iba a dar de comer, y encima que cómo iba andar por ahí ensuciando la ropa y rompiendo los championes (uruguayismo N° 2), entonces al final casi siempre terminaba jugando descalzo.

Imagen La sonrisa  ladeada, con copyright del Maestro Tabárez, un clásico en Mora.
La sonrisa ladeada, con copyright del Maestro Tabárez, un clásico en Mora.


Un segundo. A Rodrigo Nicanor Mora Núñez lo perdés un segundo y ya no lo alcanzás. Porque es astuto, veloz, y tiene un arranque fulminante. Pueden dar fe papá Waldemar y los defensores del campeonato argentino que comienzan a padecer sus trucos.

Sentado frente al grabador, a punto de cumplir los 25 años, acepta su timidez como característica de personalidad, aunque se siente mucho más cómodo y, hasta se entusiasma en el relato, repasando su infancia y el modo en que aterrizó en el fútbol de Montevideo antes que analizando el funcionamiento del equipo o cualquier otro tema vinculado al campeonato.

Hace unos días le ha tocado ir a la conferencia de prensa en el Monumental y su presencia en el estrado debe haber roto todos los records de permanencia: apenas superó los cinco minutos. No por cascarrabias ni por mala predisposición ni por haberse sentido ofendido por una pregunta, sino porque contesta cortito y al pie, y no da mucha cabida a las repreguntas.

-¿Sos muy tímido?

-Sí, bastante.

-No te sentís muy cómodo con las notas, ¿no?

-No, la verdad que no, me cohíbe un poco tanta pregunta, ¿viste?, porque a veces uno tiene miedo de hablar y meter la pata sin querer, entonces para no meter la pata trato de hablar lo menos posible, responder poquito. Después, también sé que me tengo que adecuar al momento que vivo en un club tan importante como River, y me doy cuenta de que tengo que hablar, al menos una vez por semana, como lo he charlado con Nasarala, el jefe de prensa.

 

Rodrigo Mora, entonces, sale disparado apenas lo pierden de vista, es tímido, prefiere no hablar demasiado y también, podemos agregar, dibuja un esbozo de sonrisa apenas arranca cada una de sus respuestas. Una sonrisa ladeada hacia la izquierda, una sonrisa que nos remite indefectiblemente al Maestro Tabárez. Usa un pantalón bordó que combina de algún modo con su apellido y lo muestra audaz antes que vergonzoso.

Nacido en Rivera, 500 kilómetros al norte de Montevideo, en el límite con Brasil, la ciudad que en la que Tulio metió la mano en un Brasil-Argentina de la Copa América 2005, dio -antes que a Mora-, a otros dos jugadores de jerarquía y recorrido en las últimas décadas: Hugo De León (ganador de 3 Copas Libertadores) y Pablo Bengoechea, El Profesor. Y también a Julio Ribas, el entrenador más joven en la historia de Uruguay (recibido a los 19 años), quien estuvo un par de veces al frente de Peñarol y resultó un hombre importante en la vida de Mora.

Rivera está separada de Santana do Livramento apenas por una avenida con una plaza en el medio. No existe frontera ni aduana. No te piden el documento, te fijás que el semáforo esté en rojo, cruzás, y ya estás en Brasil y la influencia del gigante sudamericano sobre los habitantes de la ciudad uruguaya se hace sentir. Con razón el delantero de River tiene garra, carácter, no da ninguna por perdida y va a todas, pero ahí mismo, en ese envase retacón, hay destellos de calidad brasileña.

-Hay muchos aspectos brasileños que se mantienen en mi ciudad. Se nota en las charlas, o sea, yo hablo portugués y entiendo perfectamente. Perdí esa tonada brasileña cuando me fui a Montevideo pero antes la tenía. Lo que me sigue encantando es la feijoada, el poroto negro, con arroz, es una de mis preferidas.

-¿Y de qué lado se juega mejor al fútbol?

-No sé, yo tengo el fútbol de campito, que es un poco entreverado (uruguayismo N° 3), de pequeño no miraba mucho el fútbol de Montevideo y de Argentina, miraba más el brasileño.

Imagen Encarador, aquí frente a Godoy Cruz. Sus movimientos hacen recordar a Marcelo Salas.
Encarador, aquí frente a Godoy Cruz. Sus movimientos hacen recordar a Marcelo Salas.


Le dicen Pulga desde que tiene uso de razón y cuando creció y preguntó el porqué del apodo, alguno de la familia le contestó: “Porque estabas todo el día saltando, eras demasiado inquieto”.

-¿No te lo pusieron entonces porque te vieron cosas de Messi?

-No, no (sonrisa tímida).

-¿Otros apodos de infancia?

-El otro día en una revista del club, La 1986, me pusieron “El Pistolero”.

-¿Te lo bancás?

-Seeee, seee, me gusta ese apodo.

 

Proveniente de una familia de clase baja, a Rodrigo la vida se le hizo muy cuesta arriba cuando tenía 12 años y falleció su mamá. Sus padres estaban separados y hasta entonces Rodrigo vivía con la madre.

-Para mí fue muy difícil criarme sin mi mamá, era muy apegado a ella y cuando pasó, me fui a vivir con mi padre junto a mis cinco hermanos. En esa época es cuando yo me quería escapar para jugar y él no me dejaba, pero mi madre me protegía y me defendía. Yo vengo de una familia muy humilde, nos faltaban muchas cosas, a veces ni tenía pares de championes (uruguayismo repetido, no se computa), o me compraban un champion y me tenía que durar todo el año, y si mi padre me veía pateando botellas o piedras, me cascaba. Lo que sí tenía siempre era chancletita, yo andaba mucho en chancleta, que era lo más barato que había. O si no, jugaba descalzo. En las canchitas y mismo en el asfalto de la calle.

-¡¿Descalzo en el asfalto?!

-Siiiii, allá en el interior se juega así nomás, quedaba el callito (risas), y de vez en cuando se salía la tapa de algún dedo.

-¿La uña?

-No, viene la uña y la tapa es la que esta bajando, es ésta (hace la descripción en el aire).

Imagen Con la pelota, en Rivera. El Gordito, al arco. El DT y la influencia brasileña en el gorrito (Gremio).
Con la pelota, en Rivera. El Gordito, al arco. El DT y la influencia brasileña en el gorrito (Gremio).


La subsistencia de Rodrigo no se hizo sencilla después de la muerte de mamá Mary, pero por suerte para él aparecieron un par de personas que le marcaron el desarrollo. Primero, su amigo Damián. A los 13 años se conocieron y así Rodrigo, que iba a jugar todos los días a la casa de su amigo, una vez se quedó a cenar, después una vez a dormir, y otra y otra y otra hasta que prácticamente se sumó a esa familia. Graciela Rodríguez pasó a ser su segunda madre.

La otra columna en la que se sostuvo Rodrigo fue César López, su padrino. López tenía una escuelita de fútbol a media cuadra de donde trabajaba Waldemar Mora. No tenía lazos de sangre con la familia pero le bastó ver un par de veces a La Pulga en acción para darse cuenta de que ese chico tenía condiciones naturales llamativas. Y a partir de ahí lo siguió de cerca, lo incentivó con la práctica, lo llevaba a jugar al campito, le compraba botines, lo sostuvo pese a las dificultades.

-Mi padrino es una de las personas más importantes en este presente que yo vivo, por eso trato de retribuir todo lo que me dio de la manera que puedo. Mi padre lo respetaba mucho, era el único con el que me podía ir del trabajo para jugar a la pelota. Yo le decía: “¿Pá, puedo ir a jugar con lo’ gurise’ (uruguayismo N° 4) a la esquina?”. Y “no”, la respuesta era siempre “no”, pero si venía mi padrino y le decía que me llevaba a jugar a la pelota, ahí no había problemas.

-Y ahora que el fútbol te da de comer, ¿qué te dice tu viejo?

-Se ríe, ¿qué me va a decir? Yo le comento: “Viste, vos querías que fuera albañil, y ¡mirá lo que soy ahora!”.

Ahora es un futbolista de elite. River lo adquirió a préstamo hasta mediados del 2013 por 500 mil euros pero pretende agilizar las gestiones para hacer uso, cuanto antes, de la opción que el Benfica tasó en 4 millones, y así comprarlo definitivamente.

Rodrigo Nicanor Mora Núñez aterrizó en el Monumental porque no tenía opción con ese segundo apellido y con su ciudad de origen (Rivera), como si ambos nombres le estuvieran señalando el camino. Y con el hincha, jugando con su primer apellido, fue “amor a primera vista”. Ahora, La Pulga siente que ha llegado la hora de afincarse porque hasta aquí anduvo como gitano, cambiando muy seguido de camiseta, yendo de prestado por seis meses o un año de equipo en equipo.

Sintéticamente repasaremos que Rodrigo se inició en Huracán, luego pasó a Nacional –ambos de su ciudad- y que por una recomendación de su coterráneo Julio Ribas, que estaba en Juventud de la ciudad de Las Piedras, en Canelones, se mudó para probar suerte. Rodrigo ya integraba la Selección de Rivera y le habían echado el ojo los rastreadores de talento.

Debutó en 2005, en la B uruguaya, compartiendo equipo con el Pampa Biaggio, como volante ofensivo. Explotó el año siguiente, cuando viajó a Italia con Juventud para competir en el tradicional torneo de Viareggio. Dando ventajas de edad, porque el torneo es Sub 21 y Rodrigo aún no había cumplido 19, les ganaron a Inter y Juventus, entre otros, y por primera vez un equipo no europeo se alzó con el trofeo en 60 años de competición. Dos años después dio el salto a Defensor, le metió un gol clave a Boca para eliminarlo de la Libertadores 2008 y si ya venía predestinado a calzarse la banda por el apellido y la ciudad de origen, ahora ya era cartón lleno. De ahí saltó a Cerro a préstamo, volvió a Defensor, se fue al Benfica, volvió a Peñarol, regresó a Portugal y ahí apareció River.

-¿Por qué tantos clubes y en períodos tan cortos?

Imagen Cumplió 25 años el 29 de octubre, un día después del clásico. Pantalones a tono con el apellido.
Cumplió 25 años el 29 de octubre, un día después del clásico. Pantalones a tono con el apellido.


-Cuando pasé de Juventud a Defensor, ahí ya hubo un problema porque Defensor se quedó con el 25 %, otro 25 % fue para Danubio y el 50 % restante para un intermediario, que se lo compró a Juventud después de Viareggio. En Defensor jugué un año y medio con el Pollilla Da Silva y lo más bien, después vino otro técnico, Gustavo Ferrín, que empezó a traer jugadores y no me quería, entonces tuve que salir a préstamo a Cerro. En Cerro jugué la Copa, y yo, que estaba desmoralizado y triste, tuve el apoyo de Pablo Repetto, el técnico, que era lo que necesitaba. Después volví a Defensor, y ahí me fue bárbaro, porque salimos campeones y me eligieron el mejor jugador del campeonato, pero yo cobraba muy poquito, no me daba para nada, y nunca se llegó a un acuerdo con el contrato. Tuve propuestas de Vélez, Independiente y Godoy Cruz, pero no sé bien por qué nunca se pudo llegar a un arreglo. Fui a Benfica, el técnico no me ponía, salí a préstamo a Peñarol, tuve que volver y así llegué a River.

-¿Llegó la hora de establecerte?

-Yo quisiera quedarme acá tranquilo, estoy con mi novia y mi hijo, feliz, con mi familia cerca, realmente lo que quisiera es quedarme unos años acá, River es un equipo muy grande, lo de la gente es impresionante.

-¿Con Saviola y Aimar habías hablado de River?

-Sí, claro, Aimar, Saviola, Nico Gaitán y Maxi Pereyra eran mis compañeros de mate, y cuando salió la posibilidad de ir a River, Pablo y Javier me dijeron: “Vas a ver que ese club es una locura. Disfrutá al máximo, que eso es divino”.

Al consultarsele por su pierna hábil, no duda: “Derecho, pero igual la zurda, bien, bien”. No olvida el día que jugó por primera vez en el Monumental, con la camiseta de Defensor: una derrota 2-1 ante el River de Simeone y Falcao. “Nos ganaron y la hinchada fue una locura”, revive. Y al momento de elegir entre integrar un ataque de 2 o 3 delanteros, es claro: “La verdad que cuando somos tres arriba me condiciona un poco, porque me tengo que tirar demasiado al costado. Me siento bien con un nueve de área y yo moviéndome por izquierda y por derecha, tirándome atrás y, sobre todo, pisando el área, pero estoy para cumplirle al técnico, eso lo tengo claro”.

Al despedirse, es imposible no ver en su antebrazo izquierdo un tatuaje de cuatro letras gigantes. Mary. “Fue lo primero que me hice apenas llegué a Montevideo, con 17 años, ponerme en mi piel el nombre de mi madre”, asegura, emocionado.

Ahí sí que no hay gambeta ni marcador desairado l

 

por Diego Borinsky / fotos: Hernan Pepe (2012)