¡Habla memoria!

1967. El recuerdo del Oro Olímpico de la épica maratón

El célebre bombero, Delfo Cabrera, recuerda una de las conquistas olímpicas más importantes de la historia argentina. En Londres 1948, y contra todo pronóstico, ganó la maratón en un increíble final. VIDEO

Por Redacción EG ·

04 de enero de 2019

Fue la medalla olímpica más popular. Ninguna otra conquista argentina en los trascendentales juegos tuvo tanta repercusión. Por la humildad de su campeón, por el sudor de su victoria, por la leyenda de la maratón, por ese final dramático con el belga Gailly, entrando primero en Wembley, pero sin soportar en la histórica pista el paso gallardo de ese anónimo bombero que buscaba la gloria con el más grande sacrificio deportivo. Y que la consiguió en aquella inolvidable tarde del 7 de agosto de 1948, levantando a 100 mil espectadores ingleses y elevando en el cielo londinense la bandera de un país llamado Argentina... Delfo Cabrera tiene ahora 48 años. Ya pasaron 19... "Desde entonces la corrí muchas veces. Vamos a correrla otra vez". Y en el prólogo del relato vuelve la emoción que se aviva con la presencia de don Pancho Mura, su maestro, su entrenador, el guía de toda su carrera y del aquel célebre itinerario con final de pedestal clamoroso y acordes del himno de Blas Parera. Mientras en la antigua vitrina, atestada de trofeos, descansa la vieja medalla bañada de oro y manchada por el tiempo. "Una vez me hablaron de un museo, pero ésa se queda conmigo, aquí en mi casa, cuidada por mis hijos..." 

Imagen Cabrera mantiene un paso firme y ganador sobre el final de la Maratón
Cabrera mantiene un paso firme y ganador sobre el final de la Maratón


UN TAL SEÑOR "CABRORA" 
Horacio Estol, aquel periodista argentino que estuvo en Londres y que al regreso de Delfo escribió la vida y el gran triunfo de Cabrera en una novela dividida en 17 ediciones de "Aquí Está" (costaba 35 centavos), cuenta que tres días antes de la prueba comenzaron a aparecer predicciones en un gran pizarrón de pronósticos próximo a Wembley. Un enorme tablero que funcionaba en el centro informativo que reunía a los principales periodistas deportivos del mundo, predicciones que se cumplían en un 80 por ciento... Entre deducciones y cálculos iban desfilando así los candidatos de los 44 inscriptos se había hecho una distinguida selección de sólo media docena. Como el inglés Jack Holden, campeón europeo de la maratón, el finlandés Viljo Heino, recordman mundial de los 10 mil metros; su compatriota Mik Hietanen, recordman del mundo en los 30 kilómetros; el luxenburgués Charles Heinrendt, el prestigioso teniente belga Etionne Gailly... 
Ni en los programas figuraba Delfo Cabrera. Al lado su número 233 se anunciaba un tal DELFIO CABRORA. "no me importaba, yo sabía que podía ganarla. Porque unos días antes hicimos una especie de apronte con varios de esos candidatos. Un griego muy charleta y muy simpático andaba metido en estas cosas de los fondistas, a quien nosotros le decíamos "Kiriaki” porque no sabíamos pronunciar su nombre, vino y organizó entrenamiento junto con los mejores que había. Nos buscaron a nosotros tres (Cabrera-Guiñez-Sensini) porque el recuerdo de Zabala todavía estaba latente. Querían saber qué tenía la Argentina en esa distancia. Salimos todos al trote lento, pero a los 2 kilómetros aquello ya era una carrera "a muerte". Sensini, que era nuestro tercer hombre, iba prendido con ellos a los 15 kilómetros. Entonces les dimos un tirón, y Mura, ¿se acuerda usted?, empezó a gritarnos: ¡Paren, paren, están locos!..." Todo terminó a los veintitantos kilómetros. Volvimos muertos de risa. "Che, si éstos son los candidatos, nosotros vamos a tener que andar muy bien..." 

LA IMPROVISACION... 

Imagen Ya suben la pendiente rumbo al estadio (la foto está tomada desde las tribunas). El belga Gailly viene dentro del primer círculo, Cabrera dentro del segundo y el inglés Richards allá en el tercer lugar. Histórico final.
Ya suben la pendiente rumbo al estadio (la foto está tomada desde las tribunas). El belga Gailly viene dentro del primer círculo, Cabrera dentro del segundo y el inglés Richards allá en el tercer lugar. Histórico final.


El problema del inglés resultaba insoluble. Mura pedía un luto, una moto, un sidecar, ¡cualquier cosa!, para poder saber el recorrido. Tres veces, con motonetas manejadas por mujeres del servicio civil de posguerra, intentaron hacer la ruta. Ni los ademanes, ni los mapas, ni las brújulas servían... 
Dos días antes pudieron hacerlo con un ómnibus que llevó a los participantes a ver "su pista". Y a través de la ventanilla Mura anotaba todo. Terminó por contar ¡43 cuestas pronunciadas!, 13 vueltas con ángulo cerrado, desniveles de 50 metros de altura en tramos de apenas 400 metros... "Había pendientes que tapaban la visual del parabrisas del micro", dice Mura, quien todavía guarda aquellos apuntes del itinerario. El chofer hablaba español y explicaba que a cada kilómetro encontrarían un boy-scout anunciando la distancia con números negros y que a cada milla habría otro con números rojos... Pero todo era poco para elaborar un buen plan. 

... Y EL ERROR 
Largaron 41 corredores representando a 23 países. El mendocino Guiñez se fue en punta. El bahiense Sensini con el pelotón. El santafecino (de Armstrong) Cabrera fue uno de los últimos en salir del estadio. "Mi gran preocupación era guardar energías. Yo nunca había corrido más de 20 kilómetros". Cuando va a salir, Delfo escucha un explosivo ¡"good luck!" (buena suerte). 
Un metro delante suyo también se iba el inglés. "Este es el tipo al que tengo que seguir, pensé. Conoce el camino y es candidato. Pero en seguida sentí que llevaba un paso muy cómodo. ¡Qué tranquilo va éste! Después empecé a darme cuenta que él andaba mal y yo muy bien. Lo dejé atrás. Pero hasta los 15 kilómetros no tenía ni idea de cómo marchaba yo..." En los primeros 5, Cabrera iba 12°. El que iba prendido era Guiñez: 3°

LA BARRERA DE LOS 10 MIL 

Imagen El momento culminante. La maratón cambia de dueño. Gailly es la imagen dramática de lo imposible. Cabrera es el vigor del nuevo campeón. El belga viene cayéndose y lo pasa Delfo, justo sobre la línea de llegada…
El momento culminante. La maratón cambia de dueño. Gailly es la imagen dramática de lo imposible. Cabrera es el vigor del nuevo campeón. El belga viene cayéndose y lo pasa Delfo, justo sobre la línea de llegada…


No había que hacer los primeros 10 kilómetros en menos de 36 minutos. Fue el gran consejo de Mura. Ahí estaba don Pancho y su reloj. "Guiñez se dejó llevar por el corazón y pasó 4° en 33.15. Sensini 9° en 36.15 y Cabrera 10° en 36.45. 
Me di cuenta —agrega el técnico— que Delfo iba a encontrarse mejor que todos en los momentos críticos. Gailly corría más con las piernas que con la cabeza, había pasado en 34.34. . ." Cinco kilómetros después se enteró Cabrera de su ubicación. 
CABRERA: —Eso lo recuerdo muy bien, Mura. Usted me vio y me mandó a avisar por el ciclista Sevillano de que iba octavo. 
MURA: —Exacto. Usted venía ahí. Déjeme consultar los apuntes, a ver..., ¡justo, y yo le tomé un tiempo de 53.45! Guiñez seguía allá adelante, tercero. ¡Qué bien se portaron los ciclistas del equipo! (Sevillano, Mathieu, Benvenutti...) Nos ayudaron con las bicicletas. 
CABRERA: —Me asombré de lo bien que iba... A propósito, Mura, nunca supe cómo hizo usted para seguir la carrera con un auto. 
MURA: —Se lo pedí al presidente de la delegación, que esa tarde se quedó a dormir la siesta. Fui con Adán Torres, con un polizonte argentino, Reefs-gard, que nos servía de intérprete, y el chofer. Este era un tipo bárbaro, muy gaucho. Puso en el radiador una bandera olímpica y a cada policía que nos paraba le decía: "El señor es diplomático". Así fuimos avanzando. ¿Y usted no sabe la anécdota de la carne? 
CABRERA: —No. 
MURA: —Le quise dar 5 libras de propina. Y el chofer, no me las aceptó. Lo único que me pidió fue un kilo de carne nuestra (se había llevado a Londres una buena provisión) para darle a sus hijos. Al final le di las 5 libras y ¡5 kilos de carne! Si le hubiera dado oro no me lo hubiese agradecido tanto. 

EL PUNTO MUERTO 

Imagen Delfo Cabrera cruza la línea de meta, ha conseguido toda una proeza para el deporte argentino.
Delfo Cabrera cruza la línea de meta, ha conseguido toda una proeza para el deporte argentino.


A los 21 km ya iba sexto, pero sin forzar jamás la marcha... Gailly llevaba una ventaja de ¡4 minutos! Cabrera allá a más de 500 metros... Guiñez iba tercero junto al chino Lou... Delfo avanzaba erguido, con gran aliento. Pero, de pronto, el tradicional "punto muerto”. Justo delante de una empinada subida. La máquina se detuvo, el aparato locomotriz del gran fondista sufrió una detención, empezó a caminar, paso lento durante unos metros... Mura afirma que sobre los 30 kilómetros eso sucede siempre y que sólo se supera cuando hay buen entrenamiento previo. Delfo seguía caminando hasta que ¡zas!, otra vez empezó soltar el paso, a retomar el trote elástico, a rebotar con ritmo triunfante. Y la subida lo vio de nuevo con su marcha en pos de Wembley. Había llegado el segundo aire... Hasta el kilómetro 37 Delfo iba sexto. La maratón tenía mi nuevo líder: el coreano Chov. Atrás, el sudafricano Coleman, el belga Gailly, el mendocino Guiñez, el inglés Richards... Llega otra barranca impresionante ("el camino era un galope de gusano, como se dijo"), Delfo trepó sin esfuerzo. "Quería conservar energías y soltura para el final". Y la bajada se encontró en el primer lugar. Pero en ese tramo se produjeron dos escenas que Cabrera jamás olvidó. 

EL GRITO DE GUIÑEZ 
"Guiñez equivocó la carrera. Yo siempre se lo dije y se lo recuerdo cada vez que lo encuentro. El no aceptaba que alguien corriera delante suyo". La opinión de Cabrera es subrayada por Mura: "Lo vendió su corazón. Aunque en un momento dado, pensé que el hombre argentino en esa maratón era él. Más que Delfo. Venía bien, pero empezó a sufrir dolores hepáticos. Cosa del gran esfuerzo..." Guiñez iba sufriendo el cuarto lugar. Quería avanzar y más cerca escuchaba las rítmicas pisadas detrás suyo. ¡Era Cabrera! Delfo lo alcanzó, lo miró con un gesto interrogante ("quería saber qué hacíamos, si seguíamos juntos o me iba")... Guiñez, con el escaso aliento que guardaba, le entregó todo al gran campeón. "DALE, NEGRO, QUE ESTA CARRERA NO LA PODES PERDER.” A los 19 años de aquello, Cabrera todavía siente el pecho henchido al recordar aquella frase. "Eso me dio todo lo que me faltaba. Ahí, le puedo jurar, me di cuenta que ganaba". 

Imagen El momento emotivo de la condecoración. Cabrera en lo más alto del podio.
El momento emotivo de la condecoración. Cabrera en lo más alto del podio.


EL SALUDO DE CHOY 
Quinto, cuarto, tercero, segundo... El célebre bombero se iba hacia el primer lugar, La bajada pareció otorgarle una velocidad extra. "Venía desde atrás muy entero. Incluso llegué con unas reservas tremendas. Pero Choy no quería que lo alcanzara, intentó alejarse, miraba para atrás; cuando estuve a 20 metros lo vi que corría en el mismo lugar; ya no avanzaba, pero 3 o 4 metros antes de agarrarlo, el coreano se tambaleó, se salió del camino, se sentó a un costado abandonando la prueba y saludándome con la mano me dijo: "luck, luck!" (suerte, suerte)." ¡Cabrera puntero! Faltaban 5 kilómetros. Mura guarda los papeles, se olvida del diagrama de la carrera, le brota un "¡Arriba, Delfo, arriba...!" Pero su auto ya no puede seguir más por la ruta, la policía lo impide, tiene que desviarse. Entonces le agrega más fuerza a su grito de despedida: "¡Chau Delfo, nos vemos en Wembley!". 
Delfo sigue punteando seguido de Gailly y Richards. Así entran en el kilómetro 41. Wembley se agita, espera el arribo del 233... Pero la maratón guardaba todavía su desenlace más emotivo. Porque Gailly se juega hasta el último gramo de sus reservas, hace un intento sobrehumano y alcanza a Cabrera. "No me preocupé tanto, vi que gastaba las últimas energías. Miré hacia atrás, no vi a nadie y pensé: ¡tengo cocinada la carrera! Lo único que debo hacer es ganarle a éste y listo. Gailly iba completamente desarticulado, jadeando. Me pasó y empezó a trepar primero la última y la peor de las cuestas que tuvimos que recorrer. Cada 20 metros se daba vuelta, quería que la carrera terminara ahí. Yo sonreía y lo saludaba con la mano como diciéndole ¡aquí estoy, cuídate que te gano! Pero alcanzó a sacarme 40 o 50 metros y ya estábamos debajo de las tribunas del estadio..." 

LA ENTRADA EN WEMBLEY 

Imagen 1967. Delfo tiene 48 años. En sus manos, la medalla de oro y las zapatillas rotas de aquella hazaña. Está junto a su esposa Rosa y su hija Nilda Noemí. La familia se completa con María Eva y Delfo, de 15 años.
1967. Delfo tiene 48 años. En sus manos, la medalla de oro y las zapatillas rotas de aquella hazaña. Está junto a su esposa Rosa y su hija Nilda Noemí. La familia se completa con María Eva y Delfo, de 15 años.


Fue el momento más dramático. Gailly penetró en la pista deshecho, bamboleante, exhausto. Pero entró primero. "Tengo que confesar algo: yo quería entrar primero en el estadio, pero él no me dejó. Se resistió, y cuando me pasó yo no pude impedirlo. Quería pasarlo en la cuesta. Hice un esfuerzo y sólo conseguí entrar 15 metros detrás de él". Gailly parecía caerse y justo en la línea de llegada, pero faltando todavía una vuelta para terminar. ¡Cabrera lo pasa! Sigue su firme marcha hasta el primer codo: faltan 300 metros, todo Wembley está de pie alentándolo... "Pero justo ahí escuché una formidable ovación y sabía que eso no era para mí. Ni me di vuelta, pero si me di cuenta que había entrado el inglés Richards. Entonces me largué con todo. Esa no la podía perder. Saqué un embalaje bárbaro, mientras Richard venía también a los tumbos..." Y segundos después, ¡la gloria! El triunfo increíble, la victoria más grande de un argentino en suelo olímpico. Porque lo de Zabala en Los Ángeles, agigantado en aquella misma tarde de un 7 de agosto aunque 16 años después, fue la consagración de un candidato. Ahora, en 1948, había ganado ese "desconocido" que el luminoso cartel del estadio anunciaba como DELFIO CABRORA sin que nadie pudiera enmendar el histórico error. Ni siquiera Arthur Biondi, delegado, a pesar de sus gestiones para evitar lo que nunca más se corrigió... "Richards llegó segundo. Gailly también consiguió atravesar la meta y ahí mismo se desplomó. Lo sacaron en camilla, me acerqué a saludarlo, pero sólo me contestó con un gesto instintivo. Estaba como muerto. Jamás lo volví a ver, ni supe más nada de él. A Richards tampoco. En seguida entraron Torres y un pesista Florentino que me subieron en hombros. Después no sabía si reír, llorar... ¡Yo había ganado la maratón!" El relato final es del propio protagonista. La voz se mezcla con la sonrisa, pero sus ojos quieren seguir hablando... Mientras Mura revisa sus papeles y surgen las 2h 34m 51s 6/10 del primer lugar, el 5° puesto de Guiñez, el 9° de Sensini. "La mejor actuación argentina en una maratón olímpica..." 

Imagen ¿Se acuerda, Mura? Lo tuve que pasar por adentro, Gailly venía haciendo un zigzag. Ya sé que es una infracción, pero teníamos 42 kilómetros encima. Además, ¡se cometen tantas infracciones en los Juegos Olímpicos!
¿Se acuerda, Mura? Lo tuve que pasar por adentro, Gailly venía haciendo un zigzag. Ya sé que es una infracción, pero teníamos 42 kilómetros encima. Además, ¡se cometen tantas infracciones en los Juegos Olímpicos!



"YO RELATE LA LLEGADA" 
Imagen Washington Rivera
Washington Rivera


"Fue mi gran transmisión. Radio Rivadavia nos había mandado a Horacio Estol y a mí; desde Londres enviábamos especies de fotos sonoras, es decir: grabábamos los acontecimientos como si fuera relato directo y despachábamos las cintas por avión. Ese 7 de agosto estábamos en Wembley grabando las finales de atletismo; hacía dos semanas que trabajábamos sin tener la satisfacción de contar un triunfo. Antes de la maratón fuimos al campamento argentino a hablar con Mura, pero don Pancho nos dio como candidato al mendocino Guiñez. De Cabrera recordábamos con Estol que justo el día que llegamos a Londres y recorrimos la concentración argentina, al único que encontramos fue a él con buzo azul leyendo debajo de un árbol. Como tenía la «A» en el pecho supimos que era compatriota. 
Se presentó: «Me llamo Delfo Cabrera». ¿Qué hace? «Voy a correr la maratón». Yo relacionaba su nombre con un corredor de medio fondo, jamás maratonista... Y, cuando en los tramos finales de la carrera ya las informaciones, que venían cada 5 kilómetros, tenía cada vez más atrás a Guiñez, casi decido no grabar. Pero empecé a darme cuenta que a cada noticia avanzaba un tal «Cabrora» (al final venían meros espaciadas) de Argentina…  faltando esos 600 metros  de una diagonal que desemboca en el estadio, me prepare. Anunciaron a Gailly primero, pero, sinceramente, esperé la entrada de Delfo. Yo estaba justo arriba de la puerta de la maratón y vi entrar adelante al belga... "Están los discos, incluso le regalé uno a Cabrera y otro a Mora. Lo escuché varias veces y siempre noto que mi voz sufre un desencanto cuando entra Gailly. Pero vi que se tambaleaba, estaba «muerto», y al final se cayó. Y no había andado más de 12 o 13 metros, cuando entró gallardamente Cabrera. No podía perder, lo alcanzó y lo tuvo que cuerpear para pasarlo. Y cuando estaba por el codo, el público aplaudiéndolo, contagiado por los gritos de una barra de argentinos, entró el inglés Richards. Pienso que Cabrera se dio cuenta de eso en la recta opuesta, cuando lo vio de frente. Pero se mandó un «sprint» inalcanzable. Yo me olvidé del belga, del inglés, de todo. Se me quebró la voz. ¡Había ganado Cabrera ¡Luego lo vi en los vestuarios, bailando, con un estado físico extraordinario! Ahí me regaló este distintivo de la Federación que llevo desde hace 19 años". 
Washington Rivera

1948. El épico final de la Maratón Olímpica


 


IMPERDIBLES:

Imagen Las zapatillas abiertas, la camiseta achicada ("la corté para que no pesara durante la carrera"), la medalla de oro siempre vigente y han pasado 19 años...
Las zapatillas abiertas, la camiseta achicada ("la corté para que no pesara durante la carrera"), la medalla de oro siempre vigente y han pasado 19 años...

En aquella delegación olímpica hubo discriminación social. La frase es del propio Delfo. En aquel largo viaje por barco, los dirigentes y esgrimistas, los jinetes y tiradores, viajaron en primera. Atletas como él y Bralo, Guiñez y Sensini, iban en 3°. "Allá abajo, de nuestro camarote al agua había un cachito así de fierro...". Cuando volvieron, el presidente de la delegación (Delpech) lo invitó oficialmente a pasar a primera. Delfo sólo aceptó cambiándose con sus otros tres compañeros... El político que presidió el equipo fue el mismo que prefirió dormir la siesta la tarde de la maratón. Un agradable sueño que interrumpió un asistente para anunciarle: "Señor, Argentina ganó la maratón". Delpech se tomó la cabeza y exclamó: "¡Qué lástima! Me perdí la foto..." 

El ruido deforma todo... "¿Sabe lo que me costó ese triunfo? Volví y mi casa se me llenó de parientes que venían de cualquier parte a saludarme. Y a la semana tuve que recurrir a un cuñado para que me prestara un poco de dinero porque no podía atender a tanta gente... A los 5 días me llamaron del Cuartel de Bomberos. Tenía que presentarme a trabajar. Le expliqué al jefe los mil compromisos con periodistas y con agasajos. Me contestó que todo eso lo atendiera en el propio cuartel. Luego me ascendieron a cabo, es cierto. Pero sólo me aumentaron 22,50 por mes. Y cuando vino el cambio de gobierno me echaron". 

Imagen Cierre de su increíble "sprint" final. Epílogo de un esfuerzo sobrehumano. Premio al célebre bombero Delfo Cabrera.
Cierre de su increíble "sprint" final. Epílogo de un esfuerzo sobrehumano. Premio al célebre bombero Delfo Cabrera.


"Antes de partir, el entonces jefe de Policía, general de división Bertollo, reunió en su despacho a los cuatro deportistas que íbamos y pertenecíamos a la Policía Federal. Al oficial inspector Sande, a quien deseó enorme suerte en su difícil porfía en esgrima; al oficial ayudante Mauro Cia le dio un gran augurio para su rudo lance entre las sogas; al cabo Carlos Ortiz lo instó a repetir lauros en el tiro con fusil de rodilla en tierra... Y cuando llegó a mí, que era tropa, me preguntó qué es lo que iba a hacer. «¡La maratón! ¿Y usted sabe muchacho lo que es una prueba de maratón?» Le expliqué que en fondo yo era campeón sudamericano. «Bueno —me dijo meneando la cabeza—, que tenga suerte». A ellos les dieron viáticos oficiales para hacer vida social. A mí, los compañeros me hicieron una colecta. Reunieron 5 mil pesos. Pero a la Jefatura le pareció mucho y ordenó reducir eso a la mitad..." 

Cuando el barco los trajo de regreso, Cabrera se encontró en el puerto con una orden en sobre cerrado. El jefe de Policía le prohibía conceder entrevistas porque él había organizado especialmente una conferencia de prensa en su despacho. "Y ahí empezó a dar un gran discurso, hablando de un ejemplo, del orgullo de la Policía, de mis virtudes, de mis antecedentes... Recuerdo que entonces un periodista lo interrumpió diciéndole: «Señor, a Cabrera lo conocemos bastante, no hace falta que lo presente. Además, lo que queremos es que hable él...»" 

La primera celebración fue en la villa olímpica argentina, en Richmond Park. Dos días después, Bralo organizó un asado. ¡Salía un humo de esas arboledas! Estaban los españoles, los italianos... Entonces vinieron agentes de Scotland Yard. Uno de los patrulleros le dijo a Ricardo  que eso no se podía hacer. Juan Fusé lo pinchó a Bralo y le dio la idea: "¡Ofrecele un cacho de asado!". ¡Eh, mister, for you!... Los ingleses no lo podían creer, agarraron el pedazo y se fueron. (No eran tan insobornables... Además, todavía duraba la Guerra).