¡Habla memoria!

Peleas de película

Por Carlos Irusta. Actores que hicieron de boxeadores y boxeadores que se animaron a actuar. El boxeo y el cine mantienen una relación especial desde el inicio de ambas actividades.

Por Redacción EG ·

28 de diciembre de 2018
Imagen Mickey Rourke es uno de los actores que se enamoraron del boxeo gracias al cine.
Mickey Rourke es uno de los actores que se enamoraron del boxeo gracias al cine.


Los managers siempre fuman cigarros. La novia es una joven sencilla, de barrio. Los periodistas ponen sus credenciales en la cinta de los sombreros. Y los fotógrafos tienen enormes flashes de bulbo. El héroe es un joven cándido, salido de algún suburbio trabajador. Cuando él pelea, la madre está congelada al lado de la radio. Y los hombres se apiñan en mostradores de bares, bebiendo whisky en vasos pequeños. Los cortes son tremendos, sangrientos, impresionantes. Siempre hay humo alrededor del ring. El rival es malo, con cara de villano, con pose de energúmeno y da cabezazos. El héroe cae muchas veces, está todo roto y sufre. Su nueva novia es una rubia platinada, de sofisticadas ropas. El protagonista, tras recibir furibunda paliza, ve a la noviecita en el ringside y reacciona, ganando por nocaut.

Arquetipos. Clisés. El cine y el boxeo, a pesar de todo, mantienen una vieja relación. Tanto que ningún otro deporte fue llevado tantas veces a la pantalla. Boxeadores que se hacen actores. Actores que se sienten boxeadores. Gángsters. Peleas compradas. Finales imposibles. Sangre, mucha sangre. Y humo. Y periodistas canallas que inflan a paquetes. Y managers con cigarros. Siempre con cigarros.

Luz... cámara... ¡acción!

Imagen Robert de Niro, muy joven, en la piel de Jake LaMotta, en Toro Salvaje
Robert de Niro, muy joven, en la piel de Jake LaMotta, en Toro Salvaje


¿Quién, todavía hoy, cuando por ahí divisa a Rocky peleando con Apollo Creed no le da descanso un rato al dedo gordo de la mano derecha y el zapping queda para después hasta que viene el gran final? Ni mencionamos las batallas de Garmendia y Guevara pues pertenecen a la tele, pero basta tomar la medición de los rátings para entender que enganchó a millones de personas, muchas de ellas mujeres. Sin contar con que los rings tenían más publicidad estática que los verdaderos... Pero el tema es el cine.

¿Quién no se enganchó con el rostro deformado de Robert De Niro haciendo de Jake LaMotta en Toro salvaje? ¿O no lloró un poquito cuando Jon Voight se moría en la mesa de masajes junto a su hijito en El campeón? ¿O no se rió viendo cómo James Woods vende a un peso pesado blanco en el mismísimo MGM de Las Vegas?

Chaplin hizo Carlitos boxeador e instauró un género, el de las películas de boxeo. Las hay para todos los gustos. Errol Flynn era un elegante James Corbett en El caballero audaz (1942). Paul Newman un bravío Rocky Graziano en El estigma del arroyo (1957). James Earl Jones un torturado y al mismo tiempo fanfarrón Jack Johnson en La gran esperanza blanca (1970). Mientras que Tony LoBianco hacía gestos como Rocky Marciano en Marciano (1979). Y Michael Jai White trataba de darle credibilidad a Mike Tyson en Tyson (1995).

Se habla de boxeadores de carne y hueso que fueron directo a la pantalla, puesto que sus vidas eran una película. En la lista quedan Kid McCoy, Rubin “Hurricane” Carter (se está por estrenar) y varios más.

Pero también se podría pasar un día entero rememorando las otras, las que fueron fantasía pura.

 

Sucesos Argentinos

Boxeadores metidos a actores hubo muchos. El caso más célebre fue el de Pedro Quartucci, medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de París (1924). El gusto por el arte pudo más. Así que cuando años después personificó al tierno y comprensivo padre de La familia Falcón en la televisión había que aclararle a la gente que, además, había sido boxeador.

Quartucci hizo varias películas (La tía de Carlos lo mostraba vestido de mujer) lo que no le impidió ser presidente de la Casa del Boxeador. Fue un boxeador al que le ofrecen hacer un tongo en ¡Segundos afuera! (1937) y que en la clásica pelea final debe medirse con otro boxeador auténtico, Raúl Landini.

Imagen Carlos Monzón y Susana Giménez fueron la pareja protagónica en La Mary y, a partir de ahí, también lo fueron en la vida real.
Carlos Monzón y Susana Giménez fueron la pareja protagónica en La Mary y, a partir de ahí, también lo fueron en la vida real.


Ni hablar de Carlos Monzón. En su momento de gloria fue tentado para hacer cine, por lo cual no sólo nació La Mary (1974) sino también su tormentoso romance con su pareja en la ficción, Susana Giménez.  Después hizo Soñar soñar dirigido por Leonardo Favio. “Favio es un fenómeno, pero me hacía llorar todo el tiempo”, se quejó Carlos, quien también filmó con sus amigos Palito Ortega y Juan Carlos Altavista.

Ringo Bonavena no podría faltar en esta lista criolla. No se puede dejar de mencionar su actuación en Los chantas y el proyecto de una película de cowboys con... ¡Augusto Codecá!

Del grupo actoral vernáculo habría que recordar a Juan Martín Coggi en un estreno reciente, Comisario Ferro (1999: algunos críticos dijeron que era el único que se salvaba de todo el elenco). Y Horacio Accavallo, en Destino para dos (1966), hizo una especie de autobiografía en la que aparecían sus verdaderas peleas, incluyendo cuando ganó el campeonato del mundo.  En la cinta se dio el gusto de mostrarse como lo que fue en sus comienzos: un botellero, con carrito y todo.

En 1936 se filmó Por el buen camino, de Eduardo Morera, con el objeto de promocionar la actuación argentina en los Juegos de Berlín. Y aparecía, entre otros, Arturo Rodríguez Jurado, quien fue campeón olímpico pesado en Amsterdam 1928.

   A su vez Luis Sandrini es Nicéforo Mistón, un peluquero que se transforma en el boxeador Tom Mix en Peluquería de señoras (1941). Aquí también el pugilista es tentado por una rubia platinada, pero vuelve con su noviecita.

   En 1960 se filma Luna Park, con Walter Vidarte, en donde el tema pugilístico se mezcla con el policial.

Ni qué hablar de la más famosa: Gatica, que estuvo cerca de ser candidata argentina al Oscar. Dirigida por Leonardo Favio, despertó tantas adhesiones y rechazos como el propio personaje. Sería bueno consignar, como un detalle, que el actor Edgardo Nieva no sólo se encargó de tomar clases de boxeo con Sergio Víctor Palma si no que hasta hoy sigue dándole a los guantes, encantado con la disciplina.

Imagen Una escena importante de Gatica, el Mono. El boxeador saludado por Perón.
Una escena importante de Gatica, el Mono. El boxeador saludado por Perón.


De Rocky al Oscar

Sylvester Stallone era un Don Nadie hasta que pudo filmar Rocky, una marca registrada en cine de boxeo. En 1976 logró convertirla en el Oscar a la película del año. Era la parábola del mismo Stallone pues su Rocky Balboa era también un desconocido luchando por abrirse camino a fuerza de golpes. Su secuela fue nutrida: se efectuaron cinco filmes. En uno de ellos fue su coestrella el boxeador Tommy Morrison, como el pupilo de Rocky. Lo patético fue que para darle un cuerpo más cinematográfico Stallone le proporcionó un entrenamiento en base a esteroides que modificó tanto su estructura que Morrison, quien sólo era un pegador, nunca fue el mismo en el boxeo. Habría que decir que Stallone utilizó en sus películas detalles tomados de la vida real. Y que para darle vida a su personaje se inspiró en el caso del peso pesado blanco Chuck Wepner, famoso por sufrir tremendas heridas, quien subió de punto ante Alí y terminó robándose los aplausos por haber aguantado de pie hasta el final contra todos los pronósticos.

Imagen Sylvester Stallone dejó de ser un actor desconocido cuando presentó a Rocky Balboa.
Sylvester Stallone dejó de ser un actor desconocido cuando presentó a Rocky Balboa.


Anthony Quinn era un boxeador arruinado por los golpes pero poseedor de un alma noble y encantadora en la desgarradora Réquiem para un peso pesado (1962), una película para recomendar. En ella aparece el joven Cassius Clay y las piernas del argentino Pablo Alexis Miteff, aún hoy radicado en Nueva York.

Menos famosa, pero muy digna, fue una película de John Huston, Puños dorados, (1972) con Stacey Keach y Jeff Bridges, que a veces se puede encontrar haciendo zapping.

John Wayne representó a un boxeador que había matado a un rival y escapaba a Irlanda para olvidar en El hombre quieto, (1952) dirigida por el gran John Ford. La historia no es de boxeo pero incluye un encuentro a puñetazos de antología entre Wayne y Victor McLaglen, quien efectivamente había sido boxeador profesional.

Elvis Presley fue el jovencito que se consagraba a golpes en Kid Galahad (1962). El éxito estaba semiprobado pues ya había habido una versión anterior, en 1937, con el mismo nombre.

Mencionada siempre entre los clásicos figura Carne y espíritu (1947) con John Garfield. La idea central fue utilizada luego varias veces, incluyendo una remake con la actuación del ex campeón mundial Ray “Boom Boom” Mancini.

Kirk Douglas le dio vida a uno de sus más recordados personajes en El triunfador (1949), un boxeador despreciable y malvado abajo del ring que termina recibiendo una tremenda paliza.

Ni qué hablar de todo lo que sugiere Bruce Willis en Pulp Fiction, la inolvidable película de Tarantino, cuando salta por una ventana tras matar a un rival que, en realidad, debería haber sido el vencedor.

Ya mencionamos, en la edición 4186, a  Más dura será la caida, en la que un paquete argentino de peso pesado es inflado hasta la exageración. Un día lo agarra un boxeador en serio y lo estropea a golpes. Tuvo una gran actuación de Humphrey Bogart, en su última película, como el periodista corrupto que ayuda a inflar el globo.

Una, muy reciente, es Golpe a la vida (1997) interpretada por Daniel Day- Lewis como un boxeador que además vive el proceso conflictivo del IRA (el Ejército Revolucionario Irlandés).

Marcel Cerdán Jr. le daba vida a su propio padre, ex campeón mundial de los medianos, cuando en los ’40 vivió aquel tormentoso y breve amor con Edith Piaf en Edith y Marcel (1983) de Claude Lelouch.

Sería bueno recordar también que Mickey Rourke, quien interpretó a un boxeador en Mariposas de la noche y Llámame si me necesitas, se tomó en serio la cosa y hasta efectuó un par de peleas. Cuando anduvo por la Argentina su principal objetivo fue conocer a Carlos Monzón.

Lo cierto es que el boxeo, con su dramatismo natural –debe ser la única actividad en donde los golpes son reales, dos hombres quedan enfrentados, semidesnudos, en una lucha similar a la de los gladiadores–, fue, es y será un deporte de película.

Y sin embargo, la fascinación del boxeo de celuloide nos seguirá atrapando cuando el héroe, a punto del colapso, saca fuerzas para ganar la pelea; mientras en el ringside la noviecita de barrio se tapa la cara con las manos, llorando. Y la rubia platinada, con gesto de bronca, se levanta de su butaca junto al indignado manager a punto de tragarse el eterno cigarro...

 


Las Mejores

 TORO SALVAJE

La actuación de Robert De Niro es única recreando a Jake LaMotta, ex campeón mundial mediano: ganó el Oscar al Mejor actor de 1980. Junto a él, otro grande, Joe Pesci. El triángulo se completa con Martin Scorsese en la dirección. Hay demasiada sangre, pero ya se sabe que una norma del cine es ser más grande que la propia vida.

 

LA GRAN ESPERANZA BLANCA

James Earl Jones ofrece una imagen íntima del gran Jack Johnson, el primer negro campeón mundial que por casarse con una blanca fue perseguido y odiado. Es más que una película de boxeo. Se estrenó en 1970 y la dirigió uno de los buenos: Martin Ritt. Originalmente fue una obra de teatro.

 

EL ESTIGMA DEL ARROYO

Paul Newman en uno de sus mejores trabajos. La vida de Rocky Graziano, campeón mundial de los medianos. El papel original era para James Dean, quien murió antes de empezar. La dirigió Robert Wise, en 1956, y junto a Newman aparece una figura de moda en ese momento, Pier Angeli. Y tres jóvenes promesas: Steve McQueen, Robert Loggia y Sal Mineo.


EL CABALLERO AUDAZ


Hay romance, hay emoción, hay boxeo. No es para menos, porque el actor principal es Errol Flynn, interpretando a James J. Corbett. La dirigió Raoul Walsh, experto en acción, en 1942. La escena final en la que John L. Sullivan (el campeón derrotado, interpretado por Ward Bond) va a felicitar al vencedor, entregándole el cinturón, es un canto al espíritu noble del boxeo.

 


ROCKY


La única de la lista en la que no hay un boxeador real y, sin embargo, se adoptan todos los clisés del boxeo auténtico. Sylvester Stallone ganó por KO en 1976 con la película. ¿Dos escenas? Cuando la noche antes de la pelea Rocky le confiesa a la novia que se dio cuenta de que no puede ganar. La inolvidable trepada a las escaleras con todo Filadelfia de fondo.


 

CARLOS IRUSTA (2000)