¡Habla memoria!

1984. Una historia de amor y miseria

Quien fuera representante argentino en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles como maratonista, Rubén Aguiar, mostró su historia de superación continua en los preparativos de ese gran objetivo.

Por Redacción EG ·

21 de diciembre de 2018
Imagen Aguiar vive en un conventillo y vende sus trofeos para comer
Aguiar vive en un conventillo y vende sus trofeos para comer


Olvídese del plazo fijo, los Bonex y el dólar. Sepulte los expedientes, el horario y los legajos. Mate a la coyuntura, la balanza de pagos y el déficit comercial. Dele vuelta la cara al Rolex, la rutina y el status. Aflójese la corbata, sáquese el saco y venga, pasemos un rato juntos en el mundo del mejor maratonista argentino del momento. Es cuestión de enfilar para la Boca, meterse en el corazón del barrio y parar en la calle Irala al 1900. Pase, en este conventillo de seiscientos palos por mes, vive él. Salude a la viejita que está cargando dos baldes de agua en la canilla de entrada, acaricie al perro que le da la bienvenida, escuche al jilguero colgado en la pared del pasillo, esquive la ropa tendida, huela a malvón y humedad y frito y dele la mano. El mate ya está caliente.

Rubén. Humberto Aguiar lo espera para empezar la charla.

—Una vez, era el año '74, leí en EL GRÁFICO el aviso para correr la Maratón de los Barrios. Me anoté y corrí. Nunca había entrenado, fui uno de los primeros en llegar a la calle Azopardo con mi bolsito. Cuando faltaban unos mil metros para llegar, los controles me gritaron que iba en el puesto 53. Era un gran puesto. Me sentí fenómeno cuando me di cuenta lo bien que habla salido. Claro que después, estuve dos días en la cama sin poder moverme. No estaba acostumbrado a tanto esfuerzo.

Imagen La primera revisación médica de su vida. El profesor Héctor Weber y el doctor Alberto Richart lo controlan luego de acumular más de 55mil kilómetros en maratones
La primera revisación médica de su vida. El profesor Héctor Weber y el doctor Alberto Richart lo controlan luego de acumular más de 55mil kilómetros en maratones


Trabajó de todo, pero nunca tuvo ocupación fija (“Porque si me ato a un horario no me alcanza el tiempo para entrenar"). A los 5 años (nació el 21-7-1956) dejó Villa Berthet, en el Chaco, y se vino con su familia (4 hermanos y 4 hermanas) a la Boca. A los 8 vendía diarios en la parada de Lavalle y Florida. A los 12 ayudaba a sus hermanos en la venta de mercadería, en villas miseria...

—Me conozco de memoria todas las villas de Buenos Aires. Un tiempo yo viví en la de Puerto Nuevo, donde estaba el Padre Mujica, que ayudaba a la gente vendiendo la comida más barata. Las recorrí todas con mis hermanos. No era mal vendedor. Me acuerdo que una vez me dieron para vender un cajón de cuchillos, de esos que también ofrecían en los trenes. Bueno, me fui a la villa que esta atrás de la cancha de Huracán, una llena de paraguayos. En un día vendí todos los cuchillos. Cuando me iba contando la plata, me di cuenta de lo que había hecho: armé a toda la villa. Si me agarraba la policía, iba en cana seguro…

—Después siguieron otros trabajos, ¿no?

—Sí, en el '75 trabajé juntando basura en los camiones de Esteban Echeverría. . . Me servía para entrenar. El recorrido lo calculábamos en unas seis horas. Yo iba abajo agarrando los bultos, y si me apuraba y corría más fuerte, ahorrábamos por lo menos media hora. Hoy viajo a Los Ángeles con el pasaje pagado por Manliba.

— ¿Qué otra cosa hiciste?

—También laburé en la perrera, no mucho tiempo, ése sí que es un laburo feo, sucio. Además, ya estaba empezando a andar mejor como fondista… Ah, en una época era panadero, pero el patrón no entendía que yo estaba metido de lleno en el atletismo...

— ¿De qué vivís?

Imagen Entrena cuando come y donde puede. De este modo ganó la Maratón de Buenos Aires en 1984 y fue el representante argentino en los Juegos Olímpicos de Los Ángles
Entrena cuando come y donde puede. De este modo ganó la Maratón de Buenos Aires en 1984 y fue el representante argentino en los Juegos Olímpicos de Los Ángles


—Hago changuitas, me las rebusco como puedo. A mí la plata no me interesa. Hice la primaria y podría haber seguido estudiando y trabajando bien, pero eso no es lo principal. Yo quiero ser el mejor fondista. Para mí eso es más importante que tener guita.

Una vez corrió diez kilómetros en Chascomús. Era un sábado. Ganó Juan Carrizo y tercero fue Rubén. Era lindo el trofeo... Se lo ofreció y Carrizo aceptó comprárselo. Al otro día —el domingo— corrieron de vuelta en Boulogne. Primero fue Aguiar, Carrizo quedó en el camino y le dijo un rato después: "Es la última vez que te compro un trofeo antes de tener que correrte. Porque vos morfando nos ganás a todos... "

 —Me da vergüenza decirlo, no quiero que la gente piense que estoy llorando. Pero tuve que vender mis trofeos para poder conseguir unos pesos.

—Pero todavía tenés varios en la pieza...

—Sí, éstos los estoy guardando por si no consigo pasaje para ir a la San Silvestre... los vendo y así viajo.

— ¿Cómo te entrenás?

—Y. . . según. Si estoy bien comido, me fajo. Nadie conoce mejor mi cuerpo que yo mismo. Porque si ando a mate y pan, no puedo rendir para nada.

— ¿Por qué elegiste justo la maratón?

—Porque es la prueba más difícil. Ahí no solamente tenés que ser más rápido sino más resistente. A partir de los 30 kilómetros gana el que tiene más garra.

Imagen Trabajó como basurero y en la perrera. “En una época era panadero, pero el patrón no entendía que yo estaba metido de lleno en el atletismo”...
Trabajó como basurero y en la perrera. “En una época era panadero, pero el patrón no entendía que yo estaba metido de lleno en el atletismo”...


— ¿Qué otra cosa te gusta, aparte del atletismo?

—No sé, para salir de noche hay que tener buena pilcha, guita. . . y yo compito todos los fines de semana. Llegué a competir hasta ocho veces por mes…

— ¿Tanto?

—Sí, esa pregunta me la hicieron muchos. Pero cuanto más competía, más trofeos ganaba... y más plata tenía para juntar. La bronca me la agarraba cuando iba a los pueblitos del interior y daban trofeítos en miniatura.

—El profesor Zabala dice que la maratón qué ganaste tiene 900 metros de menos…

—Sí, lo leí. Midieron la distancia cinco veces, me aseguraron que no hay ningún error. Prefiero hablar con las marcas que haga en Los Ángeles.

— ¿Y cómo te imaginás a Los Ángeles?

—Debe ser grandísima, con estadios impresionantes. Ir allá es un sueño. Quiero bajar el record argentino y hacer relaciones. Ahora ya estoy un poco más desahogado económicamente: mi amigo José Levy me ayuda y Adidas también me dio una beca. A lo mejor alguien me ofrece quedarme allá.

— ¿Te quedarías?

—Allá sí. Sé que me van a exigir más disciplina, pero voy a estar en buenas manos...

En 1978 Osvaldo Suarez lo dirigió en Independiente. Duró poco: entrenaba en el Parque Villa Dominico y, como no tenía plata, volvía caminando hasta su casa en la Boca. Este año se fue a la San Silvestre: tenía mil palos en el bolsillo, viajó tres días en micro y se mantuvo comiendo pastelitos. Después compitió en la carrera de San Fernando, en Uruguay. Para regresar a su casa de la Boca tuvo que repatriarlo el Consulado Argentino: los mil palos no alcanzaban. El miércoles 4 de julio le hicieron la primera revisación médica y el primer electrocardiograma de su vida: tiene acumulados 55.000 kilómetros de entrenamientos (ganó 254 carreras).

Imagen En la Maratón de Los Ángeles finalizó en el puesto 59 con un tiempo de 2:31:18.
En la Maratón de Los Ángeles finalizó en el puesto 59 con un tiempo de 2:31:18.


El último 27 de mayo consiguió la mejor marca de la historia, en una maratón corrida en nuestro país, en La Matanza. Ahora sueña con Los Ángeles. No pide nada. Lo da todo. Es un símbolo del fondista argentino y de nuestro subdesarrollo. Pero representa el ejemplo de los grandes: supo sacar del dolor alegría, de las tinieblas luz y de la miseria amor. La semana pasada, cuando el secretario de Deportes de la Nación le preguntó qué necesitaba, Rubén le contestó:

—No quiero nada, le aseguro que nadie va a pasear y que todos vamos a matarnos por hacer un buen papel. Le pido una sola cosa: si por favor, la comida del CEDENA puede ser un poco más abundante. 

GUSTAVO BELIZ

Fotos: NORBERTO MOSTEIRIN y GERARDO PREGO