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1959. El huevo de la serpiente. Por Lazzatti

Ernesto Lazzatti, notable jugador, técnico y ,durante muchos años periodista en El Gráfico, advierte sobre la politiquería dirigencial que empezaba a quebrantar la salud del fútbol nacional.

Por Redacción EG ·

24 de mayo de 2019
Imagen El autor de esta nota jugó 14 temporadas en Boca Juniors, donde ganó los torneos de 1934, 1935, 1940, 1943 y 1944. Fue campeón Sudamericano con la selección argentina en 1937
El autor de esta nota jugó 14 temporadas en Boca Juniors, donde ganó los torneos de 1934, 1935, 1940, 1943 y 1944. Fue campeón Sudamericano con la selección argentina en 1937

 

EL DIRIGENTE NO DIRIJE. MANDA SI ES GOBIERNO, OBSTRUYE SI ES OPOSICIÓN



Ya estamos nuevamente en plena tormenta en la dirección del fútbol. Y no podía ser de otra manera. Cuando las situaciones no se encaran de frente, con franqueza, para resolverlas en forma definitiva y por vías justas, dejan secuelas que luego engendran nuevos inconvenientes. El año pasado Boca Juniors y River Piale se alzaron contra el Tribunal de Penas. Instituciones muy poderosas, mueven en su rededor a una gran masa de gente, y por ello las decisiones de sus directivos tienen siempre gran repercusión. Debieran ser, por lo mismo, modelo de discreción, mesura y seriedad. Pero ocurre lo contrario. Sus actos son guiados en relación a la conveniencia de sus posiciones como autoridades de los clubs. Los deseos de permanecer en esas funciones los empujan a dejar de lado la disciplina y el respeto debido a los cuerpos que ellas mismos crearon. Sienten necesidad de satisfacer los reclamos o las reacciones de sus adictos más exaltados, ante lo que consideran alguna injusticia para su club. Se colocan en "hinchas", pierden el equilibrio y olvidan que deben ser los primeros en respetar los fallos de las autoridades aunque a su criterio aparezcan cornos equivocados o injustos.

 No es posible que los árbitros actúen pensando si sus fallos serán del agrado de los dirigentes, y el Tribunal de Penas juzgue con arreglo a los intereses de algunas instituciones por más poderosas que sean.

Cada uno debe ocupar su lugar: los referees, siendo la única autoridad en los partidos, y respetados aún cuando se equivoquen. El Tribunal de Penas colocado en Juez único e inapelable. Administrando justicia con plena libertad y sin más directivas que las que emanan del código de faltas.

Los Jugadores, conociendo cabalmente las leyes de juego y el reglamento de penas, para evitar malas interpretaciones. Con ello facilitaran la labor de los árbitros y evitarían incurrir en incorrecciones que perjudican al fútbol, a sus equipos y a ellos.

 

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Los dirigentes, todos, no sólo las de Boca Juniors y River Plate, que citarnos por haber actuado en los casos más resonantes (no por ser los únicos), deben cumplir a conciencia su misión. Dirigir en la verdadera acepción de la palabra. Guiando a sus institutos por el camino lógico, el que le marcan las leyes. No "defendiendo" todo lo que parezca beneficioso a su club. No exigiendo respeto a la autoridad del árbitro y ejemplar energía al Tribunal de Penas cuando con ello se pueda "sacar" ventaja o, por el contrario, enjuiciando al árbitro y al mismo tribunal en caso que sea el club que dirigen el supuestamente perjudicado o castigado. 

Es necesario que levanten la puntería. Que dirijan pensando en los intereses generales del fútbol, para beneficiar de verdad a sus clubs.  Habiendo y procediendo claramente. Sin basar todo en el exitismo, creyendo que su labor se agranda o se achica de acuerdo con los resultados de los partidos. Sin buscar de congraciarse con ese sector de público al que sólo le interesa que se gane, no importa cómo, ni por qué. Y al que le han hecho creer que siempre tiene razón, que nunca se equivoca. Con la misma demagogia con que en el orden nacional se dice "que el pueblo siempre está en lo cierto". Como si el pueblo (o el público) no lo compusiéramos todos. Y puesto que individualmente nos equivocamos, y mucho, no hay por qué pensar que colectivamente tengamos una inmunidad especial contra el error. Por lo mismo tienen los dirigentes la obligación de desprenderse de la presión que ejerce el público. Esa parte del público que silba y protesta de viva voz cuando su equipo pierde o el árbitro cobra algo en contra de su team. Que pide a sus jugadores que rompan y que luego se indigna cuando la "leña" se vuelca contra ellos. Que amenazan con un acopio enorme de votos en contra si las autoridades no satisfacen sus deseos. Votos que sólo existen en su imaginación y en el enfermizo temor de algunos caudillitos al ver peligrar sus posiciones.

No son ellos la mayoría que quieren aparentar ni tampoco los que en verdad quieren a las instituciones. Por el contrario, son una minoría, y perjudican a sus clubs y al fútbol.

 

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Hay mucha gente que gusta del deporte en sí, aunque sea profesional. Que va al fútbol sanamente, para gustar del espectáculo. No para ver ganar como único fin, sin cuestión de medios. Por el contrario, le interesan los medios por los que se llega a ese fin, se halagan con la superación de recursos, la demostración de habilidad e inteligencia puestas al servicio de una causa. Como es la de crear un espectáculo deportivo que satisfaga y deleite, permitiendo llegar al triunfo con recursos limpios, lícitos, para poder disfrutar de él sin retaceos, plenamente. Con la certeza de que se ha logrado en forma irreprochable. Y que si no lo consiguen gustan de retirarse con la seguridad de que su rival ha vencido con las mismas armas. Para que de esa derrota surja el estimulo necesario para buscar la revancha, pero la “revancha bien entendida”,  con exposición de capacidad y no con recursos torcidos. Eso debe ser el fútbol: lucha leal y sincera en busca del beneficio moral y físico de sus cultores y momentos de distracción para quienes gustan presenciarlo. Pero para llegar a ellos es preciso cambiar totalmente la orientación Impresa a su dirección.  Y quizá el momento actual sea el indicado para comenzar esa transformación. El problema Boca Juniors y los árbitros, los lamentables incidentes en los encuentros de primera B, la disconformidad con muchos arbitrajes, la división de las autoridades de la AFA en dos grupos organizadarnente hostiles entre sí, no deben ni pueden resolverse sin ir al fondo de la cuestión. Porque se producen y cómo evitarlos  es lo que realmente debe interesar. No intentar disimularlos con comunicados que a nada llegan, porque nadie cree en ellos. 

Es tan fácil entenderse cuando las palabras no ocultan torcidas intenciones,  que parece mentira que no se elija ese camino para hacer marchar por él al fútbol. Sobre todo, porque es el único que puede llevarnos a las soluciones definitivas.

 

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 Para marchar por él, en armonía, con ideas distintas, pero con las mismas sanas intenciones, es imprescindible dejar la politiquería a un lado.

 Exponer ideas, sostener puntos de vista diferentes y defenderlos con calor y convicción  es saludable. En cambio aferrarse a ellos por convenirle en ese momento al sector que integran (oficialismo u oposición) es negativo. Puede ser obsecuencia o terquedad, pero siempre negativo. En Boca Juniors ocurre eso desde hace muchos años, me consta.  Las autoridades (oficialismo) luchan con los inconvenientes lógicos de toda función pública, y con la especulación sistemática de la oposición con arreglo a los resultados deportivos. SI el primer equipo cosecha triunfos la  oposición se aquieta, las autoridades respiran. SI la Primera pierde, la oposición muestra las uñas, prepara "su" triunfo electoral con las derrotas de su club. El oficialismo se ve obligado a actuar, a explicar. Empiezan las reuniones extraordinarias, con sus noches perdidas inútilmente. Con la presencia de los "notables" de cada agrupación que apoya al oficialismo en la misma medida que están contra la oposición. De ellas surgen los comunicados y las sanciones. Siempre se encuentra alguien a quien culpar hasta que pase la tormenta. 

 Ello ha ocurrido con todos los dirigentes, no es cuestión de hombre o nombres. Es un sistema que alcanza a todos. Las posiciones varían de acuerdo con la situación que ocupan. Si dirigen o están en la contra. Y es posible que no sea el único club en que ello suceda. 

 En cuanto a la AFA, no está menos politizada, ciertamente. Las consecuencias están a la vista. Los consejeros influyentes inclinan la balanza de acuerdo con la conveniencia del momento. Dan o paran el golpe con arreglo a las circunstancias. Para apoyar al presidente que está en su línea, o para evitar que llegue otro que no la comparte.

 De todos esos "juegos" nacen las amnistías que tanto mal hacen al fútbol, puesto que desprestigian a todas las autoridades, llámense árbitros, Tribunal de Penas o directivos.

Imagen Lazzatti dirigió técnicamente a Boca en 1954 logrando el campeonato después de 10 años de sequía. En la foto, ya retirado, trabajando como periodista en El Gráfico.
Lazzatti dirigió técnicamente a Boca en 1954 logrando el campeonato después de 10 años de sequía. En la foto, ya retirado, trabajando como periodista en El Gráfico.

El Tribunal de Penas cuenta con el apoyo total de los directivos hasta que tiene que fallar en contra de algunas instituciones o de algún jugador que pertenece a ellas. Desde ese momento el Tribunal se convierte en un ente parcial que no representa la garantía necesaria. Se impone entonces su renuncia. Y se elige a otro, en las mismas condiciones que el anterior, cuyo fin será el mismo.  No obstante, siempre hay gente dispuesta a aceptar cargos en ese cuerpo. Ciertamente parece inexplicable que luego de repetido aquel proceso varias veces, alguien acceda a tomar parte en dicho organismo. Razones políticas, vanidad y otras debilidades humanas pesarán seguramente en esas decisiones.

Sin embargo, ¡qué interesante sería que nadie se complicara en las maniobras tortuosas encaminadas al nombramiento de tribunales de oportunidad! ¡Qué distinto seria si todos a quienes se les ofreciera el lugar de algún renunciante lo respaldaran con su negativa!

Si el Tribunal de Penas fuera compuesto por personas sin ninguna vinculación a los clubs ni a los directivos de ellos, o de la AFA. Con un reglamento propio, enderezado a sanear el ambiente, administrando justicia y corrigiendo. Que no aceptan interferencias de ninguna especie, y que castigara drásticamente a los directivos que se apartaran de sus deberes.

Seguramente en poco tiempo se terminarían las acusaciones a los árbitros, las influencias providenciales, las amnistías oportunistas; se producirían menos escándalos, tal vez, desaparecieran esas protegidas "barritas" de irresponsables, utilizadas por algunos dirigentes, y que alejan a mucha gente de las canchas.

Todo eso exige que el dirigente realmente dirija. Y no que mande, como a la manera, de nuestros políticos de viejo y nuevo cuño entiende su misión el dirigente de fútbol. Por eso son tan parecidos unos a los otros, no sólo porque se han formado en una misma indisciplina sino porque en el gobierno los dos entienden que han ganado el derecho de mandar, no importa cómo, pero de mandar; y en la oposición ambos también coinciden en interpretar que su misión es obstruir. Así ocurre que, cualquiera sea el bando, el dirigente no educa sino manda y destruye; o destruye sin mandar... si está en "la oposición".

Por Ernesto Lazzatti (1959).