¡Habla memoria!

Tostao: el príncipe de la humildad

1971. “Tostao piensa como juega”, esto presumía Ernesto Patrono y pudo confirmarlo luego de la nota al magnífico jugador, figura del Brasil de 1970, y a quien se lo llegó a comparar con un tal Pelé.

Por Redacción EG ·

02 de octubre de 2018
Tenés que hacer una nota sobre Tostao, para el pliego de color, me dijeron en redacción.

Imagen Tostao responde con serenidad y sapiencia cada pregunta de Patrono
Tostao responde con serenidad y sapiencia cada pregunta de Patrono


Y a partir de ese momento comencé a imaginármelo a Tostao. Mucho antes de sacar los pasajes en la compañía de aviación. Mucho antes del fugaz cruce del río de la Plata por aire. Mucho antes del trámite aduanero, las verificaciones sanitarias, el control de equipajes... Y mientras viajábamos por micro desde Carrasco, cruzando playas montevideanas. Continuamos imaginándolo. Tenía que ser cerebral, medido, prudente, respetuoso, sencillo, afectuoso. Porque mil veces me había detenido ante esa cara y siempre me transmitió la misma impresión. La frente amplia y limpia, el ceño que se frunce para darle más fuerza a sus ideas. La mirada profunda que no esconde picardía, que está mucho más allá de la salida superficial o de la respuesta sin contenido. Y por momentos me parecía un estudiante universitario con su postura de muchacho serio que se pasa las horas del día metido en el devenir de las aulas, con sus clases, sus prácticos, sus exámenes, con todo ese proceso angustiosamente subyugante que se elabora ante un pocillo de café, una rueda de amargo en una pensión hacinada o en la misma galería de la facultad. Y hasta se me antojaba que Tostao tenía la misma cara de muchacho responsable que estudia de noche y duerme de día, el que apenas siente la caricia del sol cuando lo llaman para el almuerzo... Por eso será que lo veía tan blanco. Y hasta esa misma palidez de su cara servía de alguna manera como símbolo de toda su anatomía. Porque desde que empecé a verlo en fotos, hace de esto unos cuatro años, Tostao nunca me impresionó por su exuberancia física, ni por su fortaleza, ni por su agilidad, ni por sus músculos elásticos... Y como sin estos medios es muy difícil llegar a ser un superdotado en fútbol, nunca dudé que aquel paralelo que los periodistas brasileños querían establecer con Palé se trataba de una nueva exageración... Y si este muchacho no tenía esos portentosos medios físicos que hacen de Pelé un Pelé, ¿cómo podía llegar a ser considerado una estrella? Seguramente por su inteligencia. Y quería conocerlo. Por eso quería estar junto a Tostao ya mucho tiempo antes de que me indicaran esta nota. Porque no lo veía un atleta. Tampoco le veía en su cara los rasgos de lúcida picardía que transmiten los atrevidos. Si, tenía que ser pura inteligencia... Cosa que alcancé a confirmarla cuando, como todo el mundo, quedé alucinado frente a las pantallas de los televisores en el último mundial que se llevó Brasil...

—Necesitamos hacerle una nota al jugador Tostao. ¿En qué pieza está? (En ese mismo momento que nos acercábamos a la conserjería del Ermitage Hotel, en plena playa de Pocitos, pensamos en la imprudencia de dirigirnos de esa manera, sabiendo que se temía su rapto por el grupo revolucionario tupamaro: Pero nuestros temores se diluyeron cuando nos contestaron que estaba en la oficina 104 y que tratáramos de comunicamos. Eran las 15.30 y todos los jugadores descansaban después del almuerzo. Tostao igual nos atendió. Y a través del hilo alcanzamos a escuchar una voz reposada que no nos sorprendió, porque así tenía que ser Tostao, como lo habíamos imaginado...)

—En media hora bajo...

Miramos el reloj. Nos sentamos a tornar un refresco y cinco minutos antes del término que habla establecido su cara pálida aparecía contrastando con el buzo azul oscuro con la insignia blanca del Cruceiro. Y nos pusimos a charlar corno si fuéramos viejos amigos.

Imagen Tostao y Pelé festejan el gol de Jairzinho ante Inglaterra, en la victoria por 1 a 0 en el Mundial de México en 1970.
Tostao y Pelé festejan el gol de Jairzinho ante Inglaterra, en la victoria por 1 a 0 en el Mundial de México en 1970.


— ¿La familia bien?

—Bien, muy bien... Mi familia muy unida, muy unida. Nos ayudamos mucho entre todos...

—Pero usted será el que está en mejores condiciones de ayudar al resto...

—No. ¿Por qué? ¿Por el dinero que yo gano? Eso es una parte de la ayuda, no es todo... El jugador de fútbol muchas veces no está en su casa. Tiene que salir, como ahora, de gira... ¿Y quién es el que se queda cerca de los padres? Mis tres hermanos. Ellos tres tienen la suerte de estar más cerca que yo de mis padres, porque piense también en los días en que uno también está con-centrado... Además, en algunos negocios yo he puesto el capital, pero como no tengo tiempo para atenderlos son ellos los encargados de administrármelos. Papá era empleado público, pero ahora dejó ese puesto para dedicarse a mi casa de deportes en Minas Gerais. También lo asesora mi hermano mayor (32), el único casado de la familia, que es contador en el Banco de Brasil. Y lo administra otro hermano (29), que también hace lo mismo con una estación de gasolina que fue mi primer dinero invertido desde que estoy en el fútbol. Y a veces, cuando dispone de tiempo, también participa el otro hermano (27), que es ingeniero agrimensor y empleado bancario... Así que, fíjese, ¿quién ayuda a quién?

— ¿Y a usted no le hubiera gustado estudiar?

—Un momento, ¿por qué me pregunta como si no pudiera hacer otra cosa más que jugar al fútbol? YO VOY A ESTUDIAR CUANDO DEJE DE JUGAR AL FUTBOL. Pienso que esto del fútbol es como una gracia, una virtud efímera que después se desvanece. Y cuando deje de jugar al fútbol voy a vivir como cualquier otra persona, por eso es que empezaré a estudiar ciencias económicas ya que es mi vocación... Había terminado el científico, lo que acá llaman el secundario. Después me inscribí para estudiar la carrera de mi hermano mayor, al que siempre respeté y quizá por su influencia también tuve su inclinación profesional... Empecé, hice un par de materias, pero tuve que elegir entre el fútbol y los estudios. Entonces elegí el fútbol porque veía que podía andar bien. Sin embargo, me preocupo por todo lo que sea economía. Leo revistas especializadas, todo libro que llegue a mis manos sobre economía. Así, cuando me toque la hora del retiro ya voy a estar acostumbrado a estudiar...

Imagen El ping pong del crack del Cruceiro y la Selección de Brasil
El ping pong del crack del Cruceiro y la Selección de Brasil


— ¿No se aburre en las concentraciones?

—No, no... ¿Cómo me voy a aburrir? Si me sobra tiempo para leer lo que yo quiero. Eso no quiere decir que los muchachos que se aburren o se fastidian un poco por el encierro no tengan inquietudes. Lo que pasa es que debe ser una cuestión de temperamento. Yo soy calmo, tranquilo... En cambio la mayoría de los muchachos son más ruidosos, no pueden estar mucho tiempo en el mismo lugar, necesitan moverse...

— ¿Y no le molesta estar solo?

—Nunca estoy solo, porque siempre estoy acompañado de mis pensamientos, mis ideas, mis recuerdos. Siempre hay una persona en mi mente que me está acompañando. Por eso, a veces, me gusta aislarme...

— ¿Y participa del ruido, de esa comparsa que se adueña de los cariocas?

—A veces, a veces... A mí también me gusta cantar, bailar. Pero todo no es baile. La "bossa nova" me gusta, aunque no tengo buena voz. Sin embargo, cuando todos cantan yo también lo hago.

— ¿Tampoco es supersticioso?

—No soy supersticioso. Soy religioso, católico, como toda mi familia. No voy mucho a la iglesia, no hago promesas, pero soy religioso. Creo que todo lo demás se encuentra en manos de la ciencia. Cuando tuve el accidente que casi me hace perder el ojo tenía fe, mucha fe. Una fe tremenda en la gente que se encargaría de curarme. Y todo salió bien con la intervención que me hicieron en el hospital Metodista da Houston. Yo creo en la ciencia...

Imagen Partido entre Cruzeiro y Ponte Preta por el Brasileirao de 1971. Tostao organiza el ataque bajo la intensa marca del defensor.
Partido entre Cruzeiro y Ponte Preta por el Brasileirao de 1971. Tostao organiza el ataque bajo la intensa marca del defensor.


—Eduardo Goncalves Andrade, ¿por qué lo llaman Tostao?

— (Sonríe) Porque siempre fui chiquito, menudito. Cuando empecé a jugar en los baldíos de Belho Horizonte tenía seis años, era el más pequeño de todos los de mi edad. En la escuela también. Por eso me pusieron Tostao, porque así se llama en Brasil al centavo antiguo (la moneda más pequeña que hubo).

— ¿Y era el mejor de todos los chicos que jugaban con usted?

—Jugaba bien, pero recién empecé a destacarme más tarde. En la zona donde yo vivía, en los alrededores de Belho Horizonte, había varios que jugaban bien. Estaba Ceiton, que ahora es defensa del Cruceiro; estaba mi primo, Ronaldo, que pertenece al Atlético Mineiro. Yo empecé a figurar cuando ingresé a los 14 años en el juvenil de Cruceiro. Una temporada más tarde pasé al América, en préstamo por un año... ¿Sabe por qué? Porque me parecía que estaba traicionando a mi padre, que fue jugador de América. Y también porque mi parcela que íntimamente yo también me traicionaba. Yo también soy hincha del América... Pero no pudo ser. En ese año que estuve a préstamo seguí jugando bien. Entonces Cruceiro me "rescató"... Y empecé a jugar en la primera división al cumplir dieciséis años.

— ¿Por qué lo comparaban con Pelé?

—Tal vez porque llevamos los dos el número 10 en la espalda (Y vuelve a sonreír), Nada más que por eso. Con Pelé no se puede comparar a nadie. Yo me considero un buen jugador. Y buenos jugadores hay muchos en todo el mundo. En cambio Pelé es único. Nunca habrá nadie tan completo como él...

Imagen Festeja Tostao su primer gol ante Perú en el Mundial de 1970. En su rol de delantero goleador, aportó 2 goles para la victoria por 4 a 2.
Festeja Tostao su primer gol ante Perú en el Mundial de 1970. En su rol de delantero goleador, aportó 2 goles para la victoria por 4 a 2.


— ¿A usted qué le falta para ser Pelé?

—Todo. Todo. Tal vez yo tenga un poco de cada una de las virtudes que tiene Pelé. Pero sólo un poco. En cambio Pelé tiene mucho de cada cosa... Además Pelé tiene un físico privilegiado. Tiene un pique demoledor, una resistencia incalculable, una fuerza en el cuello y en la espalda que es envidiable. Y yo no tengo nada de eso. Tampoco soy un jugador muy hábil, de esos que pueden pasar a varios rivales como si llevaran la pelota atada al botín... No tengo físico, soy poco agresivo. — ¿Y qué es lo que tiene, entonces, Tostao?

—Muy buena concepción del juego, me doy cuenta de todo lo que ocurre en la cancha. A lo mejor pienso más rápido que los rivales. Los que me cuidan a lo mejor saben cómo hacer para cuidarme, pero no saben cuándo deben hacerlo. Y cuando se dan cuenta yo ya me fui...

Nosotros también nos vamos. Nos despedimos de Tostao porque Flavio Costa, el técnico del Cruceiro, ya lo llama para que suba al micro que los conducirá a una práctica en Los Céspedes. Nos despedimos para evitar que se siga poniendo cada vez más colorado. Porque Tostao se ruboriza cuando nos pide disculpas porque debe retirarse. Por eso no necesitamos preguntarle por qué en Brasil le llaman "El príncipe de la humildad…”