Las Crónicas de El Gráfico

Homenaje

Borocotó rescata una historia chiquita, que sucedía en la Maratón de los Barrios, sobre una de las cosas más difíciles de sobrellevar en esta vida: ese agujero en el alma que nos dejan nuestros muertos queridos.

Por Redacción EG ·

24 de septiembre de 2018
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En esa esquina de Medrano y Cabrera su hermanita se acercaba a verlo pasar. Bien sabía que no estaría entre los primeros, pero Ramón S. Molle pasaría por allí confundido en el grueso núcleo de competidores de la Maratón de los Barrios. Ella vivía por las cercanías, y el último domingo de noviembre, se arrimaba a la esquina con una sonrisa fraternal en los labios y un "buena suerte" que empujaba.

Todos los años, desde la primera edición de nuestra carrera, Molle fue corriendo con la seguridad de encontrarla, pero en 1941 ya sabía que la hermanita lo estaría mirando desde el cielo hacia donde había partido imprevistamente.

Un muerto querido se lleva siempre en el alma, pero el trajín diario aporta el momentáneo olvido sin el cual no sería posible vivir. Mas cuando hemos de pasar ante una ventana cargada de recuerdos, cuando las circunstancias nos obligan a marchar por un circuito que hemos apartado de nuestro común itinerario, la evocación llega preñada de nostalgias y alberga en sí hasta ese cachitín de felicidad que se experimenta al comprobar que todavía se tiene corazón...

Molle sabía que en ese 1941 la hermanita no estaría en la esquina de Medrano y Cabrera, pero él pasaría como antes, con un número a la espalda, lleno de ese entusiasmo ejemplar de quienes saben que no podrán ganar. ¡Magnífico amor deportivo porque es sin esperanzas!..

Por allí correría ya tibio de sudor, pero sin recibir la sonrisa ni el "buena suerte" fraternales. Calladamente, sin que nadie lo supiera, quiso rendirle aquí abajo un homenaje a la hermanita que está allá arriba... y dejó caer una flor en la esquina. Desde entonces, Ramón S. Molle viene arrojando una flor en Medrano y Cabrera y hasta busca el rostro de su hermanita con ojos ansiosos sabiendo que no está, así como también compite sabiendo que no ganará. Pero llega siempre a la meta, como habrá de llegar su homenaje hasta la hermanita que lo verá pasar asomada al balcón de Dios...

Borocotó (Apiladas - 1945)