Las Crónicas de El Gráfico

Zof, leyenda de Rosario

Seguimos con los maestros. A los 76 años, don Ángel repasaba su infancia entre el trabajo y el fútbol, sus años de jugador Canalla, su experiencia en Norteamérica y cómo un taxi lo llevo a ser técnico.

Por Redacción EG ·

13 de septiembre de 2018
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LEYENDA VIVA DE ROSARIO

Imagen Foto: Marcelo Boeri
Foto: Marcelo Boeri


A la hora de escribir una nota es común que surjan interrogantes sobre la mejor -o la más correcta- forma de encararla. En ocasiones, el entrevistado es una máquina de hacer títulos a cada respuesta y los problemas desaparecen (en realidad después aparecen a la hora de elegir el mejor, o más impactante, o lo que se busque de un título. Pero ése es otro tema). Otras veces, en minutos que se hacen horas de casete grabado no se encuentra ni una declaración -de esas que hacen ruido y son comentadas- siquiera digna de epígrafe. En estos casos, puede pasar que: la nota no se escriba, que sí se escriba, pero que no se publique, o que sí se escriba y sí se publique. Si esto último ocurre será porque no se estaba buscando una declaración altisonante o, si se estaba buscando, se habrá inventado (pero eso ya corresponde a cuestiones éticas que no se abordarán. Lo que no quiere decir que no sean importantes). Esta nota corresponde a este último rubro (¡no, a las inventadas, no! A las que no se busca polémica ni frases que "tengan rebote" en otros medios). Se sabe -y si no lo sabía ahora lo sabe- que Ángel Tulio Zof está parado en las antípodas de la polémica. Lo que, de ninguna manera, quiere decir que deje de ser un personaje atractivo. Todo lo contrario. Más bien en esa gambeta se encuentra uno de los aspectos más importantes de su importante figura.

 Esta es parte de la historia de un hombre que, sin pretenderlo, se constituyó en una leyenda para Rosario Central, pero que fuera de Arroyito también transitó una vida como para un libro. 

Angelito nació el 8 de julio de 1928 y, según su propio relato, "era un pibe como cualquiera" que se pasaba todo el día pateando la pelotita de veinte -"era de goma y le decíamos así porque costaba veinte guitas"- en la calle, en la cancha de Gath & Chaves enfrente de su casa o en los potreros de La República, el bardo rosarino donde se crió. A sus padres, italianos, no les causaba mucha gracia. "No le gustaba que yo jugara. Mi padre trabajaba de peón de albañil o metalúrgico y en el campo, en la cosecha. Antes usábamos alpargatas y comprábamos un par y a los tres días se rompían todas. Éramos una familia humilde y entonces eso era un problema". 
Imagen En la primera de Central el 29 de mayo de1954. Arriba: Minni, Federico Vairo, Zof, Botazzi, La Rosa, doctor Oliva. Abajo: Cisneros (ki), Gauna, Apiciafuocco, Massei, Gómez, L´Episcopo.
En la primera de Central el 29 de mayo de1954. Arriba: Minni, Federico Vairo, Zof, Botazzi, La Rosa, doctor Oliva. Abajo: Cisneros (ki), Gauna, Apiciafuocco, Massei, Gómez, L´Episcopo.


De todas maneras, desde muy chico Angel ayudó a sus viejos. Empezó como aprendiz de ajustador mecánico en una fábrica metalúrgica y después estudió para ser obrero especializado. Pero aclara "que sólo trabajaba seis horas porque era menor" y que el resto del tiempo se la pasaba (sí, adivinó) jugando al fútbol.

Los domingos, siempre iba a la cancha. A la de Central entraba gratis, pero fin de semana por medio se daba una vuelta por el Parque de la Independencia para ver "a los grandes equipos de Buenos Aires". Allí tenía un palco VIP en la copa de uno de los árboles más altos que, todavía hoy, están junto al estadio. "Mucha gente se subía a los árboles -cuenta Zof con los ojos en esos días-. Íbamos temprano. Si el partido era tres y media de la tarde, a las once de la mañana ya estábamos arriba de los árboles. Porque antes cuidaban los escuadrones, la policía a caballo, y no te dejaban subir. Nos corrían. Entonces llegábamos antes y subíamos. Cada uno tenía su lugarcito. Mirábamos el partido fenómeno".

Tampoco tuvo problemas para ser aceptado en Central. Un amigo más grande que jugaba en las inferiores lo llevó y, prueba mediante, Angel pasó a ser jugador Canalla en Cuarta División. Tenía 17 años y el inconveniente era combinar los horados de trabajo con los de entrenamiento. La solución vino de manos del entonces presidente de Central, Federico Flynn, que como había sido jefe en los ferrocarriles, le consiguió un  puesto. "Trabajaba de seis de la mañana a dos de la tarde. Y a las 12 del mediodía me dejaban salir para ir a entrenarme". 

El debut en Primera llegó a los 22 años y nada menos que en un clásico -"empatamos 1-1 con gol del Torito Aguirre"- y aunque hay que desconfiarle a su exceso de humildad, don Ángel asegura que fue un "jugador regular". Y enseguida explica que "en esa época Central tenía buenos equipos. Jugaban los Vairo, Alfredo Pérez, Massei, Rosa...".

 En 1955, y tras tres años en Central,  Zof pasó a Huracán: "Nos dirigía Adolfo Pedernera, un maestro, un crack".

 Al año siguiente jugó en Quilmes, que estaba en la B, y con 28 años pensó en dejar el fútbol. "Ya me había casado -explica- y quería ir a Rosario para trabajar en lo que sabía hacer. Tampoco se ganaba tanto dinero con el fútbol".

 Pero un empresario lo tentó para seguir su carrera en México, y agarró viaje. Jugó en Celaya tres años, uno en Morelia y seis meses en el Oro, de Guadalajara.

Estados Unidos siempre había atraído a Zof: "Era un país que impactaba, del que se decían maravillas... En Argentina sólo se podía conocer por las películas y como en México estaba cerca...". Por eso ni dudó cuando le ofrecieron jugar allá, previo paso por Canadá.
Imagen Posando como jugador de Central.
Posando como jugador de Central.


"Jugaba en Toronto, un equipo de una comunidad italiana. Por mis padres, algo del idioma entendía. Ahí comencé a trabajar como técnico cuando se fue un entrenador húngaro que había", recuerda don Angel, que también jura no saber por qué lo eligieron.

"No sabía ni hablar", dice quien tenía que dirigir a jugadores húngaros, ingleses, italianos y norteamericanos. "Daba la charla técnica en una mesa de billar. Hacía el esquema con papelitos y algodones. Hablaba en mi idioma, pero tenía dos intérpretes. Uno era Conti, un argentino que hablaba  italiano, y el manager del club, que traducía al inglés. Por eso siempre digo que el fútbol es un idioma universal."

 Ya en los Estados Unidos, jugó en Ucranian National de Filadelfia, pero como no conseguía (otro) trabajo se mudó a Nueva Jersey, donde jugaba para Hacoaj y trabajaba en la General Motors. "Ganaba más que con el fútbol", aporta quien por entonces entrenaba, sólo en las plazas.

 A fines del 63, decidió volver a Rosario. Apenas  llegó se compró un taxi -"un Merceditas viejo que estaba en malas condiciones"-, sin imaginar que ese auto lo llevaría al lugar que nunca más abandonaría: el banco de suplentes.

“Un amigo jugaba en Independiente de Bigand y me pidió que lo llevara a él y a otros jugadores a los partidos, iba a verlos. Como me gustaba el fútbol y, de paso, me hacía un viaje”. Con toda la tranquilidad del mundo, parece ir saboreando las palabras a medida que salen de su boca, se las guarda un segundo más que lo habitual y, lejos de hacer el relato aburrido y lento, lo transforma en un paseo de ese Rosario de mediados del sesenta-, que sigue así: "Y resulta que el equipo venía mal y había perdido muy feo con los que iban últimos. Entonces me hablan a mí. Primero no quería saber nada, porque no tenía ni idea. Pero al final decidí aceptar por un mes a prueba"

Como el equipo no era de Rosario, los días de práctica regresaba a su casa a las cuatro de la mañana. Sólo tenía tiempo para darse una ducha antes de entrar a las seis al Ferrocarril, donde seguía trabajando. "Un pequeño sacrificio", desdramatiza hoy don Angel, que por esa época se fue haciendo conocido gracias a que su equipo ganó todos los partidos y se quedó con el título que le permitió jugar la Copa de Oro de Santa Fe -donde participaban todos campeones de la provincia-, que también se adjudicó tras vencer en la final a Unión. La repercusión del título hizo que el escribano Lucente, el entonces presidente de Newell's, viera en este ignoto técnico al posible reemplazante del "Oso" Díaz. "Era uno de los candidatos -recuerda Zof-, pero estaba seguro de que no me iban a elegir. Yo había jugado en Central y competía con Miralles, un ex jugador de Newell´s.  que dirigía las divisiones inferiores." Pero se equivocó. 
Imagen Junto a otros dos próceres canallas: Aldo Poy y el Negro Fontanarrosa,
Junto a otros dos próceres canallas: Aldo Poy y el Negro Fontanarrosa,


 La mañana posterior a la noche en la que la Comisión Directiva había tomado la decisión, Ángel se levantó al alba como todos los días , en el tren, compró el diario que no pudo leer por la falta de luz en el vagón. Al llegar a los talleres del Ferrocarril, bajo la luz mortecina de un farol, leyó en la página central de La Capital un título que hubiera exaltado a cualquiera, menos a él: "Angel Tulio Zof, nuevo técnico de Newell's". Quizá con la misma parsimonia de ese momento, hoy explica cómo siguió ese día de 40 años atrás. "Guardé el diario, me puse el mameluco lleno de grasa, agarré las herramientas y empecé a trabajar. Al rato se aglomeraron todos los obreros. Me preguntaban quién era ese Zof, no creían que era yo", rememora y, tras una leve sonrisa y un silencio de tres segundos, agrega las palabras de aliento de uno de sus compañeros de trabajo: "Dos partidos y te rajan".

EN LA LEPRA dirigió durante tres años - "hice muy buenas campañas y aprendí mucho con gente como el Alemán Celli, Martínez Carbonel y el Profesor Aldana"- y en el 68 fue técnico del recién ascendido Los Andes -"Creo que fue la mejor campaña en la historia del club"-. En 1969, volvió seis meses a Newell's y en la segunda mitad del año retornó a Los Andes. Sería en 1970 cuando se escribiría el primer capítulo -de los ocho que lleva hasta hoy- de la historia entre Zof y Central.

Lleva dirigidos 583 partidos en la Primera de Central. En su campaña debut (1970) fue subcampeón y diez años después obtuvo su primer título, el Nacional del 80, logro que repitió en la temporada 86/87. En el 95 dirigió al equipo campeón de la Conmebol. Con la promoción constante de chicos de las inferiores y el fútbol bien jugado como bandera, a Zof se lo conoce como un técnico sencillo, que no pasa videos -"en mi época no se utilizaba. Y el pizarrón tampoco"- y que les da libertad a los jugadores. Pero no siempre fue así: "Cuando comencé era muy exigente. Ponía multas por llegar tarde, por insultar, por todo. Creía que hacía bien porque imponía disciplina. En una oportunidad -no le voy a decir en qué equipo-, llegué y escuché la vocecita de uno de los muchachos que decía 'vienen esos hijos de...'. Ahí recapacité y pensé: tiene razón. Si trabajo con ellos, tengo que ser un compañero más. Cometí muchos errores, pero con el tiempo aprendí. Hace añares que no multo a nadie".

Imagen Foto: Marcelo Boeri
Foto: Marcelo Boeri


-¿Cuál es la clave del éxito? -El buen jugador de fútbol. Por ahí se habla del técnico, pero no, es el jugador. Si yo no elijo bien, si sólo pienso en defender para tratar de zafar, nunca voy a tener posibilidades de salir campeón ni de estar peleando.

-¿Qué sueños tiene hoy, a los 76 años? -Hacer las cosas lo mejor posible, convivir bien con mi familia y... no mirar mucho más allá. A los 30 años tenía proyectos largos. ¿Y ahora qué puedo tener? Hay que ser inteligente y siempre tener inquietudes. Me levanto todos los días pensando qué puedo hacer. Si pensara "las sé todas", entonces me estanco y pierdo. No me doy cuenta de la edad que tengo.

-¿Cuántos años siente que tiene? -Me siento igual que a los 40, 30. iQué sé yo! Claro, a los 30 jugaba al fútbol y ahora no puedo correr. 'Cómo me gustaría! Me vuelvo loco cuando veo los picaditos (se le ponen gigantes los ojos y se emociona) de los pibes. Pero las cosas que se manejan de acá (se toca la sien) las puedo hacer. Mientras ande bien del juego aéreo, como decía mi consuegro, fenómeno.

-¿Cuánto tiempo más se ve en Central? -Como técnico muy poco. A lo mejor en el Departamento de Fútbol, para trabajar con los técnicos en las inferiores, asesorar a los dirigentes. Es que la familia tiene razón, porque al final se va la vida... y yo me la pasé en una cancha de fútbol. Es que es mi pasión, es un vicio, una droga. Si me falta eso, me falta todo.

EN TIEMPOS en que los técnicos se cambian como figuritas, en que los planteos tácticos son cada vez más amarretes, en que los jugadores de potreros están en peligro de extinción y en que la locura por los resultados parece cada día más difícil de eludir, la figura de Zof se hace cada día más grande. Y el recorrido por distintas estaciones de sus 76 años sirven como ejemplo (en todos los sentidos de la palabra) de que a la fórmula del éxito también -y sobre todo- se la puede encontrar en la humildad y en la sencillez.

POR MAXI GOLDSCHMIDT