Las Crónicas de El Gráfico

2002. Pasajeros de una pesadilla.

Argentina viajó a Oriente para cumplir con el “trámite” de ser campeón, en el mundial de Corea-Japón 2002. Era el gran candidato, pero no pasó la primera ronda. El fracaso más estruendoso de la historia.

Por Redacción EG ·

08 de junio de 2018
Nadie supo escapar a los tentáculos del triunfalismo. Jugadores, cuerpo técnico, dirigentes, hinchas y periodistas coincidían en el diagnóstico: Argentina era el principal candidato para obtener el Mundial 2002, el primero disputado en dos países, Corea y Japón. No se trataba –justo es remarcarlo– de una sensación de cabotaje: el Planeta Fútbol rubricaba ese pronóstico, sustentado en el andar de la Selección en las Eliminatorias, ganadas casi sin despeinarse, y por el superlativo rendimiento de sus individualidades en los principales torneos europeos.

Nadie, tampoco, pudo escapar al abismo del desconsuelo. ¿Cómo digerir que un equipo con sensación térmica de campeón debió pegar la vuelta en primera ronda, bordando la peor actuación histórica? ¿Cómo asimilar que el supuesto rey del mundo apenas arañó la 18va. posición?

“Dos partidos discretos sepultaron cuatro años brillantes. Así de ingrato y lapidario. Porque fueron los dos partidos que le daban sentido a los cuatro años”, sintetizó El Gráfico en el balance posterior al fracaso, donde también consignaba que el equipo

“enarboló un protagonismo tajante durante las Eliminatorias y también en los amistosos jugados de visitante con potencias europeas. Encarnó una búsqueda que combinaba dinámica colectiva con fantasía individual, en ese orden. Sin embargo, algunos papeles se quemaron en los últimos seis meses, aquellos que alumbraron la confección de la lista y culminaron con el fugaz paso por la Copa del Mundo. Allí se sucedieron situaciones y decisiones que colocaron al entrenador en una zona de inédita turbulencia.”

Antes de sobrevolar el Mundial, conviene sumergirse en una breve reseña. Agotada la Era Passarella, la AFA buceó en busca de un candidato. Entre otros nombres, surgió el de José Pekerman, arquitecto de los campeones juveniles de Qatar y Malasia. Pero José, que todavía no se sentía preparado para el desafío de los mayores, deslizó un nombre

bien visto por los dirigentes: Marcelo Bielsa.

Imagen Marcelo "el loco" Bielsa sucedió a Pasarella en el cargo.
Marcelo "el loco" Bielsa sucedió a Pasarella en el cargo.


El Loco aceptó luego de desligarse del Espanyol de Barcelona, donde había recalado tras modelar el brillante Vélez campeón del Clausura 98. Y puso manos a la obra para armar la base de la pirámide. Aún en períodos de prueba, como la Copa América de Paraguay 99, el equipo mostró una identidad definida: presión, dinámica, protagonismo, un esquema ofensivo que contemplaba “dos extremos” –punteros en la jerga Bielsa–

y un centrodelantero.

Con ese ritmo “europeo” –al que solía criticársele la falta de pausa, pero jamás su

ambición– transitó con comodidad la etapa eliminatoria. Y consolidó a figuras como Zanetti, Ayala, Samuel, Sorín, Verón, Ortega, el Kily González y… Batistuta “o” Crespo. Sí, “o” Crespo, porque para el Loco cumplían el mismo rol, no podían coexistir en su esquema, ni siquiera en estado de emergencia.

El único pecado del camino previo fue la injustificada inasistencia argentina a Colombia 2001. No pareció atinado renunciar a esa Copa América, por más que se esgrimieran cuestiones relativas a la seguridad de los futbolistas en una nación jaqueada por la guerrilla. De hecho, la Copa se disputó con total normalidad y fue ganada por los anfitriones.
Imagen Batistuta fue el centrodelantero titular de Argentina.
Batistuta fue el centrodelantero titular de Argentina.


El sorteo le deparó a la Selección el “grupo de la muerte”. Esa zona donde se cruzan fuerzas parejas, sin el recreo que puede significar la aparición de un rival de segunda línea. Nigeria marcaba el ritmo en África, de Inglaterra no había demasiado para explicar y los suecos se perfilaban como la estocada revelación. ¿Pero qué podía temer Argentina del sueco Ander Svensson, si estaba para campeón?

Tal como se imaginaba, Nigeria representó del arco de Cavallero. Un escollo difícil de sortear. La mano pintó complicada de arranque, ya que el líbero Ayala –resorte clave del funcionamiento defensivo– se lesionó en el calentamiento. Hubo que reorganizarse de apuro, pero el principal inconveniente fue que Argentina no logró fluidez en el tratamiento de la pelota. Le faltó fútbol. Y le costó una enormidad perforar al fondo africano, cosa que logró Batistuta al facturar una pelota parada.

La segunda estación fue Inglaterra en el estadio cerrado de Sapporo, maravilla arquitectónica que representó un trazo ingrato en el recuerdo argentino. No sólo por el escaso relieve del fútbol de la Selección, sino por el cachetazo de la derrota.

Imagen El tiro libre de Svensson que culminó en gol sueco.
El tiro libre de Svensson que culminó en gol sueco.


Acaso con el sabor de la venganza de Francia 98, donde fue señalado como culpable de la derrota, David Beckham ejecutó un penal inatajable para Cavallero y dejó a Argentina en el límite de la eliminación.

Contra Suecia no había alternativa: ganar o ganar. Sin Verón entre los titulares y con Aimar en cancha para impulsar el juego, Argentina fue superior en el desarrollo y mereció la victoria. Pero no pudo plasmarlo en la red. Los suecos sacaron ventaja con un tiro libre de Anders Svensson y aguantaron como pudieron. Y ni siquiera se inmutaron cuando Crespo estampó el 1-1 definitivo, luego de que el arquero Hedman diera rebote en un penal ejecutado por Ortega. Aunque costara admitirlo, el supuesto campeón se despidió el primera ronda y dejó el camino libre para que Brasil abrochara el Penta…

Imagen Bielsa y una decepción difícil de afrontar.
Bielsa y una decepción difícil de afrontar.


Vale repasar el balance de El Gráfico en aquel momento para comprender los errores que desembocaron en el fracaso…

- La convocatoria de Caniggia. No tenía horas de trabajo con el grupo. Apenas leves entrenamientos antes de los amistosos con Gales y Camerún, entre los que sumó 176 minutos. Sólo eso en cuatro años. Sometido a una exigencia más intensa en una práctica previa al amistoso con Alemania, el físico le pasó una factura y lo dejó en la banquina. Semanas antes del Mundial volvió a lesionarse con el Glasgow Rangers. A sus 35 años,

y con un par de temporadas sin actividad, no era fácil recuperarse. Se sabía que,

con suerte, llegaba para el tercer partido. Pero muy falto de ritmo ¿Había que esperarlo? No. Ni siquiera en nombre de la historia. Por esta consideración, Argentina se privó de llevar al mejor delantero del campeonato español: Javier Saviola.

- El aguante a Simeone. El Cholito tiene sangre celeste y blanca. Siente a la Selección como pocos. Pero esta vez el físico no le permitió estar a la altura. Operado de la rodilla, se recuperó contra reloj y alcanzó un nivel discreto, insuficiente para el cara o cruz de un Mundial. Todo el equipo sintió su falta de timming para raspar en el medio.

 

Imagen Verón junto a Samuel se lamentan hasta las lágrimas.
Verón junto a Samuel se lamentan hasta las lágrimas.
 - Faltó un Plan B. Salvo en los primeros diez minutos del complemento en Sapporo, donde Inglaterra fue muy superior, Argentina se enfrentó al mismo problema en los tres partidos: perforar a equipos que lo esperaban con ocho jugadores en los últimos 30 metros de la cancha. Más que situaciones, tuvo sensaciones de gol. ¿Por qué? Por falta de ingenio, paso previo para llegar a la contundencia. Por falta de pausa, paso previo para darle sentido al vértigo. Y por intransigencia para variar el sistema, paso previo a tornarse previsible para los ojos rivales. Disponer de un Plan B no es traicionarse, sino enriquecerse. Bielsa entendió que la única metamorfosis posible era cambiar pieza por pieza: Aimar por Verón, Crespo por Batistuta, el Kily González por el Piojo López, Almeyda por Simeone… “A un entrenador se lo elige por el estilo. Nosotros lo expresamos durante cuatro años y en el Mundial fuimos coherentes”, se le escuchó. Pero la realidad demostró que ir por un solo camino es insuficiente.

- El dilema Batistuta-Crespo. Bielsa vino advirtiendo que no podían jugar juntos desde 1999. Y no los juntó ni en las situaciones límite, cuando hacían falta las mejores mangueras para apagar el incendio. Aun aplaudiendo la determinación para sostener sus convicciones, cuesta creer que un estudioso de las variables del juego, no haya querido ensayar una fórmula para aprovechar a los goleadores más respetados de Italia.

- Nadie llenó el vacío de Verón. La Brujita fue el termómetro del equipo durante cuatro años. Además de subordinarse al sistema, la Selección se subordinaba a Verón. ¿Qué pasará el día que se pare Verón?, nos preguntamos durante cuatro años. Bueno, la Brujita se paró en el Mundial, condicionado por una tendinitis. A Bielsa lo sedujo más Aimar –de profesión media punta– que Gallardo, un conductor natural con rodaje internacional. Aimar no fracasó, pero tal vez hubiera funcionado mejor como talento complementario del Muñeco o del propio Verón, retrasado a la posición de volante central.

Ese fue el balance, crudo y objetivo. La rúbrica para una herida absurda, que seguirá

abierta hasta que la suture una vuelta olímpica. Ni más, ni menos…

Una eliminación temprana que todavía nos duele a todos.