¡Habla memoria!

Federico Sacchi: audaz y sutil

Defensor fino y talentoso que, más que a ganar, salía al campo para disfrutar del juego. Arrancó en su querido Newell's, brilló en Racing y Boca. Cada intervención suya llevaba un sello de jerarquía.

Por Redacción EG ·

26 de febrero de 2018
Imagen ELEGANTE. Sacchi, símbolo del fútbol bien jugado, con la camiseta de Racing.
ELEGANTE. Sacchi, símbolo del fútbol bien jugado, con la camiseta de Racing.
ES INEVITABLE. Se abren los viejos sobres de recortes y en los papeles amarillentos, aparece la frase: “Galera y Bastón”. Se revuelven las publicaciones más actuales –en radiante technicolor– y de pronto, el título: “Galera y Bastón”. Han pasado los años y sin embargo, se mantiene la definición, inalterable, para Federico Sacchi. El hombre que disfrutaba jugando a la pelota, sin pensar en el resultado. El hombre elegante, flaco, alto y algo cansino, pintón y talentoso, de pocas palabras. Entre los recortes, aparece una frase de Tita –la querida y entrañable Tita, el delantal que le daba a Racing una cuota de ternura y amor maternal– que dice, justamente: “Yo siempre les digo a los muchachos de ahora que deben aprender de Federico. Nunca decía nada, ni en las buenas ni en las malas. Un señor de galera y bastón”.
Federico. Federico Sacchi. El mismo que una vez le dijo a Raúl Goro, periodista de El Gráfico: “¿Quién habla de perder o ganar? Yo hablo de jugar... Nunca, créamelo, nunca, al entrar a una cancha, pienso en ganar o perder, yo pienso en jugar bien. Si lo consigo, mejor para mí...”.

Debutó como profesional en Ñuls, 1958; pasó por Racing a partir del 61 y debutó en Boca en el 65. Si sos pibe, a lo mejor tu viejo te cuenta sobre aquellos años. Si usted ya tiene algunas canas (siéntase dichoso, otros no tienen nada) recordará aquellos años; sí, los 60, cuando el tranvía se fue por las calles del recuerdo, cuando apareció la Spica para arruinar a algunos relatores y sepultar al Alumni. La década en que los Beatles alteraron todo, y en la que Piazzolla se juntó con Borges y Edmundo Rivero para darle al tango jerarquía de concierto, de calidad y de profundidad sin perder raíces populares.
De esos tiempos es Federico. Don Federico Sacchi...

“A MI ME ALEGRA cuando se me identifica con la galera y bastón –dice, hoy, con 76 años cumplidos-. Era otro fútbol aquel, más lento, se podía pensar mejor, o mejor dicho: pensar más. Hoy, al estar todo en un movimiento tan continuo, tan rápido, se puede pensar menos, igual hay que tener cuidado, porque cuando yo jugaba, te decían que fútbol era 'el de antes' y uno no les creía...”.

Se decía entonces que los grandes jugadores se mandaban un plato de fideos y después iban a la cancha. “A mí... bueno, a mí nunca me pasó eso, se decía que lo hacían algunos grandes cracks, como el Charro Moreno o Adolfo Pedernera, que primero les daban a los ravioles y después a la pelota, pero yo nunca lo vi”, confiesa, riendo. Cuentan que empezó a jugar –allá, en su Rosario natal–, en el club Tiro Federal y que lo hacía con zapatos. Dicen que fue Jerónimo Díaz, un buen arquero de esos años, quien lo llevó a Ñuls y lo puso como número 6, retrasándolo unos metros de su puesto inicial. Y que, desde ese mágico momento, empezó a brillar... Debutó en el club rosarino en 1959 y junto con su gran compañero, Anacleto Peano, pasaron a Racing dos años después. Comenzó entonces un ciclo brillante, único. “En Racing pasé los mejores momentos de mi carrera –evocó una vez, en una nota escrita por Héctor Onesime en El Gráfico–, y no por el hecho de haber salido campeones en el 61. Los que pasaron por Racing y conocieron a Tita saben que el clima era diferente en todo, muy especial. Peano y yo vivíamos en el Constitución Palace y llegábamos una hora antes al entrenamiento para matear con ella; quizás lo sentíamos más nosotros, porque éramos del Interior, pero Tita fue también una de las que formó aquel equipo tan ganador...”.

Imagen CON SILVIO Marzolini, tomando un refresco en Boca.
CON SILVIO Marzolini, tomando un refresco en Boca.
Debutó en Racing el 14 de abril del 61: le ganaron 3-2 a Argentinos con esta formación: Negri: Anido y Mesías; Blanco, Peano y Sacchi; Corbatta, Pizutti, Mansilla, Sosa y Borges. ¿Qué les parece?
“Cuando a veces trato de explicarles a los jóvenes cómo jugaba Federico –testimonia Néstor Giuria, periodista de Rosario desde hace añares– me limito a decirles lo que una vez me dijo el gran Rubén Sosa, el Marqués: 'Federico era un fenómeno. Lo miraba, levantaba la mano pidiéndole la pelota y él con exactitud de relojero me la mandaba directa al pecho, lenta, suave, en un vuelo rasante. Tan lenta y precisa que al llegar tenía tiempo de leer lo que decía impresa; cuero argentino... cocida a mano... Ese era Federico como jugador, pero además, un tipo noble, derecho, un gran amigo...'”.

 

HOY, JUBILADO, tiene tres nietos: Felipe, Federico, y Valentino, que nacerá muy pronto. Le gusta caminar mucho, mucho. Y siempre se da una vuelta por el bar Iruña, el de Mitre y Santa Fe, en el centro de Rosario. Admite que ve bastante fútbol y especialmente a Ñuls, equipo del que es hincha. Y que, hoy, cuesta trabajo engancharse del todo, porque no se ve mucho fútbol. ¿Y Messi, Federico? “Y... es difícil decir algo novedoso de él, ¿no? Me alegra tanto todo lo que le está pasando, porque encima es un tipo muy humilde, muy sencillo, muy tímido. ¡Es un dulce! Y como ahora hay pocos jugadores de tanta calidad, sus dimensiones se agrandan todavía mucho más. Hoy, es tanta la obligación de ganar, que se perdió el paladar por el buen juego, todo es rápido, demasiado rápido...”.

 


Racing lo marcó a fondo. Entre 1961 y 1965, vivió momentos inolvidables. “Corbatta era de otro planeta, un monstruo total. Tenía un corazón muy noble –le confesó una vez a Eduardo Verona, de El Gráfico–, yo lo he visto sacarse cadenas de oro y ponérselas a los chicos que le pedían”. Eran los tiempos en los que, según sus palabras, “resolvían los jugadores; además, Buenos Aires era una fiesta. Cuando jugamos en Huracán con el Santos de Pelé, perdimos 4-2, pero el resultado fue lo de menos. Yo jugué con un tremendo dolor de muelas y, en un forcejeo, Pelé me la arrancó de un codazo. Era sucio el hombre para jugar, no sé si con mala intención o qué. Eso sí, sin la muela, se me fue el dolor y sentí un gran alivio...”.

Imagen CON MENOTTI, gran amigo. Dirigió las inferiores de Huracán, en 1973.
CON MENOTTI, gran amigo. Dirigió las inferiores de Huracán, en 1973.
BOCA se lo llevó en 1965, luego de una operación millonaria; junto con él fue también César Luis Menotti. Además del dinero, Racing recibió en parte de pago a Juan Carlos Rulli, Jota Jota Rodríguez y el paraguayo Benicio Ferreyra. Los dos primeros ganaron todos los títulos con Racing.

Eso sí, la historia de Federico con Boca había comenzado un año antes. En 1964, cuando fue el gran protagonista de los dos partidos que protagonizaron ambos equipos. En la primera rueda, Boca ganó 3-1, pero quien se fue ovacionado por la hinchada boquense fue Sacchi, cuando se retiró lesionado tras haber hecho una gran exhibición. En la revancha, Federico le sacó el invicto a Roma, que venía con 7 partidos sin goles. El arquero contuvo a medias un penal y, de remate, convirtió Federico.

“Yo debuté en Boca en ese famoso partido en el que Roque Avallay se cayó al foso después de hacerle un pase a Mario Rodríguez, que fue gol. En ese Boca estaba Rojitas, espectacular, parecía que no se movía, pero apenas amagaba, los rivales pasaban de largo”.

Arrancó bien Federico con Boca, pero en una gira que hicieron por Perú, tuvo una rotura de ligamentos laterales de la rodilla, jugando frente a Universitario. Eso fue en junio y recién logró reaparecer en diciembre, cuando ya Cacho Silveira se había adueñado del puesto. “En realidad –dijo–, Silveira tenía que ver más con el estilo tradicional de Boca que yo”.

No todo fue siempre felicidad, porque también es cierto que la tribuna lo calificó muchas veces de ser un jugador frío, que no lograba transmitir todo lo que era capaz de hacer, pero según él: “Esa era la imagen, yo necesitaba estar siempre con la pelota y, aunque muchos no lo crean, a veces yo también cometía infracciones que nadie veía...”.

Quedaría para él, como para casi todos, el amargo trago del Mundial del 62. “Juan Carlos Lorenzo me cambió de posición, contra Inglaterra pasé a jugar de volante central, Rattin fue de mediocampista por la derecha y el Polaco Cap como lateral derecho. La cosa no funcionó para nada...”.

En el 67, se fue al Porvenir Miraflores, de Perú. Quebró el club, pero eso le permitió pasar al Sporting Cristal, donde Didí, el técnico, lo puso junto con Vladislao Cap y José Varacka. Al año siguiente pasó por The Generals, en los Estados Unidos y luego colgó los botines. De aquella amistad con César Luis Menotti hoy queda un buen recuerdo, y poco más. “No me llama nunca, lo llamo poco yo también y, sinceramente, me cuesta ir por Buenos Aires, está tan cambiada, tan difícil...”.

Hace poco anduvo por España, a instancias de Juan Manuel Lito Canosa. “Un tipo extraordinario, que vive en Barcelona y que también viene por acá, muchas veces. Nos reunimos en el club Claridad, de Ciudadela... Pizutti, Maschio, Rulli, Martinolli, pero… la vida es así y uno empieza a notar a los amigos que ya no están, que se fueron... me pasa también en Rosario... Acá, el Consejo de la Ciudad me hizo el honor de distiguirme, junto con la Fiera Rodríguez, de Ñuls, y esas son cosas que no se pueden dejar de valorar nunca...”.

Federico, el cigarrillo permanente, el andar cansino, la pinta, la modestia y la economía de las palabras.
Un grande en la cancha, sí, y también en la vida. Como dice aquel tango: “Toda la calle Florida lo vio / con sus polainas, galera y bastón / Caballero distinguido...”.

Sí, un caballero distinguido con la orden del buen juego, del espíritu deportivo y, por sobre todas las cosas, orden al mérito de la elegancia, la presencia y la finura en ese difícil arte de vivir.

Carlos Irusta (2012)