Las Crónicas de El Gráfico

Fútbol, desde pibes hasta más allá de la vida

Este texto tiene 90 años. Ricardo Lorenzo, Borocotó, plasmo en palabras el sentimiento inexplicable de una pasión argentina. Disfrutá con el periodismo deportivo que leían tus tatarabuelos.

Por Redacción EG ·

07 de febrero de 2018

 

Fútbol, nada más que fútbol. Antes y después de la comida; de mañana, tarde y noche; a cualquier hora y en cualquier lugar; en la calle, en el campito y en el estadio. Fútbol, nada más que fútbol. En Quilmes, Avellaneda, Belgrano y más allá; en el rincón más lejano e ignorado, fútbol, siempre fútbol. Y cuando terminan los partidos, hablar de fútbol, seguir viviendo el fútbol, Y de noche, en la rueda del café o en la estancia solitaria en reñido match con el cimarrón, continuar con el fútbol. Siempre renovado el tema y siempre el mismo. Y largos años para evocar cuando abrimos el baúl de nuestros recuerdos y comenzamos a sacar estampas de jugadores, amarillentas por el olvido. Siempre sigue el fútbol; vivimos su vida y hacemos su historia. Si no existiera. ¿Qué sería de nosotros? Payadores sin guitarras, típicas sin bandoneones, gauchos sin pingos; nos perderíamos entre la multitud municipal y espesa que vaga por las avenidas en las tardes domingueras. No tendríamos tema; seríamos capaces de leer editoriales. Parece que hubiéramos nacido en un potrero y que nuestro arrullo hubiera sido el repiquetear de un globo, pues sentimos ansias nunca satisfechas de ver fútbol. No sospechamos ni remotamente el lejano día en que nuestra pasión perderá su intensidad. Se nos ocurre que nunca. 


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Acaso lleguemos a abuelos para llevar nuestros nietos a los futuros grandes estadios. En ellos evocaremos tardes de nuestra juventud y buscaremos entre los jugadores al Cherrito dribleador. Ya con cerrazón en la memoria, hallaremos las fechas de referencia recordando el fútbol: "*eran los tiempo de Bosio* era por el veintinueve*" La cabeza blanqueada con la escarcha de muchos inviernos y el rostro surcado por las arrugas de muchos años; apoyados con el bastón marchando hasta el potrerito cercano para apreciar el arte de la novísima generación. Nuestra memoria será un archivo de cosas de fútbol. El corazón, ya como caballo marchador que no levanta un trotecito, con su voz temblorosa y vacilante nos dirá cosas de fútbol. Y cuando esté por empacarse, cuando aparezca la de la guadaña para conducirnos al estadio desconocido, acaso le preguntemos: "¿Se juega bien en tus pagos?". ¡Siempre el fútbol, desde pibes hasta más allá de la misma vida!


Ricardo Lorenzo "Borocotó" (“Apiladas” - 1929).