¡Habla memoria!

Osvaldo Ardizzone, el poeta de El Gráfico

Su verba lo asemejaba a Borocotó y su crítica constructiva a Panzeri. Poeta, letrista de tango y fenomenal charlista, con su estilo inconfundible se ganó el corazón de los lectores. Un prócer porteño.

Por Redacción EG ·

05 de febrero de 2018
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Nació el mismo año que la revista, un 10 de noviembre. Y muy cerca de ella, en La Boca. Osvaldo Bramante trabajaba como empleado administrativo en Editorial Atlántida. Conversando con Dante Panzeri, director de El Gráfico, nació una amistad que se plasmó en el papel cuando, adoptando el apellido materno, Osvaldo Ardizzone empezó su vida periodística en la revista, en 1961. Durante tres lustros agradará a los lectores con sus textos plenos de “porteñismos”. Las notas de Ardizzone tienen esa impronta suya: abundancia de calificativos, descripción detallada del entorno o los rasgos humanos del entrevistado, y palabras populares y sencillas. Su estilo sobrepasó los límites de lo que exigía una revista deportiva, a tal punto que El Gráfico publicó varios de sus cuentos, como aquel “Prescindible” de febrero de 1972. Ardizzone se dedicó también a la poesía, las letras de tangos, la charla (muchos recuerdan su espacio en “La vida y el canto” por Radio Rivadavia, con Antonio Carrizo) y hasta los libretos de un espectáculo de café concert que montó en compañía de Alejandro del Prado. En el libro Memorias de un Periodista Deportivo, Héctor Vega Onesime, compañero de Ardizzone en El Gráfico, lo pinta de cuerpo entero: “Poseía el carisma de los buenos charlistas. Con él recorrí la noche de Buenos Aires durante un lapso que hoy no alcanzo a dimensionar. Tertulias interminables en las cuales el fútbol y el tango monopolizaban nuestros afanes. Veladas que nos llevaban a su casa de Banfield de madrugada, justo para que les diera un beso a sus hijos que partían al colegio. El silencioso rezongo en la mirada de su mujer, el desayuno apurado y de vuelta hasta Azopardo y México”. Cubrió la visita de Racing a Escocia y el tercer partido que lo erigió campeón del mundo en Montevideo en 1967, la gloria de Estudiantes en Manchester al año siguiente y el Mundial de 1970. A los 67 años, víctima de un edema pulmonar (fumador irredento), falleció en enero de 1987. Nos quedan hoy decenas de notas de su autoría que destilan ese sabor a Buenos Aires. Lamentablemente, la revista no publicó ninguna nota a su muerte. Hoy lo reivindicamos, aunque la historia ya lo haya hecho por nosotros.