Las Entrevistas de El Gráfico

Nahitan Nandez: “De chiquitito era un Chucky”

El uruguayo describe su origen y cuenta dos anécdotas que lo pintan. Su juego dinámico. La huella que dejó en Peñarol. La selección charrúa, Tabárez, Forlán, Suárez, y el Mundial. El asombro que causa en Boca, el apabullante andar del equipo, y la Libertadores que se viene. La devoción por su beba, Matilda.

Por Darío Gurevich ·

05 de enero de 2018
Imagen A los 21 años, la vida le sonríe. Nandez. relajado en el seno de su intimidad.
A los 21 años, la vida le sonríe. Nandez. relajado en el seno de su intimidad.
SU APELLIDO se escribe sin tilde en la a. Nandez, que se llama Nahitan, lo aclara porque se le consulta durante los primeros segundos de la charla. Si no, ni se ocupa. El uruguayo, que vio la luz el 28 de diciembre de 1995 en Maldonado, se expresa sobre uno de los temas que aquellos que creen conocerlo por patear una pelota desconocen: su génesis, clave para entender sus comportamientos, para comprender varios porqués; por qué dejó una huella en Peñarol, por qué causa asombro en Boca, y por qué se amolda en la estructura de la selección charrúa, que, por lo general, no es apta para jóvenes.
“El fúbol me gustaba desde chiquito. Mi mamá me anotó en un club de Maldonado, en Atlético Fernandino, y ahí arranqué. Yo corría para todos lados; en mi casa y en la de mis amigos, jugaba al fúbol. Convivía con el fúbol”, adelanta sin abstraerse ni de sus raíces ni de su cultura. Porque Nahitan utiliza aquel uruguayismo que se le retocará a medida que la conversación avance. 
Hijo único, de familia de clase media, asegura que los hacía sudar a sus padres, Alfredo y María: “De chiquito, era un Chucky; revoltoso. Andaba por todos lados y no paraba nunca; mi mamá hizo un gran trabajo conmigo”. Admite que se mandó muchas macanas. “Pero hay una que se me viene a la cabeza –anticipa–. Fui a la casa de mis tíos, estaba con mi primo que tiene mi edad, y se nos ocurrió escondernos en un yate, en una lancha que había. Se nos fue la mano porque estuvimos como tres horas ahí; nos buscaron por todos lados, llamaron a la policía, un desastre. Después, aparecimos. Fue una picardía que me sirvió de experiencia: nunca más me escondí”.
Aquella enseñanza la trasladó a la cancha. Porque este volante diestro tampoco se refugia. Hecho el paréntesis, profundicemos sobre su origen, en el que salta una historia sin desperdicio. “Tenía siete u ocho años, y mi mamá me regaló una pelota. Fui a la esquina, al campito, para jugar con mis compañeros, y la pelota duró cinco minutos porque un auto la pasó por arriba. Me quería matar. Volví a casa llorando con la pelota hecha pedazos. Mi mamá se enojó; de esa no me olvido más”, afirma.

-¿Qué futbolista era tu espejo, tu referencia, de chiquito?
-Cuando empecé a mirar y a entender un poco de fútbol, seguía a Tony Pacheco. Soy hincha de Peñarol, y él era un ídolo de la institución. Me sentía identificado con él, no por sus características, y lo admiraba.
-¿Jugaste a ser Tony Pacheco?
-En general, los chicos se creen que son Ronaldo, Messi; una pila de jugadores, verdad. Pero yo no pensaba que era alguno en particular.
-¿Podrías contarnos por los clubes que pasaste y por los puestos en los que te desenvolviste?
-Sí; hasta los 12 años, en el baby de Atlético Fernandino, era zaguero, defensa. Ya a los 12, me pusieron en el medio. En Atenas, en la Sub 14, jugué de volante derecho. Volví a Atlético y me paré de mediocampista por afuera. En la Sub 15 y 17 de Ituzaingó, cumplí dos funciones: de volante y de enganche. En la selección formativa de Uruguay, también jugué de enganche. En Peñarol, me reacomodaron de doble 5 y de 8.
-Te faltó nombrar tu breve etapa en Defensor Sporting. ¿Por qué no te adaptaste a ese club?
-Es que no tenía claro si quería quedarme en Montevideo y encarar esta carrera. Vivía la adolescencia y pensaba en otras cosas, en los amigos. Tenía 13 o 14 años y estuve pocos meses en Defensor. Me fui porque extrañaba y eso me generó incomodidad. En el club, me trataron bárbaro.
-¿Quedaste fácil en Peñarol?
-Se dio la casualidad de que Juan Ahuntchain, que coordinaba las formativas de Defensor, se fue a trabajar a Peñarol. Cuando me vio, me reconoció y me dijo: “Espero que esta vez no te quieras ir”. Me sorprendió, me pareció increíble. Porque habían pasado un par de años y cantidad de chicos. Yo tenía 16 años, me probaron dos semanas, me comentaron que estaban contentos conmigo y arranqué. Jugué seis meses en la Cuarta, Paolo Montero me subió a la Reserva y, después de dos o tres partidos, Jorge Fossati me llamó para ir con la Primera.
-¿Ya eras líder desde chico?
-Siempre me gustó, más allá del fútbol. Se me daba por liderar en la vida cotidiana. Me hacía un poco el loquito (se ríe). En realidad, no quería crear nada y me nacía así. Siempre me caractericé por tener amigos más grandes; yo tenía 13 años, y ellos, 19 o 20; me sentía más cómodo con amigos más grandes. En el fútbol, fui capitán en clubes y en la selección de Maldonado. También, estuve al frente del grupo en la Cuarta y en la Reserva de Peñarol. Después, en Primera, aprendí de los referentes.
-¿Quién te sugirió que debías raspar más?
-Alvaro Regueira, que me dirigió en Cuarta. Cuando me incorporé, no sentía tanto la marca; era un volante más de juego. El me dijo que me convenía posicionarme de doble 5. Al principio, daba patadas como loco porque llegaba tarde o directamente no llegaba. Ahora, alguna se me escapa (se vuelve a reír).

DEBUTO EN PRIMERA el 1º de marzo de 2014 al reemplazar a Tony Pacheco, justamente, en el 2-0 de Peñarol ante Danubio. En sus primeros tres años de carrera, se destacó por la enjundia, la entrega y el amplio recorrido. Sin embargo, Leonardo Ramos, que se convirtió en el entrenador del Manya en el epílogo de 2016, declaró tras haber iniciado su ciclo: “Nandez corre mucho, pero lo hace mal y se desordena”. Nahitan, ¿Leo tenía razón? “En ese momento, sí –afirma sin dudar–. El equipo andaba flojo, y uno, por querer hacer las cosas bien, por no pensar tanto, se desordenaba un poco, verdad. Había jugado de 5, de doble 5 y, en algún partido, de 8. El me puso ahí, de 8, por afuera, con cuatro volantes, y me encontró la posición adecuada. Con el transcurso de los partidos, la agarré mejor, la leí mejor, y también me ayudó que el equipo estaba más sólido. Por suerte, todo salió bastante bien”.
Ahí, durante el primer semestre de competencia del año, que fue de febrero a julio, explotó: metió 7 goles en 20 partidos en el torneo uruguayo, se asoció fenómeno con Cristian Rodríguez y regresó a la selección. “Se hace más fácil crecer cerca de jugadores clase A, como el Cebolla. Llegó y enseguida le empezó a sumar al equipo, al grupo, por su personalidad y su juego”, explica.

-¿Qué te aconsejó sobre tu fútbol?
-No, nada; es bastante tranquilo, callado, sobre temas de fútbol. Sí es medio hincha en la vida cotidiana. El que me aconsejó fue Diego Forlán; tiene otra cabeza, otro punto de vista, y nos sentábamos a hablar. Me decía que tenía condiciones y que debía trabajar a diario, mi zurda en especial. Con Diego, compartimos un año en Peñarol y salimos campeones (Uruguayo 2015-16). También, tuve a otros compañeros que me dieron alguna idea.
-Sos el capitán más joven en la historia de Peñarol. ¿Ya tomaste la dimensión de lo que implica?
-A veces, no caigo en lo que me pasa. Porque es todo tan rápido en el fútbol que no me doy cuenta. En Peñarol, hubo líderes que me dejaron cosas, y traté de agarrarlas. El plantel cambiaba mucho de jugadores, y yo había quedado como uno de los que más tiempo llevaba en el club. Entonces, el entrenador me lo consultó, me dio la confianza para encabezar el grupo, y, para mí, fue muy lindo.
-¿Cumpliste o superaste tus sueños en el Manya?
-Es que jugar en Peñarol ya era un sueño, verdad. Se me dio todo tan rápido que, en el momento, no caía. También, pude salir campeón; fue muy lindo cómo lo viví y, obviamente, a todos nos gusta ganar. Yo soñé lo que me pasó, pero no imaginé ser capitán tan joven. Por supuesto que quedé feliz.
-¿Cuántas veces trabaste con la cabeza?
-Ja, ja; no lo sé. Fueron situaciones que surgieron y no las pensé. La jugada que tanta relevancia tuvo, mientras estaba en Peñarol, se dio así: la pelota me quedó por detrás de mi cuerpo, no llegaba con nada y el rival se me iba. No busqué tirarme de cabeza para que se hablara de eso. Sin dudas, fue un recurso del juego.
Imagen Rompió por sorpresa y así le dio el triunfo a Boca frente a River, por la Superliga.
Rompió por sorpresa y así le dio el triunfo a Boca frente a River, por la Superliga.
-Además de marca, tenés salida limpia, sos criterioso para pasarla y rompés líneas para llegar a posición de gol...
-Trato de ayudar en la marca y de pisar el área rival. Hoy, en Boca, Guillermo me pide esto. También, quiere que salga jugando. La idea es proponer y ganar.
-Los entrenadores que te dirigieron destacaron tu fortaleza mental. ¿Es innata o la trabajás?
-Siempre hay un poco de trabajo. En lo futbolístico pasé de todo, y hasta de lo malo saqué cosas buenas, positivas. Esto te lo da el tiempo, la experiencia.
-Te fuiste de Peñarol en agosto y escribiste una carta. ¿Por qué lo hiciste?
-Era lo menos que podía hacer por el club y su gente. En Peñarol, me formé como persona. Porque llegué de niño y, con dificultades o no, salí siendo un hombre.
-Conversemos sobre el seleccionado uruguayo. ¿Cuáles son las claves del trabajo en las formativas de la Celeste?
-Las formativas siguen a la Mayor. El Maestro Tabárez está en los entrenamientos, tira ideas, charla con los entrenadores, y todo eso es un plus. Entonces, cuando a un jugador de las formativas le toca ir a la Mayor, no le cuesta tanto la adaptación. El ritmo es diferente, pero la idea es la misma. Otra clave resulta el proceso de trabajo y el hecho de tener las cosas claras.
-¿Oscar Tabárez es un ejemplo?
-Sí, sin dudas; con el proyecto que ha hecho en todos estos años, ha cambiado el entorno, más allá del fútbol. Obviamente que, en lo futbolístico, se destaca por los logros, por lo que ha construido.
-¿Qué enseñanza puntual te marcó a fuego?
-No sé si es una enseñanza… Pero él remarca el respeto, que se lo inculcó a todos los jugadores que han pasado por alguna categoría de la selección y que lo sostiene a régimen militar. Uno lo agarró. El Maestro maneja todo muy bien.
-¿Luis Suárez es el mejor 9 del mundo?
-Para mí sí; primero, por ser uruguayo (se ríe); después, por lo que ha demostrado y demuestra. Me gusta que sea aguerrido, que no dé una pelota por perdida, y, a la hora de definir, la tiene superclara.
-¿Recordás una anécdota con Suárez?
-Sí; tengo unos duendes, unos muñecos, de cábala. Cuando nos vimos con Luis por primera vez, me dijo en broma: “¿Qué hacés con esos muñecos de mierda?”. “Dales un beso que vas a hacer un gol”, le respondí. Luis convirtió y estaba feliz. Yo los llevo para todos lados; los duendes son amigos de todos.
-¿Qué te aporta integrar la selección uruguaya?
-Experiencia, verdad. Compartir el plantel con compañeros que están en Europa hace años, que jugaron el Mundial, la Copa América y las Eliminatorias te da otra cosa. Al ser tan joven y dar mis primeros pasos, trato de aprender y de tirar todo para adentro.
-¿Cuál es tu recuerdo más añejo sobre la Celeste en el Mundial?
-No me voy a olvidar más de una jugada: Suárez la saca con la mano ante Ghana y nos cobran penal sobre la hora del tiempo suplementario. Tenía una bronca tremenda; me largué a llorar porque nos quedábamos afuera del Mundial de Sudáfrica 2010. Mirá cómo se dio la situación que tuvimos la suerte de que patearon el penal afuera y lo ganamos por penales. Yo lo veía por televisión y me quedó marcado.
-Uruguay se transformó en un seleccionado fuerte y respetado, ganó la Copa América 2011, evitó el repechaje por primera vez con este formato de Eliminatorias y se clasificó a la Copa del Mundo por tercera ocasión seguida. ¿Cuál es el secreto?
-Nunca se entrega; tiene esa garra, que ustedes, los argentinos, mencionan siempre. Salimos a jugar cada partido como si fuese la final del mundo. Es un plus que saca el jugador uruguayo. Este proyecto lleva años y, con el tiempo, se dieron los resultados. Esa era la idea.
-¿Qué sería realizar un buen papel en el Mundial de Rusia 2018?
-Salir campeón. Obviamente que sería un sueño.
-¿Qué significaría fracasar?
-Es que, en el fútbol, se fracasa a diario, de manera cotidiana, verdad. Queremos hacer las cosas bien. Trataremos de dejar parado a Uruguay lo mejor posible.

Imagen Fue el capitán más joven en la historia de Peñarol. Integra la selección uruguaya.
Fue el capitán más joven en la historia de Peñarol. Integra la selección uruguaya.
SER TURISTA en Buenos Aires tiene encanto. Se la puede pasar de maravilla en el corazón de la Argentina a través de opciones tan complementarias como opuestas. Solo hay que proponérselo durante los espacios de ocio. No obstante, Nahitan desconoce las bondades de la ciudad. “Todavía no sé qué me gusta de la vida en Buenos Aires. Soy sincero: salgo lo necesario de casa. La llevo bastante tranquila”, asevera.
-¿Te juntás con otros uruguayos en Buenos Aires?
-Sí, con el Cacha, que es Arévalo Ríos. Vivimos cerquita y nos vemos. Igual, ya teníamos una linda amistad, una gran relación. Concentramos juntos en la selección. Hablamos sobre la vida, capaz que se toca el tema fútbol. A través de su trayectoria, aprendí.
-¿Qué extrañás de Uruguay?
-Varias cosas, más allá de que estoy cerca. Me encanta pescar y, si bien acá hay lugares, allá estaba al lado del agua. También, se extraña a la familia; soy muy apegado. Por suerte, ellos vienen seguido los fines de semana. Me siento cómodo en Buenos Aires, pero el ritmo de vida es mucho más rápido que en Montevideo. Por eso, a veces, a mi novia, a mi hija y a mí nos cuesta un poco. Pero, con el tiempo, nos vamos a adaptar.
-Hablemos sobre Boca. Causaste asombro, no solo por el gol del triunfo ante River en la Superliga. Nicolás Lodeiro, otro uruguayo que la rompió en Boca y que amargó al clásico rival, ¿qué te advirtió sobre el club?
-Nico, que es mi amigo, no me advirtió nada. Sí me dijo que Boca es un club hermoso, que no me iba a arrepentir de venir, que no me iba a querer ir más. Incluso, me comentó que lo extrañaba, que quería volver.
-El chip no te cambió: pasaste de un equipo grande a otro de talla. ¿La pasión desmedida de los hinchas no te desborda, verdad?
-No, para nada. Trato de disfrutar. De hecho, el Maestro Tabárez me recomendó eso; me dijo que se ponía feliz por mí y que Boca es otra cosa. Por suerte, me adapté rápido.
-¿Ya coleccionaste alguna anécdota en estos meses?
-No sé si es una anécdota… Pero apenas llegué a Boca me pusieron un sobrenombre: el baby Rooney. Justo vine pelado, y los muchachos me decían que era igualito, pero en bebé. Ahora, me dejé el pelo un poquito más largo para que se vaya el comentario. ¡No, no! Es una broma. Yo me río, me divierto. Está todo bien.
Imagen Convirtió en su estreno en la Bombonera ante Godoy Cruz. En 9 partidos, metió 2 goles. También lo sufrió River.
Convirtió en su estreno en la Bombonera ante Godoy Cruz. En 9 partidos, metió 2 goles. También lo sufrió River.
-¿Quién te bautizó?
-Benedetto; después de que el Pipa lo tiró, empezaron los demás. Si de algo estoy contento y cómodo, es de cómo me recibieron mis compañeros. Uno que no conoce la interna del grupo, que llega de afuera, capaz que piensa que le harán la vida imposible. Pero no; desde el primer momento, me sentí muy bien.
-Ya sos titular. Pero, al principio, resultabas la primera o la segunda alternativa para Guillermo Barros Schelotto. ¿Eras el jugador número 12?
-No, no; nunca lo pensé así. En tres de mis primeros cuatro partidos por el torneo local, se dio que haya sido el primer cambio. Porque el mediocampo del equipo se desgasta un poco más; continuamente está en juego.
-Boca arrolló en las primeras ocho fechas de la Superliga al ganar todo lo que jugó. Pero charlemos sobre lo conceptual del juego. ¿Qué debe mejorar el equipo?
-Uh: difícil. Porque ganamos muchísimos partidos. Nosotros tenemos que seguir por la misma línea. Creo que, ahora, los rivales nos estudian aún más. Todos tienen diferentes características: algunos se meten atrás, otros salen a jugar de igual a igual. Nosotros nos tenemos que adaptar a lo que toque para tratar de ganar, siempre. La idea es proponer, jugar bien y, como decía, ganar.
-¿Qué aspecto del juego intentás pulir?
-Lo táctico, y sé que mejoraré con los partidos. Porque jugamos con tres en el mediocampo, y yo me había acostumbrado a jugar con cuatro.
-¿Es contraproducente ya obsesionarse con la Copa Libertadores del año próximo?
-No, no; eso depende de cómo se lo tome. Porque inconscientemente se piensa en la Copa Libertadores. Es un sueño que está siempre presente, más allá de la fecha del año, de los partidos que tengamos por delante. Se trata de otro de nuestros grandes objetivos e intentaremos hacer lo mejor posible. El sueño es salir campeón.
-¿En qué no deben fallar para disputar las instancias decisivas de la Libertadores?
-La Copa es muy particular: ganás o perdés por detalles. Hay muchísimo estudio, análisis, y es difícil ver un partido con tantos goles. Es importante que el grupo esté fuerte en todo sentido y que cuidemos esos detalles, que son claves para pelear el título.

MATILDA lo eleva hasta la estratosfera. Sarah, su mujer, la tiene en brazos mientras se desarrolla la producción fotográfica. El nombre de su beba lo lleva impregnado en la piel, en su antebrazo izquierdo, de modo sutil. “Nos deja dormir; por suerte, me salió bien”, bromea. Tras una breve pausa, prosigue: “Es el equilibrio de mi mundo. Nos cambió la vida para bien. Cuando ando medio bajoneado porque no salen las cosas, llego a casa, la veo y me olvido de todo. Tiene un año y tres meses. Como papá, soy tranquilo. Ella es chiquita, y hay que tenerle paciencia. Pero estamos muy contentos junto a mi novia”.
Su familia es un pilar, vital e indispensable, en la vida. La frase no es hecha. Porque a Nandez lo único que lo atormenta, que le genera miedo, resulta la futura falta de un ser querido. Reconoce, por otra parte, que no entiende nada sobre política: “Trato de no darle bola porque, por cómo soy, sé que me caliento al toque”.
Al termo le queda agua para un último mate. Nahitan, que aceptó con gusto que este periodista lleve su matera y haga los verdes, elige entre dos ejes que producen un debate eterno: jugar bien o ganar. “Lo ideal sería jugar bien y ganar. Hay partidos en los que no se da el mejor juego, pero sí el resultado. Si me preguntás, jugar bien o ganar, prefiero ganar –sentencia–. Acá, en Boca, quiero salir campeón”.

Por Dario Gurevich / Fotos: Photogamma

Nota publicada en la edición de Diciembre de 2017 de El Gráfico