Las Crónicas de El Gráfico

Salvar el break point

Diez meses después de ganar la Davis, Argentina perdió su lugar en el Grupo Mundial y descendió a la Zona Americana. Ni la máxima consagración de la historia sirvió de aprendizaje para anteponer la bandera y los pensamientos colectivos por sobre las apetencias individuales.

Por Elías Perugino ·

01 de noviembre de 2017
Imagen
Quien suscribe no es un especialista en tenis, no tiene trato alguno con los jugadores, ni relación con la dirigencia actual de la AAT ni con las conducciones anteriores. Quien suscribe es, apenas, un simpatizante del tenis. Un tipo que mira un promedio de 200 partidos al año por una simple cuestión de gusto y esparcimiento. Que creció viendo a Vilas, Borg, McEnroe y Connors. Que asistió en vivo a su primera serie de Copa Davis cuando Andrés Gómez encabezó una victoria de Ecuador sobre Argentina en el BLTC [1]. Que es capaz de dejar en suspenso su agenda del día para ver un partido del loco Kyrgios [2]. Que ha pasado madrugadas enteras sintonizando ESPN para ver el abierto de Australia. Que no se pierde por nada del mundo la semanita del ATP 250 de Buenos Aires. En síntesis, un tipo que, sin ser especialista ni pretender serlo, ha formateado cierta sensibilidad vinculada al tenis desde el sencillo escalón de un aficionado.

Escrito el primer párrafo, vamos al punto. A esa frustración que sacudió al tenis argentino tras perder su lugar en el Grupo Mundial[3] de la Copa Davis apenas diez meses después de haberla ganado por primera vez en la historia. Un cimbronazo que también sacudió al deporte argentino en general. Aquel oasis de armonía y unidad grupal, motorizado por el perfil componedor del capitán Daniel Orsanic, se descompuso con un vértigo y una virulencia avasallantes, hasta derivar en el cachetazo en casa contra Italia y en el puñal mortal de Kazajistán, un rival respetable pero de segundo orden. Así como en 2016 Argentina supo alinear a todos los planetas para ganar la Davis, en 2017 reflotó su vieja partitura de egos, desprolijidades y miserias para consumar un resonante suicidio deportivo.

Levantar la Copa Davis era una asignatura pendiente del deporte argentino. Una obsesión que cada año pesaba una tonelada más. Pero una vez consumada la conquista de Zagreb, reverdecieron los desatinos y las grietas intestinas. La AAT no pudo garantizar el compromiso de los jugadores campeones para el cruce con Italia, en Buenos Aires. Era una oportunidad inmejorable para asegurarse el cupo en el Grupo Mundial y, a la vez, organizar una celebración a la medida del logro histórico, honrando al capitán y a los jugadores. Pero los engranajes fallaron desde el vamos. Reaparecieron las mezquindades, los tenistas volvieron a priorizar sus calendarios por sobre los de la bandera, y la AAT no tuvo cintura ni para elegir una sede apropiada, optando por el deficiente escenario de Parque Sarmiento.

Es evidente que en la cabeza de Juan Marín Del Potro ya anidaba la idea de no volver a la Davis, ni siquiera para dar una mano en una instancia extrema. Concretó lo que no pudo un enemigo solapado del pasado –David Nalbandián– y se plantó con ese bronce eterno. Las estrategias de seducción de la AAT desbarrancaron estrepitosamente. No alcanzó con que le permitieran a Delpo mostrar la Copa en las exhibiciones que hizo a fines de 2016 con David Ferrer en nuestro país. Ese privilegio no fue correspondido por la participación del tandilense frente a Italia, tal como se imaginaba cuando se autorizó el préstamo del trofeo. Y tampoco aceptó la invitación para poner el pecho en la apacible Astaná[4], luego de que Orsanic, con la anuencia de la AAT, oficiara como su entrenador personal durante varios torneos ATP que disputó en buena parte de la temporada. Un desliz que el ambiente del tenis criticó con inusual severidad[5]. El “hoy por ti, mañana por mí” volvió a fallar.

Las deserciones frente a Italia fueron un anticipo de lo que vendría. Además de Del Potro, se bajó Federico Delbonis, el ganador del histórico punto en Croacia[6], por inconvenientes físicos. Sí estuvieron Guido Pella y Leo Mayer, aunque el Yacaré solo para el dobles. No participó Diego Schwartzman y también se excusó por problemas físicos Horacio Zeballos, quien el mismo fin de semana de la derrota ante Italia jugó un torneo en Quito. Una situación que potenció los rumores de añejas diferencias entre él y Del Potro. Como si el marplatense, herido por no haber sido convocado en otros tiempos, hubiera preferido no intervenir al ser llamado para ocupar vacíos de quienes antes no lo valoraron.

Lo que se intuía, se oficializó antes de que Orsanic armara la lista para el repechaje: Del Potro y Mayer anunciaron su retiro de la Copa Davis. Un mazazo para quienes conservaban la esperanza de una prestación final para conservar la categoría[7]. Ni siquiera traccionó al correntino que su entrenador habitual sea Mariano Hood, subcapitán de la Davis. Su reciente paternidad le cambió el eje de prioridades. Y la Davis, a la que siempre se entregó con abnegación, dejó de activarle la adrenalina. Algún chispazo entre Orsanic y Carlos Berloc marginó al de Chascomús. Y una nueva lesión de Delbonis circunscribió la lista a los cuatro apellidos que asumieron la responsabilidad en Astaná: Schwartzman, Pella y el dobles debutante de Machi González y Andrés Molteni. A propósito: ¿cuándo será el día que el tenis argentino trabaje de verdad en la conformación de un dobles que se fortalezca en el circuito para aportar lo suyo en la Davis? ¿Será mucho pedir?

“Siempre pretendo que estén los mejores jugadores, pero también hay que entenderlos cuando no están”, fue el consuelo de Armando Cervone, presidente de la AAT hasta abril de 2018. La dirigencia confía en que Orsanic seguirá timoneando el barco en abril, cuando se enfrente al ganador de Chile-Ecuador por la Zona Americana. El capitán, en cambio, se propone reflexionar hasta diciembre, y esa introspección pude dispararle cualquier decisión. Aunque sopese su grado de responsabilidad, tendrá poco para reprocharse. El nudo han sido, una vez más, los jugadores y los dirigentes. Unos no consiguen desembarazarse de sus apetencias personales para pensar en colectivo; no aprendieron nada de esa ráfaga de unidad que les permitió abrazar la gloria. Los otros despilfarraron la mejor oportunidad de la historia para sembrar concordia y edificar pertenencia, dos aspectos insoslayables para encumbrar a las camadas futuras. Era el mínimo legado esperable luego de semejante consagración. Sin embargo, a diez meses del éxito, nuestro tenis volvió a clavarse de cabeza en el barro por mérito propio. Ni más ni menos que la parábola que mejor define a la argentinidad en todas sus vertientes, no solamente a la argentinidad del tenis. El título, cree este aficionado, es un hito para todos los tiempos, pero no modificó la mentalidad de quienes lo forjaron. Una vez más, será necesario trabajar de cero para salvar el break point.

Textos al pie.
1- Aquella serie en el Buenos Aires Lawn Tennis Club correspondió a los octavos de final de la edición de 1985. Ecuador se impuso 4-1.
2- Tan díscolo como talentoso, el australiano de 22 años es una de las grandes atracciones del circuito. Mucha magia en el actual 20 del mundo, gran figura en la reciente Laver Cup.
3- Los cruces iniciales del Grupo Mundial de la Davis 2018 serán: Francia-Holanda, Japón-Italia, España-Gran Bretaña, Australia-Alemania, Kazajistán-Suiza, Croacia-Canadá, Serbia-Estados Unidos y Hungría-Bélgica.
4- Situada a unos 16.000 kilómetros de Buenos Aires, la capital de Kazajistán tiene alrededor de 750.000 habitantes. Hasta 1998 la ciudad se llamó Akmola. En la lengua kazaja, Astaná significa “ciudad capital”.
5- Vale como ejemplo lo que expresó en twitter Guillermo Salatino, leyenda del periodismo especializado en tenis: “Orsanic 6 meses entrenando a Del Potro pagándole la AAT para no jugar cuando se lo necesita. Sin palabras”.
6- Argentina conquistó la ensaladera de plata cuando Delbonis venció 6-4, 6-3 y 6-2 a Ivo Karlovic en Zagreb.
7- Una pena que los tenistas argentinos no tuvieran el mismo gesto que Federer y Wawrinka. Tras ganar la Davis en 2014, los suizos faltaron en la primera ronda del año siguiente (derrota ante Bélgica), pero regresaron al equipo para ganar el Repechaje frente a Holanda.

Por Elías Perrugino.

Nota publicada en la edición de Octubre de 2017 de El Gráfico