La Selección

Gracias a Dios, gracias a Messi

Show intergaláctico de Lionel Messi. En el peor de los escenarios, con Argentina perdiendo y al borde del abismo, el rosarino jugó un partido épico y clasificó a la Selección al Mundial de Rusia con tres goles inolvidables para derrotar a Ecuador 3-1 en Quito y dejar atrás la pesadilla de las Eliminatorias. Brasil, Uruguay y Colombia, los otros clasificados. Perú, a repechaje. Chile y Paraguay, afuera.

Por Martín Mazur ·

10 de octubre de 2017
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Gracias a Dios. Gracias a Messi.

Imposible empezar de otro modo. Imposible apelar al análisis para explicar una clasificación que se logró con el corazón y el fútbol del mejor jugador del mundo. La pelota siempre al 10. Y el 10 se puso el traje de superhéroe con una actuación memorable, tres goles. Porque no había otro capaz de salvar a un equipo que se encuentra en modo a prueba de fallos, como es la Selección de Sampaoli; un equipo que empezó perdiendo a los 35 segundos y que parecía no poder sobreponerse a semejante golpe.

Hasta que apareció el show de Leo: el toque tras la pared con Di María, la patriada para pelear una pelota perdida y darle con el alma para irse al entretiempo en ventaja, y la escapada con globo para marcar el tercero, que le dio a la Selección la tranquilidad de no depender de otros resultados ni estar mirando las variaciones de la tabla. Heroico Messi. 

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El partido no era una final de Mundial ni una de Copa América, es cierto. Pero era el duelo más pesado de los más terrenales de la historia reciente de la Selección. Era el del flirteo con la tragedia, la gran tragedia que se gestó ladrillo a ladrillo y que -seamos sinceros- sólo hacía presagiar lo peor en el estadio Atahualpa. Era lo más lógico dentro de un contexto irreal: Argentina no se podía quedar afuera de un Mundial. Messi no se podía quedar afuera de un Mundial. Pero no había demasiados motivos para poder explicarlo, porque el agua ya estaba llegando al cuello. No se podían haber hecho las cosas tan mal. Y sin embargo, ahí estaba la Selección, más aferrada al realismo mágico del brujo Manuel, que a la realidad de su mago Lionel.

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Messi vivió el Himno con una concentración digna de un atleta antes de los 100 metros. Y jugó los 90 minutos como si fuera la carrera de su vida. Encontró un buen socio en Di María, pero se encontró con él mismo. No hacía falta tratar de romperle el arco al rival para que la pelota entrara. Bastaba una buena devolución, como la de Di María en el empate, y un toque casi con desprecio. Así se rompió el maleficio de la falta de gol propio. Y siguió con esa corrida y el remate al ángulo para el 2-1.

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Es un alivio que no se podrá celebrar como un título. Sería un error pensarlo de ese modo. Pero sí para archivar este suplicio que fueron las Eliminatorias de los tres técnicos, los tres presidentes, las derrotas imposibles, la locura dirigencial, los resultados (y las suspensiones) de escritorio, el silenzio stampa y la falta de gol.

Pero Leo pudo contra todo y contra todos. Y Argentina tendrá su Mundial. Se lo regaló todo Messi. Y por como estaban las cosas, fue un regalo de Dios.

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