¡Habla memoria!
Emilio Baldonedo, el verdugo
Crack de los cuarenta identificado con Huracán, es el tercer máximo anotador histórico del club. Volante diestro o extremo, también jugó en Newell’s y fue proscripto por la AFA. Con la Selección, es dueño de un récord que pocos recuerdan: es el jugador argentino que más goles le hizo a Brasil.
Estampa de recio en un goleador como pocos
Baldonedo, no obstante, fue mucho más que esos siete goles a Brasil que nunca fueron repetidos por ningún otro argentino y que recién ahora empiezan a rescatarse del olvido. Fue, principalmente, una gloria de Huracán surgida del semillero del club cuando el Globo se atribuía la condición de sexto grande, y un volante derecho en ocasiones devenido en extremo con mucha llegada y con una técnica fuera de serie.
Nacido en 1916 en Boedo, le escapó a las tentaciones sanlorencistas del barrio y, junto a Adolfo Pedernera que luego se iría a River, arrancó en la Sexta de Huracán hasta que debutó en Primera, el 2 de junio de 1935, en un empate 1-1 ante Vélez. Siete fechas después marcó su primer gol en un 2-0 a Quilmes, y en total cerró su primera temporada con seis tantos en once partidos. En líneas generales, fue un buen año para el Globo, que terminó sexto.
En 1936 empezó el año como suplente, pero luego se ganó el puesto y formó una gran dupla con Herminio Masantonio, el goleador histórico de Huracán. Juntos llevaron al Globo a pelear palmo a palmo hasta el final el título con San Lorenzo, pero no pudieron descontar la diferencia inicial y terminaron quedándose con el subcampeonato, con 24 puntos contra los 28 del Ciclón.
Baldonedo en acción, en 1941, contra Tigre.
Baldonedo jugaba mayormente de volante, pero tenía una enorme capacidad de ubicación y pisaba el área seguido. Además, tenía una gran definición desde que en Quinta había jugado un año entero como delantero nato. Así fue que perfeccionó sus condiciones hasta potenciarse como un jugador imprescindible: “El tiempo y las exigencias del juego de equipo lo fueron puliendo hasta convertirlo, muy joven, en un insider equilibrado y sagaz. Y sabía peinarla, acariciarla y afiligranarla como su admirado Nolo Ferreyra de la niñez del alambrado, y también sabía del rotundo y decisivo shot al arco, preciso y a quemarropa”.
En 1937 bajó el nivel de Huracán (fue séptimo en el campeonato de ese año) pero Baldonedo la rompió y convirtió 23 goles en 32 partidos, mientras que Masantonio hizo 28 y terminó tercero entre los máximos anotadores. El Globo, con su dupla letal, fue uno de los equipos que más convirtió en el torneo, pero era un conjunto fracturado que de mitad de cancha para atrás se volvía vulnerable.
Al año siguiente, Huracán volvió a redondear una floja campaña (finalizó octavo), no obstante Baldonedo, que ya para todos era Perita, rompió el promedio con 28 tantos en 30 partidos y fue el goleador de su equipo. La sensación era que estaba para dar el salto, y así fue que San Lorenzo se lo quiso llevar instalando una campaña sucia basada en un viejo rumor, que decía que era hincha del Ciclón. La confusión venía de su infancia en Boedo, pero el volante no tuvo que aclarar nada ante una hinchada que lo idolatraba.
Broma de concentración. "El sonámbulo" se prepara para despertar a Masantonio y Marinelli.
En 1940 se sumaría un tercer elemento a la delantera de Baldonedo y Masantonio: Norberto Méndez. Tucho era un gambeteador imprevisible que no tardó en descollar en el fútbol argentino y en sacarle el puesto en la Selección al Charro Moreno. Ese año Huracán terminó tercero por detrás de Boca, que arrasó, e Independiente.
También en 1940, Baldonedo logró su histórica marca contra Brasil en la Copa Roca, que se disputaba con algunas lagunas desde 1914. En San Pablo, Argentina fue a definir la suerte de una serie a doble partido disputada trece meses antes en Río Janeiro, y que se había saldado con un triunfo para cada combinado. Baldonedo debutó en la Selección ese 22 de febrero compartiendo el ataque con Antonio Sastre, Carlos Peucelle y Enrique García y marcó un gol para un encuentro que terminó 2-2 y que dejó la serie en suspenso hasta el cuarto juego. Se definió una semana más tarde y Argentina ganó 3-0, con un tanto de Perita, para quedarse con el título.
Como esa definición correspondía a la edición de 1939, unos días después del cuarto juego, Brasil se presentó en Buenos Aires para disputar la Copa Roca de 1940. La noche del 5 de marzo, en el Gasómetro, Argentina goleó 6-1 con un triplete de Peucelle, dos de Masantonio y uno de Baldonedo. La revancha, no obstante, fue para los brasileños por 3-2, aunque los goles albiceleste los anotó Perita. Una versión de la época sostiene que el resultado de ese partido se acordó previamente para forzar un tercer encuentro y así aumentar la recaudación.
Cierto o no, el 17 de marzo en el estadio de Independiente, Argentina goleó 5-1 a Brasil, que por entonces vestía de blanco (y seguiría haciéndolo hasta el Maracanazo), y Baldonedo marcó un nuevo doblete para rematar la faena, darle el título a la Albiceleste y sentenciar un récord: siete goles a Brasil en cinco partidos, una marca que recién logró superar Pelé en 1970.
El crack posando con las urnas.
Ya de vuelta en Huracán, las campañas siguientes serían fructíferas. En 1942, el Globo obtuvo la Copa Adrián Escobar al vencer 2-0 a River en la final. Ese torneo, que tenía carácter oficial, gozaba de ciertas particularidades dignas de señalar: los partidos, por ejemplo, duraban solo cuarenta minutos, divididos en dos tiempos de veinte. ¿Qué pasaba en caso de empate? ¿Jugaban un tiempo suplementario? ¿Iban a los penales? ¿Disputaban un segundo encuentro? Nada de eso. El vencedor se definía por la cantidad de tiros de esquina a favor. Es así que en semifinales, Boca y River igualaron sin goles, y el Millonario se impuso 3-2 en córners.
Con el brasileño Hércules Miranda, en la previa de un clásico en el que marcaron dos goles cada uno y finalizó 3-2 para Brasil.
Un nuevo trofeo asomó en las vitrinas del Globo en 1944, en este caso la Copa de Competencia Británica, que Huracán consiguió al derrotar 4-2 a Boca en la final. Fue el tercer título del equipo en años consecutivos, y también la gran despedida de Baldonedo, que en 1945 solo jugaría un puñado de minutos en Parque Patricios y se marcharía a Newell’s peleado a muerte con el entonces presidente del club, Tomás Adolfo Ducó. En diez años, jugó 257 partidos e hizo 165 goles.
En Rosario estuvo muy poco, apenas disputó cinco encuentros y con el torneo ya iniciado, se marchó al Monterrey de México. Llamativamente, Baldonedo encabezó el éxodo de jugadores que se haría patente luego de la huelga de 1948 y se exilió futbolísticamente en un destino que, junto con Colombia, fue el parnaso de las estrellas criollas que dejaron el país buscando mejores condiciones de contratación. Su intempestiva partida fue sancionada por la AFA, en donde Ducó tenía un gran peso, y Perita fue suspendido de por vida para jugar en el fútbol argentino, aunque luego de trece meses le fue revocada la pena.
Luego de su ciclo como jugador, Baldonedo se dedicó a la dirección técnica.
Referencia de una época y de un club que marcó una era en los cuarenta, fue mencionado en el tango El sueño del pibe en las estrofas que dicen “Mamita, mamita, ganaré dinero, seré un Baldonedo, un Martino, un Boyé”. Durante sus últimos días siguió ligado al Globo, incluso cuando las cosas no marchaban del todo bien en el club. “No saben cómo sufro cada vez que pierde Huracán –confesó alguna vez–. A veces, prefiero no mirarlo porque me hace mal”. Falleció el 31 de mayo de 1999, a los 82 años, paradójicamente unas semanas después de que Huracán ratificara el segundo descenso de su historia.
Por Matías Rodrigez / Fotos: Archivo El Gráfico.
Nota publicada en la edición de Junio de 2017 de El Gráfico