Las Entrevistas de El Gráfico

JORDI CRUYFF Y EL LEGADO DE SU PADRE: GUARDIOLA, MESSI, EL AJAX Y MUCHO MÁS

A un año de la muerte de una leyenda del fútbol, su hijo Jordi se abre en charla exclusiva con El Gráfico. Y deja frases como estas: “Cuando le diagnosticaron el cáncer, dijo: ‘yo quiero vivir, no sobrevivir’”. “Era duro, pero también muy social y bromista”. “Nunca trajo una derrota ni una victoria a casa”. “Le pareció precioso el penal indirecto de Messi”. “Siempre fue un gran optimista, tenía una enorme fuerza de voluntad”. “Guardiola era uno de sus alumnos favoritos, el más radical”.

Por Diego Borinsky ·

13 de julio de 2017
Imagen Jordi habla en los actos organizados por el Barcelona, con la imagen de su padre atrás.
Jordi habla en los actos organizados por el Barcelona, con la imagen de su padre atrás.

Jordi Cruyff no tenía escapatoria: por su torrente sanguíneo circularían pelotas de fútbol. No podía zafar de ningún modo. Por empezar, el apellido le impedía cualquier tipo de coartada para huir de su destino sellado a fuego. Luego, era el primer varoncito tras dos chancletas. Por último, la fecha de nacimiento: 17 de febrero de 1974, por cesárea programada en Amsterdam, con el mismo obstetra que había intervenido a Danny Coster para que nacieran Chantal y Susila, sus hermanas mayores. Había un pequeño problema: el 17 de febrero de 1974 el Barcelona debía visitar el Santiago Bernabéu para enfrentar al Real Madrid. No eran tiempos aún de chip en la pelota y redes sociales ni de trenes de alta velocidad, pero el clásico era el clásico, valía demasiado. Más aún si el Barça no obtenía la Liga desde hacía 14 temporadas. Papá Johan, hombre de convicciones firmes, tenía muy claro que repetiría el rito de estar al lado de su mujer en el momento de dar a luz. Esa era una fija. Había que pensar rápido para desatar el nudo y entonces, Rinus Michels –el entrenador que fue casi un padre para Johan– lanzó la idea: hay que adelantar la cesárea. Jordi Cruyff nació, finalmente, el 9 de febrero de 1974; ocho días más tarde, el día en que iba a nacer realmente, el flamante club en el que descollaba su padre, el Barcelona, aplastaba con un histórico 5-0 al Madrid a domicilio para ganar la liga tres meses más tarde. Ese chico estaba predestinado a ser un hombre de fútbol. No tenía escapatoria.
Johan Cruyff es, para la gran mayoría de los que conocen medianamente el universo de la pelota, uno de los cinco hombres que se sientan a la mesa de los más grandes futbolistas de la historia, junto a Di Stéfano, Pelé, Maradona y Messi. Después, se podrá cuestionar el orden y seguramente habrá acaloradas discusiones, pero esos cinco comensales tienen reservada una silla. De ese mismo quinteto, el único que repite entre los entrenadores más influyentes en la historia de este deporte es Johan Cruyff. Es decir: el único que se sienta en las dos mesas. “Una especie de John Lennon que revolucionó el fútbol, como Los Beatles revolucionaron la música”, lo definió con su habitual ingenio Jorge Valdano. En aquellos años 60 de hippismo, psicodelia, Woodstock y Mayo francés, el Johan vestido de short se ocupó de encabezar en paralelo la revolución de la pelota con el fútbol total del Ajax, luego de la selección de Holanda y más tarde prolongado en el Barcelona, ya como entrenador. Y ya aquí y ahora, pasándole el testimonio a Pep Guardiola. Es muy pero muy difícil encontrar un personaje que haya cambiado tanto la historia de un club como Johan Cruyff lo hizo con el Barcelona. Un cambio brusco en estilo, mentalidad y, como consecuencia natural, en resultados. Un quiebre para pasar de 8 Ligas ganadas a. C. (antes de Cruyff) a 24, o de 0 Copas de Campeones (hoy Champions) a 5 d. C., o de 0 Recopas, 0 Supercopas Europeas y 0 Intercontinentales (hoy Mundiales de Clubes) a 4, 5 y 3 respectivamente. Casi imposible encontrar una bisagra así, con nombre propio, en la historia de ningún club. Di Stéfano en el Real Madrid. Sin dudas, Hendrik Johannes Cruijff (tal su nombre original en holanés) fue el último gran revolucionario del fútbol.
En el reciente 24 de marzo se cumplió un año de la muerte de Cruyff. Y el 25 de abril, el genio hubiera soplado las 70 velitas. La ocasión nos dio un impulso para ir a buscar a Jordi Cruyff, hoy director deportivo del Maccabi Tel Aviv de Israel, para charlar del legado. Y aunque no resultó sencillo, porque fueron dos meses con emociones fuertes y variedad de actos y homenajes (entre otros, se anunció que el estadio del Ajax y el nuevo miniestadio de Barcelona llevarán el nombre Johan Cruyff), el niño al que se le había ocurrido nacer nada menos que en día de clásico se prestó con generosidad al diálogo con El Gráfico, mientras de fondo se escuchaban indicaciones de entrenadores y gritos de jugadores. Jordi está en plena actividad, observando al primer equipo. Y, como el padre, parece que puede hacer varias cosas al mismo tiempo.
-¿Qué hace un Cruyff como director deportivo en Israel? Suena raro…
-Bueno, el dueño del club es un canadiense con mentalidad muy americana y me convenció con su proyecto y con un buen presupuesto. Al terminar de jugar al fútbol en 2010, miraba hacia dónde podía ir, qué hacer, y la verdad que estoy muy contento aquí, en Israel: el fútbol está bien, es un sitio y una función para mejorar mis conocimientos, hemos ganado la liga, jugado 2 veces la Europa League, clasificamos por primera vez al equipo a una fase de grupos de Champions en estos 4 años, hemos ido creciendo. Si estoy feliz en un sitio, no tengo un afán de ir muy arriba cuanto antes. Es una ciudad muy linda Tel Aviv, se vive bien aquí.
-¿Y por qué no quisiste ser entrenador y te volcaste a la dirección deportiva?
-Bueno, de joven, cuando estaba en el Barça B, y por insistencia de mi padre, estudié bussiness management y luego hice un posgrado de marketing. Siempre me gustó esta parte y pensé que aquí se me daría bien este tipo de trabajo: decidir la plantilla, aconsejar al dueño qué entrenador traer y llevar, tengo una responsabilidad deportiva total en el club menos decidir la alineación y la táctica diaria. Es un tema que en el futuro se usará mucho, no tengo dudas.
-¿Te pesa llevar adelante el legado Cruyff?
-Para mí, Johan Cruyff es mi papá, yo no puedo mirarlo con los ojos de los demás. Para mis ojos, no es un fenómeno del fútbol, nada puede ser más importante que el hecho de haber sido mi padre. A Johan Cruyff lo veo como un humano, no como un hombre del deporte. El sabía separar muy bien el trabajo de su hogar. En cuanto ponía la llave en la puerta de casa, dejaba de ser el entrenador. Nunca trajo una derrota ni una victoria a casa, se lo veía siempre ajeno los resultados. A mí me ha dejado muchos valores. A veces, en momentos de dudas ante una resolución, recuerdo un consejo que me daba: que hiciera lo que considerara humanamente correcto antes de pensar en lo profesional.
-Imagino que una de las herencias más importantes es sostener todo lo que venía haciendo la Fundación. ¿Te lo pidió especialmente?
-La Fundación tiene 20 años de vida y hay gente muy capacitada para llevarla adelante. Que funcione desde hace 20 años ya lo dice todo, además, mis hermanas están con eso más que nada. La Fundación era especial para mi padre, fue uno de sus mayores orgullos, por eso es muy importante que siga así. Ayuda a 300.000 chicos con discapacidad en todo el mundo y los integra. Está la parte académica también. Mi padre ha dejado muchas cosas, por lo que nos mantiene muy ocupados.
-¿Tu padre sentía una afinidad especial por los chicos, quizás porque dejó de ser niño muy pronto?
-Algo de eso hay, sin dudas. Mi padre nació dos años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, en un país en plena reconstrucción. De hecho, la ciudad en donde se crió se llama Betondrop, que significa, literalmente, “pueblo de cemento”, así que te puedes imaginar en la atmósfera gris en la que creció. Mi padre, además, tuvo la desgracia de perder al suyo muy pronto, cuando apenas tenía 12 años, demasiado temprano, por lo que debió madurar de niño. A pesar de ser una persona muy inteligente, mi padre no terminó el colegio. Y eso lo llevó a darse cuenta de que en la vida hay que tener un plan B, siempre tener un plan B.
-¿A qué te referís?
-El supo desde pequeño que era un talento magnífico para jugar al fútbol, con una mentalidad fuerte, pero si a los 18 años se hubiera resbalado y roto la rodilla, ahí nomás se hubiera terminado el fútbol. Por ese motivo nos presionó mucho a mis hermanas y a mí para que fuéramos primero a la escuela y luego a la universidad, por eso también les decía esto mismo a los futbolistas que dirigía. Tener un plan B. Y por ese motivo también surge, ya de grande, la idea de crear la Johan Cruyff University.
-¿Qué lo motivó a crear una Fundación?
-Recuerdo bien cómo nació la idea. Fue cuando mi padre se fue a jugar a la liga de Estados Unidos, tras marcharse del Barcelona. En Washington vivíamos en una casa y jugábamos a la pelota en la calle. Teníamos de vecino a un niño con síndrome de Down, John se llamaba. Era una calle tranquila, con pocos coches, y allí jugaban todos los chicos del barrio, pero este chiquito quedaba siempre afuera. Eso le afectó mucho a mi padre, y empezó a jugar con él, para que todos vieran a John haciendo pases con Johan Cruyff, nada menos. En un momento, mi padre se fue de viaje unos días y al regresar se llevó una gran sorpresa al ver al chico jugando con los demás en la calle. Y ahí mismo hizo el clic y se dio cuenta de que el deporte, el fútbol en este caso, era capaz de unir e integrar. Ahí nació la idea de la Fundación. Y enseguida la puso en marcha. Mi padre fue muy generoso con la gente que tenía necesidades. Y este era su gran orgullo, mucho más que haber ganado un título o una Copa.
-¿Cómo fue la historia de la autobiografía de tu padre, que salió luego de que muriera?
-Fue una decisión de él. Estaba muy entusiasmado con volcar su pensamiento y su vida en un libro. Empezó el proyecto el último año, antes de saber que tenía la enfermedad, y al saber qué tenía, lo hizo más rápido, a pesar de que siempre pensó que iba a superar el cáncer, en ningún momento lo sintió como una carrera contra el tiempo. No lo hizo como un adiós, más allá de que todos sabemos lo que significa e implica la palabra “cáncer”.
-En el libro cuenta la verdadera razón por la que no vino al Mundial de Argentina, ¿pensaba que con él hubieran sido campeones?
-Mi padre era muy optimista y pensaba que iba a ganar siempre todo, así que seguramente creía que iban a ser campeones mundiales. En el libro queda claro por qué no fue y se invalidan tantas cosas que se dijeron por su ausencia (ver recuadro).
-¿Era medio cabrón, medio malhumorado? Daba esa sensación de afuera.
-Era duro, pero también muy social y bromista, solía estar de buen humor. Era un hombre muy familiar y, como te decía, nunca una derrota influía en su humor, siempre estuvo cariñoso con nosotros. Un hombre con ideas muy claras, que no le debió nunca nada a nadie y eso le permitía ser independiente en lo que hacía y expresaba. No tenía ningún problema. Era de carácter fuerte, con una gran personalidad.
-¿En tu casa se hablaba de fútbol en la mesa, o nada que ver?
-Siempre jugamos al fútbol, cuando se podía, pero también hablábamos, le gustaba mucho charlar de fútbol. No le gustaba cuando le cuestionaba ciertos jugadores. Y cuando se enojaba, por ahí me decía: “Parece mentira que no hayas aprendido nada en 20 años hablando conmigo”, ja, ja.
-El que seguro sí aprendió fue Guardiola, ¿lo consideraba su mejor discípulo?
-Sí, a nivel futbolístico es uno de sus alumnos favoritos. De esos que trabajaron con mi padre como futbolistas hay unos cuantos que se han hecho entrenadores, pero Guardiola debe ser el más radical. Y sé que en momentos de duda, cuando Pep dirigía al Barcelona, lo llamaba a mi padre y se juntaban a charlar.
-¿Qué relación tenía tu papá con Menotti?
-Ni idea.
-¿Qué opinaba de Bielsa?
-Mira, no sé, llevo 22 años fuera de España y no sé qué vínculos mantenía. Sí puedo decir que tenía mucha afinidad con Jorge Valdano y que Di Stéfano fue uno de sus ídolos.
-¿Con Messi tenía vínculo?
-Más que nada un gran respeto. El Barcelona no es un club fácil y Messi es el jugador más importante que ha pasado por allí. A mi padre le gustaban los jugadores especiales y Messi es el más especial de todos, sin dudas. Siempre quiso que ese tipo de jugador, siendo un modelo a seguir, lo ayudara a educar a los jóvenes, porque todos miran a Messi. También recuerdo que le gustó mucho lo del penalti indirecto que hicieron con Suárez, como lo había hecho mi padre hacía muchísimos años, expresó que le había parecido precioso. (En España, muchos lo vieron como un homenaje a Cruyff, ya que Messi lo hizo poco tiempo después de conocerse públicamente que el holandés tenía cáncer).
-Messi te regaló un par de botines tras la muerte de tu padre, ¿es así?
-Sí, me ha regalado un par de botas y estoy encantado de la vida, los guardo con mucho cariño, pero son cosas privadas y no me gusta comentar más que eso.

Imagen El presidente del Barcelona, Bartomeu, junto a su vice, Cardoner, en el homenaje de Cruyff con la camiseta que usaba y el Balón de Oro.
El presidente del Barcelona, Bartomeu, junto a su vice, Cardoner, en el homenaje de Cruyff con la camiseta que usaba y el Balón de Oro.
LA CARGA, EL ORGULLO
Cuenta el propio Johan en su biografía que vio la luz unos meses después de su muerte: “Desde pequeño, Jordi tuvo que enfrentarse a un reto concreto, relacionado con mi fama. Si jugaba un mal partido, lo que pasaba es que tenía las cualidades de su madre; en cambio, si jugaba bien, tenía las de su padre. Jordi fue quien se vio más afectado, pero eso contribuyó a convertirlo en el hombre tan especial que es ahora”.
Jordi se inició en las formativas del Ajax, como era previsible, y cuando su padre decidió mudarse al eterno rival (Feyenoord), ya en el final de su carrera, enojado con la directiva del Ajax, no la tuvo fácil. Lo mismo cuando ya era jugador profesional del Barcelona y en 1996 el presidente Núñez eyectó a su padre del banquillo. Al partido siguiente de la destitución, Carles Rexach lo puso de titular y, cuando lo sacó, todo el estadio lo aplaudió de pie. Era una ovación para Cruyff. Para Johan Cruyff. Un modo de agradecerle, a través del hijo, esos 8 años maravillosos como entrenador. “Fue una ovación de reconocimiento y agradecimiento a mi padre. Era el momento de aplaudir a mi padre a través de mi figura”, revive Jordi. “Soñé con hacer toda mi carrera de blaugrana, me tocó irme a otros países, pero mi corazón siempre estuvo con el Barça”, completa. En ese momento, el hijo del prodigio tenía dos propuestas de Selección: España lo quería para los Juegos Olímpicos de Atlanta; Holanda, para la Eurocopa. Se inclinó por esta última. Y hasta le metió un gol a Suiza que le puso la piel de gallina al padre, uno de esos momentos sublimes, según lo cuenta el propio Johan en su biografía.
-No sé por qué, pero me incliné por Holanda, aunque estoy unido a la filosofía catalana desde pequeño. Como persona me siento dividido, aunque un poco más español que holandés, incluso. Mi familia lleva viviendo unos 40 años en España, pero justo debí elegir en el momento de mi salida del Barcelona y terminé jugando la Euro por Holanda.
-Vos naciste en Holanda, pero tu nombre es catalán…
-Así es. Nací en Holanda porque mi madre quería hacerse la cesárea con el mismo médico con que había tenido a mis hermanas y el nombre es catalán, también es cierto. Sant Jordi es el patrón de Catalunya, y mis padres lo eligieron porque les gustaba, en un tiempo en que no se podía hablar catalán en España, en plena dictadura de Franco.
-Rebelde hasta para elegir el nombre de sus hijos…
-No se lo querían aceptar en España, le decían que se olvidara, que el nombre era Jorge, pero como yo había nacido en Holanda y venía con un certificado oficial en el que estaba anotado como Jordi, finalmente lo tuvieron que aceptar. Era un tipo de carácter mi padre. Por ese mismo motivo no quiso ir al Real Madrid, cuando se lo quiso comprar al Ajax. No sé por qué, mi padre siempre tuvo al Barcelona en la cabeza y creyó en ese destino.
-¿Cómo era ser dirigido por Johan Cruyff? ¿Quién sentía más presión, vos o él?
-Cuando subí al primer equipo, su primer consejo fue: “Ver, oír y callar”. Es decir: que trabajara calladito. Era especialmente duro conmigo, un modo de mostrar que no tenía preferencia por ser su hijo. Después, ha dicho que nunca tenía pensado poner a su hijo en una situación para que lo maten. No hay nada más doloroso para un padre que critiquen a su hijo, en esa época subieron muchos chicos jóvenes de la cantera. Para mí era mucho más difícil la situación, porque en un plantel tienes once jugadores contentos por jugar y el resto no tanto, y el vestuario es un sitio donde la gente se suele expresar, entonces, no era fácil siendo yo un compañero y el hijo del técnico. Pero siempre me trataron bien y me cuidaron, intenté hacer mi trabajo y no tener problemas. La única dificultad es que a la gente le gustan las comparaciones, y había una pequeña diferencia: yo soy mortal y mi padre era inmortal. Yo soy mortal como el 99% de los futbolistas, pero leyendas hay muy poquitas y compararme a mí con una leyenda no era justo.
-¿Te costó lidiar en ese tiempo con el mote de “el hijo de”?
-Siempre intenté seguir mi camino y ser feliz a mi manera, nunca me interesó usar los contactos y amistades de mi padre y he trabajado en lugares donde es más difícil alcanzar los objetivos, como Malta o Israel. Cuando me toque ir a ligas más competitivas, estaré más preparado.
-¿Necesitaste ir a terapia para superar eso?
-No, no, para nada, mi padre era un hombre duro y protegía mucho a su familia, así que no hubo ningún problema. De haber tenido problemas, no me hubiera hecho futbolista y me habría dedicado a tocar el piano, u a otra cosa, no sé.
-¿Por tus condiciones podrías haber sido más de lo que fuiste en tu carrera o diste lo lógico?
-Creo que podría haber hecho alguna cosa más, pero no por una cuestión del apellido, sino porque he tenido 12 operaciones. La vida sale como sale y las cosas buenas o malas que me pueden haber pasado seguramente me sirven para mi tarea como director deportivo, para entender todas las cosas del fútbol, las difíciles y las fáciles.
-Imagino que habrán sido muy movilizantes estos días próximos al aniversario de la muerte de tu padre…
-Sí, sí, intentamos que esa energía fuera positiva y prevaleciera el orgullo por sobre la tristeza. Lo echo de menos cada día, no solo en la fecha del aniversario o de su cumpleaños, sino todos los días del año.
-¿Qué fue lo que más te impactó o emocionó en estos días?
-Las muestras de cariño en general, las muestras de respeto en los estadios, que se parara todo el público e hiciera silencio, esas cosas te llegan mucho, te emocionan mucho, pero todos los días me encuentro con gente que me cuenta algo distinto de mi padre, una pequeña historia, y eso también me conmueve.
-¿Tu papá estaba medio distanciado del Barcelona pero se amigó al final, no?
-Así es, el último papel que firmó mi padre, dos semanas antes de morir, fue el acuerdo de colaboración con el Barcelona para que ambas fundaciones trabajaran juntas.
-¿Bartomeu te ofreció ser secretario técnico del Barcelona?
-No me parece correcto hablar públicamente de eso. En estos últimos años he hablado con mucha gente del fútbol y se ha mantenido todo con discreción.
-Tu papá murió por el cigarrillo, ¿no?
-Sí, obviamente el cigarro fue causa directa de su muerte. El ya había dejado de fumar en 1991 cuando tuvo sus problemas de corazón, pero los muchísimos cigarros que fumó de joven son los que seguramente acabaron con su vida. El peligro que hay en el futuro, muchas veces no lo ves en el presente.
-¿Cómo llevó el tema de su enfermedad?
-Cuando le diagnosticaron el cáncer, sus palabras fueron: “Yo quiero vivir, no sobrevivir”. Es decir: no quería saber nada con perder el ritmo de vida que llevaba. A él le gustaba ser independiente. Cuando el cáncer le fue tocando partes del cuerpo, jamás creyó en un tratamiento milagroso, sino que intentó seguir con su vida normalmente. Hasta se reía de ciertas cosas. “Tengo noticias excelentes, me han encontrado un nuevo tumor”, nos ha dicho una vez al volver del hospital. Y al preguntarle qué era lo bueno, nos decía: “Como me lo han encontrado, me lo pueden curar”. Siempre fue un gran optimista para todo, mi padre tenía una enorme fuerza de voluntad.
-¿La muerte lo agarró de sorpresa?
-El desenlace se dio abruptamente. Todos sabemos lo que implica la palabra “cáncer” pero nadie en la familia tuvo tiempo de asimilarlo. Gracias a Dios, solo ha sufrido dos días, antes estuvo siempre muy activo, con ganas, discutiendo con todos. Es más: dos semanas antes de morir vino a visitarme con mi madre a Israel. En general, los viajes los planeaba mi mamá, pero esta vez lo hizo mi padre. Ni él ni nosotros ni nadie se imaginaba que iba a fallecer tan rápido, no fue un viaje de adiós ni mucho menos. Disfrutó mucho aquí, como siempre: paseando, comiendo buena comida, tomándose un vinito. Fue un viaje clásico de padres que visitan a sus hijos, cuando hace tiempo no los ves. Venía a ver los entrenamientos del equipo, nos reímos realmente mucho. Yo llevaba 20 años fuera de casa, es decir, sin compartir el día a día con él, que no es lo mismo que hablar por teléfono y esta vez lo vi disfrutar como un niño. Me estaría sintiendo muy mal si no hubiéramos pasado esa semana juntos, porque a los pocos días de regresar de Israel se sintió muy mal y se terminó todo. Seguramente fue el destino, porque fueron días geniales los que pasamos.
-¿Qué es lo que más te enorgullece de tu viejo, de su obra?
-Todo, todo, mira, el hecho de que su nombre esté tan vinculado a diferentes ámbitos tan distintos, el de entrenador, el académico, la ayuda a los chicos, todo lo que él ha hecho ha sido grande en la vida.
En un tiempo en que las exageraciones son moneda corriente, y se pontifica con superficialidad sorprendente, Johan fue un grande de verdad. La prueba más contundente es su legado futbolero, la cantidad de equipos en todo el mundo que juegan como lo diseñó en su cabeza. En esa mente brillante.
 

Para siempre
-  Al celebrarse 70 años de su nacimiento (25/4/47), Ajax anunció que su estadio, el Amsterdam Arena, será rebautizado Johan Cruyff Arena.
-  Al cumplirse un año de su muerte (25/3/2017), el Barcelona anunció que el nuevo miniestadio y una de sus calles llevarán el nombre Johan Cruyff. También que tendrá un sector especial en el museo del club y que se levantará una estatua con su figura.
-  Patio 14 es una iniciativa para estimular a los niños a que practiquen deporte en el colegio a la hora del recreo. Se crearon más de 300 Patio 14.
-  Cruyff Courts: son pequeños campos de fútbol de césped artificial situados en barrios desfavorecidos, de uso libre, donde los niños pueden jugar de forma segura y aprender los valores del deporte. En la actualidad, existen 221 campos en 18 países en todo el mundo, lo que ha dado pie a la creación del Community Program, un programa educativo dirigido a los jóvenes del barrio y, en paralelo, el campeonato Cruyff Courts 6 vs 6 que es una liga escolar a nivel mundial.
-  Cruyff Institute ofrece formación para deportistas, gestores del deporte y otros profesionales. En total, 7000 chicos han pasado por sus aulas.
- Cruyff clasiccs: colección de ropa y calzado con la marca del crack.
 

Imagen Padre e hijo, en el Nou Camp, unidos por los colores blaugranas. Johan lo hizo debutar a Jordi en tiempos del Dream Team.
Padre e hijo, en el Nou Camp, unidos por los colores blaugranas. Johan lo hizo debutar a Jordi en tiempos del Dream Team.
Quién es
Johan Jordi Cruyff nació en Amsterdam (Holanda) el 9 de febrero de 1974. Mediocampista ofensivo o segunda punta jugó, entre 1992 y 2010, en Barcelona, Manchester United, Celta, Alavés, Espanyol, Metalurg Donetsk y Valetta FC, de Malta. En este último club cumplió la doble función: jugador y ayudante de campo. Tras haber sido convocado por la selección de España para los Juegos Olimpicos, se inclinó por la de Holanda y disputó la Eurocopa 96. También se desempeñó en la selección de Cataluña. En 2012 asumió la dirección deportiva del Maccabi Tel Aviv: el club cortó una sequía de 10 años sin títulos y consiguió 3 Ligas de Israel consecutivas. En 2015/16, su equipo se clasificó por primera vez a la fase de grupos de la Champions. A comienzos de este año y ante el despido del entrenador Arveladze, Jordi bajó al banquillo y dirigió al equipo en 9 partidos, con 8 victorias y 1 empate.

Imagen Jordi y Pep, el mejor alumno de Johan, con el libro del genio, que consta de 14 capítulos, en primera persona. Aquí lo editó Planeta.
Jordi y Pep, el mejor alumno de Johan, con el libro del genio, que consta de 14 capítulos, en primera persona. Aquí lo editó Planeta.
Por qué no vino al Mundial 78
Pese a la fantástica experiencia de 1974 y a que mi fútbol en las siguientes temporadas en el Barcelona fue del más alto nivel, decidí no asistir al Mundial de 1978. Al principio tuve dudas, aunque siempre había pensado retirarme en 1978. Si me preguntan por qué, no tengo ni idea. Retirarme a los 31 me rondaba por la cabeza desde jovencito. Por eso pensaba que quizás no tenía la agudeza mental suficiente para ser convocado para el equipo del Mundial, sabiendo que después de aquello, la cosa se acabaría. Tras la decepcionante Eurocopa de 1976, las dudas empezaron a crecer. Pero en 1977 volví a tener, por un momento, buenas sensaciones. Jugamos con la selección holandesa unos encuentros magníficos contra Inglaterra y Bélgica, y yo empecé a preguntarme seriamente si debería aprovechar la oportunidad de ir a Argentina el verano siguiente con un equipo tan fuerte.
Entonces, ocurrió algo terrible. Era 17 de septiembre y yo estaba en casa, en un edificio de apartamentos, viendo un partido de baloncesto en el televisor, cuando lo que pensé que era un mensajero llamó al timbre. Pero cuando abrí la puerta me encontré con una pistola apretada contra mi cabeza y me obligaron a tumbarme bocabajo. Todos estábamos en casa. Los niños estaban en su cuarto y aquel hombre le dijo a Danny que se tumbara también.
Yo intenté razonar con él. “¿Quieres dinero? ¿Qué quieres?”. Me ató y me amarró a un mueble. Para hacerlo, tuvo que dejar la pistola un momento, y entonces Danny se levantó y salió de la habitación y del edificio. El cabrón la persiguió. Yo pude liberarme y agarrar la pistola para asegurarme de que no lo hiciera él. Hubo tantos gritos que se abrieron las puertas de todo el edificio. Enseguida lo redujeron.
Más tarde se supo que delante de nuestro apartamento había una furgoneta aparcada, con un colchón dentro, de modo que todo apuntaba a un secuestro como los que se producían en España en aquella época. Los seis meses siguientes fueron espantosos. Teníamos vigilancia policial permanente. Cuando me iba de viaje, cuando llevaba a los niños al colegio, cuando iba a entrenar o a jugar con el Barcelona. Siempre había gente conmigo. Siempre había un coche de policía a la vista. Unos agentes dormían en nuestra sala de estar todas las noches. Aquella atmósfera era insoportable. El estrés era tal que no lo podía soportar. Ni siquiera podía liberarme un poco hablando de ello. La policía no paraba de repetir una y otra vez: por favor, no digas nada, porque podrías dar ideas a otros locos. En esa situación no dejas sola a tu familia durante ocho semanas, así que no había manera de que yo fuera a Argentina. Si juegas un Mundial, tienes que hacerlo totalmente concentrado.
Ernst Happel, el seleccionador de Holanda, vino a verme a Barcelona para hablar sobre mi renuncia, pero yo no dudé ni por un segundo. Como me habían ordenado no decir nada sobre el intento de secuestro, le dije a Happel que no estaba en el estado físico y mental adecuado para jugar un torneo importante. Creo que no lo convencí, pero no podía contarle toda la historia. Entonces se puso en marcha la campaña nacional “Hay que convencer a Cruyff”. Recibí bolsas llenas de peticiones de aficionados, suplicándome que cambiara de opinión. Pero la seguridad de mi familia estaba por delante. Tras el intento de secuestro, no dudé ni por un momento sobre no ir a Argentina. Habría sido una locura abandonar a mi familia en aquellas circunstancias.
Cuando Holanda volvió a clasificarse para la final, contra los anfitriones, la BBC me pidió que hiciera de comentarista. En el estudio, lo pasé muy mal. Nos habían aventajado en el minuto 38 de un partido con muy mal ambiente, nos negaron un penal en la segunda parte, igualamos el marcador muy tarde y mandamos un balón al poste en el último minuto solo para acabar perdiendo 3-1 en la prórroga. Viendo un partido así se te pasa por la cabeza que si hubieras estado allí tu carrera quizás habría acabado con un título mundial. Si hubiera hecho eso, si hubiera hecho lo otro. No me pasa muy a menudo, pero en aquel momento, sí. Sentía lo que habría podido hacer si hubiera estado allí, pero sabiendo que habría tenido que dejar a mi familia atrás para conseguirlo. Y no podía hacer eso.
¿Podríamos haber ganado si yo hubiera estado allí? Sinceramente, creo que tal vez sí. Porque mis cualidades, incluso entonces, habrían sido un valor añadido. Entonces, en la BBC, me vi pensando: “Jo, cómo me habría gustado estar allí”. Todo fue muy raro y bastante triste.
Como no podían hacer públicos los auténticos motivos, mi mujer tuvo que volver a soportar muchas cosas. La ridícula historia de las llamadas de 1974 fue seguida en 1978 por las acusaciones de que Danny era el genio maligno responsable de mi rechazo a jugar en Argentina. Es realmente increíble. Si ha existido una sola mujer de futbolista que nunca ha buscado publicidad, esa ha sido ella, sin duda. Y, sin embargo, la convirtieron en la culpable de casi todo. Durante décadas no dije nada al respecto, pero los rumores y las acusaciones volvían a aflorar regularmente. Eran como una bofetada en la cara constante para nuestra familia. Después de casi 30 años, cuando mis hijos se habían ido de casa, decidí contar la verdad. Con eso se acabó.

Por Diego Borinsky / Fotos: AFP.

Nota publicada en la edición de Junio de 2017 de El Gráfico