Las Fotos de El Gráfico
El jugador perfecto: Loustau
Jugaba en todas partes, estaba en todas las jugadas, atacaba, defendía, cambiaba, apoyaba, avanzaba, pasando la pelota, corría gente y tiraba al arco. El futbolista perfecto: Félix Loustau.
Por Redacción EG ·
05 de junio de 2017
El inolvidable Félix
Venía por la raya izquierda a toda velocidad y frenaba de golpe. El marcador seguía de largo y cuando conseguía frenar y volver, ya Félix Loustau había arrancado en otra dirección.
Arrancaba velozmente y de pronto pisaba la pelota, dejándola quietita en el pasto, junto a la raya de cal. El marcador seguía con él, sin tener la pelota ninguno de los dos, y a los pocos metros Félix frenaba y volvía a buscarla.
Una vez, al hacer gambeta tocándola por adentro del marcador y corriendo por afuera, salió de los límites de la cancha. En el camino encontró al lineman y lo esquivó también antes de entrar otra vez en la cancha para juntarse con la pelota.
Bajaba a defender y cuando se tiraba a los pies trababa con más fuerza y seguridad que cualquier zaguero. Una tarde, contra Vélez, lo ponían en la barrera entre dos compañeros más grandotes, y los cañonazos de Huss, aquel back morocho y corpulento que miraba fijo y ya hacía foul, rebotaban todos en la cabeza de Loustau. Y al loco no se le movía un músculo.
Fue el gran jugador sorpresa del fútbol argentino. Rendía para el equipo y divertía a las tribunas con su show genial sobre la raya izquierda. Hábil, valiente, generoso, eléctrico, fue el ídolo más humilde de nuestras canchas. Una tarde que tenía un partido de práctica con el Seleccionado, llegó temprano y se sentó en la tribuna para ver el preliminar. Entre sus piernas tenía un envoltorio de papel madera atado con hilo sisal: eran sus botines de fútbol… Los que envolvían el par de pies más hábiles y talentosos de un momento cumbre del fútbol nuestro, cuando la gente silbaba “Malena” por las calles y Fiorentino fraseaba igualito que el fuelle de Pichuco…
Venía por la raya izquierda a toda velocidad y frenaba de golpe. El marcador seguía de largo y cuando conseguía frenar y volver, ya Félix Loustau había arrancado en otra dirección.
Arrancaba velozmente y de pronto pisaba la pelota, dejándola quietita en el pasto, junto a la raya de cal. El marcador seguía con él, sin tener la pelota ninguno de los dos, y a los pocos metros Félix frenaba y volvía a buscarla.
Una vez, al hacer gambeta tocándola por adentro del marcador y corriendo por afuera, salió de los límites de la cancha. En el camino encontró al lineman y lo esquivó también antes de entrar otra vez en la cancha para juntarse con la pelota.
Bajaba a defender y cuando se tiraba a los pies trababa con más fuerza y seguridad que cualquier zaguero. Una tarde, contra Vélez, lo ponían en la barrera entre dos compañeros más grandotes, y los cañonazos de Huss, aquel back morocho y corpulento que miraba fijo y ya hacía foul, rebotaban todos en la cabeza de Loustau. Y al loco no se le movía un músculo.
Integrante de una de las mejores delanteras de todos los tiempos junto a Labruna, Muñoz, Moreno y Pedernera en “La Máquina” de River.
Fue el gran jugador sorpresa del fútbol argentino. Rendía para el equipo y divertía a las tribunas con su show genial sobre la raya izquierda. Hábil, valiente, generoso, eléctrico, fue el ídolo más humilde de nuestras canchas. Una tarde que tenía un partido de práctica con el Seleccionado, llegó temprano y se sentó en la tribuna para ver el preliminar. Entre sus piernas tenía un envoltorio de papel madera atado con hilo sisal: eran sus botines de fútbol… Los que envolvían el par de pies más hábiles y talentosos de un momento cumbre del fútbol nuestro, cuando la gente silbaba “Malena” por las calles y Fiorentino fraseaba igualito que el fuelle de Pichuco…
