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2001. Merlo trepado a la gloria

Fue paso a paso y terminó en andas. Reinaldo “Mostaza” Merlo, el DT campeón, saluda a la hinchada de Racing el día que la Academia volvió a coronarse después de 35 años. Foto: A. Grecco.

Por Redacción EG ·

29 de abril de 2017
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El 27 de diciembre del año 2001, pocos días después que el país estallará en una profunda crisis, Vélez recibe a Racing por la última fecha del Apertura 2001. Con el empate la Academia era campeón. El partido terminó uno a uno. Después de 35 años de espera el sueño se hace realidad, Racing Club se consagra como el mejor del fútbol argentino.

Compartimos la editorial de El Gráfico en el histórico número de diciembre del 2001, firmada por su director de entonces, Carlos Poggi.


Y brilló blanca y celeste

No es un campeonato más.. No, Y no puede serlo porque el campeón es Racing. El Racing de los sufrimientos extendidos. El Racing estoico, luchador, generoso en la entrega de abajo y el cariño sin dobleces de arriba. No habrá ninguna igual, no habrá ninguna fiesta como ésta de la Academia. Porque nadie más que el hincha de Racing sabe todo lo que costó llegar a esta alegría desbordada, pasional. Única. Las lágrimas de los más viejos, de aquellos que supieron de épocas felices, se mezclan con el estruendo de los más pibes, de éstos que esperaron por años la celebración. Éstos y aquellos bancaron todo. Con una fidelidad conmovedora. El gran mérito, el que acaso ninguna otra hinchada puede aquilatar, es el del aguante sea cual fuera el resultado que lograra el equipo, cualquiera fuera la posición en la tabla. Los trapos de Rolling Stone, de la 95, de la celebérrima Guardia Imperial estuvieron siempre en todas las canchas. Con frío y con calor. Con lluvia y con sol. Bancaron en las difíciles, que es allí donde se miden los afectos sinceros. Sin pedir nada a cambio. Pasión pura, apoyo sin restricciones. Eso es Racing. Eso es el hincha de Racing. La piel se eriza por tanta explosión. Por semejante festejo. Gozado hasta el hartazgo como se disfrutan esas cosas bellas que demoran un largo tiempo en llegar. Es la fiesta de Racing y hay que sumarse a ella. Porque Racing nació campeón. Porque Racing fue grande desde su cuna. La Academia fue el título honorario del juego entregado por aquellos ilustres pioneros amateurs de las primeras décadas del siglo XX. De aquel linaje me nutrió la divisa blanca y celeste para llenar páginas de oro en la era profesional.  Fue el primer tricampeón del fútbol vernáculo y el primer campeón del mundo de clubes. Por eso dolieron tanto los 35 años de espera. Racing no se lo merecía. Y mucho menos su gente. Por eso, así como París vive en una misa, bien vale esta fiesta popular. ¡Salud Racing! ¡Salud campeón!